jueves, 18 de febrero de 2010

Qué nos dice Obabakoak...



Pretender contar lo que nos dice Obabakoak (bastanbte bien lo dice como para que pretenda decirlo yo) es muy presuntuoso, pero como mero ejercicio casi escolar, os voy a contar algunas cosas casi veinte añlos después de que la leyera por primera vez...

Empecemos por el principio. Ya estamos acostumbrad@s a esos lugares míticos, a esos espacios en los que los escritores ubican sus obras, territorios en los que todo entre dentro del reino de lo posible: Yoknapatapha para Faulkner, Comala para Rulfo… Obaba para Atxaga. Son, como dice María José Olaziregui, geografías vividas, que se alejan de la exactitud topológica y en las que no existe la razón lógica sino la mágica, un mundo al que todavía no ha llegado la modernidad, donde no existen palabras como “depresión” o “esquizofrenia” porque nada sucede y nada es imaginario ya que todo lo es, donde se recurre a los animales para explicar acontecimientos inexplicables a los ojos humanos. Ese universo que se plasma en Obaba, es completamente normal para cualquier persona que vive allí, que habita en esa región mágica, pero no lo es para quien se acerca a ella con ojos de lector o de viajero.

Obabakoak es una colección de cuentos, pero es al mismo tiempo un libro que consta de veintiséis cuentos, pero es a su vez una serie de cuentos que se hilvanan sobre una historia común, siguiendo la tradición de Las mil y una noches, Los cuentos de Canterbury, Calila e Dimna o El Conde Lucanor… Son libros que se asemejan a la vida: historias que se engranan sobre otras historias y que a su vez desencadenan nuevas narraciones. Mundos engarzados sobre el tapiz de la vida.
La historia nace de un enigma: en una foto escolar, el narrador haya un lagarto; junto a su amigo médico, amplían la foto hasta límites inverosímiles pero no encuentran respuesta al enigma. La solución está fuera del marco. El enigma de la lagartija ensambla el cuerpo de historias que se van a suceder a partir de este motivo inicial. Las historias se van a encadenar sin saber cómo ni por qué. El mismo Atxaga dirá al principio “no sé cómo debo contar esta historia”. Los narradores se verán obligados a salir del marco y descubrirán la madre de todas las verdades: que la realidad se esconde siempre más allá de los marcos. Viajan a Obaba para saber qué pasó con la lagartija, y en la casa del tío, hablarán de libros y de historias que nunca estuvieron en libro alguno. Como la literatura, como la literatura vasca, que nace de una tradición oral que pasó siglos sin conocer la letra escrita, de boca en boca, de voz en voz, viajando en la vida de la gente que conocía esa historia, viajando en miles de versiones… Las ficciones son esas lagartijas que se cuelan por el oído del espectador.

El libro, como veremos, está dividido en tres partes; la primera parte se titula “Infancias” y despliega relatos que tiene como denominador común la soledad y la fatalidad de jóvenes (y niños) en búsqueda. El primer cuento, “Esteban Werfell” narra la historia de un niño que vive en la estrecha soledad de Obaba y cuyo padre, un hamburgués viajero que se recluyó en Obaba, desea que su hijo se abra al mundo. Recurrirá a una hermosa estratagema para sacar a su hijo del recóndito paisaje de Obaba. Pero Esteban cuenta esta historia cuando ya es un hombre maduro, y escribe, y narra la historia oral de esa treta en que le envolvió su padre. El mensaje de Atxaga es delicioso y duro a la vez: plantea que hay que conectar las tradiciones, porque ninguna cultura puede vivir y crecer aislada; todas las culturas nacen para abrirse a lo universal, y lo realmente hermoso es partir de la propia cultura y tradición para abrirla a lo ajeno e integrarlo, para enriquecer lo propio con lo compartido con otras culturas, hasta descubrir que tenemos muchos más denominadores comunes de los que imaginamos. Así, el bertsolari, el improvisador, el juglar y el jazz tienen una matriz común que los emparienta y que multiplica el poder cultural de la mezcolanza.

La segunda parte del libro se emparienta con el cuento “Exposición de la carta del canónigo Lizardi”. La carta nace para conceder licencia de veracidad a una historia acaecida a un niño que se convirtió en jabalí como consecuencia de la soledad infinita que le asolaba. Hereda este cuento el principio de la literatura vasca, el libro de Mosen Bernat Etxepare, clérigo de Eiheralarre, cerca de Donibane Garazi (St Jean Pied de Port), autor del primer libro impreso en euskera en 1545, una espléndida colección de poemas amorosos, religiosos y patrióticos. Atxaga defiende la necesidad de conocer profundamente la tradición para saber salirse de ella o extenderla hacia lo universal, por eso reclama que escribir en euskera debe ser una voz más en la literatura universal. Los temas de la literatura nunca son autóctonos, los tratamientos nunca son particularistas, los paisajes siempre tienen remembranzas lejanas.
La tercera parte de libro se titula “En busca de la última palabra” y en ella se narra el deseo de saber qué paso con aquella lagartija. El cuento “Jóvenes y Verdes” cuenta la conjetura de lo que pudo suceder después de que Ismael acercara la lagartija al oído de Albino María, incapacitado quizá porque aquel reptil se deslizara en su interior… O quizá no.

Hay en esta parte dos cuentos extraídos de la tradición persa de Las mil y una noches, “El criado del rico mercader” y “Dayoub, el criado del rico mercader”, que tienen la particularidad de que, empezando de la misma forma, acaban de manera opuesta. Quizá nos sugiera Atxaga con ello que los desenlaces de la ficción, como los de la vida, son múltiples, y de que todo depende del valor que se conceda al azar en el oficio de vivir.

Otro de los cuentos es “Método para plagiar”; en él, Atxaga conversa de forma imaginaria con Axular, el gran escritor vasco del siglo XVII, el escritor canónico de la literatura vasca. Axular le cuestiona a Atxaga si escribir no es siempre plagiar, ya que en la antigüedad, la imitación era, además de un gesto de devoción literaria, un ejercicio de estilo… Atxaga opina que no, que la obra debe ser original, pero algo hay de eso cuando Borges opinaba que “todos los poemas del pasado, del presente y del provenir, son episodios o fragmentos de un solo poema infinito, erigido por todos los poetas del orbe.” Borges tiene un cuento espléndido titulado “Pierre Menard, autor del Quijote” en el que plantea cosas tan sugerentes como que es el plagiario el que hace consciente al autor del libro de la genialidad de su obra. En cierto modo, leer nos lleva a querer vivir otras vidas en nuestros márgenes, y vivir otras vidas ya es plagiar. Somos reescritura de otros sin ser conscientes de ello. Escribir es digerir lecturas.

Al final, esta delicia llamada Obabakoak nos plantea que una colección de cuentos es, como toda colección bien trabada y engarzada, una única joya que es la metáfor de una vida. Nada es particular porque toda cultura es humana y lo humano es, por esencia, universalizable. La búsqueda de la diferencia es estéril porque nos acaba llevando al río de lo común. Hablar un idioma extraño no nos convierte en extraños, es ponerle a los sentimientos otro significante que tiene semejante resonancia interior en cualquier humano, sea swahili, bantú, javanés o euskera. Las fronteras no las levantan las lenguas, más bien las suelen derribar a la que se descuide el político de turno. Aquello que pareciera más alejado suele tener una raigambre común a todo lo demás. Lo mejor que se puede hacer con una cultura es universalizarla y abrirla a los vientos de poniente. Y la letra es lo más humano que hemos sido capaces de inventar.

Obabakoak es una inmensa novela hecha de fragmentos en diáspora que acaban siendo un territorio mágico, donde sólo reina la palabra.

¿Y esa lagartija? La ficción, que cuando se cuela por nuestra oreja, nos deja como al pobre Albino María...

2 comentarios:

  1. Unas reflexiones que me han hecho mella, y van más allá de lo que parece.

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  2. Terminé anoche de leerlo por primera vez. Solo al final empecé a entender todo. Desde anoche, me acecha el pensamiento de que quizá el lagarto sea una metáfora sobre las ideologías que se meten en la cabeza y van comiéndose el cerebro, ¿alguien en la sala ha sentido algo parecido?

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