lunes, 2 de febrero de 2009

¿Por qué no es fácil leer?


Se preguntaba hace no mucho Nicholas G. Carr, en un artículo titulado “Is Google making us stupid?” (¿Está Google volviéndonos tontos?), que apareció publicado en la revista The Atlantic, si el vicio de la lectura en diagonal, la visión de golpe tan característica de quien busca en la red, no estaría generando una particular concepción de la realidad en nosotros.


Y vienen a colación las palabras de Pierre Bourdieu: “La realidad es real, y las representaciones de lo real, también”. En nuestras decisiones no pesan sólo nuestras convicciones (¡qué más quisiéramos!) ni la realidad que las motiva, sino las representaciones de la realidad que nos formamos, que son tan reales como la realidad misma.


Nos estamos acercando a la realidad con aproximaciones no textuales (el texto –textum- es un “tejido” de signos, enunciados, ideas, texturas... ) acostumbrándonos a perder las relaciones y dejándonos atraer por los enlaces y los vínculos. En lugar de “remar” con esfuerzo por los textos, “navegamos” o “surfeamos” sin rumbo por páginas y páginas, enlazando unas con otras sin criterio ni brújula. Luego nos sucede que tenemos que afrontar un texto bien encadenado y los ojos se nos pierden en diagonal.


¿Nuestra visión del mundo se está haciendo más plana, más epidérmica, más superficial?


¿Nuestra visión del mundo es una consecuencia de nuestra forma de leer?


A veces leemos buscando placer narrativo sin más, o como quien hace fotos en los viajes sólo para demostrar que estuvo ahí; “alquilamos” el libro y nos apropiamos de datos en él, almacenando información que nos pueda servir en una tertulia para mostrar que tenemos “opinión” (de ahí, algunos deducen que tienen “criterio”, ¡qué presunción!). Leemos para instalar datos en la superficie de nosotros mismos, paseamos libros, hacemos lecturas “periodísticas” (con perdón del gremio) que sirvan para hoy pero no para mañana, que nos permitan entender el presente del libro; desdeñamos una novela que no haya sido reeditada en los últimos cinco años, despreciamos al autor que no vende en una gran superficie o al que no se le hace un reportaje en el suplemento semanal de libros del diario de tirada nacional, buscamos libros que refrenden lo que ya sabíamos y que maquillen las lagunas de nuestra cultura general, pero obviamos una lectura que modifique nuestra visión del mundo, que nos pueda afectar, que nos enajene, que nos acerque al otro. Nos apropiamos de los libros pero no nos adueñamos de ellos: la propiedad intelectual es una cosa y el dominio de la cultura es otro, y eso que la palabra “dominio” ya nos la están secuestrando también.


Cada vez tenemos más claro que no tendemos a establecer relaciones entre el texto y las condiciones en que se produjo, la lectura que hicieron de él sus contemporáneos, las relaciones con otros textos, los conocimientos previos que teníamos de él, la arquitectura narrativa y sus porqués, el universo conceptual del autor y el nuestro propio, la sentimentalidad de donde surgió la historia, sus fuentes, sus nutrientes, sus derivas...


¿Cómo “adueñarse” de un texto? Con humildad (¡Qué estupidez acabo de decir!, pero esta perogrullada es la clave de un buen lector) dejando que el libro “nos tenga”, uno puede adueñarse del libro, engañarle, hacerle creer que somos suyos de modo que abra sus puertas para poder entrar en él: sólo abriendo nuestra curiosidad y nuestra sentimentalidad al libro, podemos dejarnos atrapar y hacernos dueños de él desde dentro. Un defecto de nuestra cultura latina es que nos creemos sujeto de todo (ej “tengo frío”) mientras otras lenguas como el euskera funcionan a la inversa (ej: “hotza naiz”“el frío me tiene” ). A lo mejor saliéndonos un poquito de nosotros mismos es todo mucho más fácil, incluso saliéndonos de nuestras propias manías como lector/a. Leer es como amar, no entiende de propiedades.


Por eso es tan difícil adueñarse del libro; a fuerza de apropiarnos de él, acabamos matando cualquier posibilidad de que nos sorprenda.

1 comentario:

  1. ¿se puede contar el final?

    En la primera reunión surgió la cuestión de si en los comentarios se puede hacer referencia al final de los libros ya que podemos "chafarle el final" al que no ha acabado el texto.

    Como en internet está casi todo inventado, para esto existe una palabra: "SPOILER" ("aguafiestas" en inglés). Cuando uno va a leer una crítica de una película o un libro, si al inicio del texto aparece la palabra SPOILER le está adviertiendo de que se va a contar el final. Podemos utilizar esta cortesía en el blog.

    Para saber más: http://es.wikipedia.org/wiki/Spoiler

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