lunes, 21 de octubre de 2019

Reseñas sobre "El expediente de mi madre", de András Forgách









András Forgách: "Mi madre fue espía comunista e informó de mí y de mis amigos"


REBECA YANKE Madrid
2 FEB. 2019 01:45

Una madre toca la puerta de la casa de su hijo a horas intempestivas. Él aparece en calzoncillos, con el pelo revuelto, algo confundido: «¡Mamá!, ¿tan temprano?». En una mano, un cubo, en la otra viandas varias y algunas latas. Todo muy maternal, bastante normal, pero esta historia es cualquier cosa menos común. La madre, además de ejercer de ello, es la señora Pápai, una espía de los servicios secretos de su país, Hungría.El hijo, entonces, formaba ya parte de la contracultura húngara, eran los 80 del siglo XX y la señora Pápai no acudía como madre sino como agente secreto: dentro de la casa de su hijo se estaba quedando, unos días, un poeta que estaba siendo investigado.
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«Acordamos que si la señora Pápai se enteraba de que su hijo iba a estar fuera del piso durante un buen rato, nos avisaría para tener el acceso libre. En último caso, haríamos el trabajo necesario el 20 de diciembre de 1983, mientras ella hacía la limpieza del piso».Éste es un extracto de aquellos archivos secretos que, ahora, están en manos de András Forgách (Budapest, 1952), novelista y traductor al que no dejan de llegarle nuevos documentos periódicamente, según él mismo ha relatado a este diario, y a quien la editorial Anagrama acaba de publicar en España El expediente de mi madre, una novela en tres partes y en varios estilos que se ha traducido ya a 14 idiomas.Hay vidas de película y, si resulta que quien la afronta es escritor, ponerla por escrito es el primer paso para entender la propia existencia. Imagínese el cuadro: una mañana de 2013 Forgách se despierta como aquella mañana en que su madre, según dijo, quería limpiarle la casa. Un bibliotecario que está revisando documentos se topa con el nombre del novelista y decide informarle de que aparece en los archivos secretos del país, porque su progenitora, Bruria, había trabajado para la dictadura de János Kádar y continuó transmitiendo información también tras su muerte.

«Como te podrás imaginar, escribir este libro ha sido complicado. A medida que leía el expediente de mi madre intentaba voces distintas que me permitieran sobrellevar mis inhibiciones, pero ciñéndome lo más posible a la realidad. Me importaba ser irónico, casi sarcástico en ocasiones. Más allá de que mi madre fuera la persona más bella que yo haya conocido en toda mi vida, quería también mostrar los aspectos mitológicos de la historia, porque si una historia no es mitológica entonces no merece la pena escribirla».Así describe Forgách este proceso de intromisión y revelación que, al cabo, coloca a su madre bajo los focos. Lo hace por escrito pocos días antes de llegar a Barcelona donde, ayer por la tarde, participó en los encuentros del Festival BCNegra.

¿Por qué necesitaba narrar o ficcionar la historia de su madre?
Como escritor, no podía permitirme no hacerlo, porque de lo contrario hubiera comprometido no sólo mi escritura sino también mi lenguaje e incluso a mí mismo. Conocer el pasado, observarlo sin la luz de la caridad, es fundamental para cualquier cultura. No puedes ser escritor si no puedes afrontar tus problemas fundamentales. Mi padre era esquizofrénico pero en cierto modo lo somos todos, estamos hechos de paradojas, y éste es el caldo de cultivo perfecto para que un escritor, probándose a sí mismo y ante el mundo, sepa si realmente lo es.

¿Cuál es la realidad de la vida de su madre, ahora que leyó sus expedientes?
Fue una madre maravillosa, a ella le debo toda mi fuerza y toda mi empatía. Su vida era una enredo entre ideologías, atraccciones y elecciones y su personalidad caótica se reflejaba en sus malas decisiones, como casarse con mi padre, aunque yo no existiría de no haberlo hecho, y el país en el que decidió vivir. Dio lo mejor de sí misma y no era verdaderamente consciente de que colaborar con el gobierno no estaba bien desde el punto de vista moral porque, siendo comunista, y siendo comunista el país, así como sus superiores, ella creía que sólo estaba ayudando.
El libro ha sido traducido ya a 14 idiomas, ¿cuál le gustaría que fuera el siguiente?
Con la excepción de Croacia, y ahora Rusia, los países vecinos, como Rumanía, República Checa, Serbia y Polonia, esto es, los llamados países del Este de Europa, no están demasiado interesados en la novela. Me sorprendió al principio, pues tenemos una historia común, pero quizá ésa sea la razón: tienen sus propias historias de agentes secretos y el mercado está lleno. Pero sigo teniendo esperanza, y quizá la versión cinematográfica que está por venir ayude, en que más países se interesen.

En 'El expediente de mi madre' hay periodismo, archivos secretos, lirismo, ficción y también su propia vida...
Necesitaba contarlo todo, ser todo lo transparente que pudiera, una tarea complicada para un escritor y para cualquiera. De hecho sigo estando dentro de todo ello, porque no deja de llegarme material nuevo desde los archivos. Recibo nuevos documentos cada tres o cuatro meses. Este libro podía ser una unidad únicamente si te atrevías a ser ecléctico, y eso refleja mis conflictivos sentimientos hacia él.

¿Cómo está siendo acogida la novela en los distintos países en los que se ha traducido?
No dejo de aprender con este libro, y con cada traducción. Italia, Inglaterra, Croacia, Canadá, Holanda y ahora España, y traducido al español y al catalán... en cada uno de los países hay un eco distinto y, cada vez que tengo que contar mi historia a una persona, sigo aprendiendo de mí y de mi país. Algunos me dicen que es una novela 'demasiado húngara', muy específica, y que no se entenderá, que sólo resonará el escándalo que narra, la traición de una madre, en los dos sentidos, pues de algún modo yo también la estoy traicionando ahora con este libro, pero no tenía opción. Lo que tengo clarísimo ahora mismo es que, después de hablar con muchas personas en Alemania y Francia, es que se trata de literatura, y esto me agrada. Si sólo hubiera sido un escándalo, no habría merecido la pena.

No es la primera vez que escribe sobre su familia...
Efectivamente, escribí un libro sobre mi familia en 2007, se titula 'Zehuze', un volumen largo, de 700 páginas, así que sí, es cierto, manejar recuerdos familiares no es nuevo para mí, pero ahora debería reescribir algunas partes de ese libro, con las cosas que ahora conozco.
Mientras vivía, ¿pensó alguna vez que su madre tenía una vida secreta?
Era una mujer reservada en muchos aspectos de su vida, también yo lo soy, aunque después de este libro no tanto... Cuando le hacíamos preguntas, no solía dar respuestas claras. Pensé que igual tenía una aventura amorosa. Ella sentía que no podía abrirse, aunque lo deseara fuertemente.

Ella hereda la labor de espionaje de su padre cuando él se pone enfermo. ¿Tal vez necesitaba algo de acción en su vida?
Siempre fue una persona activa, siempre ayudaba a los extraños y siempre tenía alrededor gente joven. Cuando la enfermedad de mi padre se hizo intolerable, su depresión comenzó a aflorar. Pensó que debía hacerlo por su familia, y en verdad nos ayudaba, por ejemplo si resultaba complicada hacerse el pasaporte; ella tenía contactos. Era una idealista. no ganó nada con todo esto, bueno, tal vez una cosa, podía ir a menudo a visitar a su familia en Israel, cosa que para ella era vital, digamos que su intimidad estaba muy lejos, aunque ella odiaba el nacionalismo y el sionismo, pero su cultura estaba en Israel. Estaba llena de contradicciones, por eso era tan interesante, me parece.
¿Puede contarnos algún detalle que nos deje entrever qué tipo de persona era?
Era rapidísima a la hora de colaborar si veía a alguien en apuros. Generosa, lo daba todo y ayudaba donde fuera. Mientras, sus problemas no dejaban de aumentar y creo que ésa es una de las razones por las que falleció tan pronto, con 63 años. Tenía mucho sentido del humor y aceptaba a todo tipo de personas, era curiosa, leía mucho y escuchaba música clásica. Nutría las ambiciones de sus hijos dejando de lado las suyas. Era el arquetipo de madre y podría hablar de ella infinítamente pero... lo más importante está en el libro.

¿Qué es más difícil, hacer ficción pura o utilizar la autobiografía para ello?
Como sabe, no es ésta mi primera novela con elementos biográficos fuertes. Mi primer libro, que se publicó en 1999, cuando tenía 47 años, trabaja ese campo: es una biografía ficticia de una sacerdote budista y zen pero, por lo demás, un chico joven que comienza a trabajar en el mundo del teatro. Mezclando estos dos elementos y esforzándome por ocultarme al máximo, conseguí ser absolutamente sincero al mismo tiempo. Pero para poder escribir de una manera ficticia sobre mi propia vida tuve que escribir antes algunas piezas en prosa bajo seudónimos y de ahí surgió el libro 'Fui 12 mujeres' pues lo escribí desde la perspectiva de ser una mujer, y esto me ayudó mucho a crear ficción.

Usted ahora es padre, ¿cómo le va a explicar a su hijo quién fue su abuela? ¿Quizá con el libro?
Soy un feliz padre de un niño de dos años. Y nació justo cuando terminé el libro, como si éste hubiera liberado algo en mí porque yo deseaba un bebé desde que tenía 40 años y me ha costado un cuarto de siglo conseguirlo. No es fácil ser padre y escribir a la vez, porque la escritura requiere soledad pero trato de estar presente en la vida de mi hijo y continuar escribiendo al mismo tiempo. No es fácil pero sólo cuando el reto es grande hay posibilidades de hacer algo que lo sea también. Es la ley natural.

De ZENDA LIBROS

El expediente de mi madre, de András Forgách

Después de una vida de activismo cultural en los años 70 y 80 a András Forgách (Budapest 1952), el azar le acarreó una sorpresa que le marcó su carrera literaria para el futuro más próximo. Un día recibió una llamada informándole de que su madre aparecía en expedientes de servicios secretos húngaros haciendo tareas de espionaje para el bloque comunista. Era una mujer de origen judío, pero de ideales anti-sionistas que hablaba hebreo a la perfección, motivo por el cual fue seducida para prestar sus servicios, con la intención de que averiguara todo lo posible sobre la reciente creación del estado de Israel y lo que ello afectaba a su patria.
"Su madre fue seducida para prestar sus servicios, con la intención de que averiguara todo lo posible sobre la reciente creación del estado de Israel"
Forgách empezó a tirar del hilo y descubrió, no sin asombrarse, que su padre también había sido espía, antes de tener que dejarlo por enfermedad. Poco a poco, conforme iban saliendo a la luz, dio con parte de los expedientes que hablaban de sus progenitores, y al analizarlos fue consciente de cómo había sido la parte de su día a día en la clandestinidad.
Una historia contada en este Expediente de mi madre de forma magistral, aunque con una prosa que deja dudas al lector, por estar escrita de forma demasiado elaborada. Al leerla quedan en el aire algunas cuestiones de la base de la narración a las que él no da demasiada importancia, pero sin las que cuesta llegar al quid de la cuestión.
"La parte más cautivadora de esta novela es conocer cómo podían convivir personas intentando tener una vida como la del común de los mortales, llevando en paralelo sus tareas de vigilancia asignadas"
Por suerte, pudimos intercambiar impresiones con él en la visita reciente que hizo a la Bcnegra 2019 y allí nos explicó que su madre era una persona de un trato formidable, tanto que cuando le comunicaron que alguien de su familia estaba metida en los servicios secretos, pensó que solo podía ser ella, ya que era de quien menos se lo esperaba. O que este libro todavía no tiene final, a causa de que todavía van apareciendo más ficheros relacionados con sus progenitores.
La parte más cautivadora de esta novela es conocer cómo podían convivir personas intentando tener una vida como la del común de los mortales, llevando en paralelo sus tareas de vigilancia asignadas. Sin olvidar que pertenecían a un sistema enfermizo en que la desconfianza, la paradoja y la irracionalidad estaban a la orden del día.
Una historia muy oportuna para conocer las interioridades de los espías del bloque soviético, ahora que ha transcurrido el tiempo necesario para ver aquello de la forma objetiva que da la lejanía en el transcurso de los años.

EN ABC

András Forgách, delatar a los hijos

Cuando tus padres son espías del régimen comunista, tienes mucho que investigar, contar, y es lo que muestra esta historia

Andrés Ibáñez
Actualizado:15/02/2019 

La muerte de la madre, dice András Forách (Budapest, 1952) en algún momento de este libro, es un acontecimiento de proporciones cósmicas que te cambia para siempre. También recibir la noticia de que uno tiene una enfermedad incurable. Y añade un tercer ejemplo: descubrir que tu propia madre ha sido toda su vida una espía al servicio de un régimen dictatorial, y que ha escrito numerosos informes sobre personas conocidas, incluyendo a su propia familia y a sus propios hijos. Aclaremos que este descubrimiento no es nuevo ni reciente, y que este libro no ha surgido de una sorpresa, de un fogonazo, sino que lleva gestándose muchos años.

Bruria, la madre de András Forgách, alias «señora Papai», era una comunista convencida. Era, nos dice su hijo, «la última ruedecilla de un miserable sistema opresor». Había nacido en Israel (en Palestina, realmente, ya que el estado de Israel no existía entonces) y emigró a Hungría de mayor. Era judía y comunista, judía ferozmente antisionista, húngara que hablaba con acento y escribía con faltas de ortografía. Judía a medias, húngara a medias, lo único que era absolutamente y sin fisuras era devota y defensora de la línea del partido.

Caminos oblicuos
También el padre de Forgách era espía. ¡Dios mío, vaya familia! Es imposible no rendirse a los encantos de la «señora Papai», una mujer bellísima en su juventud y dotada de una rara mezcla de inconsciencia y de ceguera que le hace engañar con pleno convencimiento a su propio hijo, el autor del libro, para que los servicios secretos entren en su casa a instalar cámaras y micrófonos, pero el personaje más inolvidable es sin duda el padre, el «Papai» original, que también es espía, aunque uno todavía más inútil, chapucero e inservible que su esposa.

La madre del autor era judía y comunista. Devota defensora de la línea del partido
Es deliciosa la parte de Londres, donde Marcell, el padre, se da la gran vida mientras envía a Hungría todo tipo de informes de tipo más bien literario que los servicios secretos consideran inservibles, y los paseos con el joven András, un niño de apenas ocho años, a quien le cuenta todas sus proezas en los burdeles de medio mundo. ¡Qué personaje! Con unos padres así, ¿cómo no ser escritor?

«El expediente de mi madre» es un libro muy extraño, a caballo entre el reportaje, el relato autobiográfico y la novela, y no acaba de ser ninguna de las tres cosas. Está escrito siempre por caminos oblicuos, moviéndose por las zonas de sombra, como un espía que traza un camino extraño para no ser predecible, para que no resulte fácil seguirle. Tiene un tipo de imaginación que yo definiría como espacial y arquitectónica, y sus largas descripciones de edificios, fachadas e interiores añaden todavía más encanto a su misterioso relato. Es uno de esos libros en los que a veces uno se pierde pero sigue maravillado, como el que se pierde en un palacio. Su lenguaje es de gran exuberancia y riqueza, el lenguaje de la gran literatura, esa que al parecer está estos días en crisis.

András Forgách: El expediente de mi madre

Domingo 19 de mayo de 201917:29h
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Traducción de Teresa Ruiz Rosas. Anagrama. Barcelona, 2019. 384 páginas. 
Por Francisco Estévez
El tardío descubrimiento de la colaboración secreta con el régimen comunista húngaro de la madre de András Forgách es el motor que alienta estas páginas. O de otra manera, el peligro y coste del servicio a las ideologías de la “señora Papai”, alias de Avi-Shaul Bruria, en su condición de espía. Cuando el Archivo de Servicios para la seguridad del Estado descubre al escritor y dramaturgo de sesenta y dos años la verdadera identidad de sus padres una venda cae al suelo. Según leemos, en un esfuerzo de patriotismo coherente con su posición antisionista y vertebrado por su ideología comunista, Bruria sustituyó a su marido, el “señor Pápai” a consecuencia de una enfermedad mental que le impedía continuar con su labor de informador, la cual realizaba de manera algo incompetente, todo sea dicho.

El título original del libro, algo como No se encuentran archivos, delata de mejor manera la voluntad narrativa que lo sustenta. Dividido en tres partes y con distintos registros, el relato biográfico se noveliza en el café de una agradable pastelería donde la agente Bruia confiesa su deseo de abandonar el encargo prestado desde el año 1975 como informadora secreta, delatora política y colaboradora secreta del régimen comunista mantenido por János Kádár en Hungría. El opacismo de los secretos y la doble cara que tiene toda verdad serán la materia que entreteje la historia.

Si en primera instancia la madre de Forgách informó sobre su propio hijo, en hábil revancha el novelista es ahora quien a nosotros lectores y, a la postre a sí mismo, nos informa de su madre. Un deseo de honestidad letrada pertrecha este trabajo sobre revelaciones de archivos secretos, que amalgama en un discurso con voluntad literaria. Ve aquí este cronista un hábil juego con material biográfico entrelazado con los propios informes y sustentado en materia novelesca. De tal modo, la búsqueda continua de estilo y de registro quizás sean manera eficaz de dar forma a lo innombrable, desde los documentos rígidos diseminados por el texto a las complicaciones estilísticas del último capítulo, “Algo más” , en la tentativa de simular un ensayo histórico.

El tradicional sentimiento de afecto de un hijo por su madre se transforma aquí en uno complejo e inquietante que engarza las a veces rocambolescas historias de su padre, los poco útiles informes de ambos progenitores (sobre la situación israelí en cuanto a agentes y operativos, así como sobre las aspiraciones del movimiento sionista) con las tiernas escenas familiares por donde emerge de algún modo la verdad de esa doble vida. Bruria es una señora enérgica y tierna, combina el amor materno con la pasión por la vida convirtiéndose en una espía indetectable. Perturbadoras escenas unas, conmovedoras otras, descorazonador a ratos en su fría cuchillada moral. El expediente de mi madre es humano, demasiado humano. A la postre, estas páginas parecen ser de algún modo enigmático y tangencial el modo que tiene un novelista de discutir con su madre la palabra “traición”.

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