viernes, 18 de diciembre de 2020

23 DE DICIEMBRE A LAS 18.30H: EDUARDO MENDICUTTI Y "PARA QUE VUELVAS HOY"

 




 



El miércoles 23 de diciembre nos vemos en el Centro Pignatelli a las 18.30 para habla del libro de Eduardo Mendicutti "Para que vuelvas hoy".

Nos vemos. Un abracete a todas.




LUIS GARCÍA MONTERO EN INFOLIBRE

https://www.infolibre.es/noticias/opinion/columnas/2020/03/29/para_que_vuelvas_hoy_105403_1023.html

Publicada el 29/03/2020 a las 06:00 

En medio de la pandemia, con las librerías cerradas, los actos públicos suspendidos, el corazón en las cifras de la enfermedad y la cabeza en la autovigilancia, Eduardo Mendicutti acaba de publicar Para que vuelvas hoy (Tusquets, 2020). Como todos los libros que me gustan, esta novela me confirma en el sentido de la literatura, ese acto de rebeldía contra la muerte y el olvido que convierte la imaginación en testimonio de vida humana. Nos mueve el deseo de que no desaparezcan las historias colectivas y nuestras huellas, las huellas de los seres normales.

La literatura es una señora mayor a la que los años le han enseñado que cualquier edad es de riesgo. Por eso habla de sus recuerdos, comparte la memoria de la alegría y el dolor, mantiene la herencia humana que justifica el saber más importante, la dignidad palabra por palabra de la supervivencia, y ocupa un lugar junto a la hoguera para contar a los jóvenes de la tribu el relato que ha formado su comunidad. Porque quien desprecia el valor de los mayores se queda en poco tiempo sin futuro.

La novela de Eduardo Mendicutti nace de un recuerdo que Marcos Ana nos contó en su libro de memorias Decidme cómo es un árbol (Umbriel editores, 2007). Sorprendido por la Guerra Civil a los 16 años, encerrado en las cárceles franquistas durante 23, Marcos Ana se vio en la calle, más que en libertad, a los 41, sin haber conocido el amor. Amigos de la literatura como Armando López Salinas y Antonio Ferres lo llevaron a algunos cafés madrileños para hablar de política y de libros. Pero un amigo de la infancia, empresario con dinero, lo invitó una tarde a conocer un cabaret. Allí le presentó a una mujer, Isabel, a la que le dio 500 pesetas para que se lo llevase a un hotel a pasar la noche.

Por las indecisiones y los nervios, Isabel creyó que Marcos estaba borracho. El poeta tuvo que explicarle que había pasado 23 años en una cárcel, que acababa de salir y que nunca había estado con ninguna mujer. Ella comprendió, retrasó el encuentro en la cama, lo invitó a cenar, se contaron la vida, los motivos de la prostitución y los motivos de la cárcel. Isabel se encargó luego de darle sentido a las sábanas. Cuando a la mañana siguiente, después de desayunar juntos, Marcos llegó a su casa, descubrió en el bolsillo de la chaqueta una nota, "Para que vuelvas esta noche", junto al billete de quinientas pesetas. ¡Quinientas pesetas de finales de 1961! Estaba esperando que el Partido Comunista lo sacara de España. No quiso comprar el cuerpo de Isabel, ni continuar esa historia, así que fue a una floristería, pidió quinientas pesetas de orquídeas, magnolias y rosas, y le dejó el ramo en la habitación del hotel en el que habían pasado la noche juntos con otra nota: "A Isabel, mi primer amor".

La novela de Eduardo Mendicutti imagina los recuerdos de Isabel. La muchacha joven que cuida a una señora enferma y mayor escucha su historia, el asesinato del padre en Sanlúcar después del golpe de Estado de 1936, las penurias económicas, el paso de la servidumbre a la prostitución, la compra y venta de los sentimientos y la supervivencia, los desarreglos amorosos, un embarazo, un hijo, un nieto, una soledad, un orgullo, y la herida que le dejó 60 años antes un joven recién salido de la cárcel que nunca fue a buscarla para mantener con ella una historia de amor. Recuerda haber puesto en la nota, "Para que vuelvas hoy", no "Para que vuelvas esta noche". El novelista se pone de parte de su personaje y de todo lo que este matiz encierra.

Con la fuerza narrativa que es propia de Eduardo Mendicutti, esa vieja señora que es la literatura nos vuelve a recordar su apuesta de rebeldía contra el olvido. Y lo hace como es su costumbre, para advertirnos de paso que junto a los hechos históricos están las vidas personales, los márgenes y las normas, la experiencia de cada nombre con apellido, Isabel Peñalber, las noches de insomnio, las ofensas, la ternura, las pérdidas, la solidaridad, los encuentros y esa intuición de intimidad social que le recordó a Marcos Ana un haiku japonés: "Es con los ojos, / no se da con los labios / el primer beso".

La literatura existe para que Isabel sea ya otro de los personajes inolvidables de Eduardo Mendicutti que nos han contado su vida. "Morirse una, qué disgusto". Oímos su voz, como ella oía la voz de su padre cada vez que iba al Castillo de Santiago, el lugar en el que estuvo encerrado antes de que lo ejecutaran. Frente a lo hecho, sólo nos salva lo dicho: quien desprecia el valor de los mayores se queda en poco tiempo sin futuro.


JORGE SANZ BARAJAS EN HERALDO

Nunca jamás mañana. Isabel Peñalber o lo que se perdió Marcos Ana

Eduardo Mendicutti cuenta en ‘Para que vuelvas hoy’ (Tusquets), el episodio que narró el poeta en sus memorias de su primer amor de una noche

NOTICIA

ACTUALIZADA 21/5/2020 A LAS 10:32

JORGE SANZ BARAJAS

https://www.heraldo.es/noticias/ocio-y-cultura/2020/05/21/nunca-jamas-manana-isabel-penalber-o-lo-que-se-perdio-marcos-ana-1375979.html

Eduardo Mendicutti publica 'Para que vuelvas hoy'.El poeta Marcos Ana en Zaragoza, en 2010, en una fiesta-homenaje al Partido comunista.Pedro Etura/HA.

El poeta Marcos Ana (Fernando Macarro Castillo, 1920-2016) vivió durante veintitrés largos años preso en las cárceles franquistas. Salió de la cárcel el 17 de noviembre de 1962. Vivió los primeros días de libertad en compañía de amigos del partido. Largas conversaciones, remembranzas, copas, ceniceros grises. Tuvo que ser, dicen, el historiador Pierre Vilar, ya cincuentón, el que se llevó al poeta a un cabaré para que perdiera por fin la virginidad. Cuenta Marcos Ana en sus memorias ‘Decidme cómo es un árbol’, que aquella noche fue tan especial y tan dulce que Isabel -porque así se llamaba- le dejó en un bolsillo de la chaqueta las quinientas pesetas con la nota “Para que vuelvas mañana”. Regresó con un ramo de flores de quinientas pesetas que apenas cabía en el camerino. Después se marchó. Ya no volvió a verla.

Este episodio había tenido algo de letra (Felipe Alcaraz lo trataba de forma un tanto burda en ‘Tiempo de ruido y soledad’ en 2012), incluso pudo haber sido un guión (Almódovar tiene los derechos sobre la adaptación cinematográfica de sus memorias desde hace una década) pero ha tenido que ser Mendicutti el que le ponga la musiquilla, la profundidad, la chispa sanluqueña y “er sentío” a una anécdota coja. Porque hasta que llegó Mendicutti, esta historia era un cocido sin pringá ni una miajita de pan ni su copita de ojén. Una historia coja, tuerta y muda sin Isabel Peñalber, la mujer con quien Marcos Ana se desayunó la cena.

Eduardo Mendicutti remienda el entuerto con una novela deliciosa sostenida en la verborrágica voz de Isabel Peñalber, que devora el relato como una vieja leona hambrienta, impulsada por el desparrame de libertad que destila cada página de este espléndido monólogo con figurantes. Isabel, mujer baqueteada por la vida y puta por elección, recibe la compañía de Marta, joven estudiante que ejerce de voluntaria para una congregación de monjas que luego cobran a Isabel “la voluntad”.

Isabel piensa y, de vez en cuando, comenta sus pensamientos. Quiere estar acompañada, pero que la dejen tranquila. “Luego, si me aburro de estar tranquila, que me dé un poquito de conversación”. Disfrutamos sabiendo mucho más que Marta, mojigata curiosa que pregunta y juega a escandalizarse. Entretanto Isabel, celestina de su memoria, lo sabe y maneja el cordón de Melibea con gracia y desparpajo.

Los viejos son el futuro, acaba pensando el lector. Porque Isabel ha hecho de su vida un fresco con los colores del riesgo, la alegría, el dolor, el recuerdo y la dignidad. Marta no acaba de entender la libertad con la que habla de sexo, la absoluta independencia de una mujer que decidió ser Isabel a secas junto a sus fantasmas. Isabel, la hija de El Cabracho, anarquista ejecutado a principios del 36. Isabel, la protegida de su padrino 'La Peineta', un hombretón “con más pluma que la del urogallo”. Isabel, la amiga de Jacinta o Jacinto -lo mismo le da- a quien “le gustaba vestirse de hombre, pero no le gustaban las mujeres. Y cuando iba vestida de mujer y tenía que trabajar, no le gustaban los hombres”.

Isabel, la gata que todavía oye la voz de su padre en las paredes del castillo de Santiago, donde fue ejecutado. Isabel, la madre de ese hijo que la abandonó cuando se enteró de que era puta, la abuela de ese nieto que ahora la frecuenta cada semana. Isabel, rodeada de sombras que llenan de recuerdos las estancias de su memoria. Isabel, que aún espera a Fernando Macarro y aún sueña con él, pero también con tantos besos que se agazapaban en cada rincón, con caricias turbias, con risas escandalosas. Isabel por nada del mundo quisiera soñar dormida: “A mí esas cosas me gusta soñarlas si estoy medio despierta”. ¡Ay, Marcos Ana: lo que te perdiste!


JIMY RUIZ VEGA EN SU BLOG "EL JUEGO DE LA MEMORIA"

lunes, 21 de septiembre de 2020

El juego de la memoria

https://jimyruizvega.blogspot.com/2020/09/el-juego-de-la-memoria.html

No se puede negar que algo, sea poco o mucho, tiene de verosímil y plausible la manera pendular de la memoria. Como reloj que mide y marca el tiempo, el río de la memoria se hace verosímil que nos lo imaginemos fluyendo en meandros y zigzags, de izquierda a derecha, de una orilla a la otra, de un extremo al opuesto. Lo cierto es que el recuerdo sucede, aunque no sepamos por qué viene a dar cuenta y en qué momento se manifiesta.

Para que vuelvas hoy (Tusquets, 2020), el nuevo libro de Eduardo Mendicutti (Sanlúcar de Barrameda, Cádiz, 1948) es una obra de la memoria, una narración madura y de reflexión asentada como novela que recupera la memoria de una mujer de ochenta y dos años que sobrevivió a soledades y tiempos difíciles pese a llevar una vida de alterne, ligera y de apariencia alegre y rumbosa.

El autor dedica a Marcos Ana y a la protagonista del libro, Isabel Peñalber, lo que devino en convertir la historia de ambos en una novela, como así lo deja escrito en la nota que cierra la obra en la que explica su origen: “La historia, muy emocionante, es bien conocida. La cuenta, en sus memorias Decidme cómo es un árbol, uno de sus protagonistas, el poeta Marcos Ana. A los cuarenta y dos años, después de haber estado encarcelado durante veintitrés años sin interrupción, desde los diecinueve, fue liberado por las presiones de Amnistía Internacional. Y a esa edad estuvo por primera vez con una mujer”.

Esa mujer que se llama Isabel Peñalber, es la anciana que en la novela le cuenta a Marta, su joven cuidadora, con evasivas y algún que otro brote de mal genio, algunos episodios de su pasado. En estas conversaciones la cuidadora descubre que Isabel ha tenido una vida llena de historias y sobresaltos. Que se las manejó como pudo en años muy difíciles de escasez y libertades, que tuvo que ejercer la prostitución y que conoció a muchos hombres en su lecho. De todos ellos, Isabel guarda con especial cariño la memoria de un hombre, que fue tierno y cortés con ella, y al que le devolvió el dinero con una nota: «Para que vuelvas hoy». Al día siguiente Isabel recibió un enorme ramo de flores con un mensaje: «Para Isabel, mi primer amor». Y para ella, ese hombre sensible, del que nunca más supo, se convertirá en el amor secreto de su vida.

Mendicutti nunca deja de sorprendernos por sus argumentos tan ingeniosos, sus divertidos y vívidos diálogos que fluyen gracias a su prosa chisporroteante y ágil. Pocas veces la lectura de una novela suya depara sorpresas en el campo de la ficción con una trama compleja de misterio y aventuras. El escritor sanluqueño nunca deja de lado la calidad de la escritura, ya que para él lo más importante en su narrativa es no dar nunca la espalda a la vieja función primordial de una obra de ficción: el entretenimiento.

A todo esto, Mendicutti descubrió hace tiempo el recurso de la ironía, un vehículo capaz de crear mundos más libres y tolerantes, y por eso su mirada tiene ese punto de socarronería capaz de tornar la tragedia en caricatura y el esperpento en melancolía. De ahí que uno de sus componentes más sustantivos de su escritura proviene de su sentido del humor con el que traza momentos de ingeniosidad verbal tan arbitrario como delirante hasta producir epifanías lúdicas, tiernas y conmovedoras.

En las páginas de Para que vuelvas hoy hay historias tan sorprendentes como duras. Los episodios de la guerra y la posguerra van directos al corazón y siempre vienen marcados por la tragedia. Pavorosa es la historia de la Peineta, un pariente de Isabel que, en su lecho de muerte, decide poner sus cosas en orden y confesar algunos de sus secretos más dolorosos. La vida de Isabel no fue nada fácil, aunque ella no se achicó nunca, supo echarle arrojo cuando los momentos lo exigían. Entre reveses y contrariedades, también aprovechó sus momentos de dicha. Encontró en su camino a otro buen hombre que la quitó de la calle y la puso al frente del guardarropas del Chevrolet, una sala nocturna. Y un día apareció Moisés, uno de los regalos más celebrados de su azarosa vida. Ahora, en la vejez tardía, lo único que aspira verdaderamente es a no quedarse sola.

Eduardo Mendicutti nos entrega una historia entrañable llena de sensibilidad y gracejo que nos invita a conocer a una mujer apasionada y de conducta taimada que simula su soledad y melancolía a golpe de recuerdos. El juego de la memoria siempre es un campo de experimentación en la vida de las personas y un malabarismo para el escritor que sepa narrar una historia que merezca la pena ser contada, una historia, como esta de Isabel, que nos consuela con su encanto y verdad literaria.

50 PREGUNTAS A EDUARDO MENDICUTTI EN "QUÉ LEER"

Eduardo Mendicutti

http://www.que-leer.com/2020/03/11/50-preguntas-a-eduardo-mendicutti/

Eduardo Mendicutti (Sanlúcar de Barrameda, 1948) es autor de más de quince obras (novelas y relatos) publicadas con gran éxito de crítica y público, traducidas a varios idiomas y merecedoras de premios como el Café Gijón, el Sésamo, Premio Andalucía de la Crítica 2002 o el Premio Pluma Literaria «por su trayectoria y su compromiso de visibilidad personal y profesional de la diversidad de las personas LGTB» en 2017. Entre sus numerosas novelas, El palomo cojo y Los novios búlgaros, fueron llevadas al cine por Jaime de Armiñán y Eloy de la Iglesia respectivamente. Este 2020 publica Para que vuelvas hoy (Tusquets), en la que una anciana, que fue prostituta, le habla a su cuidadora de su pasado y descubre así que tuvo un amor platónico. Todo ello con un indiscutible toque de humor.


ANIKA LILLO.  Anika Entre Libros.  anikaentrelibros.com

© Iván Giménez.

¿Por qué es escritor?

Porque quería ser como Pemán. Después, descubrí quién era Pemán y cómo escribía, pero ya no tenía remedio. Lo de escribir, digo. Lo de Pemán, espero que sí.


¿Tiene algún ritual para escribir?

Solo escribo por las tardes, salvo casos de fuerza mayor. Por ejemplo, contestar tests urgeeeeeentes, recién llegado de Nueva York.


¿Cómo encaja las críticas?

Las positivas, la mar de bien. Las otras me dan ganas de echarme a dormir.


¿Qué libro/s está leyendo?

La madre de Frankenstein, de Almudena Grandes. Y, en puertas, Cruising, de Alex Espinoza.


¿Qué tiene para usted más importancia a la hora de vender un libro, la portada, el nombre del autor o el título?

El nombre del autor. Y, a veces, su foto, si es un chico guapo.


¿Qué es lo que más le gusta de escribir novelas?

Llegar a los límites de la indiscreción. Claro que, al final, lo que más me divierte es ser indiscreto sin límites. Luego, hay gente que se me enfada. Gente que no sabe leer.


El libro que le hubiera gustado escribir y escribió otro…

Plegarias atendidas, de Truman Capote. Al final, escribí Mi familia y otros animales, de Gerald Durrell, pero me salió El palomo cojo, de un servidor. Media familia, la que no sabe leer, se enfadó conmigo.


¿Qué libro no ha leído ni piensa hacerlo?

Las caídas de Alejandría, de Luis Antonio de Villena. Yo ya no tengo el cuerpo para disgustos.


¿Qué le motiva a la hora de escribir?

Codearme con Marcel Proust, no te digo…


Si sufre la «página en blanco» ¿cómo se reactiva para volver inspirado a las teclas?

Nunca he sufrido semejante cosa. Siempre sé de antemano lo que voy a escribir y siempre dejo el texto en un punto estimulante para no tener problemas a la hora de reemprenderlo.


¿Cuántos libros lee al año?

Antes, muchos, entre 40 y 50. Ahora, pocos, dos o tres al mes.


¿De quién es fan? (literariamente hablando).

De Almudena Grandes. Y de Capote. Y de Bassani. Y de Mujica Láinez. Y de Pedro Lemebel. Y de Fernando Vallejo.


¿En qué libro «entraría» como personaje para vivir la historia in situ con los protagonistas?

En El Gran Gatsby, de F. Scott Fitzgerald. Sobre todo, en las fiestas locas que organizaba aquel señor.


¿Puede elegir entre Oscar Wilde, Cervantes, Shakespeare, Virginia Woolf, Jane Austen, Poe y Lovecraft?

Pues mira, Oscar Wilde, aparentemente el más frívolo de todos. Hay que reivindicar una pizca de frivolidad en la literatura.


Si tuviera una ouija ¿con qué autor o autora conectaría y qué le preguntaría?

Con Jean Genet. Le preguntaría cómo se las apaña para que lo sublime parezca cochón y lo cochón resulte sublime.


Viaja al pasado y puede pasar un día con alguien ¿dónde y con quién?

En mi juventud, con Joe Orton por los urinarios de Londres. Ahora, con el Capitán Ryder de Retorno a Brideshead, de Evelyn Vaugh. Así está uno de deteriorado.


¿Su leyenda urbana favorita?

La del huerfanito que entra de botones en uno de los grandes bancos y llega, sin pisotear a nadie ni acostarse con nadie, al máximo mandamás del banco en cuestión. Es ridícula, ¿no?


Cuénteme una metedura de pata sonada.

En una fiesta literaria me pasé un buen rato hablando con un periodista cultural, convencido de que era Alfredo Pérez Rubalcaba, cuando el bueno de Rubalcaba aún vivía, creo. Al final, el periodista, un buen tipo, no tuvo más remedio que decirme: yo soy fulanito. Casi muero. Las fiestas literarias son peligrosísimas, y eso que soy abstemio.


¿Suelta tacos?

De vez en cuando. Poca cosa. En general, soy una persona timorata.


¿Qué tal su sexto sentido?

Yo no tengo de eso. Jamás me entero de nada hasta que no lo tengo delante de las narices. Y a veces, ni eso.


¿Ha visto un ovni, un fantasma, algo raro…?

Como ya he dicho que ya no tengo cuerpo para disgustos, diré que, de niño, vi a los Reyes Magos atravesando todas las paredes de la casa. Lo juro. Qué mono, ¿no?


¿Le avergüenza que le hagan preguntas de este tipo?


Sí, un poco. Pero ya puestos, como que quiero más…


¿Qué palabra no aceptada aún añadiría Usted a la rae?

Pitijopo, en su acepción de «persona, hombre o mujer, joven o mayor, muy escuchimizada y con ademanes volanderos, y por lo general muy porculera» (otra).


¿Qué le cabrea especialmente?

Los alardes de sinceridad. Siempre son alardes de mala educación. En general, la sinceridad está sobrevalorada.


¿Si fuera Presidente del Gobierno cuál sería la primera medida que tomaría?

En serio: la denuncia inmediata del Concordato con la Santa Sede. Menos en serio: la prohibición de polémicas literarias entre escritores. Qué pesadez.


Si tuviera que definirse con un pecado capital ¿cuál cree que sería?

Antes, la lujuria bien entendida, o sea, la promiscuidad. Ahora, la lujuria mal entendida, o sea, la castidad.


¿Qué le daba miedo de niño y qué le da miedo de adulto?

De niño, los ruidos en la oscuridad de la noche. De adulto, lo mismo. También, los directores de orquesta, no sé por qué.


La pesadilla que aún recuerda…

Siempre tengo la misma. Voy a coger un avión, se me olvida el pasaporte, y allá voy yo corre que corre con el corazón en la boca para volver a tiempo. Siempre me despierto antes de coger o no el avión, y me alivio mucho.


Sus manías son…

Levantarme temprano, hacerme yo mismo la cama incluso en los hoteles, viajar siempre en avión en un asiento de pasillo… Y un poquito de orden, por favor.


¿Qué tienen los demás que usted envidia?

Ser un manitas. Saber cambiar una bombilla, por ejemplo. No digamos, arreglar un grifo, una cerradura, montar un mueble de Ikea. Cosas así.


Si fuera un personaje lo sería de Almodóvar o de… dígame usted…

Un personaje de Christopher Isherwood en el Berlín de la República de Weimar. Me falta temperamento para ser chico Almodóvar.


¿La última vez que le riñeron?

Desde que me casé – hace un año, con un mozo 34 años más joven que yo – me riñe todos los días. Por suerte, a los dos se nos pasa el enfado en cinco minutos.


¿Sufre alguna fobia?

Las típicas: las cucarachas, las ratas, los murciélagos… Y los recién nacidos, me dan yuyu.


Dígame un personaje de dibujos animados en el que podría reconocerse.

No sé nada de dibujos animados. Nada. Yo me reconocería, puestos a ello, en el David de Miguel Ángel, aunque un poco mejor dotado.


¿A qué persona o animal clonaría si no supusiera un problema ético?

A mi padre. Aún cargo con la pena de haber sido injusto con él.


¿Recuerda alguna travesura de su infancia?

No fui un niño especialmente travieso. Una vez me arrastré por un tejado para recuperar una pelota de goma y me llevé la bronca de mi vida. Todavía me da vértigo cuando lo recuerdo.


A mí me pierde el chocolate, ¿qué le pierde a usted?

Las croquetas cremosas. Puedo comer miles, una detrás de otra. Y el tocino de cielo. Solo me dejan comer uno de vez en cuando.


¿Su filosofía o lema de vida?

Vive y deja vivir. Y no tienes que tolerar a nadie, no seas paternalista, solo respeta a todo el mundo. Bueno, menos a Santiago Abascal y a sus secuaces.


¿Es Usted cocinitas?

¿Yo? No sé ni freír un huevo. Bueno, freír un huevo, sí, si vale romperlo y echarlo en aceite hirviendo de cualquier manera.


¿Ha tenido alguna vez (o tiene), como la protagonista de su libro, un amor platónico?

De jovencito, estaba perdidamente enamorado de Françoise Hardy, aunque parezca mentira. Después, mis amores platónicos y de los otros han sido siempre mucho más acordes con cualquier cosa, menos con el sentido común.


Vuelve a nacer, no se relaciona con la literatura ¿Qué sería?

Marino mercante. El sueño de mi vida. Un amor en cada puerto. Lo malo es que me mareo encima de cualquier cosa que flote.


¿En qué lugar se perdería y con quién o con qué?

En un hotel de lujo al borde de una playa desierta (¿), con mi marido, y con un cargamento de Valium para tranquilizarle a él.


¿Es usted quejica?

Ahora, bastante. Antes, no me quejaba de nada. Envejecer bien es aprender a quejarse y a decir no.


¿Plancha, cose, cocina…?¿Qué se le da bien aparte de escribir?

¿De verdad piensa que escribir se me da bien? Yo, también, pero no todo el mundo piensa lo mismo y no voy a nombrar a quien debería porque ya digo que no tengo el cuerpo para disgustos. De lo demás, nada de nada. Inútil total.


¿Dígame tres cosas que sean mejores que un libro?

Dos libros, tres libros, cuatro libros. Y dormir por la noche de un tirón.


¿A qué es adicto?

A la buena educación. Me encanta la gente bien educada, incluso si no es muy guapa.


¿Qué sabe de Pokémon?

¿Qué es eso? ¿Una película soviética en blanco y negro en la que salía un carrito de bebé rodando escalinatas abajo?


¿Cuál es la pregunta que siempre espera o desea que le hagan y nunca le hacen?

¿Le gustan las entrevistas? Faltaría más. Y los tests. Y los cuestionarios. Aunque después siempre pienso que quedo un poco bobo.


¿Chupachups, chicles, pipas, revistas…? Defínase ante un kiosko.

Yo soy de pipas y revistas. Qué pregunta más rara. ¿Es de psicoanálisis?


¿Se ha divertido con esta entrevista-test o le hubiera gustado más atrevida?

Un poco más de atrevimiento y me habría desatado más de la cuenta. Así que gracias.


"La memoria es otra forma de inventar"

El autor sanluqueño se inspira en un pasaje de las memorias de Marcos Ana en 'Para que vuelvas hoy', una novela contada con humor y ternura sobre los amores secretos que recordamos


El narrador Eduardo Mendicutti (Sanlúcar de Barrameda, 1948).El narrador Eduardo Mendicutti (Sanlúcar de Barrameda, 1948).

El narrador Eduardo Mendicutti (Sanlúcar de Barrameda, 1948). / JUAN CARLOS VÁZQUEZ


BRAULIO ORTIZ EN DIARIO DE SEVILLA

10 Julio, 2020 - 06:01h

https://www.diariodesevilla.es/delibros/mendicutti-para-que-vuelvas-hoy_0_1479152370.html

Leyendo Decidme cómo es un árbol, las memorias de Marcos Ana, el poeta que estuvo encarcelado desde 1939 hasta 1961, Eduardo Mendicutti quedó impresionado con un pasaje, una escena en la que el hombre, al fin libre y ya con 42 años, hace por primera vez el amor con una mujer. Consciente de la fuerza de ese momento, el autor de Los novios búlgaros y El palomo cojo decidió dar voz a esa prostituta que pasó la noche con aquel preso político que hasta entonces no había conocido el cariño. En Para que vuelvas hoy (Tusquets), Mendicutti escribe con su ternura y humor habituales una novela sobre los amores secretos y el refugio de la memoria.     

-Tras ese encuentro, Marcos Ana le deja a esa mujer un ramo de flores y una nota: "Para Isabel, mi primer amor". Es muy emocionante esa historia.

-En sus memorias, Marcos Ana le dedica apenas media página, pero es un episodio muy bonito. Él entró en shock y ella lo trató con mucho cuidado. Yo investigué poquísimo, supe que ella se llamaba Isabel Peñalber y descubrí también que Marcos Ana contaba aquella escena de distintas maneras. En el libro, en un programa de radio o en una entrevista ofrecía variaciones, daba detalles que no siempre coincidían. Eso me permitía acercarme a ese hecho y contarlo desde el punto de vista que me faltaba, el de la mujer, Isabel, Isabel Peñalber, que no sé quién era y que me he inventado.


-Su protagonista lleva con mucha dignidad su oficio: "Yo no soy una señora ni falta que hace", dice. "Puta, eso es lo que he sido. Y a mucha honra".

-Ella es muy franca sobre su vida, aunque al final de la novela admite que algunas cosas las ha contado mejoradas, que adornó su historia al decir que ella elegía a los hombres con los que se iba, que siempre eran chicos estupendos. Ahí entran en juego la dignidad de cada uno y el respeto por las decisiones que toma. Es un tema complicado, pero me voy a meter en un jardín: no es que yo esté a favor de la prostitución, no es verdad, pero sí respeto las decisiones de los demás y pienso que a esas mujeres no hay que castigarlas sino apoyarlas. Hay un grupo dentro del feminismo que aboga por la abolición, y otra corriente que asume que eso existe y lo que quiere es ayudar en aspectos sanitarios, derechos laborales, a esas mujeres. Yo estaría en ese lado. Isabel decide que ese es su oficio y lo lleva con la mayor gallardía posible.


-Para que vuelvas hoy no es sólo la crónica de ese encuentro. Es un relato coral, una historia de perdedores donde destacan personajes como La Peineta.

-Cuando cuentas unos años de vida de un personaje estás contando inevitablemente unos años en la historia de este país. Toda vida es también una biografía colectiva. Ella, que ha sido testigo de momentos durísimos, como el fusilamiento de su padre, está rodeada de gente que lo ha pasado muy mal. Su padrino, La Peineta, refleja cómo eran muchos gays entonces. Y esta vez el relato lo hace ella, alguien que no estuvo entre los vencedores, porque la historia la contaron los poderosos. Los escritores tenemos la obligación de darles voz a aquellos que no la tuvieron.


"CUANDO CUENTAS UNOS AÑOS DE ALGUIEN ESTÁS CONTANDO LOS DE UN PAÍS. TODA VIDA ES UNA BIOGRAFÍA COLECTIVA"


-Fernando [el nombre real de Marcos Ana] le dice a Isabel que la Guerra Civil fue "muy fácil" en la provincia de Cádiz. ¿Está en lo cierto?

-Todos te dirán eso, que las tropas franquistas entraron sin demasiada resistencia, pero, ¿cómo vas a contarle eso a los familiares que perdieron a alguien? Leí un librito de Manuel Barbadillo, Excidio, sobre la Guerra Civil en Sanlúcar de Barrameda. Cuenta lo que ocurrió día a día, con los fusilados de cada jornada. Manuel Barbadillo era un bodeguero, un hombre de derechas, eso no lo puedes evitar, pero la obra tiene rigor y el valor de detallar las personas que fueron asesinadas. Las encerraban en el Castillo de Santiago, como explico en la novela, y las llevaban al campo para matarlas. Dile tú a los familiares que la guerra fue fácil, que fue coser y cantar, que aquí no hubo problemas. 


-Una historia curiosa que recoge el libro es que en el Castillo de Santiago se oyen voces inexplicables y suceden fenómenos extraños, algo que atrajo la atención de Iker Jiménez.

-Sí. Un día vi ese programa sobre las voces que se oyen en el Castillo de Santiago y me quedé muerto, no tenía ni idea de ese asunto. Después pregunté en Sanlúcar y todo el mundo conocía esa historia. Yo soy muy incrédulo, aunque es verdad que cuando vas al castillo escuchas ruidos y te preguntas: ¿Eso qué será? [ríe].  En ese programa intervenía una chica que trabajaba allí y enseñaba una foto de las personas que habían estado encerradas en el castillo. Uno de ellos me despertó interés y decidí convertirlo en el padre de Isabel.


"ALGUNA GENTE CONVIERTE LA FIDELIDAD A SUS IDEAS EN INTRANSIGENCIA. HAY MUCHO PURITANISMO"


-En la nota final de Para que vuelvas hoy asegura que es una novela “en apariencia, sólo en apariencia” muy alejada de lo que ha hecho. ¿En qué se diferenciaría y en qué se parecería con respecto a sus obras anteriores?

-La novedad mayor es que utilizo la voz de una mujer, hasta ahora solían ser hombres gays los narradores. Hay otros libros donde la protagonista es una mujer, apenas dos, creo, pero estaban contadas en tercera persona. Y no nos engañemos: Isabel se parece mucho a otros personajes míos. Está en esa familia de gente marginada, que tiene coraje pero no tiene dónde agarrarse para seguir viviendo. Gente a la que le falta cobertura, cobertura emocional incluso. Son personas con una extraña dignidad, que utilizan el humor para sobrevivir y que encuentran en la memoria un refugio. La memoria es otra forma de inventar y a través de ella, a menudo, acabamos siendo compasivos con nosotros mismos.


-Define el libro como "un alegato contra todos los puritanismos, vengan de donde vengan".

-Es que yo odio los puritanismos. Algunos tenemos las ideas más o menos claras e intentamos ser fieles a esas ideas, pero cuando intentas llevar tus convicciones a los demás, te empeñas en que comulguen con lo que piensas, esa fidelidad se convierte en intransigencia. Hay muchos más puritanismos aparte del religioso. En lo lingüístico, por ejemplo, te encuentras con quien se burla de alguien por su forma de hablar, que considera determinados registros incorrectos o inadmisibles en determinados ámbitos. Pasa a menudo con los andaluces, y a mí me encanta esa forma de expresarse, que es muy rica. Si hay algo que me atraiga de un personaje precisamente, que me haga meterme en él, es su manera de hablar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario