martes, 20 de abril de 2021

EL MIÉRCOLES 28 A LAS 18.30h, SOFÍA TOLSTAIA Y "¿DE QUIÉN ES LA CULPA?"

 

El próximo miércoles 28 de abril nos vemos a las 18.30 para hablar de Sofía Tolstaia y su novela "De quién es la culpa?"



LA ESFERA DE PAPEL Literatura

Sofia Tolstaia, la arrogancia del marido

ALOMA RODRÍGUEZ

Actualizado Martes, 22 octubre 2019 - 01:34


A los 18 años se casó con Tolstoi, se ocupó de los 13 hijos que tuvieron, pasó a limpio las novelas del escritor, y escribió las suyas. Un siglo después se traduce '¿De quién fue la culpa?', un ajuste de cuentas

De Sofia Tolstaia se sabía que, además de criar a los 13 hijos que tuvo con Tolstoi, pasaba los manuscritos del escritor a limpio. Era su primera lectora. Y ella era también escritora, aunque en vida solo publicó una colección de poemas en prosa y cuentos para niños. Pero eso no fue lo único que escribió, sus Diarios (1862-1919) están editados en Alba. Armó una primera novela, Natasha, cuyo manuscrito quemó antes de casarse a los 18 años con Lev Tolstoi, que tenía 34. Escribió dos novelas más: Canción sin palabras y ¿De quién fue la culpa?, que hubo de esperar un siglo desde que la escribiera para verla publicada.

Ahora la editorial Xordica la traduce por primera vez en español, a cargo de Marta Rebón. El libro se cierra con un epílogo donde Rebón y Ferrán Mateo cuentan las vicisitudes de esta novela, dan pistas fundamentales que ayudan a situarla en su contexto y permiten entender esta obra breve y trágica como una reflexión sobre las relaciones entre hombres y mujeres y la posición de la mujer.

La novela cuenta una historia sencilla y está dividida en dos partes: en la primera, el príncipe Prózorski se encapricha de Anna, que vive plácidamente con su madre y su hermana y ha recibido una formación rica en casi todo: letras, arte, idiomas, etcétera, a la altura de su posición. Se casan, cada uno enamorado más bien del ideal que ha construido del otro, como se verá más adelante en la novela. A él de ella le gustan, sobre todo, su juventud y su belleza. A ella la promesa de un alma sensible. Los dos están cegados por su ideal del amor y del matrimonio. La primera parte termina cuando nace el primer hijo: «No es de mi competencia. Cuando crezca, será diferente», dice Prózorski nada más ver a su primogénito por primera vez.

La segunda parte retoma a la pareja 10 años después, y no parece que se le haya privado al lector de nada muy emocionante: «El único cambio en su vida había sido la muerte, tres años antes, de la vieja princesa». Ahora los niños son cuatro y la vida familiar en el campo aburre a Prózorski, que busca entretenimiento, femenino, se entiende, fuera. Ella se preocupa cuando él se pone demasiado coqueto, en parte por celos, en parte por el qué dirán: «Anna temía que eso pudiera poner en riesgo el buen nombre de su familia». Además, Anna se pregunta por el «destino de la mujer»: «¿Poner el cuerpo a disposición de un niño de pecho y luego del marido? Uno detrás de otro, ¡siempre! Pero ¿dónde está mi vida? ¿Dónde está mi vida? ¿Ese auténtico yo que una vez aspiró a elevarse y a servir a Dios y a sus propios ideales? Rendida, exhausta, sucumbo. No tengo una vida propia, ni terrena ni espiritual. Y, sin embargo, Dios me lo ha dado todo: salud, fuerza, talento... e incluso felicidad. ¿Por qué, pues, me siento tan infeliz?». Anna se niega a renunciar al ideal, y su problema es la distancia entre sus expectativas y la realidad. Todo cambiará, o al menos, abrirá una posibilidad con la llegada de Dmitri Bejmétev, amigo de Prózorski, sensible y capaz de disfrutar de las pequeñas cosas de la vida cotidiana: una lección para los niños, un paseo y la lectura en voz alta. No hace falta decir que Bejmétev y Anna se enamorarán. Pero no es un libro sobre el adulterio, que no llega a consumarse, al menos en esa dirección, sino sobre los engaños propios y ajenos que hacen que tomemos unas decisiones u otras, que son las que construyen las vidas.

Es una novela sobre el matrimonio, entendido como un pacto con el otro; sobre la decisión firme de anteponer la familia a todo lo demás, incluso a la felicidad propia. Sofia Tolstaia estaba tratando de responder a la imagen nefasta de las mujeres que había dado su marido en Sonata a Kreutzer, libro que había enfadado a Tolstaia por dos razones: en primer lugar, por si se leía en clave autobiográfica; y en segundo, por cómo planteaba las relaciones maritales. La contestación de su esposa tuvo que esperar un siglo para ver la luz, ella misma creyó que era mejor no publicarla. La conversación literaria entre el matrimonio de escritores acerca de sus diferencias no personales sino de concepto es breve: la voz de Sofia Tolstaia, la voz de las mujeres, no se escuchaba.

¿De quién fue la culpa? es como el precedente ruso de Los puentes de Madison, tiene el toque digno y elegante de las novelas de Jane Austen, además de una ternura y una inocencia poco frecuentes. No es ecuánime, pero no hace de Anna una heroína ni de Prózorski un villano. Más bien, entiende que la vida, en su tragedia y en su belleza, en su miseria y en su alegría, es a veces de lo más azarosa e inexplicable.

CUANDO SOFIA TOLSTAIA ESCRIBIÓ LA OTRA VERSIÓN

Posted by Raquel C. Pico On enero 13, 2020 In Destacado, Libros y Literatura 

http://www.libropatas.com/libros-literatura/cuando-sofia-tolstaia-escribio-la-otra-version/

En la primavera de 1891, Sofia Tolstaia tuvo un encuentro con el zar de Rusia, entonces Alejandro III. Tolstaia iba a pedirle la absolución para una de las novelas de su marido, que la censura había bloqueado por considerar que atentaba contra las ideas de la buena sociedad. En la carrera de Lev Tolstoi, él escribía, pero ella era quien trabajaba entre las sombras para lograr que las historias llegasen al público. En esta ocasión, Tolstaia logró que la censura se levantase en uno de los puntos, el de la inclusión de la novela en las obras completas. La administración zarista pensaba que, de ese modo, la novela no lograría tener mucho éxito entre el público, perdida en un tomo lleno de historias. Se equivocaba. La novela, la Sonata a Kreutzer, fue un gran éxito.

Lo interesante, en este caso concreto, es que Sofia Tolstaia defendió la existencia de la novela y su publicación a pesar de que la odiaba brutalmente. Al fin y al cabo, la historia narraba de un modo crítico – y trágico – la historia de un matrimonio (centrándose en la experiencia del marido…), que, temía, muchos quisiesen ver como el propio del escritor. La mujer criticada en la novela era, por tanto, ella, en un nuevo golpe en su complicada vida conyugal. “Esta historia arroja una sombra sobre mi vida”, escribía por aquellas fechas Tolstaia en su diario. De cara al público, Sofia Tolstaia defendió incansablemente la obra de su marido. En su vida privada, sin embargo, escribía para dar su versión de la historia.

No solo las anotaciones de su diario perfilan su versión alternativa, sino que también lo hace una novela. La escribió en unos cuadernos escolares y, después de barajar muchos títulos (a cada cual más claro), la tituló ¿De quién es la culpa? Su historia sigue el mismo planteamiento, el de un marido consumido por los celos y un matrimonio infeliz, pero desde el prisma de la esposa. La novela no salió del círculo familiar y se quedó comiendo polvo en los archivos hasta los años 90.

Hace unos años, la novela fue recuperada en una edición en inglés por la Universidad de Yale. Ahora, Xordica la ha publicado en castellano, traducida del ruso por Marta Rebón y acompañada por un interesante epílogo que la contextualiza escrito a cuatro manos por la traductora y por Ferran Mateo.

¿De quién es la culpa? es muy interesante como venganza literaria, cierto, y como roman-à-clef que nos permite adentrarnos en la vida privada de la familia Tolstoi, pero también lo es – y mucho – como novela que aborda la vida de una mujer del XIX y como artefacto literario – con peso propio – producido en esa época. Incluso si Sofia Tolstaia no hubiese estado casada con quien estaba casada, la novela merecería una reedición y sería una interesante lectura.

Estar casada con quien estaba casada no era fácil. Los diarios de Sofia Tolstaia, los primeros textos de su producción que han sido recuperados a lo largo de los últimos años para el gran público, lo dejan muy claro. Sofia Berhs era una jovencita cultivada, que hablaba idiomas y que hacía sus primeras incursiones literarias (toda esa producción la quemó antes de casarse), cuando se casó a los 18 años con Lev Tolstoi, mucho mayor que ella y que buscaba en su joven novia una suerte de ideal femenino. Berhs era inocente e ingenua y, en su noche de bodas, tuvo que leer el diario privado de su marido, que buscaba la máxima honestidad pero que la dejó con ello horrorizada.

Durante los años siguientes fue teniendo hijo tras hijo y convirtiéndose en el motor en la sombra de la carrera de su marido (fue copista, traductora, agente, correctora y un sinfín de papeles, además de salvar de las llamas alguno de los manuscritos de su marido). Todo esto fue, por supuesto, un papel secundario e ingrato. Para los seguidores del escritor, de hecho, Sofia Tolstaia era “la mala”. Además de desempeñar todos esos papeles en la vida literaria de su marido, Tolstaia se vio arrastrada por la vida familiar (la pareja tuvo trece hijos) y sus propios intereses literarios se quedaron eclipsados (como le ocurre, por otra parte, a la protagonista de su novela con su carrera como artista).

Anna, la protagonista de ¿De quién es la culpa?, es una clara versión literaria de Sofia Tolstaia, como el príncipe Dmitri, el marido literario, lo es del marido real de la escritora. La novela da así una versión en primera persona de la vida familiar de los Tolstoi (sin olvidar que estamos, eso sí, ante una obra literaria y no biográfica), pero también sobre las situaciones en las que se encontraba una mujer de la alta sociedad en la Rusia del siglo XIX.

No sé qué pensaba Sofia Tolstaia del feminismo y de la lucha por los derechos de la mujer (una pregunta que está lejos de ser anacrónica: el feminismo tiene una larga historia), pero sí que, a propósito o no, le salió una novela muy feminista, que explora las complejidades del desequilibrio en el poder en las relaciones conyugales de su época y el lastre que suponía para las mujeres las expectativas que se tenían sobre qué posición debían ocupar en el mundo.

Sofia Tolstaia, la escritora que rebatió a Tolstoi

https://www.efeminista.com/sofia-tolstaia-mujer-tolstoi/

Carmen Sigüenza - 28 noviembre, 2019

Sofia Tolstaia fue una gran escritora, políglota y fotógrafa, consagró su vida a su matrimonio con Tolstoi, con quien tuvo 13 hijos. Renunció durante mucho tiempo a su producción literaria. Pasaba a limpio todos los manuscritos del genio ruso, además de administrar la finca familiar de Yásnaia Polonia. 

Y en el siglo XIX dejó el siguiente testimonio “¿por qué no hay genios mujeres? No hay escritoras, artistas, compositoras. Porque toda la pasión y las habilidades de las mujeres enérgicas se dedican a sus familias, a su amor, a sus maridos  y, sobre todo, a sus hijos…”.

“De quien fue la culpa”, por primera vez en español

 Sofia Andréievna Behrs (Rusia 1844-1919) conoció muy de cerca las luces y sombras de Tolstoi, uno de los grandes iconos de la literatura mundial, a quien rebatió. Fue una gran lectora. En vida publicó cuentos y una colección de poesía en prosa, y quedaron inéditos sus grandes obras autobiográficas. En 1994 vio la luz su libro “De quién fue la culpa”, que ahora publica por primera vez en español la editorial Xordica.

Un libro que demuestra que Sofía Tolstaia fue una gran creadora, que padeció lo suyo, a la sombra de un genio. “De quién fue la culpa”, que fue escrito por Tolstaia entre 1892 y 1893, así lo demuestra. Esta edición en español ha contado con la traducción del ruso de Marta Rebón, quien también firma el epílogo junto con Ferrán Mateo. 

El papel de la mujer, en el XIX

Un epílogo que comienza con una cita de Tolstaia: “Y el mundo entero venera a hombres así”, pone en contexto al lector sobre cuándo y cómo fue escrito este libro e introduce testimonios y reflexiones sobre el papel de la mujer en el siglo XIX, y  habla de lo que significaba  el amor y las relaciones de matrimonio para el autor de “Guerra y paz” y “Ana karenina”.

Este apartado recoge una cita muy clarificadora perteneciente a los “Diarios”, de Sofía Tolstaia en la que dice: “Hoy he estado copiando los diarios de Lióvochka, hasta un punto que dice: ‘El amor no existe, tan solo la necesidad carnal de comunicación y la necesidad razonable de una compañera de vida’.  Si hubiera leído este juicio hace veintinueve años,  no me habría casado con él“. Diarios 10/12/1890.

La respuesta a Tolstoi

Y es que “De quien es la culpa” fue escrito por Tolstaia como respuesta al libro del genio ruso “Sonata Kreutzer”, de 1889. Aquí Tolstoi escribe sobre el amor carnal, las relaciones sexuales en pareja y los celos.

La escritora interpretó este texto como una humillación publica a su persona, porque desvelaba las interioridades de su matrimonio. Además Tolstoi deja su visión sobre las mujeres y por boca del protagonista habla del matrimonio como un convenio entre dos personas para que permanezcan juntas hasta el final, pero advierte de que este amor  se puede convertir en odio.

Eclipsadas por genios

En “De quien fue la culpa”, Tolstaia narra en realidad su matrimonio sirviéndose de la ficción. En la novela, la joven y bella Anna, dedicada a la pintura,  la música o  la lectura de filosofía, se deja seducir por el príncipe Prózorski, mucho mayor que ella, de quien tiene una idea muy elevada, que se desvanecerá nada más casarse con él. Incluso la misma noche de bodas.

La aparición de algunas de las amantes de él, los celos de ambos, sumados a la indiferencia del Príncipe ante sus hijos y demás emociones,  tuercen el matrimonio, que vive un infierno y tiene un  fin trágico.

Sofía Tolstaia se suma a muchos casos de escritoras, artistas o científicas que fueron eclipsadas por la sombra de los genios, como Mileva Maric  (Albert Einstein), Camille Claudel ( Auguste Rodin);  María Teresa León (Alberti), Elena Garro (Octavio Paz), Zelda Sayre (F. Scott Fitzgerald) o Dora Maar (Picasso) entre otras.



Contra el matrimonio como sacrificio

Sofia Tolstaia se adelantó a su tiempo con una novela sobre los aspectos claustrofóbicos de la pareja. Ella murió en 1919 y el libro tuvo que esperar hasta 1994 para ver la luz

https://elpais.com/cultura/2020/01/07/babelia/1578395772_198261.html

MARTA SANZ

Tal como explican en su epílogo Ferran Mateo y Marta Rebón —la traducción de Rebón es estupenda—, Sofia Tolstaia interpretó Sonata a Kreuzer (1889) como un ataque de Tolstói. Entonces escribió este libro en unos cuadernos que no fueron publicados hasta 1994. La tardía fecha de aparición de ¿De quién es la culpa? se coloca en paralelo a la trayectoria de Tolstaia, escritora, copista y fotógrafa, que se casa con Tolstói y se dedica al cuidado de sus 13 hijos y del legado de su esposo.

Es necesaria la recuperación de diarios y textos tan singulares como este, que nos ayudan a entender el desarrollo frustrado de ciertas identidades femeninas: un concepto espiritual de la creatividad se enfrenta al ideal de madre. A su vez, los elementos del binomio anterior se oponen al disfrute del propio cuerpo. La supuesta delicadeza del placer femenino resulta incompatible con la depredación del padre-esposo que revive tragándose a Caperucita. “Debo poseer a esta niña”, piensa el príncipe, educador castrante y maduro, seducido por la precocidad de un cuerpo en el que conjurar la vejez. El marido destruye la mejor parte de la esposa y Tolstaia, metamorfoseada en una Anna de “lucidez intrépida”, se pregunta: “¿Dónde está mi yo?”, pero decide conservar a cualquier precio a su marido.

La supuesta delicadeza del placer femenino resulta incompatible con la depredación del padre-esposo que revive tragándose a Caperucita

La modernidad de las contradicciones que anidan, por imperativo cultural, en el corazón de muchas mujeres sobresale en esta novela; lo mismo que la certidumbre de que esas contradicciones y deseos pueden conducirnos a la muerte. En la tachadura de la identidad de la protagonista, en el extremo luctuoso de esa tachadura, Tolstaia diagnostica; lanza el anzuelo de una venganza, que no culminará hasta 1994; y resulta profética. El germen del adulterio femenino, tan presente en esa novela decimonónica protagonizada por mujeres que, frente a los corsés, responden a la llamada rebelde de sus pulsiones contrariadas —Anna Karenina sin ir más lejos—, forma parte de una venganza secreta y simultáneamente se reconvierte en un modo de culpa sexual: cuando Anna desea lo prohibido, acecha el riesgo de muerte para sus criaturas.

Quizá el autobombo de la ficcionalización de Tolstaia en Anna nos haga sonreír; sin embargo, ¿De quién es la culpa? tiene hallazgos innegables: la complejidad psicológica; las páginas en las que Anna se sumerge en la cabeza del esposo y esa inmersión se siente como una usurpación a causa de nuestros prejuicios machistas de lectura; la habilidad para literaturizar el sexo especialmente en la consumación del matrimonio dentro de un carruaje —ella complaciente, avergonzada y asqueada; él preguntándose si siempre será así de aburrido—; la revisión de la idea del amor como sacrificio y de las dualidades —espíritu/cuerpo— que nos hacen íntimamente desgraciadas —también desgraciados—; el relato del parto y la pregunta larvada —actualísima— sobre si sentimos lo que sentimos o sentimos lo que nos dicen que debemos sentir porque el lenguaje y los relatos colonizan las emociones; la decisión de convertir vida y ficción en una hipérbole para consumar una venganza “en diferido” con la que Tolstaia dibuja en 1893 los contornos claustrofóbicos de las relaciones amorosas, entendidas como relaciones de poder, en las sociedades contemporáneas. Definitivamente, esta novela no es venganza. Es vindicación.


Toda la verdad sobre Tolstói, su mujer y su familia

Sofia Tolstaia, mujer del pope de las letras rusas, no fue un cero a la izquierda. En una novela da réplica a las mentiras de su marido

https://www.abc.es/cultura/cultural/abci-toda-verdad-sobre-tolstoi-mujer-y-familia-201910230027_noticia.html?ref=https:%2F%2Fwww.google.com%2F

Eva Cosculluela

Actualizado:23/10/2019 00:27h

GUARDAR

Cuando en 1889 Tolstói publicó la Sonata a Kreutzer, fue recibida como un relato autobiográfico donde revelaba su opinión sobre las mujeres y proyectaba su matrimonio. Su mujer, Sofia, se vio humillada y tuvo que soportar la condescendencia de amigos, familiares y hasta del zar. Y aunque conocía el texto, pues antes lo había tenido que copiar con cada variación que hacía su marido para esquivar la censura -y le había rogado, sin éxito, que lo modificara-, lo sintió como un ataque. La Sonata descrita por Zola como «una pesadilla nacida de una imaginación enferma», presenta a un hombre que ha matado a su mujer puesto que ella, con su conducta díscola, lo merecía. No era culpa suya, ella se lo había buscado.

La reacción de Sofia al libro fue la más inteligente: escribir una respuesta con su visión de la historia. Porque Sofia, antes de ser Tolstaia, fue Sofia Andréievna Behrs (Pokróvskoie-Stréshnevo, Rusia, 1844-Yásnaia Poliana, Rusia, 1919) una joven cultivada y políglota con gran curiosidad por las artes, que escribía, pintaba y hacía fotografías, y que tenía una concepción del amor un tanto naíf -recordemos que tenía sólo dieciocho años cuando se casó con Tolstói, que le doblaba la edad-, que entendía el matrimonio como una comunión espiritual.

¿De quién es la culpa? es la respuesta literaria que Sofia dio a su marido. En ella, la joven Anna se casa con un príncipe mucho mayor creyendo que encontrará en él un hombre sensible y atento con quien cultivar el espíritu. La decepción llega pronto, al comprobar que su marido está mucho más interesado en los asuntos carnales que en los del alma. Resignada, lleva una anodina vida domésticahasta que aparece en su vida Bejmétev, un hombre mucho más cercano a su ideal de compañero. Su afinidad despierta en el príncipe unos celos enfermizos que lo obsesionan y pronto se extienden a cualquier hombre que se le acerca, y acaban por desencadenar un final que revela su carácter egoista.

La autora responde con contundencia y calidad literaria a la Sonata creando un personaje sólido y complejo que muestra sus contradicciones, que ama a su marido pero no soporta su actitud, que lucha consigo misma y se contiene, aunque sabe que está renunciando a su felicidad, para ser la mujer pura que su conciencia le dicta. Como históricamente ha pasado con las compañeras de grandes artistas, consideradas musas o ayudantes pero nunca capaces de crear por sí mismas, Sofia vivió a la sombra de su marido. Dedicó su vida a él. Además de encargarse de la intendencia de la finca y la crianza de sus trece hijos (tuvo dieciséis embarazos), su principal cometido fue ayudarlo en la tarea de escribir. Copiaba sus manuscritos, intentaba mejorarlos, los traducía, intercedía ante la censura. Fue una suerte de editora cuyo genio consiguió que los personajes femeninos de Tolstói, según Gorki y Romain Rolland, fueran tan hondos y conmovedores como resultan ser, como explican Marta Rebón y Ferrán Mateo en el espléndido epílogo.

¿De quién es la culpa? estuvo oculto casi un siglo. Es una buena noticia que hoy lo podamos leer y devolvamos a Sofia Tolstoia el reconocimiento que le fue robado en vida.


¿DE QUIÉN ES LA CULPA?, DE SOFIA TOLSTAIA

 Leonor Ruiz

https://lascriticas.com/index.php/2020/10/18/de-quien-es-la-culpa-de-sofia-tolstaia/

¿De quién es la culpa?, de Sofia Tolstaia

¿DE QUIÉN ES LA CULPA?, DE SOFIA TOLSTAIA

Lo que encierra ¿De quién es la culpa?, de Sofia Tolstaia, es, ante todo, una dura novela. Escrita en respuesta a Sonata a Kreutzer (1889), de su marido Lev Tolstói  —«A propósito de Sonata a Kreutzer de Lev Tolstói» es su subtítulo—, parece que la autora prefirió no publicarla en vida.

Vio la luz en Rusia en 1994, pasado más de un siglo. «El escaso interés que despertó entonces se debió a que en Rusia se vivía en ese momento con penalidades entre las humeantes ruinas de la extinta Unión Soviética», comentan Marta Rebón y Ferran Mateo en el epílogo.

¿Por qué tan larga espera? ¿A qué se temió tanto? ¿Pudo deberse, entre otras cosas, a escuchar la voz de una mujer que podía cambiar las cosas de sitio? Ella había defendido ante el zar la publicación de Sonata a Kreutzer pero, a continuación, quiso hacer constar, a través de la ficción, su punto de vista. El brillo de un genio intocable se exponía a quedar en entredicho. Parafraseando a Stefan Bollmann (hombre él), las mujeres que escriben —que leen, que piensan— son peligrosas.

¿De quién es la culpa? narra en apenas ciento cincuenta páginas la vida de una pareja. Entre la primera y segunda parte (del encuentro al desenlace) transcurren algo más de diez años.  Escasas palabras bastan para tocar lo hondo. No hay un solo diálogo largo, ni se requiere palabrería sinfín para retratar a los personajes o llegar adonde se desea: ya se vivió y reflexionó largamente sobre ello.

Sofia había recibido una educación humanista que traslada a Anna, el personaje principal, «sensible a la belleza en todas sus manifestaciones» y amante del estímulo intelectual. Aparece, como argumento, la defensa del amor más allá del deseo erótico; de una unión profunda que fundamente la atracción física. La idealización y el respeto mutuo quebrantarían tanto la brutalidad de las costumbres matrimoniales como sus injustos moldes sexuales, esa doble moral creadora de monstruos.

La realidad —que lleva su propio rumbo—, choca con sus ideales y los destruye, agrandando el sufrimiento. «El príncipe [su marido] no se interesaba en absoluto en su arte, y esa indiferencia la afligía profundamente». El matrimonio aleja a Anna de su entorno y la somete a la satisfacción del instinto carnal de un egoísta.

Atrapada en medio de desprecios y tareas domésticas («¡Qué mujer tan extraña y difícil de entender! Y qué fea se está poniendo, uno de los dientes se le ha comenzado a amarillear por un lado», gruñe el marido), Anna se va apagando. «¿Dónde está mi vida? ¿Dónde está mi yo? ¿Ese auténtico yo que una vez aspiró a elevarse? Rendida, exhausta, sucumbo».

Me alegra que la página de Wikipedia en español presente a Sofia como «escritora, copista y fotógrafa rusa» antes que como esposa de Tolstói. Y que añada: «madre de sus trece hijos y copiadora de su obra». No ocurre igual en la versión inglesa, donde la reducen a «diarista y esposa», ni tampoco en la neerlandesa o alemana («escritora y casada con Tolstói»), ni en la italiana («condesa rusa y mujer de Tolstói, a quien le dio trece hijos»), francesa («condesa, esposa de Tolstói, autora de Memorias») o portuguesa («esposa del escritor ruso Tolstói»). Ojalá futuras actualizaciones de estas páginas invaliden mis citas. 

En Moscú, Anna demuestra —a gran precio— el alcance de su inteligencia. Allí la escuchamos hablar en público durante una fiesta. Cita a Séneca en francés: «Las facultades más fuertes de todo hombre son aquellas que ha ejercido». Un resumen de los roles a los que con fiereza empuja —y condena— la vida conyugal.

Varios son los paralelismos con las novelas Effi Briest (1894-95), de Theodor Fontane, y El despertar (1899), de Kate Chopin (siempre hay un despertar). Conmueve comprobar que los tres textos se escribieron en la misma época con escasos años de diferencia. Y aunque ¿De quién fue la culpa? no recorta el dolor ni suaviza la crueldad del marido, en ningún caso abandona la autora su actitud benevolente, siendo prueba de ello el propio título, que pudiendo haber sido tajante y acusatorio, se queda en pregunta.

«Toda mujer ama de verdad solo una vez», dice Anna. «La repetición de ese sentimiento florece siempre sobre el anterior, es la reanudación de un viejo ideal». Van transformándose los ánimos, surgen las dudas, los remordimientos. Como si lo natural fuera siempre ser Eva, culpable y pecadora.

El samovar, la naturaleza, la blancura de la nieve, los carros y troikas recorriendo el campo ruso en sus infinitas verstas. Ese alma indomable, excesiva, llena de ímpetu y matices. Ese país embebido en su paisaje, traspasado por su intensidad.

El apellido original de Sofia era Behrs. Tal vez toda mujer debería deshacerse de sus apellidos. Padre, madre, marido. Todos fuera. Probar a existir, ante todo, en y desde sí misma.

La muerte ronda la historia, el corazón va perdiendo su fuelle. Un final atroz, como el de Sonata a Kreutzer. «…la había matado […] mucho antes, porque no había sabido conocerla…».



DE SOFÍA TOLSTAIA A RUTH VERLAU: ENTRE EL ECLIPSE SOLAR Y LA CARA OCULTA DE LA LUNA

https://blogs.upm.es/nosolotecnica/category/lectura/

 Pilar Alvarez del Valle 

¿De quién es la culpa? Sofia Tolstaia. Editorial Xórdica, 2019.

Recuerdos de Ruth Verlau. Hans Bunge (editor). Editorial Trotta, 1995.

Que tienen en común La Gioconda o Sofía Tolstaia: su marido. En ambos casos la identidad de estas mujeres se diluye en el apellido de unos maridos netamente mayores que ellas; en ambos casos son matrimonios de jóvenes que hoy diríamos adolescentes con maridos talludos por no decir cuasi vejestorios. Claro que ya nadie recuerda quién fue el Giocondo, una suerte de justicia universal que no alcanza a Sofía Tolstaia, mujer de Lev Tolstoi.

La familia Tolstoi

Ruth Verlau, en cambio, fue más iconoclasta, más radical, y por tanto, aún menos conocida. Como actriz, escritora, viajera y fotógrafa apenas ha transcendido. Tampoco es ampliamente reconocida como compañera vital de Brecht, que ni siquiera tuvo la decencia de reconocer su contribución a su inmensa obra (junto a otra gran cantidad de personas, mayoritariamente mujeres).

No pretendo restar valor a Bertolt Brecht, gran político-pensador-escritor, quizás sí disminuir la calidad de una figura histórica que gestionó con mano de hierro la economía de su “taller” sin preocuparse de salvaguardar mínimamente la vejez de sus incondicionales: Ruth Verlau muere en 1974 en la indigencia, en el hospital berlinés Charité, una residencia para perseguidos del régimen nazi. En palabras del libro editado por Hans Bunge:

“Ruth Verlau fue una mujer fuera de lo común. Yo llegué a odiarla y a admirarla al mismo tiempo. Sólo se movía entre los extremos. Sus exigencias respecto del entorno en que se movía eran por igual criminales y suicidas. En cuanto a sus amigos, se encontraba en un permanente caminar por el filo de la navaja. Se empleaba a fondo en todo lo que hacía, pero no era una aventurera, sino que luchaba por aquello que consideraba razonable. Incluso cuando perdía quedaba al final como la más fuerte, porque sabía pelear sin reservas. Su capacidad de perseverancia era sorprendente.”

Donde Sofia Tolstaia vence, Ruth Verlau fracasa; al menos la primera fue capaz de recuperar los derechos sobre las obras de Lev Tolsoi en las que había participado como copista, editora silenciosa y apoyo moral. Dicen que su novela: ¿De quién es la culpa? Contribuyó significativamente a ello.

En un precioso libro de Max Gorki: Recuerdos de Tolstoi, Chejov y Andréiev (editorial Nortesur, 2009), el autor glosa a Leopold Sulerzhitski, y en una suerte de dudosa operación transitiva refiero yo:

Leopold Sulerzhitski, 

“Es presumible que la familia de Tolstoi no viera con buenos ojos que los campesinos se llevaran poco a poco los bienes de Yásnaia Poliana y que talaran el bosque de abedules que Tolstoi plantó con sus propias manos. Creo que él echaba de menos ese bosque. Esta tristeza, esta pena en general, aunque in-expresadas, forzaron, empujaron a Sofia Andréievna a un acto que, y ella lo sabía, le sería reprochado. Siendo una mujer inteligente no podía ignorarlo ni dejar de contar con las consecuencias. Y entonces, ¡ella se arriesgó! Y por eso yo la respeto. Uno de estos días iré a Yásnaia Poliana, y, en cuanto la vea, le diré ¡mis respetos señora! Pese a mi convicción (era profundamente anarquista), sigo creyendo que tácitamente la forzaron a actuar de ese modo. Por otra parte, todo esto no importa con tal que de que Tolstoi esté a salvo”.


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