
DEL BLOG RATITA DE LABORATORIO
Los orígenes (Herkunft), de Sasa Stanisic
Hacía mucho que no compraba una novedad en librerías alemanas, últimamente me decantaba por libros más antiguos y olvidados, pero Los orígenes llamó mi atención. Escrito por un yugoslavo que llegó a Alemania como refugiado, prometía explicar de manera comprensible cómo define o entiende su origen un inmigrante, a la vez que su pasado se desvanece en forma de demencia en su abuela enferma. En vista de que Herkunft fue un libro premiado y a la vez éxito de ventas, me decidí a leerlo. Y me ha gustado bastante.
Stanisic publicó Los orígenes en 2019. Es una obra autobiográfica, donde describe sin orden cronológico su llegada a Heidelberg, sus recuerdos de infancia en Visegrad y la relación con su abuela enferma, que poco a poco va olvidando los recuerdos que Stanisic quisiera recuperar. Stanisic ha publicado en 2021 un libro infantil.
Stanisic nació en Visegrad, en el seno de una familia serbio bosnia, cuando aquello no era un problema. A raíz de la guerra huyó junto a su madre a Alemania, donde fueron acogidos como refugiados, y donde él pudo quedarse a estudiar. La novela Herkunft (origen) intenta explicar lo que significa esa palabra para un refugiado que nunca podrá volver a un país que ya no existe (Yugoslavia). Y habla de los lugares que han marcado su vida como un cúmulo de casualidades, recordando que nuestra vida podría haber sido muy distinta si hubiéramos nacido en otra ciudad, o hubiéramos emigrado a otro país, o si hubiéramos decidido otro camino en esa novela de "elige tu propia aventura" que es la vida.
Sin demasiados sentimentalismos, cuenta una vida que muchos debieran conocer para no rechazar al refugiado o al diferente. Explica el sentimiento de pertenencia, o su falta, y cómo Alemania y sus amigos de distintos países pudo un día convertirse en hogar. Cómo para sus parientes fue más difícil, cómo a veces sentía vergüenza de sus orígenes. Y cómo su familia se dispersa por circunstancias ajenas a él, de nuevo resaltando que la casualidad les llevó a ello y que la guerra llegó a su país como podía haber llegado al nuestro.
Quizá parte del encanto del libro es volver a leer sobre Visegrad, esa ciudad símbolo de la mezcla de culturas que era Yugoslavia y donde la convivencia, no siempre fácil, terminó de romperse en la década de los noventa. Quizá son las menciones a Heidelberg o a Schwarzheide, con tantas referencias conocidas. O la admiración por haber sido capaz de hacerse escritor en un idioma extranjero: de haber conseguido algo tan difícil como es adoptar una lengua distinta a la materna (y siendo el alemán) y elegirla como vehículo de expresión y hacer arte con ella.
Si os interesa conocer cómo es la vida de un refugiado en Alemania (o en cualquier otro sitio) y leer un libro íntimo a la vez que tímido que se adivina difícil de escribir, atreveos con Los orígenes. En alemán es asequible, y tiene frases que valen oro:
"Du stehst vor der Tür und liest: Ziehen. Das ist eine Tür. Das sind Buchstaben. Das ist Z. Das ist I. Das ist E. Das ist H. Das ist E. Das ist N. Ziehen. Willkommen an der Tür zur deutschen Sprache. Und du drückst."
Ratita de laboratorio
DEL BLOG UN LIBRO AL DÍA
Saša Stanišić: Los orígenes
Idioma original: alemán
Título original: Herkunft
Traducción: Belén Santana López (ed. en castellano) y Eva Garcia Pinos (ed. en catalán)
Año de publicación: 2019
Valoración: muy recomendable
La impronta de la guerra en un territorio, la marca que deja en aquellos que se ven obligados a dejar su país es imborrable y, con la huida, el inexorable distanciamiento y disgregación de unos orígenes no enraizados completamente si esta se produce a edades tempranas. Porque es indudable que cualquier guerra deja una traza ineludible para aquellos que la sufrieron, ya sea de manera directa o porque les obligó a fugarse de su país justo antes de que estallara. Esto es lo que le ocurrió a Saša Stanišić, huyendo con su madre de su natal Višegrad (Bosnia) a la edad de catorce años, en verano de 1992, cuando empezaron a quemar casas de origen musulmán. Pero este libro no trata sobre la guerra, o al menos no de manera directa, sino que trata sobre los orígenes, sobre el sentimiento de pertenencia y la voluntad del autor de explicar su vida, décadas después, para reconectar con esos años de infancia y adolescencia marcados por la adaptación a un país extraño, a una lengua desconocida y a una vida abismalmente diferente a la que estaba acostumbrado. Y la necesidad, siempre imperiosa, de reencontrar, años después, sus orígenes.
El relato empieza con el autor contándonos su nacimiento en 1978, en Višegrad, en un lluvioso día de marzo. Nos habla del entorno donde se crio, con una madre que estudiaba y un padre que trabajaba. Y con una abuela, Kristina, que le puso el nombre y le cuidaba durante gran parte de la semana junto con su abuelo Pero, «comunista de corazón y de carné». Una abuela de quien afirma que «vivió las guerras en casa. La Segunda Guerra Mundial en Staniševac, el pueblo de su infancia, la guerra de Bosnia, en Višegrad». Así, a partir de fragmentos, el autor nos habla de su juventud, a pinceladas, a través de anécdotas, afirmando con nostalgia que «el país donde nací ya no existe» en una Yugoslavia desaparecida.
El estilo del autor es muy poético, cálido, sensible, pausado y próximo. Stanišić nos habla de su infancia en una tierra de pequeñas costumbres, de lugares atrapados en pueblos donde el tiempo no pasa ni pasa por ellos, de su abuela y su tía abuela con sueños de astronauta, alguien que «no quería seguir esperando otras épocas»; nos habla de los pueblos pequeños y sus vidas tan grandes que llenan el pueblo. Ese estilo tan rural que en ocasiones recuerda a Tokarczuk y sus pequeñas aldeas de Antaño, por su lenguaje terrenal y agreste, por unas costumbres arraigadas a vidas llenas de sacrifico y vacías de superfluidad; en otras ocasiones, también recuerda a la Lana Bastašić de «Atrapa la liebre», por el retrato tangencial de una guerra yugoslava que los marcó a todos y que les impulsa a hablar de ella años después. Al fin y al cabo, son los orígenes, es la antigua vida que uno busca cuando la cree ya olvidada.
Así, el autor, partiendo el relato de su vuelta a Oskaruša, el pueblo de sus antepasados, en un viaje en 2009, nos pone rápidamente en situación para hablarnos de su pasado con la compañía de su abuela y de su amigo Gavrilo, visitando a la tumba de sus bisabuelos; una visita que abre un camino directo a su infancia. Ya el propio autor afirma que «la historia empezó con los recuerdos que se borran y con un pueblo a punto de desaparecer. Empezó en presencia de los muertos: en la tumba de mis bisabuelos»; unos abuelos que son parte esencial del relato, pues son las conversaciones con su abuela, afectada de demencia, las que impulsan al autor a querer llenar esos vacíos recordando su propia historia, buscando encontrar su origen y nutrirlo, completarlo, pues «esta historia empieza con el encendido del mundo sumándole historias». Porque su abuela es un personaje clave, es el enlace entre pasado y presente, el puente entre Yugoslavia y Alemania, entre origen y destino, entre un pasado marcado por la guerra y un presente marcado por la añoranza. Y, en esos recuerdos, la imperecedera permanencia de los sentimientos, testigos incuestionables que anclan los recuerdos a una época, a una familia, porque «yo digo que la tierra natal es aquello sobre lo que estoy escribiendo. La abuela», «el origen es la abuela. Mi madre, su abuela», «y lo es también la niña de la calle que solo la abuela ve. Mi origen es Gavrilo, que me dice adiós con la mano». Porque, en el fondo, los orígenes no son el lugar donde nacimos; nuestro origen es el entorno, donde nos criamos, pero también las familias y sus gentes, sus costumbres, sus vidas, también los recuerdos de la infancia y la de todos aquellos enraizados a una tierra sometida a guerras que dividieron familias y pueblos.
Estilísticamente, la sensibilidad del autor es innegable, y se hace evidente en cada una de las páginas de este precioso libro, como cuando afirma que «por más vueltas que le demos, el origen continúa siendo un constructo. Una especie de vestido que tendrás que llevar para siempre una vez te lo hayan puesto». El estilo de Stanišić es arrebatadoramente bello, poético, nostálgico; es el estilo de quien siente dentro de sí mismo el transcurso de una historia que empezó en sus antepasados, en esos pueblos pequeños de vidas humildes donde parece que el tiempo no avance, pero sí las guerras que los cruzaron; nos habla de una tierra lejana en el tiempo, pero próxima dentro de uno mismo, que forma parte de su historia, de manera interna, como si siguiera creciendo dentro de él, como si la llevara incorporada, impregnada en su propio ser. Y con ese estilo, el autor mezcla anécdotas personales, a menudo basadas en el mundo del deporte, para ubicarnos temporalmente y anclar esos recuerdos que a nivel personal le impactaron con lo que sucedía en el país; de esta manera el retrato personal del autor cobra un sentido, pues los sucesos se mezclan en la memoria y se afianzan a un estado de ánimo personal y social de manera inseparable.
Stanišić nos habla de los recuerdos y la memoria, en apariencia indisociables, aunque la memoria se va perdiendo mientras que los recuerdos se reconstruyen cada vez que acudimos a ellos o ellos aparecen de golpe. Y en esa memoria cabe una vida, la suya o la de un pueblo, y nos habla de guerras y un pasado marcado profundamente por la muerte de Tito, punto de inflexión en la historia de un país que partía de una unidad y se disolvía en partes más pequeñas y enemistadas; la grieta que se abrió después de su muerte y de cómo «el resentimiento étnico se utilizó para dar soporte a los esfuerzos por dividir, el resentimiento étnico era la respuesta. La política no hacía disminuir el miedo, sino que alimentaba las hostilidades». Dice el autor, hablando por primera vez con una chica que le gustaba, que «tendría que haber explicado algo sobre mí, pero sólo podía recordar la maldita guerra. Y de eso no quería hablarle». Y con esa frase, uno se da cuenta de cómo una vida puede quedar llena por un suceso, como los recuerdos son ocupados en su totalidad por la tragedia, aún y siendo vista desde la distancia, porque los orígenes no se dejan, los llevamos dentro, y lo que ocurre en ellos vive en nosotros porque «los orígenes es sobresaltarse cuando alguien te llama por el nombre en tu ciudad natal».
Con este estilo impregnado de emotivas palabras, la prosa del autor vuela y fluye, próxima y cercana al lector, en pequeñas pinceladas que marcan la silueta clara y nítida del cuadro sentimental que la obra destaca; el trazo es firme y decidido, pero, a la vez, delicado, apelando a los sentimientos. La belleza de la prosa del autor aparece en cada página para recordarnos que nuestro pasado está repleto de momentos que cobran importancia al paso del tiempo, al recordarlos, al revivirlos, al requerirlos. Ellos constituyen nuestra memoria y, por tanto, les debemos aquello que ahora somos. El propio autor declara, refiriéndose a su madre en que «lo que echa de menos hoy en día no lo llena de invenciones, como yo hago.»
El estilo de Stanišić es pausado, pero no lento, tiene la cadencia propia de quien narra con la vista dirigida a un pasado que sigue muy presente, la mirada vuelta hacia unos orígenes que lleva dentro de sí y que marcaron su vida y su huida, descubriéndose a sí mismo en otra ciudad y otra lengua, otros rostros y otro entorno, pero no otra vida, sino una capa más que cubre y protege la que dejó atrás, aunque sólo físicamente. Stanišić recuerda que en su llegada a Alemania vivió en condiciones muy humildes, en casa pobladas de gente y muebles viejos y aprovechados. Con dos padres que abandonaron su profesión y trabajaron en lo que pudieron, la construcción él y la lavandería ella. Una vida precaria, donde «no valía la pena comprar nada porque podían ser deportados en cualquier momento», en una vida en la que uno se avergüenza de traer amigos a casa y que vean las condiciones en las que viven y la infancia en la nueva tierra de acogida, con nuevas amistades de distintas procedencias, pero con un mismo origen: el del migrante. Y, ante la duda de cómo reaccionar hacia ese nuevo entorno, con las amenazas y riesgos de caer en la marginalidad, la confianza en hacerlo de la manera más sabia posible: «mi rebeldía consistió en adaptarme». Una vida en Heidelberg, una ciudad sobre la que Stanišić afirma que tiene «sus fachadas de arenisca siempre delicadamente rojizas, avergonzadas de su propia belleza».
Dice Stanišić que «no culpo la guerra ni la separación del distanciamiento de mi familia. Como ejercicio de acercamiento, fabrico historias que nos unen». Es evidente que su historia nos une a todos, al apelar a nuestra memoria y nuestros recuerdos, diferentes en cada uno, pero reclamados por motivos parecidos y, en ese proceso, tal y como dice el autor en un fragmento del libro, «las palabras me rondan, me desconciertan, me hacen feliz, tengo que seleccionar las adecuadas para esta historia». Y es evidente que el escritor ha cumplido con su propósito, pues ha encontrado, en cada una de ellas, la manera idónea de acceder a nuestros propios orígenes.
DEL BLOG NO DORMIR POR HABER LEÍDO
Retener el pasado
Me llama la atención lo poco que se ha hablado, de momento, de una novela titulada “Los orígenes” y publicada hace unos meses por Alianza de Novelas. Su autor es Sasa Stanisic, un escritor nacido en la entonces ciudad yugoslava de Visegrad que huyó con su familia a Alemania cuando la guerra de los Balcanes deshizo la antigua federación socialista y arrasó con Bosnia, donde está enclavada esta localidad. En catalán esta novela ha publicado Angle Editorial, traducida del alemán por Eva García Pinos y sin artículo el título (“Orígens”). Me resulta más evocador. La versión en castellano es de Belén Santana.
Y en los medios catalanes la atención ha sido diametralmente opuesta. Como se puede ver en la página de la editorial, se han ocupado de ella medios tan diversos como La Directa, el diario Ara o Núvol, con reseñas, reportajes sobre la guerra en Bosnia, entrevistas o recomendaciones de los libreros. Hay una sensibilidad diferente a la hora de acercarse a lo que ocurrió en los Balcanes, si se hace desde España o desde Cataluña, y eso puede lastrar a este lanzamiento, que es muy recomendable visto desde cualquier óptica.
Sasa Stanisic era un chaval de catorce años cuando la guerra en los Balcanes arruinó su juventud, como lo hizo con la vida de centenares de miles de personas. Él consiguió escapar con su familia y establecerse en Alemania, aunque la diáspora de sus padres no terminaría ahí. Para poner en marcha esta narración echa mano de un artificio que es muy jugoso: empieza a escarbar en sus recuerdos en el momento en el que la memoria de su abuela se resquebraja por culpa del Alzheimer.
Al poco de arrancar, en primera persona, esta indagación en el pasado, el autor se pregunta por esos orígenes que dan título a la novela, se cuestiona si tienen que ver con la tierra que le vio nacer, con la procedencia de sus padres, con el dialecto de sus antepasados… y no acaba de saber si esos orígenes son un disfraz, una maldición o “un patrimonio no atribuible a ningún tipo de talento”.
Las más de 300 páginas que vienen a continuación tienen algo de expiación, muchos recuerdos, algunos reproches (incluso a sí mismo) y una gran cantidad de dudas. El narrador (o el propio Stanisic, si asumimos que hay mucha más realidad que ficción) explica en diversas ocasiones que en Alemania se hizo pasar en ocasiones por un esquiador esloveno para esquivar preguntas y no tener que justificar su condición de refugiado bosnio. Por ello, al tratar algún aspecto menor relacionado con su ciudad natal y enfrentarlo a la realidad que le circunda en Heidelberg, se sincera: “no necesito explicar a nadie por qué no estoy en el lugar de dónde vengo. Sin embargo, siento que lo hago constantemente. Casi como pidiendo disculpas. También a mí mismo”.
Esta novela se lee con aparente sencillez, habla de algo que fue noticia durante años y que en Europa golpeó nuestras conciencias, ya que veíamos arrasado un país donde hacía muy poco se habían celebrado unos juegos olímpicos o se enumeraban ciudades con las que se cruzaban los equipos españoles en todo tipo de competiciones deportivas. De repente se dejó de hablar de Yugoslavia y se aludía a la zona como “los Balcanes” y en los telediarios aparecían bombardeos, tiroteos, masacres, violaciones en masa, fosas comunes de enormes proporciones a las que estábamos acostumbrados en continentes mucho más alejados. En ese marco avanza la narración, aunque aparezca como un trasfondo que se pierde con los recuerdos cada día más débiles de Kristina, la abuela del narrador.
“El mundo está lleno de fragmentos yugoslavos”, dice en algún momento, mientras lamenta que sus padres tuvieran que abandonar Alemania para asentarse en Estados Unidos. “Hace tiempo que los hijos de los refugiados tienen sus propios hijos, que son suecos, neozelandeses o turcos”. Los orígenes en torno a los que gira este viaje interior se fragmentan al ritmo que se esparcen las personas que van construyendo sus vidas lejos de aquella tierra, aquella lengua, aquellas creencias y aquella familia que se han desmembrado.
Cuando creemos que ya sabemos en buena medida qué situaciones ha vivido el narrador con su abuela, cómo han recuperado los recuerdos, como han compartido todo que aquello que reduce las distancias, el libro entra en una nueva dimensión y al lector se le plantea un juego con muchos finales a su alcance.
Todo depende de las decisiones que tome. Como la vida misma. Como lo que acabamos de leer.
RESEÑA EN EL DIARIO FRANKFURTER HEFTE
Sobre la novela Origen de Saša Stanišić
La obra actual de Saša Stanišić , "Origen ", aclamada unánimemente por la prensa literaria y galardonada con el Premio Alemán del Libro en la Feria del Libro de Fráncfort del año pasado, reflexiona una vez más sobre la escritura autobiográfica. Ya en la segunda mitad del siglo XX, y especialmente a principios del milenio, la autobiografía, a raíz de la formación de la teoría posmoderna, se convirtió en un ejemplo paradigmático de la naturaleza construida de los textos literarios. Este género, que supuestamente se ocupa de la reconstrucción de una realidad pasada e individual, revela, al examinarlo más detenidamente, al menos tanto sobre las convenciones narrativas, las intenciones de la escritura y los modelos literarios como sobre esta vida. El proceso lingüístico que selecciona, ordena y jerarquiza los recuerdos, crea transiciones y cierra brechas, es tan central para el significado del texto autobiográfico que parece apropiado reconocerlo no como "vida descrita", sino como "vida escrita" (Martina Wagner-Egelhaaf). Los escritores de la Nueva Subjetividad, que en la década de 1970 consideraban la autobiografía un medio para una incesante autoexploración, fueron, por el momento, los últimos en asumir la misión de ignorar las estructuras lingüísticas y las tradiciones literarias. Sus afirmaciones de que escribían solo para sí mismos y de que no pretendían producir arte alguno condujeron ocasionalmente a excesos autobiográficos que exigían a los lectores, como el fragmento de Bernward Vesper « El Viaje» de 1977, pero sobre todo documentaron que la reflexión sobre el constructo autobiográfico ya estaba en marcha. Hoy, Karl Ove Knausgård, con su proyecto de documentación narrativa total de su propia vida, añade un nuevo capítulo a este debate sobre la artificialidad y la autenticidad.
Stanišić es consciente de todo esto cuando comienza su texto en el segundo capítulo con la frase: «El 7 de marzo de 1978, nací en Višegrad, a orillas del Drina». El breve primer capítulo puede leerse fácilmente como un prólogo, y así se sitúa una clara señal autobiográfica al comienzo de la narración. Sin embargo, a esta introducción clásica no le sigue una biografía desde la cuna hasta la actualidad, sino un texto que, con vacilación, solo puede calificarse de «novela» y que, como han señalado muchos críticos, tiende a lo ensayístico en algunos pasajes. Además, Stanišić ha plasmado su tema en el título de forma tan objetiva, directa y universal que fácilmente podría seguir una entrada de enciclopedia. En su lugar, sigue una serie de capítulos sueltos de diversa extensión que son a la vez un experimento de escritura y una autoobservación. ¿Qué aporta la cuestión de los orígenes? ¿Podemos siquiera empezar a abordarla por escrito? La pregunta misma no está clara: ¿Se trata de nacionalidad ("¿Qué eres?") o de árbol genealógico ("¿De quién eres?")? ¿No es todo esto simplemente "kitsch de pertenencia"? Las reservas del narrador sobre el tema que él mismo eligió son inconfundibles: "Me parecía retrógrado, incluso destructivo, hablar de mis orígenes o de los nuestros en una época en la que la ascendencia y el lugar de nacimiento volvían a ser señas de identidad, se restablecían las fronteras y los llamados intereses nacionales emergían del pantano desecado de la política de los pequeños estados. En una época en la que la exclusión se volvió programática y, una vez más, elegible".
Así, Stanišić comienza relatando lo que puede suceder cuando uno no da demasiada importancia a sus orígenes: un gran fútbol ( Estrella Roja de Belgrado, "¡un equipo de fútbol de todas partes del país!") y un amor a prueba de crisis, como el que unió a su madre bosnio-musulmana y su padre serbio. Su tía abuela Zagorka, negando origen y género, incluso llegó a formar parte del Primer Grupo de Cosmonautas de la Unión Soviética. Pero Yugoslavia, ese estado que subordinó los orígenes a un objetivo común, se derrumbó en una guerra cruel. Y esta guerra fue la causa de la huida y un nuevo comienzo, brindando al narrador la experiencia de un origen dual.
Es común que la pérdida de algo que antes se daba por sentado provoque una reflexión sobre lo perdido. Así, además del país que ya no existe, la demencia de la querida abuela Kristina es el motivo de la recolección de recuerdos. La disparidad familiar, la destrucción de lugares de memoria, la represión colectiva a raíz de los crímenes de guerra y la extinción de la memoria de la abuela agudizan nuestra conciencia de los testimonios del pasado que aún perduran. Lo poco que queda pesa mucho: lugares como Oskoruša, el Drina (el narrador regresa a este río una y otra vez) y algunas fotografías. Narrativamente, las brechas entre estas islas de memoria podrían cerrarse fácilmente; el texto demuestra repetidamente cómo se pueden inventar historias en torno a los fragmentos recordados. Pero en general, « Origen» no sigue este camino. La principal preocupación de Stanišić no es ayudar a sus lectores a comprender su propia y enrevesada trayectoria vital. Del texto de Stanišić se puede extraer una biografía, un marco escueto con experiencias individuales e impresionantes. Esto da lugar a imágenes de gran intensidad metafórica, tendenciosamente idiosincrásica (p. ej., «literatura ARAL» para los encuentros con amigos de diferentes países en la gasolinera durante su juventud). Entretanto, se abren brechas; nada se concreta. El narrador lucha por el equilibrio de su vida, probando diferentes enfoques y técnicas, sin temer al fracaso. Estos experimentos de escritura se vinculan en la historia literaria con textos canónicos: justo al principio, Stanišić alude al topos del nacimiento, que se hizo famoso gracias al relevante pasaje de Goethe de la primera parte de «Poesía y verdad» (1811). Mientras el narrador invoca la afortunada "constelación" de constelaciones, que salvó no solo su propia vida, sino también, como preludio a un apoyo más progresivo durante el parto, la de muchos hijos posteriores, Joseph von Eichendorff parodió este inicio narrativo en su fragmento autobiográfico "Unstern" (Sin estrella ), cómo el recién nacido se perdió una constelación de estrellas igualmente favorable por "un minuto y medio". Stanišić, por su parte, relata la tormenta y los relámpagos que acompañaron su nacimiento, que tampoco estuvo exento de complicaciones, por lo que todos los involucrados esperaban la llegada del diablo, y comenta lacónicamente: "No me equivoqué tanto; es bueno que la gente te tenga un poco de miedo antes de que todo comience". Poco después, el narrador intenta repetidamente enumerar "una serie de cosas que tuve", enlazándose así con el icono de la literatura de escombros de Günter Eich: en el poema " Inventario".En una novela de 1947, un soldado presume de sus escasas pertenencias, incluyendo su valiosísima mina de lápiz: «De día, me escribe versos / que yo invento de noche». La lista de « Origen » incluye una «multitud de libros», que, al fin y al cabo, también forman parte de las herramientas de un escritor. En los capítulos sobre Oskoruša, Stanišić incluso explora una conexión con el mito bíblico del origen. El pueblo en las montañas, muy cerca de su ciudad natal, Višegrad, sobrevivió a la guerra relativamente indemne gracias a su difícil acceso. Aquí viven parientes lejanos, y sus bisabuelos están enterrados. A través del motivo de la serpiente en el árbol frutal («serbal», también «manzano de aguja»), el cementerio de Oskoruša se convierte en un jardín paradisíaco, y una visita se convierte en «una especie de paisaje primigenio». Pero como el recuerdo de una escena infantil en la que el padre mata una serpiente en el gallinero salta a la vista del narrador al oír la palabra "poskok", que ya no encaja con la traducción alemana de "víbora cornuda" y, de todos modos, no resiste el escrutinio en la charla familiar, también se evoca la primera frase del Evangelio de Juan, que vincula el inicio con la palabra. Un punto de inflexión típico del texto de Stanišić surge cuando la frase, cargada de tensión, se vuelve lacónica: todo puede ser siempre "mera imaginación, mero lenguaje". El "Autorretrato con antepasados" de Stanišić se convierte en un retrato de la sensación de agobio. Hacia el final, el texto regresa a Oskoruša una vez más, con motivo de una visita nueve años después del picnic en el cementerio, y muestra el lugar desmitificado: "Estoy bajo el árbol del conocimiento, y el árbol tiene sus raíces en la tumba de mis bisabuelos, y en las ramas ya no silba ninguna serpiente ni símbolo. Simplemente florece". Es un gran arte cómo Saša Stanišić adopta una perspectiva amplia y luego aterriza en el terreno de lo concreto, donde algo puede comenzar sin ningún mito fundador, simplemente a través de "la memoria compartida de un momento que inicialmente parece no tener significado" y, sin embargo, florece.
La desconfianza hacia las metanarrativas, que Jean-François Lyotard identificó como un sello distintivo del posmodernismo, se ve alimentada en la obra de Stanišić, precisamente, por la desintegración de su país de origen. Bajo la presión de una recesión económica, la «narrativa multiperspectiva de Yugoslavia» fue sustituida por otras narrativas a principios de la década de 1990. Al analizar sus estructuras narrativas, Stanišić revela su proximidad a iniciativas nacionalistas comparables y señala el potencial manipulador del lenguaje. En estos puntos, el texto es abiertamente político, proyectando una perspectiva histórica sobre nuestro presente, exigiendo decisión y postura.
El enfoque reflexivo de Stanišić no rehúye la terminología: utiliza con extrema cautela el término "hogar", de gran carga emocional, y en su lugar elige con más frecuencia el término "origen", más práctico, y no solo en el título. Pero llama "Dr. Heimat" al dentista que trata las caries de los jóvenes de los albergues de refugiados de Emmertsgrund, cerca de Heidelberg, incluso sin tarjeta sanitaria, y que devuelve la suerte de pesca al abuelo Muhamed, porque logró que los desplazados "no tuvieran miedo de nada en el mundo durante unas horas". Para Stanišić, "hogar" también se refiere principalmente a un lugar donde uno se siente seguro. La madre que huye y su hijo adolescente acaban en Heidelberg por casualidad. Son extraños allí, pero no están expuestos a ninguna amenaza. Con innumerables casas destruidas en sus mentes, una ruina de un castillo con japoneses trepando alrededor tomando fotografías es una vista fantástica para ellos, ya que promete que "nada les puede pasar" en esta ciudad.
El texto termina con el ingreso de la abuela en una residencia de ancianos, donde el narrador la visita, y la historia no termina. Sigue un epílogo con una despedida poco antes del vuelo de regreso a Alemania. Mientras espera el avión, un anciano le lee un cuento a una niña en el que todo sale bien al final. La novela de Eichendorff, " De la vida de un inútil" (1826), que se recoge en el capítulo de Eichendorff, también termina con esta fórmula de cuento de hadas. El narrador desea un final diferente para su propia historia y regresa a la residencia. Y entonces todo vuelve a empezar: como en los libros de "Elige tu propia aventura", un género literario en el que los lectores pueden influir interactivamente en el curso de la historia y que se retomó, por ejemplo, en la serie de Netflix " Stranger Things ", cada lector puede elegir entre diez finales. Si se leen uno tras otro, hablan de evitar la muerte, del dolor del tiempo irrecuperable que uno hubiera deseado pasar con un ser querido. La literatura como "actividad de desplazamiento" significa que puedes capturar a una persona por escrito y al mismo tiempo olvidar su cumpleaños.
A pesar de los temas principales, Stanišić adopta un tono ligero; el carácter lúdico del texto contrarresta la atracción que habría ejercido una estructura más lineal. No, aquí no se narran "historias heroicas". Sin embargo, el origen atestigua una llegada exitosa a otro país, y más aún: a otro idioma. ¡Quién puede escribir así! Saša Stanišić nunca deja de recordarnos que los refugiados se enfrentan a condiciones diferentes en la Europa actual. Hoy, su huida con su madre habría terminado "frente a una alambrada húngara".
Saša Stanišić: Origen. Luchterhand, Múnich 2019, 368 páginas, 22 €.
DE LA CADENA DE TV NDR EN SU WEB
Saša Stanišić: "Los orígenes me interesan en muchos niveles"
A partir de: 01.06.2024 06:00
En 2019, Saša Stanišić ganó el Premio Alemán del Libro por su novela "Herkunft" (Origen). Este tema sigue preocupando al autor, originario de Bosnia y residente en Hamburgo, incluso en los relatos de su nuevo libro.
La primera historia de tu nuevo libro se titula "Neue Heimat" (Nuevo Hogar), la única historia biográfica del libro. Trata sobre cuatro jóvenes de origen migrante que quieren vislumbrar el futuro con su invento. Si hubieras visto a un escritor de éxito en el futuro, ¿qué habrías imaginado?
Saša Stanišić: Probablemente no me habría visto como escritor por aquel entonces, a los 14 años, en esas precarias condiciones de vida: recién llegado a Alemania como refugiado y aprendiendo alemán. Sin embargo, hay algo que sí encaja con esta aspiración futura: quería ser escritor. Ya había escrito un poco antes y escribí mis primeros relatos en serbocroata. En esa situación, uno imagina algo más para la vida cotidiana que para el futuro lejano. Básicamente, pensábamos semana a semana. Si me hubiera visto como un escritor de 45 años, habría dicho: «No, eso es definitivamente una utopía totalmente personal y nunca se hará realidad». Pero era un deseo.
El autor hamburgués narra historias de personas que, de alguna manera, tienen que, y quieren, salir adelante en la vida. Su prosa ventila sus pensamientos.
Términos como hogar y origen suelen ser importantes. ¿Qué significan para ti?
Stanišić: Diferente. En esencia, el hogar es un concepto que he explorado repetidamente en mis escritos, en relación con mi propia biografía, que también se divide entre mi infancia en lo que entonces era Yugoslavia y mi adolescencia y adultez aquí en Alemania. Y la pregunta: ¿Qué se necesita para sentirse en casa en algún lugar? Lo que más preocupa a la gente con el concepto de hogar es: ¿dónde me siento realmente en casa como ser humano, como persona, como padre, como madre? Intento explorar esto no solo para mí, sino también en otras esferas de la vida a través de mis libros.
Pasé un tiempo en Brandeburgo, donde hablé con gente y escribí un libro sobre lo que asocian las personas que viven en provincias con el término "patria", cómo se describen su patria a sí mismos y cómo se la describen a alguien como yo, que acaba de llegar. En Yugoslavia, hablé mucho con refugiados sobre lo que significa el hogar para alguien que ya no vive donde nació y creció hablando el idioma. El término me interesa en muchos sentidos y desde diversas perspectivas. El origen —social, económico y genético— es un término hermoso, complejo y multifacético, que ofrece al escritor un amplio abanico de posibilidades narrativas.
"Herkunft" (Origen) es también el título del libro por el que ganó el Premio Alemán del Libro en 2019. En las entrevistas, la gente pregunta: ¿Deberíamos cuestionar conceptos como el hogar y el origen, o contradicen la normalidad? ¿A veces te pone nervioso?
Stanišić: No, la verdad es que no. Vivimos en un mundo donde la identidad —y esta es la conexión entre estos dos conceptos— juega un papel muy importante. Lo vemos constantemente en política, en conversaciones personales —¿de dónde venimos realmente y adónde queremos ir?—, que estos son temas que también nos preocupan en privado. Por eso, como escritor, no me molesta en absoluto pensar constantemente en ello, no solo personalmente, sino también en conversaciones con otros.
En Mannheim, por ejemplo, hubo una obra muy hermosa sobre los orígenes, y los actores trajeron sus propios orígenes al escenario y los colocaron junto a los míos para mostrar lo que este concepto banal, complejo y hermoso, y multifacético, puede lograr. Se reúnen cinco personas que vienen de otro lugar y crecieron de forma completamente diferente. Se encuentran una al lado de la otra, y uno se da cuenta de cuántas narrativas sobre los orígenes como algo unidimensional deberían simplemente desaparecer, pero lamentablemente, en nuestra sociedad no lo hacen, y en cambio, se convierten en un importante problema político. No me molesta. Al contrario: creo que es necesario reflexionar sobre ello una y otra vez.
En los últimos años, se han publicado numerosos libros que abordan los orígenes propios o familiares, como "Dschinns" de Fatma Aydemir , "Unser Deutschlandmärchen" de Dinçer Güçyeter o "Sibir" de Sabrina Janesch . ¿Está cobrando mayor visibilidad el tema del origen en general?
Stanišić: Creo que ha sido así durante años. En 2006, publiqué mi primer libro que abordaba este tema, e incluso entonces, hubo los primeros intentos de plasmarlo en palabras. Pero si repasamos la llamada literatura migrante de las décadas de 1970 y 1980, que lamentablemente se ha vuelto casi invisible hoy en día, muchos de quienes llegaron aquí también se preguntan: ¿A dónde pertenezco? ¿Dónde estoy ahora? ¿Cómo me trata el país al que llegué como trabajador temporal? Es un tema tan universal; siempre ha estado ahí, incluso en Goethe y Schiller. Para Heyne, quien desempeña un papel fundamental en mi nuevo libro, el tema de la identidad, el origen y la pertenencia también fue muy importante. Es un tema que no depende tanto del espíritu de la época ni de las interacciones sociales; siempre estará presente. Creo que así es la gente: pensamos en nuestros orígenes, en nuestras carreras, en nuestro futuro, que también forma parte de nuestros orígenes, y la literatura nunca dejará de lado eso.
El tema de la etnicidad fue noticia recientemente cuando dos autores que formaban parte del jurado de un premio literario revelaron públicamente en un artículo en "Die Zeit" cómo funcionaba el jurado, afirmando que las decisiones no se basaban principalmente en criterios literarios, sino también en el color de la piel y la etnia. ¿Qué opinas al respecto?
Stanišić: Fue muy interesante ver cómo funcionan estos jurados. El texto en sí mismo intenta defender un concepto de literatura que debería ser independiente de tales características externas. Es decir, solo debería importar la calidad literaria, y no si el autor tiene un color de piel diferente o proviene de otro país. Me parece increíblemente fuerte decir: «Estamos publicando algo, estamos revelando algo que creemos que socava las condiciones bajo las cuales se evalúa la literatura; eso no debería ser así». Me parece muy bien.
Por otro lado, cabe preguntarse si esto no se podría haber resuelto conjuntamente sin hacerlo tan público. Pero al público le interesa esto: tenemos la ilusión de que los premios literarios se otorgan según criterios objetivos, lo que, por desgracia, probablemente no siempre sea así. Por eso estoy un poco dividido. Leí con gran curiosidad y asombro que un premio tan prestigioso aplica criterios no literarios. Pero luego también me sorprendí pensando que probablemente esto sea así con muchos premios. Así que no le demos tanta importancia.
Emprendes un largo viaje de lectura con tu nuevo libro. ¿Puedes evaluar las alegrías? El libro ya está disponible y estoy a punto de presentárselo personalmente.
Stanišić: Me encanta estar en el escenario: en parte porque soy un gran fan, y en parte porque no suelo tener la oportunidad de hablar con quienes han leído el libro. Y luego puedes conocer a los lectores y oyentes en la ciudad. Siempre me alegra hacer estos viajes. Son como pequeñas vacaciones combinadas con una hora y media de trabajo. Tengo muchas ganas.
Ahora escribo algunos de mis textos de tal manera que pienso: Esto podría funcionar bien en el escenario. A veces hay frases ingeniosas que no escribiría necesariamente para el formato de libro, pero sé con certeza que funcionarían bien en el escenario. Considero el escenario y la lectura frente a un público un proceso artístico en sí mismo, uno que es muy importante para mí. A veces escribo mis textos con esta situación escénica en mente, que tiene un toque teatral. Especialmente cuando se trata del humor, porque siempre funciona muy bien en un espacio amplio, cuando la gente se divierte, regresa a casa y piensa: «Escuchamos algo político, pero también nos divertimos mucho». Y eso es lo que mi literatura también debería poder hacer.
El libro tiene un título muy bonito, pero también muy largo: «Si la viuda quiere que le hablen, coloca la regadera sobre la tumba con el surtidor hacia adelante». ¿Qué dice el editor si dices: «Me gustaría que mi nuevo libro se llamara así»?
Stanišić: Son geniales, les va de maravilla. Siempre ha sido una decisión de equipo con todos los libros. Normalmente hay una lista de cuatro o cinco títulos, pero con este, fue tan obvio porque es una pequeña historia en sí misma. La idea de dónde está la "parte delantera" de una regadera, esta ventana, y también el hecho de que uno elige cuándo quiere que se le dirija la palabra son pequeños componentes de una narrativa. Pensé que sería muy bueno para una colección de historias, no tener una sola palabra al principio, sino colocar una pequeña narrativa al principio de la colección que funcione como una pequeña historia en miniatura. Me encanta el título; me gusta mucho.
La entrevista fue realizada por Philipp Schmid .

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