miércoles, 11 de febrero de 2009
El arte de escoger el narrador...
Como no es un bueno intentar correr sin el previo de haber aprendido a andar, vamos a empezar desde el principio respondiendo a una pregunta obvia: ¿Qué es un narrador?
Cuando alguien planea una historia, el primer trabajo es el de imaginar la sucesión de hechos que va a engarzar, y la primera decisión que debe tomar es la de (lo decíamos ayer) decidir quién va a contarla y qué rol desempeña dentro de la historia. Tiene dos posibilidades de partida:
a) La puede contar él mismo: es la más arriesgada; en ese caso, narrador y escritor son la misma persona y la historia será puramente una autobiografía (el autor escribe sobre sí mismo, su vida es el “material” narrativo); o bien puede decidir contar la historia como si la hubiera vivido él mismo, en cuyo caso se estaría convirtiendo en un personaje. Éste es el mecanismo habitual de las narraciones infantiles, en las que un niño/a fabula siendo protagonista de una historia de ficción; en adultos es una estrategia narrativa que no suele funcionar.
b) Puede interponer una “voz” que cuente la historia. Este ejercicio de “distanciarse” de la historia –interponer una voz que narra establece una distancia entre quien escribe y lo narrado- es muy eficaz pues le permite “quitarse” responsabilidad sobre la verdad que hay en lo que cuenta (es el viejo truco de contar algo personal diciendo “tengo una amiga a la que le ha sucedido...” Esa “amiga” será nuestro narrador en ese caso); le posibilita además “meterse” en la historia como protagonista, como personaje, como observador o, simplemente, como un “ojo” y una “voz” que todo lo ve y todo lo sabe, que se puede pasear por todos los rincones, por los afectos de los personajes, por sus pensamientos, etc.
Cuando esa historia se empieza a escribir, una vez se ha decidido quién va a contar la historia y qué rol ocupa dentro de ella, su autor/a debe tener claro cuánto sabe de la historia el narrador escogido (lo sabe todo, sabe lo mismo que el protagonista, sabe menos que el protagonista). Entonces el narrador empezará a contar la historia utilizando verbos en 1ª persona “vi, pensé, obtuve, creí, perseguí...” o 3ª persona (vio, pensó, obtuvo, creyó, persiguió...” Esta decisión implica a las demás porque, si optamos por la 1ª persona, el narrador se convierte en personaje de la historia (protagonista, testigo, etc) mientras que la 3ª persona se puede mover con mayor libertad por toda la trama.
Si esto os resulta complicado, os propongo una práctica: podéis experimentar estas dificultades narrativas contando cuentos a ñiños y pensando quién cuenta la historia y quién la narra. Un ejercicio interesante es el que les propongo a chicos/as de 13-14 años: suelo pedirles que me cuenten una historia utilizando una “voz” de distinto sexo al suyo, eso les obliga a distanciarse. En cierta ocasión, uno de ellos hizo una historia espléndida en la que el narrador no se descubría hasta el final: la historia la contaba... ¡Una baldosa de su habitación! (desde una perspectiva y un ángulo de lo más complicado, imaginadlo por un momento...)
El cine adopta los mismos mecanismos narrativos, pues la cámara (y su movimiento, ubicación, angulación, etc) “narra” también: es ese “ojo” que se cuela en ocasiones allá donde nadie más podría ver (el interior de una habitación donde se observa a un personaje durmiendo solo, coincide con un narrador omnisciente que todo lo ve), ese plano en el que vemos lo que ven los ojos de un personaje coincide con un narrador en primera persona, (que mira por detrás de una puerta o avanza por un pasillo deteniendo su mirada en algún objeto: plano subjetivo, cámara al hombro, etc.,) el picado o el contrapicado... Pero esto será materia de otro día.
Probad esta propuesta y entenderéis lo importante que es escoger el narrador.
Carmen Martín Gaite decía “Una buena historia es más o menos fácil de contar pero hay que saber contar: lo difícil es contarla [...] Temas hay ocho y medio[...] La originalidad no está en el tema sino en la forma de contarla”.
Y si no, imaginad cómo cambiaría el cuento de Caperucita si en lugar de esa 3ª persona que narra fuera el lobo el narrador...
Hasta ahora me resulta interensantísimo, voy haciendo mis pinitos como escritora y me está ayudando mucho. Muy cierto lo de los narradores y efectivamente los protagonistas nos obligan a una interpelación personal. Gracias Jorge por tu esfuerzo.
ResponderEliminarAcabo de leer su articulo porque iba buscando una respuesta ha mi duda existencial: Cómo lo cuento.
ResponderEliminarEstoy escribiendo mi segunda novela, y en la primera ya traté de trabajar con varios narradora para intentar encontrar mi estilo. hasta leerlo a usted pensaba que la mejor forma de narrar una historia es desde la 1ª, cosa que veo que no es así. En este segundo proyecto sigo con dudas, pero con articulos como el suyo puedo seguir valorando.. Creo que me esforzaré por el narrador omnisciente. Muchas gracias