domingo, 17 de enero de 2010
Lamento el retraso, allá vamos "a saco" con "Obabakoak" de Bernardo Atxaga
Incluimos para empezar una entrevista que le hizo Roberto Goñi hace algún tiempo al autor y que nos permitirá entender algo de su mundo.
Bernardo Atxaga
“El mundo no es de ninguna manera, nosotros lo vamos interpretando”.
Seudónimo de Joseba Irazu, Bernardo Atxaga se define como un poeta y novelista que escribe en euskera y castellano sobre lo que le rodea. Nacido en Asteasu (Guipúzcoa), publicó su primer libro de poemas “Ziutateak” (Las ciudades) en 1976, y dos años más tarde “Etiopía”, por el que le fue concedido el Premio de la Crítica. A lo largo de las dos últimas décadas ha publicado más de una veintena de libros de literatura infantil y juvenil, ha realizado guiones radiofónicos y obras teatrales y ha mantenido una estrecha relación con la música vasca, para la que ha escrito numerosas letras de canciones. Pero su mayor impacto literario ha llegado a través de las novelas, con las que ha obtenido un gran éxito en numerosos países, y que han sido traducidas a varios idiomas. La primera, “Bi anai” (Dos hermanos), fue Premio de la Crítica 1985, y “Obabakoak” (Los de Obaba) de 1988, obtuvo el Premio de la Crítica, el Euskadi y el Nacional de Literatura. Considerado ahora mismo el autor más representativo de la literatura vasca, ha publicado también en castellano las novelas “El hombre solo” y “Esos cielos”. Con su última novela, “El hijo del acordeonista”, cierra el ciclo de Obaba y también, de alguna manera, un ciclo personal. Un libro del que algunos han dicho es “la gran novela vasca” y que otros han criticado pagando un precio insospechado, pero que está haciendo alcanzar a Atxaga un gran éxito. Con las traducciones al japonés y al ruso la novela se acerca también en los últimos meses a los lectores orientales.
L.C.M.: Su último libro, “El hijo del acordeonista”, es el fin de una serie de novelas que giran alrededor de un universo muy particular, el de Bernardo Atxaga. Un mundo a caballo entre el realismo mágico del entorno rural vasco, la lírica y las vanguardias. ¿Qué ha supuesto para usted?
B.A.: Bueno, siempre tienes la esperanza por casos anteriores ya que, por ejemplo, “Obabakoak” es un libro muy traducido… pero es algo especial que a uno lo lean en Japón o en Rusia. Pero esta vez ha sido todo muy rápido. Lo bueno, lo malo, todo sucede rapidísimo. Todos los libros son especiales y éste, como bien dices, es el final de un mundo.
Yo siempre he pensado algo que otros también piensan: que en este mundo único hay también otros muchos mundos dentro. Y yo he hablado de uno de esos mundos y ahora, digámoslo de alguna manera, lo he rematado, lo abandono. Todo ha sido especial.
L.C.M.: Hablando de este libro usted ha dicho que ahí está todo lo que piensa como escritor y como hombre. ¿Una especie de catálogo de intenciones del mundo particular de Bernardo Atxaga?
B.A.: Supongo que todos los finales tienen esa intención, esa ilusión de resumir, de repasar, de hacer un retrato de uno mismo y de sus amigos y compañeros, quizá de una generación. En eso hay algo de ilusión, de ilusorio incluso, porque luego, con el paso del tiempo, se ve que el retrato no era tan ajustado, que cada uno tiene un ret rato distinto de los mismos hechos. Pero sí hay en ese libro algo de “hasta aquí he llegado” , como los saltadores de altura. No puedo dar por ahora más de lo que he dado en ese libro.
L.C.M.: En “El hijo del acordeonista” se cuenta la historia de dos amigos, desde el siglo pasado hasta nuestros días. Desde Obaba hasta California, de la infancia a la edad adulta. ¿Cuánto de autobiográfico hay en él?
B.A.: Es inevitable que cuando contamos algo miremos al centro de nuestra vida, quizá un poco más extensa, por eso de que por un lado se alarga hacia nuestros padres y por otro hacia nuestros hijos. Aún así, existe como una centralidad y me parece que no asumir esa centralidad, este egoísmo en sentido literal, sería artificioso porque es difícil hablar con exactitud. Yo nunca me he interesado por la novela histórica porque no habría una exactitud, todo sería más retórico, prefiero la exactitud poética de lo que conozco o he conocido.
.
L.C. M.: En esa exactitud de la vivencia cercana se asientan los dos pilares de este libro: lo rural, con toda su poesía; y el entorno de la banda terrorista ETA, que le ha tocado muy cerca como vasco. ¿Cuál es el futuro de esos dos mundos?
B.A.: Hablamos del mundo rural y parece que señalemos algo concreto, no es tan concreto. Esas divisiones que en sociología se suelen hacer entre el mundo rural y el urbano, luego en la literatura no tienen mucho sentido. Si me permites una anécdota, hace poco tiempo estaba yo en un taxi en Madrid y estaba en un atasco y, para entretenernos le pregunté al taxista qué es lo que ha cambiado, qué percibe y me dijo, el tráfico es ahora una “zarvajada”, cambiando la s por la z y la l por la r. Dijo salvajada exactamente como lo haría en su pueblo en su niñez.. ahí vemos el caso de un taxista que vive en la ciudad y está metido de lleno en el mundo urbano, en contacto con infinidad de personas y, sin embargo, mantiene sus raíces en ese léxico.. con esto quiero decir que los mundos no son de ninguna manera y nosotros los vamos interpretando. Y en mi caso, yo entendí que el mundo rural aquí en el país vasco, pero en otros muchos sitios también, vivía encapsulado. Quiero decir que el arado que yo vi en mi niñez era el arado que exist ía ya en tiempos de los romanos. Que, de repente, como en un compartimento estanco de película antigua, entra el mundo de fuera de esa cápsula y todo eso de deshace, de una manera que trae consigo políticas con un fondo romántico que yo entiendo están abocadas al fracaso. Y esto se produce sin solución de continuidad, de un día para otro. Aquel chico que trabajaba en el pueblo de un día para otro va a la cárcel porque estaba en el comando Madrid. Esto ha sido así y lo que me interesa es ese tránsito y las cosas que ocurren en ese tránsito. Porque en ese tránsito se oye música y uno se enamora y tiene una primera relación sexual, etc.
L.C.M.: Y de todo eso se habla en el libro. También se habla del resurgir del euskera, sirviéndose de una bella metáfora que tiene que ver con las mariposas. ¿En este aspecto es más optimista?
B .A.: En este sentido yo siempre he pensado que vivimos una situación particular. Me explico. Cuando hablamos de la lengua, hablamos de la lengua particular que conocemos o padecemos o disfrutamos, pero al mismo tiempo estamos hablando de todas las lenguas. Yo en la idea de muerte y resurrección que expresa la metáfora que utilizo con las tumbas de las mariposas hablo de cómo las lenguas y las mariposas van muriendo y naciendo al mismo tiempo. Basta la contemplación de cualquier diccionario. En cada página del María Moliner hay un número concreto de palabras, de voces, que ya están completamente muertas, ya nadie las utiliza. Hay otras que van viniendo, que son nuevas. Esto es un proceso vivo. Pero cuando te toca a ti la parte mala, pues te quejas.
L.C.M.: Hemos hablado de la obra de Bernardo Atxaga, nos centramos ahora en la vida del escritor que también es Joseba Irazu, que así es como se llama y que dejó hace veinte años su profesión de librero, licenciado en económicas, guionista de radio, para dedicarse exclusivamente a la literatura. ¿Se ha arrepentido alguna vez?
B .A.: Como decía un escritor alemán, no iba yo hacia la luz, sino que era la oscuridad la que me empujaba… Y de los trabajos que has dicho, había algunos bonitos como el de la radio, pero había otros como el de economista en un banco que a mí particularmente no me gustaba nada. Así es como me lancé, me fui a Barcelona, empecé a hacer traducciones y así fue. En las vidas es difícil evaluar, hay momentos muy buenos y otros muy malos. En general, lo mejor es que, en este momento, mientras mis hermanos y demás parientes están en oficinas pues yo estoy en casa, un poco a mi aire, trabajando pero a mi aire.
L.C.M.: ¿En qué está trabajando?¿Cuáles son sus próximos proyectos?
B .A.: Estoy pensando casi constantemente en Francia porque todo lo que va a ir en el próximo libro tiene que ver con Francia, con su literatura, con sus gentes, con personajes que van o vienen de Francia.. y poco a poco voy por ese camino. Por eso tengo ahora delante una enciclopedia sobre ese país.
L.C.M.: En su trabajo también existe un vínculo con el cine. Su novela “Obabakoak” está siendo llevada al cine por el director navarro Montxo Armendáriz, ¿está supervisando el trabajo?
B .A.: Yo llamo de vez en cuando a Montxo Armendáriz y lo veo muy concentrado. Lleva concentrado casi cinco meses, así que me parece que va a hacer una buena película. El ha ido muy en serio, está trabajando noche y día. Creo que el montaje lo están acabando ahora mismo y creo que ahí había alguna dificultad por los lagartos que aparecen en la novela que también aparecen en la película y me pareció entender que era más difícil moverlos en el cine que en las páginas de mi libro. El Obaba de los libros está ubicado paisajísticamente en una zona de Navarra que es el Roncal.
L.C.M.: Y ahí cerca vive usted, en plena montaña, en un pequeño pueblo. No se ha ido a vivir a una gran ciudad, ¿por coherencia?
B .A.: Es que ahora vivir en un pueblo pequeño es muy distinto a como era cuando nuestros padres vivían en ellos. Ahora la gran ventaja para mí, aparte de las carreteras o los aeropuertos, es que tengamos acceso a esa red de información llamada internet. Así que yo puedo decir que soy capaz de estar conectado a internet viendo qué conferencia sobre Francia se está dando en Nuevo México, mientras por la ventana veo un rebaño de ovejas y su pastor ... a mí lo que no me gusta es la monotonía en ningún sentido.
L.C.M.: Bernardo Atxaga, muchas gracias. B .A.: Gracias a vosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario