sábado, 30 de marzo de 2019

El miércoles 3 de abril a las 19.30h nos vemos para hablar de "Invasión" de David Roas





El miércoles 3 de abril nos vemos para hablar de "Invasión", de David Roas. No podremos contar con su presencia por motivos de fuerza mayor, pero otra vez será...

Allá van unas cuantas reseñas.

RESEÑAS SOBRE "INVASIÓN" DE DAVID ROAS
Invasión, de David Roas (Editorial Páginas de Espuma, 2018)

https://www.ocultalit.com/narrativa/david-roas-invasion/
Escrito por David Pérez Vega 24 octubre, 2018

En la pasada Feria del Libro de Madrid, entrados ya en el último fin de semana, me acerqué a la caseta de la editorial Páginas de Espuma. Quería saludar a su editor, Juan Casamayor, y comprar Invasión de David Roas (Barcelona, 1965). Ya he contado más de una vez que cuando llega el verano me apetece leer literatura de género, concretamente ciencia-ficción y terror, los géneros con los que crecí.

David Roas es profesor de literatura en la Universidad Autónoma de Barcelona y, por lo que sé, está especializado en literatura fantástica. Hace unos años fui a la librería Tipos infames de Madrid para escuchar una charla sobre este tipo de literatura en la que él participaba, y recuerdo que sus aportaciones me resultaron muy interesantes. Sabía también que Roas había recibido en 2010 el premio Setenil al mejor libro de cuentos con Distorsiones, y tenía curiosidad por los cuentos de Invasión.

Invasión está formado por diecinueve cuentos, divididos en tres bloques. Sus dimensiones son bastante variables; desde las catorce páginas de La casa vacía hasta las dos líneas del microrrelato En la consulta del doctor Schrödinger.

El lector comienza el libro acercándose a su relato más extenso, La casa vacía, que es un homenaje explícito al maestro de Providence H. P. Lovecraft. Así que para mí, que he recorrido las calles de Providence en busca de los pasos de Lovecraft, y me he alojado en un hotel que aparece en una de sus novelas, éste es un buen comienzo para acercarme al universo de Roas. En La casa vacía se narra la historia de un profesor –posiblemente español– que se encuentra becado en la universidad de Providence para estudiar, precisamente, la obra de Lovecraft. Nuestro narrador empezará a obsesionarse con un jardín en el que no parece haber nunca ardillas o pájaros. Un cuento que puede acabar siendo tanto un homenaje a Lovecraft como a Poe.

Diría que, en muchos de estos relatos, Roas juega al modelo de cuento de terror de Henry James; es decir, en gran parte de estos cuentos –por ejemplo en el comentado, La casa vacía–, puede existir una interpretación fantástica (existe en el universo planteado algo que rompe las normas de lo real; por ejemplo, el narrador puede verse a sí mismo desde fuera, o puede ver un fantasma o a una persona muerta) o una interpretación psicológica (el narrador está perturbado y cree ver lo que no existe).

Bajo este prisma de la doble interpretación se pueden leer también relatos como Cerezo Rosa, que juega con la idea del asesinato con complemento fantástico (o de locura) y Casa de muñecas, que se adentra (y no será la primera vez) en el mito de las muñecas diabólicas. Me llama la atención el acercamiento a la cotidianidad española que plantean estos dos relatos, con un viaje a Benidorm de por medio y una infelicidad muy de clase media en Cerezo rosa, y la extrañeza de un hombre ante los gustos de la mujer con la que ha ligado esa noche y que le ha llevado a su casa en Casa con muñecas.

Aunque el primer cuento, La casa vacía, resultaba para el lector español más exótico, al estar localizado en Providence, en realidad hablaba también de realidades muy cotidianas.

Digamos también que, en la mayoría de sus narraciones, David Roas juega a la elegancia del cuento de terror inglés a lo M. R. James: la imagen de algo que no es real (un fantasma, por ejemplo) rompe con una cotidianidad que no parece, en principio, amenazante. Otros escritores de terror actuales, como Thomas Ligotti o Mariana Enríquez, apuestan por crear una atmósfera muy asfixiante y enfermiza, que introduce al lector en un mundo ya de por sí perturbado y fuera de lo cotidiano.

Sin embargo, Roas practica muchas variantes del cuento de terror en Invasión, y en Altruismo sí que nos introduce, como punto de partida, en un universo perturbado. En Altruismo, una epidemia ha convertido en «bestias» (seres muy parecidos a los «zombis», o bien «zombis» propiamente dichos, al estilo de George A. Romero) a la mayoría de la población, y el narrador sobrevive en un edificio, junto a un grupo de ancianos que cada vez le van irritando más. Creo que Altruismo se ha convertido en mi cuento favorito de este libro; es el cuento en el que Roas se ha acercado más a la serie B y donde le he visto más suelto y desmelenado, con unos toques de humor negro muy divertidos.

No me ha acabado de convencer Hambre, un cuento que acaba siendo una broma sobre un editor que publica bestsellers infumables y que, debido a unas estrambóticas circunstancias, se tiene que acabar comiendo (literalmente) sus libros.

Tampoco me ha gustado el microrrelato de cinco líneas Mitos omitiéndose, demasiado conceptual, o demasiado corto para mi gusto. Lo mismo ocurre con el microrrelato En la consulta del doctor Schrödinger, de dos páginas. En cambio, sí que he disfrutado con otros microrrelatos de este libro, en los que se plantea un inquietante juego con los espejos.

En un relato como Trabajos manuales, sobre un niño obsesionado con la muerte y los ataúdes, se juega a la idea de la persona perturbada (en la inquietante modalidad del niño), sin que aparezca ningún elemento fantástico. Por tanto, Trabajos manuales representa otra variante en este conjunto de cuentos.

Guerreros es un relato que juega con el punto de vista narrativo, sin llegar a incluir elementos fantásticos. En él, el lector leerá con desconcierto unas páginas que cobrarán su verdadero sentido al final del relato.

Estos dos cuentos me han gustado especialmente.

Agua oscura es el relato que abre el segundo bloque, Cuerpos. Es una apertura similar a la del primero, ya que si La casa vacía homenajeaba a Lovecraft en su Providence natal, Agua oscura es un homenaje al Frankenstein de Mary Shelley y sitúa su acción junto al lago Lemán de Suiza, en la Villa Diodati. De nuevo un profesor de literatura viaja para asistir a un congreso en el que se hablará del nacimiento del mito de Frankenstein, de Mary Shelley, Polidori o Lord Byron, y de nuevo el profesor verá algo que puede ser una ruptura de lo real o una consecuencia de su mente perturbada.

Un relato como Amor de madre sí se adentra en lo siniestro y lo perturbador. Me ha gustado este relato. Simbiosis nos lleva también a un juego de invasión perturbadora, que me ha recordado a algunas narraciones del Stanisław Lem en Máscara.

Invasión es un libro de cuentos de terror muy variado. Se nota que David Roas es un experto en la materia, en la que además de teórico ejerce de creador, y se mueve con soltura en diferentes registros literarios. Lógicamente, he conectado con algunas de sus propuestas narrativas más que con otras, pero, en general, considero que Invasión es un buen libro de relatos.

DE AGENCIA EFE en diario.es

El escritor e historiador de la literatura David Roas, una de las grandes voces del cuento en español, explora "el terror en un sentido amplio" en su último volumen de relatos, "Invasión", por el que deambulan niños zombies, alfombras fantásticas o menores constructores de ataúdes.

Roas ha explicado en una entrevista concedida a Efe que el reto de este nuevo volumen era "escribir por primera vez un libro entero dedicado a cuentos inquietantes, fantásticos", pues en sus libros anteriores esos elementos se mezclaban con humor o con lo grotesco, incluso con la autoficción.


En "Invasión" (Páginas de Espuma) Roas explora el terror cotidiano, el que provocan los objetos con los que convivimos y que tienen su lado oscuro, porque es el lado de lo fantástico que más le interesa: "Me gusta hurgar en el día a día, tiene una raíz muy cortazariana y cualquier objeto, como en este caso una alfombra, si le das una vuelta puede derivar a lo fantástico, o esa mujer con una dentadura que canta de manera autónoma".

En bastantes relatos recurre a los niños, fruto de su experiencia con la paternidad: "En mi vida se ha colado un niño desde hace cinco años y medio para bien y para mal, y deja huella".

La idea del autor es no dejar ninguna arista sin explorar y por eso no descarta un cuento con un niño zombi, el niño que hace ataúdes, o el niño monstruo, pues "a menudo nos obsesionamos con la inocencia de los niños, y es interesante sacarlo de su dimensión inocente como hace la película 'El otro' (1972), de Robert Mulligan".

"Utilizar a niños sigue siendo provocador", señala Roas, que recuerda que cuando muestra en la universidad el filme "¿Quién puede matar a un niño?" (1976), de Narciso Ibáñez Serrador, "todavía provoca inquietud".

La huella de Lovecraft, Edgar Allan Poe o Mary Shelley son claros referentes de este volumen y el propio Roas admite que es "fan de Poe por encima de todo".

A Lovecraft dedicó parte de 2016 durante una beca de investigación en la Universidad de Brown en Providence (EEUU) y "era inevitable que saliera un cuento inspirado de aquella experiencia".

Roas establece en "Invasión" "un diálogo permanente" en forma de homenajes a otros autores, como Cristina Fernández Cubas, el Rod Serling de "The Twilight Zone, Mercedes Abad, Eduardo Berti o parodiando a George A. Romero. "No sé escribir en el vacío, veo series, leo género fantástico", apunta en este sentido.

No faltan autorreferencias a su anterior libro de cuentos, "Distorsiones", que comparte con "Invasión" ese gusto por el terror cotidiano.

"Cosas que no me atreví a hacer entonces derivan en 'Invasión' en una búsqueda de otras salidas a lo fantástico, y así el relato "La casa vacía" es una respuesta a "La casa ciega" de "Distorsiones"

Quizá el cuento más "famoso" sea "Agua oscura", por conmemorar el 200 aniversario de la reunión de Villa Diodati en la que nacieron el precursor de Drácula y Frankenstein.

Reconoce Roas que "el cuento fantástico ha recibido un doble maltrato en España: por parte del mundo de la edición, que lo consideraba un género de segunda fila, y por parte de la universidad, pero en los últimos años la situación ha cambiado y hay cada vez más tesis doctorales que lo analizan, y cada vez hay más escritores que publican fantástico. Además, la crítica no tiene ya reparos en valorarlo".

El autor, uno de los principales estudiosos del género en España, considera que "al igual que sucede con la novela negra, el fantástico, tanto real como sobrenatural, tiene su apogeo coincidiendo con períodos de crisis".

Roas percibe que "hay una crisis general de nuevos miedos que la gente está explorando, y el fantástico reproduce el miedo más metafísico o filosófico del mundo" y por eso no es casual, añade, el éxito de tantas series de televisión, desde la ciencia ficción de "Black Mirror", que muestra el horror de la tecnología o del control humano, hasta "Stranger Things", que juega más con lo sobrenatural.

En https://laorilladelasletras.blogspot.com/2018/10/resena-invasion-de-david-roas.html

De Cristina Monteoliva

Nos dicen desde los libros, internet y demás medios que tenemos que salir de la zona de confort, que nos estamos acomodando demasiado y a la larga, eso no será bueno. Mientras tanto, yo sigo repitiendo que la zona de confort es una falacia, que en cuanto crees estar cómodo con tu vida, tus rutinas y aficiones, llega algo que lo fastidia. Algo que puede ser más o menos esperado. O algo que nos pilla tan de sorpresa, que la tomamos como lo que es: una irrupción desagradable. Una invasión. Y si no, que se lo digan a los protagonistas del libro del que hablaremos hoy, ni más ni menos que de David Roas titulado así, Invasión
Invasión, el nuevo libro de cuentos de terror y misterio no exentos del peculiar sentido del humor del ya veterano en el mundo de la narración breve, David Roas, nos ofrece diecinueve piezas de extensión variable repartidas en tres apartados: Objetos, Cuerpos y Cuentos dictados. Las tramas de los distintos relatos, todas ellas diversas, giran siempre, sin embargo, alrededor de algún tipo de invasión, es decir, cualquier tipo de entrada por la fuerza, ocupación irregular o anormal de un lugar, entrada injustificada (de algo o alguien) en las funciones ajenas o aparición de un sentimiento que se apodera del protagonista de la trama.
La invasión, esa intromisión por la fuerza en la vida del protagonista de turno, será un factor fácilmente identificable por el lector en algunas lecturas. En otros de los cuentos, su hallazgo requerirá de la reflexión por parte del que se enfrenta a la obra.
En ocasiones, la invasión podrá ser ocasionada no solo por un elemento, sino varios, lo que, sin duda, resultará mucho más interesante.  Por si todo esto os resultara poca cosa (espero que no, que estéis pensando justo lo contrario), en este volumen nos encontramos con un cuento titulado Invasión en el que queda claro que a veces una invasión se convierte en secundaria cuando intentamos evitar otra que creemos mucho peor.
El libro comienza con el apartado de título Objetos en el que encontramos los títulos La casa vacía, Trabajos manuales, Cerezo rosa, Casa con muñecas, Invasión, Destino y Hambre. En estos relatos, aquello que el lector percibe, a simple vista, como elemento invasor es un objeto inanimado: una casa abandonada (o casi) en una calle llena de viviendas bien valoradas en la que una vez vivió un escritor famoso; los siniestros y pequeños ataúdes que un niño construye; la dentadura postiza que una anciana sigue conservando seis meses después de la muerte de su marido; las muñecas con la que una mujer adulta recibe a su amante de turno; una mancha en una alfombra que se resiste a ser eliminada; la inexistente planta de un hotel; o los libros, tan exitosos como infumables, con los que queda aprisionado su editor.
En el segundo apartado, Cuerpos, compuesto por los cuentos Agua oscura, Amor de madre, Simbiosis, En la consulta del doctor Schrödinger (relato encontrado), Guerreros, Infinitos, Mitos omitiéndose y Altruismo, el elemento invasor puede identificarse con un ente o entes vivos o que en algún momento lo estuvo (o estuvieron). Así, en estos relatos nos encontraremos con misteriosas apariciones en una villa con mucha historia literaria; un inquietante hombre con la mente de un niño perturbado que juega con muñecas que no lo son; una guerra entre un humano y unas hormigas que acaba de forma sorprendente;varias paradojas que nos remiten a la ciencia y a la mitología; sucesos que se repiten eternamente, para castigo de los que los viven; y un niño zombi que, desde el tobogán en el que se ha instalado, llama la atención de un superviviente al apocalipsis.
Por último, nos encontramos con el apartado Cuentos dictados, que contiene los textos de El otro, Tras los pasos de Alicia, Reflejos y Hora del cuento. En todos estos cuentos nos encontramos con un padre que habla de su hijo, de lo que para ese niño resulta una invasión. Si bien los tres primeros relatos podrían leerse con los capítulos correlativos de una historia mayor, una con un espejo como elemento que produce la acción, el tercero nos traslada a un dormitorio infantil, a la hora del cuento, de irse a dormir y, en definitiva, de acabar con la lectura de este libro.
Invasión, en resumen, es un original libro de relatos llenos de buenas letras, terror, intriga, humor negro e invitaciones a la reflexión. Una obra que no solo hará salir a sus protagonista de la zona de confort, sino también a los lectores de formas totalmente insospechadas. ¿Te atreves a comprobarlo?

De Peregrina Martín en https://menoknownothing.wordpress.com/2018/06/01/david-roas-invasion/



Adictivo.

Engancha esta Invasión que escribe Roas: después de Distorsiones y Bienvenidos a Incaland sigue siendo un referente en el cuento fantástica el ensayista catalán: divierte, subvierte y pervierte: es divertido comprobar que lo escrito con calidad nos haga sonreír y que las situaciones creadas con imaginación puedan rebosar de ironía; subvierte el orden que él mismo nos presenta desde la normalidad -también desde la extrañeza- y pervierte la lectura que tranquilamente necesitamos hacer: nuestra capacidad lectora tiembla ante una página, una frase, una escena.

Irrupción

Irrumpe en la normalidad, una extrañeza plagada de unas bellísimas descripciones, justas, medidas: la experiencia de Roas es única para recrear una ambientación creíble -primera persona, lugares que poco a poco nos van siendo familiares, vivencias de profesores y alumnado…- unos diálogos contados y mínimamente marcados en la página lo que nos hace sentir que todo es un compacto bloque literario, sin una interrupción concreta, con una interrupción en el orden, eso sí, que nos hemos creado nosotros.

Roas incomoda, su literatura también: incomoda porque busca el límite de lo real (ensayo) o límites de la fantasía, pero desde un extremo que sigue el lector incómodo, las frases se tornan precisas, los personajes comienzan a enrarecerse y cómo no, las acciones son fundamentalmente las que nos llevan de la mano hasta los finales sorprendentes, tranquilos, abruptos.

El título del libro, como los de las partes, podemos ir poco a poco encontrándolos entre los cuentos que conforman el volumen: además de las autorreferencias (oh, dios, la 201: pensaba yo, al menos no hay una llama… pero sí un koala), los homenajes a Lovecraft o Poe se huelen, se sienten y se viven.

La literatura de Roas se nutre, como todas las literaturas decentes y memorables, de otras: las referencias potentes de Byron, Polidori o Mary Shelley conforman un singular fresco en “Agua oscura”, a mi entender una de las mejores excepciones a la normalidad que Roas nos ofrece.

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Otros imprescindibles que no olvidaremos (lo memorable, recordamos): “Destino”, ejemplo de microrrelato de final espectacular, que fluye naturalmente en esos márgenes que busca el personaje y el escritor nos “introduce en vena” con seis párrafos, explicando lo justo, decidiendo omitir otras perfecciones en aras de lo imperfecto (ese piso 13, no deja más que una habitación, la 201, claro): y es que toda autorreferencia es una asunción de los miedos personales. Así, los personajes (esas primeras personas, esos yo que pululan por el libro intentando ser “normales”) prefieren homenajear a la literatura (comer papeles, ser actores, escribir sueños…), ser uno con quien lee: como lectores no nos resistimos, apenas nos dejamos llevar por unas frases, hemos caído en las redes literarias de Roas.

“Amor de madre” me ha dejado sin palabras: es un claro ejemplo de lo que Roas persigue. El relato aguanto dos, tres y no sé cuántas lecturas. Es único. Enorme. Colosal. Punto.

Termino riéndome de la vida con este libro y de eso se trata también: preocuparnos hasta la risa, y eso lo consigue Roas con una calidad nueva: “Mitos omitiéndose” es, desde el título, de una belleza arrebatadora.

Leed Invasión, maditísimas criaturas. Al menos cuando suceda, moriréis en plenitud de agobio, con una sonrisa, habiendo contemplado mundo y personajes que nos preocupan hasta formar divertidas y delicadas piezas literarias

En El cultural https://www.elcultural.com/noticias/letras/David-Roas-Escribo-fantasia-para-dar-sentido-a-la-realidad/11986

Entrevista de Miguel Serrano a David Roas

David Roas: "Escribo fantasía para dar sentido a la realidad"
El escritor barcelonés publica Invasión, su nuevo libro de cuentos que reflexiona sobre los límites entre realidad y ficción
MIGUEL SERRANO | 03/05/2018 


David Roas

Vivimos en un mundo caótico y absurdo, en el que la rutina nos oprime y nos envuelve cada día. Esta idea subyace detrás de los cuentos que David Roas (Barcelona, 1965) presenta ahora en Invasión, el libro que publica Páginas de Espuma, y que pretende "poner a prueba la cotidianeidad de nuestras vidas, todo aquello que repetimos día a día y que nos acaba atrapando en una distorsión delirante que creemos que tiene sentido pero no lo tiene". 

Uno de los cuentos del libro, "Infinitos", parte precisamente de esa premisa llevada al extremo. En él, todo se repite cada dos minutos, en una situación que recuerda a la película Atrapado en el tiempo, "cómica pero angustiosa", de la que el autor se reconoce admirador y de la que recuerda una escena "gloriosa", en la que el personaje interpretado por Bill Murray, que está descubriendo lo que le sucede, pregunta a dos lugareños qué les parecería si todos los días se repitieran una y otra vez, y uno de los vecinos, levantando su cerveza, responde: "Bienvenido a mi mundo". Ese es el verdadero horror, porque, como escribe Ignacio Padilla en una de las citas que abren el libro, "el ángulo del horror se encuentra siempre a escasos grados de nuestra rutina".

"Una de las cosas que más me interesaban es pensar de dónde surge lo fantástico, qué procedimientos mentales utilizamos para generar esa visión distorsionada y fantástica de la realidad", explica Roas. Todo escritor intenta ordenar aquello que ve, aquello que vive. La vida es compleja y terrorífica en muchos aspectos, y "la fantasía es mi manera de rellenar la realidad y darle sentido". 

P.- ¿Es tan delgada esa línea roja? ¿Es tan frágil nuestro equilibrio?
R.- Somos seres tan cotidianos que nos hemos acostumbrado a que todo gire en el mismo sentido, y el hecho de que una ruedecita deje de funcionar nos trastorna enormemente, y a mí siempre me ha gustado explorar eso. A mí me cansa, aunque soy lector y espectador, esa fantasía de grandes fuegos de artificio. A mí me gusta esa realidad cotidiana, estúpida, banal, en la que cualquiera siempre nos reconocemos y a la que estamos sometidos y en la que, de golpe, si nos quitan un tornillito todo se descontrola, y todo nos lleva hacia la situación más delirante y humorística o hacia el horror más absoluto. Ese es el ángulo del horror, pero en el fondo hay una verdad: esto es un caos y un delirio absoluto que nadie entiende, pero en el que siempre estamos sentaditos y tranquilos, y sólo necesitamos un pequeño empujón para que nos movamos en otra dimensión. 

P.- Sin embargo, a pesar de esa premisa angustiosa, el humor tiene bastante peso en los cuentos, y una fuerte dosis de ironía. ¿A qué se debe ese toque?
R.- En este libro no hay humor en primer plano y no hay cuentos hechos para la risa, pero el humor está presente porque es mi modo de ver el mundo, y, al escribir literatura fantástica e inquietante, a veces te ríes de ti mismo. Si escribes un cuento de zombis, cuando todo el mundo ha hecho ya algo del tema, y todos estamos hartos de verlos, el humor sirve para darle un poco de nueva vida, de cambiar las expectativas del lector, cambiar la posición del personaje, porque, hasta que no entra el horror, las situaciones son muy irónicas. Pero el humor va desapareciendo a medida que te vas metiendo en la historia. Y ese es un camino que a mí me gusta mucho explorar: cómo el humor acompaña pero no domina, sino que siempre está lo inquietante por encima de todo.

P.- ¿Esa es la Invasión a la que se refiere con el título?
R.- Sí, y además las formas de invasión son diversas, y creo que eso ayuda. Porque a lo mejor ahora yo tampoco me creería a mí mismo si hiciera un cuento puramente serio de monstruos. En casi todos los cuentos hay primero una posición de burla, de distanciamiento irónico, antes de que lo inquietante arranque. Es cierto que hay algunos cuentos sin una pizca de ironía, pero de algún modo es eso. A veces la realidad la vemos con esos ojos burlones, pero de repente irrumpe el horror.

P.- Los cuentos, además, están llenos de referencias culturales, desde Poe y Lovecraft, hasta The Twilight Zone. ¿Son un homenaje o han salido solas?
R.- Siempre se lo explico a mis alumnos. Vivimos en una red. Hay escritores que dicen que jamás podrían dejarse influir por el cine o la televisión. Yo no soy así. Yo he consumido desde niño cine y televisión, he leído muchos libros y cómics, videojuegos menos pero también… Inevitablemente, eso está en mí. Y a mí, que me gusta establecer esas redes, me sale muy fluido sembrar esas referencias. Por ejemplo, si tengo que describir una casa, en lugar de decir: "La casa parecía oscura y tétrica", yo prefiero decir que parecía sacada de The Twilight Zone, y con eso yo ya sé que el lector lo va a entender. Todo lo que me ha marcado a mí está en mis cuentos. Todo lo que vemos cuando consumimos y vivimos queda en nuestra cabeza, y por eso prefiero sacar mis historias de ahí. 

Como ya he escrito alguna vez, la ficción es la medida de todas las cosas. Durante el día consumimos tanta ficción como realidad, y a mí me resulta más cómodo referirme a la ficción. Sé, como escritor, que muchas de estas conexiones las van a disfrutar los lectores, pero no es algo que me imponga, sino que sale fluido, porque son las cosas que me gustan. Muchos no se enterarán, pero para mí es como un pequeño juego. El que las capte lo va a disfrutar, y al que no, no le va a entorpecer. Es también un modo de que el lector acceda más al interior del cuento y se sienta más identificado. 

P.- ¿Hay mucho del autor en estos relatos, entonces?
R.- Yo siempre digo, como supongo que lo dirá cualquiera que escriba, que inevitablemente te inspiras en cosas que has vivido. Todos los cuentos (o la inmensa mayoría) parten de experiencias propias. En todo lo que he escrito hay cosas que he vivido o cosas que he leído. Además, muchos de los cuentos no los habría podido escribir sin la experiencia de haber tenido un hijo. Mi hijo me proporciona muchas historias y me supone un esfuerzo, porque me obliga a contarle cuentos cada noche. Mucho de lo que cuento en el libro son cosas que me han pasado a mí realmente, pero distorsionadas. Hay también muchas fobias y miedos míos. Los espejos siempre me han inquietado muchísimo, y también las muñecas (las antiguas, no las de ahora).

P.-Los personajes del libro son muy diferentes entre sí. Cada cuento tiene como protagonista a un tipo diferente de persona. Pero, ¿qué tienen en común?
R.- El otro día, cuando le pasé el libro a mi mujer para que me hiciera correcciones, me dijo que todos mis personajes estaban siempre muy solos. Pero creo que es algo muy natural en mí, que me pasa en todos los libros. Aunque mis personajes tengan familia y amigos, las experiencias son muy solitarias. Y creo que lo fantástico y el terror exigen que, o el texto sea muy coral y que haya muchos personajes involucrados (bueno para la novela, no para el cuento), o la experiencia con lo inquietante del individuo deba ser a solas, lo que es muy apropiado para el cuento, con su rapidez y brevedad. Y son también seres que están un poco intentando acomodarse a la distorsión, en vez de dejarse llevar por el terror, sabiendo que no se puede. El modelo de mis personajes, en general, es un tipo un poco perdido y solitario, que se ve sobrepasado por una realidad cotidiana que se va expandiendo a su alrededor. 

P.- ¿Cuál es la situación actual del género fantástico?
R.-Buena. Vivimos buenos tiempos para el fantástico. Ahora no sólo hay buenos autores, que siempre los ha habido, sino que las mismas editoriales están prestando mucha más atención, ya no existe esa idea de que la fantasía es subliteratura de segunda clase. Los escritores, además, hemos perdido un poco el respeto. O sigues siendo el escritor que te mueves por un sector más friki y por otros ambientes, o las editoriales ya no tienen mucho problema en publicar libros con cuentos fantásticos junto a cuentos realistas, o libros compuestos solo por cuentos fantásticos, como Ajuar funerario, de Fernando Iwasaki, que es un fenómeno. Hay ahora muchos autores muy buenos de literatura fantástica, que se ha ido normalizando desde los años ochenta. Creo que vivimos un gran momento porque hay escritores y hay lectores, y también porque las editoriales han abierto ese camino. 

Despreciar a lo fantástico es despreciar a Poe o a Lovecraft. Otro buen apoyo de la literatura es todo lo que está pasando en la televisión. Después de años en lo que lo fantástico parecía un poco de segunda fila, tenemos ahora series como Stranger Things o Black Mirror, que son ciencia-ficción, pero bueno, en las que las grandes productoras están apostando por el género, porque ahora se está consumiendo mucho, aunque siempre se ha consumido. 

Reseña de Lluis Satorras


David Roas revela en su nuevo libro su idea sobre lo que es un cuento fantástico y el valor de su práctica

En el primer cuento del nuevo libro de David Roas (Barcelona, 1965), profesor universitario, teórico y escritor de literatura fantástica, un relato modélico escrito con la pasión necesaria y el cuidado debido, se revela su idea sobre lo que es un cuento fantástico y el valor de su práctica. Precisamente, el protagonista es un profesor que se encuentra en Providence, la ciudad de H. P. Lovecraft, gozando de una beca para estudiar la obra de este maestro del relato terrorífico. Sin diálogos, sin personajes secundarios, el relato avanza describiendo “una vida rutinaria y metódica” y un escenario (las calles, las viviendas) pulcro y ordenado.


Aparece una única anomalía que va produciendo extrañeza a medida que el narrador la va examinando hasta el estallido final, una “suspensión o transgresión maligna”, por decirlo en términos lovecraftianos. Lo que sigue no le va a la zaga. Hay tres cuentos que tratan de muñecas, uno gótico protagonizado por un niño inquietante, un relato malicioso que presenta un apartamento invadido por estos artefactos molestos que muestran, al final, especiales habilidades sexuales y, por último, el más terrorífico, en que las muñecas quizás no son tales.

Roas, bien decidido a mostrar distintos modelos genéricos, presenta también un relato policiaco muy bien graduado. Quedan unos cuantos más, entre ellos una broma para el lector y el doctor Schrödinger, ya saben, el del gato encerrado que está vivo y muerto, un enigma que pertenece al libro entero.



Reseña de Pozuelo Yvancos

David Roas, una fantástica manera de contar cuentos
El escritor barcelonés sabe de relatos casi más que nadie. Además de la teoría domina la práctica, como se demuestra en su último libro, «Invasión»
JOSÉ MARÍA POZUELO YVANCOS
@ABC_Cultural
Actualizado:
23/05/2018 00:25h
A la gran maestra del cuento fantástico en español, Cristina Fernández Cubas, le ha salido un discípulo, que además lo reconoce al dedicarle uno de los mejores de este libro, el titulado «Amor de madre», con un final sobrecogedor, con esa docilidad inquietante del niño peinando una muñeca. Amenazador. Freud acertó en su ensayo Lo Ominoso (Das Umheimliche) a cifrar una categoría que es algo más que estética, es una vivencia del lector que en esta colección de cuentos de David Roas se recorre en distintas situaciones.

En otro cuento titulado «Altruismo», que ha servido al ilustrador para la cubierta, un inquietante niño sentado arriba de un tobogán, en una barriada que se ha ido quedando desértica, parece esperar al narrador protagonista, cuando únicamente quedan en la ciudad unos viejos inválidos a su cargo. Lo que mejor define a David Roas como escritor de cuentos es que conoce perfectamente la técnica que sirvió a los grandes del cuento fantástico (algunos aparecen citados aquí, con Lovecraft a la cabeza), porque es el máximo especialista español en su estudio y edición. Pero alguien puede saber mucho de un género y no ser buen creador. No es el caso de David Roas, que es muy bueno, ha sido reconocido incluso con el Premio Setenil por su libro Distorsiones, y aún pudo ganarlo posteriormente de nuevo.

Su estilo gusta de acomodarse a lo que son los clásicos del género con la particularidad de que acentúa el inquietante lugar tanto de los objetos como de los niños. Y no hay objeto que de manera más directa nos lleve a los niños como las muñecas, que protagonizan más de un cuento, incluso se sirve de ellas, para extraer de las baldas de muñecas que miran una relación de una pareja y un final inesperado, irónico y desternillante. Pero no es la risa la reacción común. La que impera es la extrañeza, como si cada asunto pudiera tener una faz desconocida, en la que no habíamos reparado antes. Otro elemento que arranca expresividad es el espejo, que es de por sí el objeto más literario que puebla cada casa, pero que en uno de los cuentos multiplica las existencias al hacerse añicos.


Frankenstein
Si la extraña casa habitada en Providence nos llevó a Lovecraft, en el cuento que inaugura el libro titulado «La casa vacía», será el lago Leman el que recree un homenaje inteligente al hijo del doctor Frankenstein, y a Mary Shelley en el relato «Agua oscura», que cuenta lo que ve el narrador en una visita de especialistas en cuento fantástico a Villa Diodati, una vez se separa de la casa y se adentra en el bosque. Otro signo de calidad de Roas es el uso que hace del relato hiperbreve, reduciéndolo primeramente a la última y escasa sección del libro, pero sobre todo porque evita que se sostenga en una gracieta, verdadera amenaza de muerte en otros cultivadores del género menos avezados. No puedo dejar de señalar que es una suerte que este libro de cuentos lo sea, todos responden a una poética consciente, coinciden en la modalidad de lo fantástico, y, sobre todo, reconforta ver un uso inteligente e inspirado que camina más hacia la cotidianeidad de lo que puede sucederle a un hermano (o un padre o una hija) que a fantasmagóricas criaturas de otro planeta.












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