INCLUIMOS UNAS RESEÑAS SOBRE EL LIBRO DE ESTE MES: LA HERENCIA DE EZSTER, DE SÁNDOR MÁRAI
La caída del muro de Berlín, en 1989, hizo que ese año fuese uno de los tantos en los que se ha dicho que hubo una especie de renacimiento. Pero no sólo el mundo marchó en esa dirección. La obra del ahora anónimo Sándor Márai también lo haría: no porque se hubiera publicado su obra cumbre, o porque se le hubiera entregado un reconocimiento, sino por su muerte, provocada por el disparo que se pegó en febrero de ese mismo año, solo y en el olvido absoluto.
En ese momento el mundo literario había echado a un lado al escritor que otrora fuera puesto al mismo nivel de Thomas Mann y Stefan Zweig. Un escritor que había sido ejemplo consecuente de dignidad y honra humanas acababa de morir, y a muy poca gente le importaba. Es más, con seguridad, pocas personas lo supieron.
Había nacido el 11 de abril de 1900, en la primavera que apenas daba bienvenida al nuevo siglo, a pesar de que hay quienes afirman que el siglo en verdad empezó en 1914, con la Primera Guerra Mundial. En ese año Márai, en plena adolescencia, vio cómo Hungría, su país, estaba sufriendo un aparatoso cambio. Era la destrucción de la armonía que no volvería a ver nunca, y que quedaría plasmada en varios de sus libros.
Como secuela de la Revolución bolchevique de 1917, en 1919 llegó a Hungría la Revolución socialista de Béla Khun, a la que Márai adhirió y respaldó en artículos escritos para varios periódicos, algo que luego le reprocharía la derecha. Para ese momento, y como rastro de la guerra mundial, su país fue mutilado y separado de casi dos terceras partes de su territorio, lo que dejaría en él y en sus compatriotas una sensación de injusticia. Esta realidad tendría un impacto enorme en el pensamiento de Márai, en sus simpatías, en el amor incondicional a su patria, y de allí mismo, en la decisión de escribir únicamente en su lengua materna.
Así se empezaba a vislumbrar su carácter, que, según Márai, es aquella fuerza especial o disciplina que hacen falta para la creación, cuya energía se empieza a evidenciar al momento de surgir sus primeras obras en la década de 1930, como Los rebeldes, Confesiones de un burgués, o La extraña, publicaciones (algunas traducidas al español) que le darían reconocimiento en Europa.
En estas obras ya dejaba ver algo de su férrea oposición a aquellas ideas autoritarias, cosa en plena coherencia con su idea de dignidad, de estima por los seres humanos, mantenida hasta el último momento de su vida, al ser él un partidario de la racionalidad, de la individualidad, un partidario del ser humano y de su capacidad creadora, más en un contexto europeo como en el que se encontraba, tan variado y diverso.
Hacia eso apuntaban gran parte de sus obras: a hacer una radiografía de la moral y la espiritualidad decadentes de la Europa que veía la llegada de Adolf Hitler al poder en Alemania, situación que iba en detrimento del humanismo que predicaba. En ese sentido, descubrir la obra de Márai es tan importante como descubrir el telón de fondo de cada una de sus historias. La herencia de Eszter, de 1939, es un gran ejemplo de ello.
El psicoanalista Juan Fernando Pérez va más allá del mero papel y se atreve a decir que esta breve novela es, vista con otros ojos, una metáfora de la entrega de Alemania al nazismo y a Hitler, si se tiene en cuenta que Eszter, la protagonista, a pesar de saber la actitud descarada frente a la vida de Lajos, y de conocer sus trucos de prestidigitador (término usado por el mismo Márai), entrega, pareciera que con los ojos vendados y con total encanto, el único bien terrenal que posee, y que es un rastro mínimo de una riqueza enorme que se esfumó, en parte por culpa del mismo Lajos. Alemania entrega todo y se adhiere ciega y convencida a Hitler, un hombre seductor y brillante, igual que Lajos, quien en la novela es caracterizado como un canalla, adjetivo al que tampoco puede huir el Führer alemán. El libro de Márai es una metáfora del panorama europeo de las décadas de 1930 y 1940.
Esta es la manera en que Márai narra entre líneas aquello que está sucediendo en la Europa decadente, y su sentir al respecto. La herencia de Eszter es un ejemplo preciso para ilustrar cómo Márai crea hábiles alegorías sobre el contexto global de su época, plasmadas, además, en textos finos y amenos. Pero su capacidad de contar temas de tal densidad con una maestría gigantesca no para ahí. Hungría, un referente notable a lo largo de su obra, no quedaría fuera de sus historias.
De su país se ocupa en su celebrada novela El último encuentro (1942), en la que los protagonistas, Henrik y Konrád, dos amigos que compartieron toda su vida desde que contaban diez años, se distancian el uno del otro por circunstancias de la vida, por gustos personales, por el amor de una mujer, entre otras razones, llegando incluso a un intento de asesinato. Julio César Duque, especialista en hermenéutica literaria, considera que el desarrollo de esta historia es el camino que encontró Márai para describir de alguna manera la intensa relación histórica que tuvo su país, Hungría, con la vecina Austria. Así: las fechas de nacimiento de Henrik (húngaro) y Konrád (austríaco), de acuerdo con los datos que arroja el autor en el texto, coinciden con el año del procedimiento de creación austro-húngaro, que desembocaría en el nacimiento del llamado Imperio austro-húngaro, cuyo florecimiento es simultáneo al período en que se forja la amistad de los dos hombres. El acuerdo surgió luego de que Austria quedara debilitada por las guerras de 1859 y 1866. Así pues, este país hace alianzas para fortalecerse, realidad que no dista mucho de la narración de la novela, guardadas las proporciones, al presentarse a Konrád como el “pobre” de la relación. Algún tiempo después del acuerdo, Austria disfrutaba de cerca del 75% de las exportaciones húngaras. De la misma manera, Konrád siempre obtuvo gran cantidad de lujos gracias a la familia de su amigo Henrik, quien, además, era un aficionado de la caza y todo tipo de labores “salvajes”, en contraste con su amigo, siempre inclinado hacia el arte y, sobre todo, a la música. Aquí hay otra clara relación: Hungría fue quien aportó la riqueza a la alianza que se venía consolidando, mientras que Austria aportaba la cultura y la educación, incluso de los hijos de la aristocracia húngara, como el mismo Henrik. Además, el detalle de la música no es menor: Austria fue la cuna de Wolfgang Amadeus Mozart.
La relación de los dos muchachos se consolida y se torna exitosa al momento de graduarse ambos como oficiales del ejército. De igual forma, la alianza entre los dos países había logrado una riqueza importante, al punto de convertirse en una verdadera fuerza multinacional, con la capacidad de entrar en una guerra como la de 1914. Sin embargo, el momento de la traición habría de llegar. Literariamente es el intento de asesinato; históricamente puede referirse al hecho de que en la Primera Guerra Mundial, Austria decide atacar hacia el occidente de Europa, en dirección a Francia, con un plan ideado hacia 1899, dejando a Hungría desprotegida y con la posibilidad de ser invadida desde el oriente por los rusos. Así, Hungría fue el país más desangrado al final de la guerra.
El último encuentro es una historia que tiene incontables detalles que un lector prevenido podría percibir. Es inevitable, además, estar inmerso en su lectura, porque en el momento menos esperado el autor da un fuerte golpe que hace girar la historia y la lleva por caminos inesperados. Es imposible tratar de comprender la complejidad general de este texto en un par de párrafos, pero sí es posible comprender sus ideas allí plasmadas, más aún sabiendo aquellas vivencias que lo formaron como ser humano.
Márai, que fue siempre un estorbo para los ideólogos del final de la Segunda Guerra Mundial, nunca logró completa calma en Hungría, desde donde en un primer momento atacó al nazismo, y por lo cual celebró la llegada de un gobierno socialista a Hungría en 1944. Para ese momento, Márai ya se perfilaba como una figura sobresaliente en la literatura de Europa central. Sin embargo, en 1948, aquel nuevo régimen que evitó la caída húngara en las manos de Hitler se declaró del eje soviético, y el alivio que en otro momento produjo se transformó en algo igual a lo que profesaban atacar. Que el totalitarismo se cobije bajo la esvástica o bajo la hoz y el martillo poco importa a la hora de ver los desmanes que cometen unos y otros con la humanidad. El nuevo gobierno socialista exigiría que la intelectualidad cerrara filas en torno del Estado, cosa en la que Márai no cedió nunca, mostrándose neutro. Pero eso no era suficiente para el gobierno.
Aquellos nuevos gobernantes se mostrarían intransigentes con esa neutralidad. “¡Proletarios de todos los países, uníos!”, reza la última frase del Manifiesto comunista, escrito por Karl Marx y Friedrich Engels, y carta de navegación del comunismo hasta la actualidad. Incluso para estos nuevos gobernantes que estaban cometiendo los peores crímenes en el nombre del proletariado. Pero ese “proletariado” gobernante no era tal. Con seguridad, a ellos no se refería Marx al momento de escribir su Manifiesto. Y Márai dejó ver algo de eso en El último encuentro cuando decía que “los pobres que se convierten en señores no perdonan”. Esos pobres, esos que gobernaban en nombre del proletariado, esos señores, jamás lo perdonarían. Al contrario, darían una elevada cuota para el posterior olvido de Márai, quien, además, se vería obligado a exiliarse, al igual que Marx al momento de escribir el Manifiesto. Tildado de burgués, sus letras no se volverían a ver en su país hasta muchas décadas después.
Sin embargo, ese no fue el único factor que haría que Sándor Márai fuera condenado al olvido. Hay unos menos crueles, como por ejemplo, el idioma. El húngaro fue, desde el principio hasta el final, la lengua de producción de Márai, a pesar de dominar el alemán, que, por demás, le daría mayor posibilidad de reconocimiento. El húngaro no ha sido, de ninguna manera, una lengua con una importante cantidad de traducciones, por lo menos al español, y con seguridad a ninguna de las lenguas habladas en Occidente, lo que obliga a la reducción de la capacidad de romper las fronteras del idioma. Por otro lado, Hungría nunca ha sido un país con gran intercambio cultural con este lado del mundo, quizá por su cercanía con la extinta Unión Soviética. Así, las letras de Márai no lograron tampoco romper las barreras políticas y culturales, tan rígidas en época de Guerra Fría. Y por último, un motivo más ligado a la crítica literaria: Georg Lukács, crítico literario húngaro, era un opositor acérrimo de Márai. De clara orientación marxista, Lukács tuvo gran influencia dentro del mundo occidental, lo que lleva a confirmar que en los países soviéticos Lukács era toda una autoridad, por lo que no es descabellado pensar que la desalmada crítica que él hiciera de Márai permanentemente influyera de alguna manera en la pérdida de la memoria con respecto a su obra.
Con seguridad, esa es una de las características principales con las que se etiqueta a Márai: su anonimato, naturalmente no voluntario, que trajo consigo consecuencias dispares: una, la evidente, no gozó del reconocimiento debido que sí tuvieron otros autores contemporáneos (mejores o no, poco importa); la otra, llega a nuestros días como un autor nuevo sin serlo, por lo menos en las latitudes de consumo literario en español, a pesar de haber sido editado en esta lengua aún en vida del autor, cuando su reputación lo perfilaba a la grandeza. Hoy por hoy, y después del momento de su muerte, su obra sigue gozando de cierta actualidad.
La muerte de Márai tampoco se escaparía de la intensidad con que vivió el resto de su vida. Hay quienes han visto en su suicidio la última puntada de una vida oscura y de un pensamiento pesimista. Sin embargo, ignoran su estado emocional para el año en que tomó su última decisión: su esposa Ilona, apoyo fundamental a lo largo de tantas décadas de exilio, había muerto cuatro años atrás; su hijo adoptivo —el único biológico, Krystof, había muerto al final de la década de 1930—, que también lo había acompañado por casi cuarenta años, recién había dejado el mundo, y su salud lo iba a obligar a vivir dependiendo de máquinas y todo tipo de aparatos. Solo, en Estados Unidos, un país que si bien lo recibió en un momento de incertidumbre nunca lo hizo sentir como en casa, llegando ya a los 90 años, decidió acabar con su vida en un acto más de dignidad, esta vez consigo mismo.
Al morir Márai, el socialismo autoritario agonizaba. En octubre sucumbió y la democracia volvió a Hungría, en donde no dejaron pasar mucho tiempo antes de rescatar al autor olvidado, dando la oportunidad a todo el mundo de tocar algo de su maravillosa producción. Su muerte fue, entonces, un firme paso hacia una nueva vida. Su descubrimiento póstumo arrastró consigo la reivindicación de otros autores húngaros tanto o más olvidados que él. Aun después de su muerte siguió enalteciendo a Hungría y su cultura, no sin cierta terquedad y con una enorme convicción. Había empezado su victoria definitiva en la batalla contra el olvido.
Meses nada más faltaron para que Sándor Márai hubiese podido beber el sorbo de libertad que con seguridad había necesitado por tantas décadas. Pero en la vida nada llega a tiempo, como diría él mismo. La vida nunca te da nada cuando lo necesitas.
RESEÑA EN GLOBEDIA
http://es.globedia.com/herencia-eszter-sandor-marai
Sándor Márai ha sido mi gran descubrimiento de este año, tal y como lo fueron en su momento autores que ahora me encantan como Houellebecq , Modiano o Don DeLillo . Sin saber muy bien por qué, de repente conectas de una manera brutal con un autor, sus novelas te absorben de tal manera que consigues meterme muy dentro de ellas. A ello contribuye, está claro, que se trata de autores muy buenos, tanto en estilo como por las historias que cuentan, diferentes, originales y únicas. Tengo claro que cuando haga a final del año el tradicional resumen de mis mejores lecturas del año , ahí estará Márai, y que repetiré una y otra vez con él. Descubrir a un autor de esta talla, un autor con mayúsculas, es siempre un gran placer, y sin duda, uno de los motivos por los que me parece tan interesante el mundo de los blogs literarios , ya que no lo conocía y lo he descubierto tras verlo en varios blogs, ya que, por desgracia, no es un autor muy masivo, aunque lo merezca.
La herencia de Eszter es una novela muy breve, apenas un centenar de páginas, que, sin embargo, contiene varios temas de una gran profundidad, así como una historia intensa difícil de olvidar. La traición, la soledad, la oscuridad tanto exterior como interior, que ahoga a los personajes, que les arrastra a comportamientos erróneos que les pasarán factura de una manera definitiva y dolorosa. Eszter Es una mujer madura que ha perdido ya a todos sus familiares directos, su hermana y padres ya fallecidos, y que vive sola en lo único que le queda, la casa familiar, junto a la vieja Nunu , una mujer que llegó un día a la casa y se quedó en ella para cuidar de esta y de Eszter. La casa no tiene electricidad, y ese ambiente oscuro y opresor, a la luz de las velas, en una casa en silencio, se mantiene a lo largo de la historia como un manto que ahoga a las protagonistas y las entierra en ese mundo opresor. Eszter no se ha casado nunca, sin embargo vive con el dolor de haberse enamorado de Lajos , un sinvergüenza que la traicionó casándose finalmente con su hermana y que poco a poco ha ido quedándose con todas las posesiones de la familia, como un ave de rapiña. Ahora, Lajos vuelve una vez más con la intención de, con sus artes de seducción, despojar a Eszter de lo único que le queda ya, el hogar familiar, y con él sus últimas esperanzas, su paz y sus últimos años de vida con tranquilidad.
No solo la historia atrapa por su gran cantidad de emociones y sentimientos encontrados, por la contradicción de los sentimientos de Eszter y sus reacciones que, aunque en parte podemos comprender, no compartimos, sino también por la atmósfera que el autor logra crear y que impregna toda la novela. Esa sensación de impotencia , de pérdida antes de que la pérdida misma llegue, de inevitabilidad. La historia nos la cuenta la propia Eszter a cuyo lado nos posicionamos inmediatamente, con la que sentimos el peso de esa soledad, de esa herencia familiar que poco a poco se le va escapando entre los dedos, ese amor no consumado, esos años perdidos en soledad, en esa casa opresiva de la que se nos cuenta poco pero que podemos imaginar en tinieblas, con el sonido repetitivo de un reloj, muebles pesados y una capa de polvo que envuelve también a las protagonistas, dos mujeres que son ya pasado, que no cuentan para nadie, frente a la vitalidad de Lajos, un vividor, estafador y manipulador, que no duda en usar toda su palabrería cuando se trata de conseguir lo que quiere.
A pesar de que la prosa de la novela es magnífica, no es nada compleja, al contrario, directa, sencilla que no simple, la lectura de esta breve novela se desliza ante nosotros y sin darnos cuenta llegamos al tremendo desenlace de la novela. Sándor Márai, como comentaba al comienzo de esta reseña, es un autor con mayúsculas, que auna lo que para mí es fundamental en una novela: una prosa muy cuidada con historias que atrapan desde la primera a la última página.
Sándor Márai , nació en la localidad de Kassa (actualmente en Eslovaquia y en aquel entonces perteneciente al Reino de Hungría ). A pesar de que fue un autor de gran prestigio, con la ocupación soviética de Hungría tuvo que abandonar su país y emigrar a Estados Unidos al ser tachado de "burgués". Su obra fue prohibida en Hungría, haciéndole caer en el olvido, y no sería hasta el fin del comunismo en su país natal cuando su obra fue redescubierta en todo el mundo. En 1989 Márai se suicidó con un arma de fuego, cuando tan solo faltaban unos meses para la caída del Muro de Berlín .
RESEÑA EN GLOBEDIA
http://es.globedia.com/herencia-eszter-sandor-marai
Sándor Márai ha sido mi gran descubrimiento de este año, tal y como lo fueron en su momento autores que ahora me encantan como Houellebecq , Modiano o Don DeLillo . Sin saber muy bien por qué, de repente conectas de una manera brutal con un autor, sus novelas te absorben de tal manera que consigues meterme muy dentro de ellas. A ello contribuye, está claro, que se trata de autores muy buenos, tanto en estilo como por las historias que cuentan, diferentes, originales y únicas. Tengo claro que cuando haga a final del año el tradicional resumen de mis mejores lecturas del año , ahí estará Márai, y que repetiré una y otra vez con él. Descubrir a un autor de esta talla, un autor con mayúsculas, es siempre un gran placer, y sin duda, uno de los motivos por los que me parece tan interesante el mundo de los blogs literarios , ya que no lo conocía y lo he descubierto tras verlo en varios blogs, ya que, por desgracia, no es un autor muy masivo, aunque lo merezca.
La herencia de Eszter es una novela muy breve, apenas un centenar de páginas, que, sin embargo, contiene varios temas de una gran profundidad, así como una historia intensa difícil de olvidar. La traición, la soledad, la oscuridad tanto exterior como interior, que ahoga a los personajes, que les arrastra a comportamientos erróneos que les pasarán factura de una manera definitiva y dolorosa. Eszter Es una mujer madura que ha perdido ya a todos sus familiares directos, su hermana y padres ya fallecidos, y que vive sola en lo único que le queda, la casa familiar, junto a la vieja Nunu , una mujer que llegó un día a la casa y se quedó en ella para cuidar de esta y de Eszter. La casa no tiene electricidad, y ese ambiente oscuro y opresor, a la luz de las velas, en una casa en silencio, se mantiene a lo largo de la historia como un manto que ahoga a las protagonistas y las entierra en ese mundo opresor. Eszter no se ha casado nunca, sin embargo vive con el dolor de haberse enamorado de Lajos , un sinvergüenza que la traicionó casándose finalmente con su hermana y que poco a poco ha ido quedándose con todas las posesiones de la familia, como un ave de rapiña. Ahora, Lajos vuelve una vez más con la intención de, con sus artes de seducción, despojar a Eszter de lo único que le queda ya, el hogar familiar, y con él sus últimas esperanzas, su paz y sus últimos años de vida con tranquilidad.
No solo la historia atrapa por su gran cantidad de emociones y sentimientos encontrados, por la contradicción de los sentimientos de Eszter y sus reacciones que, aunque en parte podemos comprender, no compartimos, sino también por la atmósfera que el autor logra crear y que impregna toda la novela. Esa sensación de impotencia , de pérdida antes de que la pérdida misma llegue, de inevitabilidad. La historia nos la cuenta la propia Eszter a cuyo lado nos posicionamos inmediatamente, con la que sentimos el peso de esa soledad, de esa herencia familiar que poco a poco se le va escapando entre los dedos, ese amor no consumado, esos años perdidos en soledad, en esa casa opresiva de la que se nos cuenta poco pero que podemos imaginar en tinieblas, con el sonido repetitivo de un reloj, muebles pesados y una capa de polvo que envuelve también a las protagonistas, dos mujeres que son ya pasado, que no cuentan para nadie, frente a la vitalidad de Lajos, un vividor, estafador y manipulador, que no duda en usar toda su palabrería cuando se trata de conseguir lo que quiere.
A pesar de que la prosa de la novela es magnífica, no es nada compleja, al contrario, directa, sencilla que no simple, la lectura de esta breve novela se desliza ante nosotros y sin darnos cuenta llegamos al tremendo desenlace de la novela. Sándor Márai, como comentaba al comienzo de esta reseña, es un autor con mayúsculas, que auna lo que para mí es fundamental en una novela: una prosa muy cuidada con historias que atrapan desde la primera a la última página.
Sándor Márai , nació en la localidad de Kassa (actualmente en Eslovaquia y en aquel entonces perteneciente al Reino de Hungría ). A pesar de que fue un autor de gran prestigio, con la ocupación soviética de Hungría tuvo que abandonar su país y emigrar a Estados Unidos al ser tachado de "burgués". Su obra fue prohibida en Hungría, haciéndole caer en el olvido, y no sería hasta el fin del comunismo en su país natal cuando su obra fue redescubierta en todo el mundo. En 1989 Márai se suicidó con un arma de fuego, cuando tan solo faltaban unos meses para la caída del Muro de Berlín .
RESEÑAS EN LA PRENSA ALEMANA
Sandor Marai
El legado del Eszter.
novela
Portada: El legado del Eszter
Piper Verlag, Munich 2000
ISBN 9783492041980
Tapa dura, 176 páginas, 16,36 EUR
Usado en Abebooks
Revisión de Frankfurter Rundschau, 14.10.2000
Herrmann Wallmann espera una apreciación tardía de las obras completas del escritor húngaro Sándor Márai, nacido en 1900. En detalle y a veces complicado, no solo presenta al lector "El legado del Eszter" (publicado por primera vez en 1939), sino que también coloca esta novela en relación con la obra completa y, en particular, con otra novela de Márai, "The Embers", que escribió en 1942 ha aparecido (en traducción alemana en 1999). Ambas obras son un díptico cuyos elementos individuales se iluminan y sombrean entre sí. En ambas obras, después de un período de 41 y 20 años respectivamente, los protagonistas reciben la visita de un rival al ex amante. Wallmann lo encuentra emocionante. Considerar similitudes y diferencias en la génesis y la historia de publicación alemana. En cualquier caso, está impresionado por el estilo de Márai, que compara con el de Heinrich von Kleist. Wallmann justifica sus extensas excursiones a las otras obras de Márai con la figura de Eszter, quien ha puesto en la boca de Márais su programa filosófico y poético de la vida. Por lo tanto, cualquiera que quiera leer "El legado del Eszter" no puede evitar todas las otras obras del autor. Y para Wallmann este es uno de los grandes hasta ahora no reconocidos de la literatura mundial. Márais ha puesto en la boca su programa filosófico y poético de vida. Por lo tanto, cualquiera que quiera leer "El legado del Eszter" no puede evitar todas las otras obras del autor. Y para Wallmann este es uno de los grandes hasta ahora no reconocidos de la literatura mundial. Márai ha puesto en la boca su programa filosófico y poético de vida. Por lo tanto, cualquiera que quiera leer "El legado del Eszter" no puede evitar todas las otras obras del autor. Y para Wallmann este es uno de los grandes hasta ahora no reconocidos de la literatura mundial.
Revisión de Die Zeit, 14.09.2000
En una revisión colectiva muy completa, Klaus Harpprecht revisa varios libros de Sandor Marai. El crítico no solo proporciona información detallada sobre la vida del poeta, sino que también expresa repetidamente su pesar, incluso horror, por el hecho de que Marai, a quien coloca de muchas maneras con Joseph Roth, Stefan Zweig, Robert Musil y otros, mientras el tiempo esté casi completamente olvidado. "¿Dónde estaban nuestros ojos, dónde estaban nuestros oídos?", Pregunta Harpprecht, que está entusiasmado con el redescubrimiento de las obras de Marais. Como señala el crítico, esta novela de 1938 tiene paralelos en muchos aspectos con la novela de Marais "The Embers". Juntos son "la melancólica suma de una vida, un amor, una traición" y la larga espera de un " porque ella nunca se ha perdonado a sí misma que no se "escapó" con él cuando era joven. Y piensa que tiene que pagar por eso ahora. Harprecht no recomienda explícitamente el libro, pero parece extremadamente impresionado. porque ella nunca se ha perdonado a sí misma que no se "escapó" con él cuando era joven. Y piensa que tiene que pagar por eso ahora. Harprecht no recomienda explícitamente el libro, pero parece extremadamente impresionado.
RESEÑA DE JULIÁN DÍEZ EN BLOG
¿Qué es el horror? En principio, el terror está ligado a la supervivencia: es una reacción de huida ante la posibilidad de la propia extinción, o al menos ante la certeza de la amenaza del dolor físico. Son las historias que apelan a este tipo de sensaciones las que generalmente caen en el género de terror.
Sin embargo, con los años, me siento atraido como lector cada vez más por historias de un terror sustentado en elementos distintos. El terror a la soledad. El terror a desperdiciar la propia vida, o el descubrimiento de que se ha desperdiciado.
Personalmente, quizá mi mayor fobia sea ésa: la certeza retrospectiva de la banalidad de mi existencia, la constancia de haber habitado una mentira. Lo peor es que, como todos los terrores que apresan de forma precisa a un individuo, soy consciente de que en algún momento deberé enfrentarme a él, deberé reconocer ante esa realidad mi propia trayectoria. Porque la gran losa de la vida está en saber que lo malo, lo que tememos y buscamos evitar a cada paso -la muerte de nuestros seres queridos, la pérdida de las ilusiones, la decadencia física, la banalidad de un devenir en el que no nos entregamos a los valores que en teoría defendemos-, acaecerá inevitablemente, terminará por atraparnos salvo que escapemos antes a través de la muerte.
Este terror al destino no se encuentra con frecuencia en la literatura, que cuando se ocupa de cuestiones así deriva un tanto ramplonamente hacia una angustia vacua, o lo convierte en las preocupaciones superficiales de una cuarentona a la que se le pasan todos los males cuando redescubre el sexo en manos de un vigoroso maromo étnico. Recuerdo haberlo sentido con especial intensidad al leer obras magistrales como El adversario de Emmanuel Carrère, en El extranjero de Camus o en El año del diluvio de Mendoza. Y ahora, en La herencia de Eszter, de Sándor Márai.
Espero que este pequeño libro no pase inadvertido para los lectores de género. La novela que redescubrió a Márai al público español, El último encuentro, resultaba interesante: dos ancianos se reencuentran tras décadas de odio separado. Sin embargo, La herencia de Eszter se me antoja una obra de naturaleza superior, pese a dar comienzo con un punto de partida similar: Eszter, una mujer cercana a los cincuenta años, recibe la noticia de que será visitada por Lajos, el único hombre del que ha estado enamorada y al que no ve desde hace más de quince años.
Reconozco que estas historias de monomaníacos, de gente absorbida por pasiones más grandes que la vida que les condenan a llevar existencia anodinas, mirando siempre hacia atrás o hacia un difuso punto en el futuro, me cautivan debido a mi propia inconstancia. Pero en pocas ocasiones como en este libro se plasma tan precisamente la tristeza de haber perdido, de saber que cuanto queda por vivir ya no es sino una sombra de la dicha conocida en el pasado. Eszter, acomodada en una vida de digna pobreza junto a la anciana Nunu, lleva décadas esperando la muerte a la vez que sueña con el retorno del amor imposible. Es consciente de los defectos de Lajos, pero asume su sometimiento a la voluntad de éste. Que aparece al fin, en lo que es el otro aspecto potente de la novela.
Se trata del problema del carisma. La existencia de personas -no siempre especialmente hermosas o inteligentes- a las que se les tolera todo en virtud de un encanto difícil de clasificar. Lajos es una suerte de fuerza de la naturaleza, un ente dañino al que su egoísmo hace más peligroso que cualquier zombi o vampiro, vestido con trajes anticuados que pretenden disfrazar su decadencia pero le añaden un toque de indefensión, y encantando como a serpientes a todo el entorno de Eszter.
Pronto comprenderemos que, como cualquier monstruo memorable de una historia de terror, el hechizo de Lajos es incomprensible, y su fuerza irresistible. Lajos destruirá lo que aún quedaba de Eszter, condenada a culminar su destino. Y ella aceptará todo, porque el momento importante de su vida ya pasó, porque lo ocurrido desde entonces es en realidad una mentira.
Son sólo 160 páginas. Pero, como toda la buena literatura, son 160 páginas más grandes que la vida. Todo un prodigio.
Julián Díez
NOTA EN LIBRÚJULA.COM
La de Sándor Márai fue una existencia marcada por la palabra y el silencio. Exiliado desde 1948 de su Hungría natal (aunque, cosas del siglo XX, la ciudad en la que nació pertenece hoy a Eslovaquia), vio cómo su obra literaria era acallada por el comunismo mientras que esos Estados Unidos que acabaron acogiéndole no comenzaron a traducirle al inglés hasta después de su muerte, ocurrida en 1989 y debida tanto a dos ausencias como a una terrible presencia. Y es que, casi nonagenario, tras enterrar a su esposa y a su hijo adoptivo, enfermo además de cáncer, Márai, solitario y deprimido, acabó disparándose un tiro en la cabeza.
Entonces, sí, reparó en él el mercado anglosajón. Y le recordó el francés. Y el español, aquí de la mano de Salamandra, que tomó el relevo de los anticipos de Destino en 1950 y 1967 (cuando El último encuentro apareció como A la luz de los candelabros) con un pequeño fenómeno editorial que fue sumando hasta trece títulos, entre novelas y diarios. Y mejor haber hablado de 12+1, porque el número resultó fiel a la fama de gafe que se le ha adjudicado. Como lamentaba hace un año exacto desde Babelia el periodista y escritor Fernando García Roman, ¿se había diluido el efecto Márai? La perspectiva desde la que redactó ese artículo, claro, era la de un erudito, la de un biógrafo, la de quien ansía la exhaustividad.
Pero es posible que las maneras de Márai, tan centroeuropeas ellas (por no decir austro-húngaras: vino al mundo en 1900 y tenía familia noble), hubieran agradecido la repetitiva sinuosidad del vals frente a bailes más dinámicos. No nos llegan nuevas traducciones, pues, de momento. Pero quién nos dice que esta colección que ha emprendido Salamandra no acabe rompiendo la maldición del trece. Y, mientras lo descubrimos, cabe volver a asomarse a las (de momento) cuatro piezas que la componen, comenzando obviamente por El último encuentro, siguiendo con La herencia de Eszter y acabando con La hermana y La extraña. Y que la palabra continúe venciendo al silencio.
RESEÑA EN BLOG OJOS DE PAPEL
Reseñas de libros/Ficción
Sándor Márai y la herencia centroeuropea.Por José María Lassalle Ruiz, sábado, 24 de marzo de 2001Bella novela acerca del amor y sus desencuentros. En la línea de la mejor tradición centroeuropea, la novela de Márai nos sitúa ante el dilema moral que debe afrontar una mujer asaltada por la irrupción inesperada de su pasado.La literatura centroeuropea es una especie de filón inagotable. La intensa creatividad engendrada durante los años que antecedieron y precedieron al final del imperio de los Habsburgo resulta increíble y fascinante. Aquella "Finis Austria" que llevaba muerta varias años antes de que la derrota de 1918 certificara su colapso, produjo en medio de su putrefacción un magma artístico difícilmente parangonable. Inmersa en un orden de cosas en el que la simulación fue elevada a la categoría de naturaleza, la Kakania soñada por Robert Musil en El hombre sin atributos llegó incluso a suplantar a esa Austria-Hungría verdadera que, víctima de una singular esquizofrenia colectiva, asumió tan a pecho su papel que murió sin enterarse, corroída por el cáncer de las naciones que albergaba en su seno.
Estudiada con precisión por el italiano Claudio Magris en Il mito absburgico nella letteratura austriaca moderna (1963), El anillo de Clarisse (1984) o El Danubio (1986), la calidad de la literatura centroeuropea se ha ganado a pulso su merecida fama gracias a la genialidad de nombres como Kafka, Schnitzler, Roth, Hofmannstahl, Zweig o Broch, aunque no se agota ni mucho menos con ellos. Y es que alrededor de tan esplendoroso núcleo central se ubica una brillante periferia que forman autores menos conocidos que, si bien no revisten el relumbre de los antes citados, sin embargo, tienen por sí solos un peso y un interés que los hacen dignos de atención a pesar del eclipse al que les condena la presencia de los primeros.
Silenciada su obra debido a la proscripción que soportó en Hungría, la desaparición del Muro berlinés lo ha sacado definitivamente del olvido, iniciándose así su recuperación, primero en su patria y después en todo Occidente
Pues bien, uno de los escritores que conforman esta notable periferia literaria es el húngaro Sándor Márai, el autor de la novela que comentamos aquí: La herencia de Eszter (1939). Desconocido en España hasta la publicación el año pasado de su novela El último encuentro (1942), Márai nació en Kassa en 1900 dentro de la minoría húngara que habita la actual Eslovaquia. Exiliado en Francia y Alemania durante los años veinte debido a la dictadura del almirante Horthy, posteriormente volvió a Hungria, aunque la invasión soviética y la instauración del régimen comunista en 1948 le hizo abandonar definitivamente su país. Emigrado desde entonces en los Estados Unidos, allí vivió hasta que se suicidó en San Diego en 1989.
Silenciada su obra debido a la proscripción que soportó en Hungría, la desaparición del Muro berlinés lo ha sacado definitivamente del olvido, iniciándose así su recuperación, primero en su patria y después en todo Occidente. Heredero de la mejor tradición literaria centroeuropea, Sándor Márai construye un universo novelístico que aunque recuerda algo al de Stefan Zweig, sin embargo, está dotado de sus propios recursos y registros expresivos. En este sentido, lo que más llama la atención de su prosa es la forma en la que elabora su discurso creativo. Un discurso melancólico y refinado, provisto de un esteticismo contenido que sirve a una voz elegante que se articula a través de personajes que parecen vivir atrapados por su pasado. De ahí que sus historias giren alrededor de la incapacidad de aquéllos por proyectarse más allá de una temporalidad acuciada por fantasmas biográficos que introducen una tensión que va en aumento gradualmente hasta que por fin se plantea la necesidad imperiosa de resolverla bajo la forma de una encrucijada vital en la que se decide el futuro de los protagonistas e, incluso, su propia supervivencia. Descritos por Márai como seres arrinconados, sumergidos en un parálisis emotiva que los hace vivir suspendidos en medio de un paréntesis que se eterniza en el ayer, sus personajes permanecen en los márgenes de una realidad que no desean asumir, hasta el punto de sobrevivir en medio de santuarios personales desde los que eluden cualquier contacto con un mundo que perciben hostil hasta que éste, precisamente, acaba entrando de manera brutal en ellos.
Lo que más llama la atención de su prosa es la forma en la que elabora su discurso creativo. Un discurso melancólico y refinado, provisto de un esteticismo contenido que sirve a una voz elegante que se articula a través de personajes que parecen vivir atrapados por su pasado
En La herencia de Eszter el pasado es el núcleo alrededor del que se desarrolla la trama que protagoniza una mujer que sobrevive entre los muros de la casa familiar tras el naufragio de su mundo afectivo veinte años atrás, cuando Lajos, el hombre que amaba, la abandonó para casarse con su hermana. Organizada alrededor de una especie de duelo sentimental, la historia que relata Eszter en forma de monólogo describe el pulso que se ve forzada a mantener con Lajos cuando, ya viudo y casi derrotado por la vida, regresa a ella inesperadamente. Descrito como un canalla amoral e hipervitalista que malgastó la hacienda de la familia de su mujer embarcándose en toda suerte de aventuras, la vuelta de esta especie de émulo del superhombre nieztscheano trastorna de nuevo la tranquila existencia de Eszter.
Prevenida por los buenos amigos detrás de los que vive parapetada frente a sus recuerdos, sin embargo, la seducción de Lajos acaba arrollando todo su comedimiento, incluso cuando intuye claramente que al optar por él y sus mentiras está renunciando a la tranquila seguridad que le ofrece la "mediocritas" burguesa en la que vive instalada. ¿Por qué? Quizá porque como le reprocha el inconsciente irracional de Eszter a ese "yo" consciente y morigerado que encarna la figura de su amigo Endre: "Si yo hubiese sido sabia y verdaderamente sincera, habría huido, hace veinte años, con Lajos... el novio de mi hermana... el eterno mentiroso; ese desecho de la humanidad... Eso habría tenido que hacer, si hubiese sido valiente, sabia y sincera. ¿Qué habría pasado? No lo sé. Probablemente nada especialmente bueno o alegre. Pero, por lo menos, habría obedecido una ley, un orden; una ley más fuerte que las leyes del mundo y de la razón". Y es que como dejó bien dicho Ortega: "la vida es lo que es en vista de un pasado que sobre el presente actúa y vuelve a actuar". Curiosa reflexión que, aplicada al concreto momento en el que fue escrita la novela de Márai, el año 1939, permite extraer alguna conclusión mucho más inquietante que la puramente literaria...
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