Nos vemos el 15 de enero (miércoles) a las 19.30h para hablar de "El corzo", de Magda Szabó
SEMBLANZA DE MAGDA SZABÓ EN https://kaosenlared.net/magda-szabo-el-infierno-o-casi-son-los-otros/ POR IÑAKI URDANIBIA
Por Iñaki Urdanibia
«Estaba rodeada de pasado, de un pasado tan intenso que me horrorizaba… sé que uno no olvida nunca nada…en el curso de los años el recuerdo se expande en uno como un cáncer»
No es fácil hablar de la escritora húngara ya que las informaciones sobre ella son más bien escasas, resumidas en cuatro pinceladas sobre su vida y algunas sombras referidas al contexto en el que le tocó vivir y escribir, aspecto este último que como algunas referencias autobiográficas asoman en prácticamente todas sus novelas, que para más inri, solamente cuatro han sido traducidas por acá, de las sesenta obras escritas ( incluyendo otros géneros) ; la puerta de acceso a ella y a su obra es limitada. Así las cosas, me limitaré a reproducir algunas salpicaduras de su vida y a los datos, y fechas, que asoman en ella, a través de la lectura de sus obras y muy en concreto de la lectura de la que nos reúne, de las que pueden extraerse ciertos denominadores comunes sobre su prosa.
Quien fuese sin lugar a dudas una de las luminarias de las letras húngaras del siglos pasado junto a los Imre Kerstez, premio Nobel de 2002, o Sandro Marai ( inolvidable su El último encuentro)- y nombro a los dos más conocidos por acá, al menos para el que esto escribe- , nació en Debrecen en 1917, su madre era pianista y su padre juez de menores. Ya a edad temprana destacaban sus dotes de observación, a modo de ejemplo se puede traer a colación un episodio escolar: el profesor les había pedido a sus alumnas que observasen una escena de la Biblia y que describiesen alguno de los personajes del cuadro, al contrario que todos sus compañeros, la pequeña Magda no eligió ninguno de los personajes centrales del cuadro, sino que centró su mirada, y su descripción , en un perro que aparecía en una esquina, en el que nadie, salvo ella, había reparado; ella interpretaba el hecho como una premonición de su capacidad observadora e inventiva; sin entrar en mayores búsquedas de interpretaciones, lo que sí se confirmó en sus novelas fue su capacidad para penetrar en los recovecos sombríos de los seres humanos allá en donde yacen los secretos e impulsos que se ocultan tras una apariencia de tranquilidad. Sus comienzos en las lides de la escritura se dieron de joven, si bien la publicación de algunos de sus escritos irrumpieron recién terminada la segunda guerra mundial.
Si antes las cosas no habían sido fáciles bajo el mandato de los germanos y sus lacayos locales, la llegada al poder de los dichos comunistas, bajo la batuta del estalinista Rakósi, hizo que su voz callase como lo fueron las de los anteriormente citados, y muchos más, tanto en tierras magiares como en otras zonas de influencia del poder dicho soviético: baste, sin pretensiones de pasar lista, con nombrar a Mijaíl Bulgakov, Evgen Zamiatin, Boris Pasternak, Ossip Mandelstam, Anna Ajmátova, Marina Tstevaieva, Evgenia Ginzsburg, en la URSS, o en Checoslovaquia: Brohumil Hrabal, Milan Kundera o Ivan Klima, por no abundar…en otras extensiones geográfico-ideológicas. Reducida al silencio y al ostracismo, ella en consonancia – según decía- con la confesión religiosa propia y la de su familia, protestaba frente a las prohibiciones . Las limitaciones no se circunscribieron únicamente al campo literario sino que igualmente se aplicó a su dedicación profesional, ya que de dedicarse a la enseñanza de la filología antes de la contienda, tras la llegada de los nuevos gobernantes fue destinada a la enseñanza primaria mientras su marido fue enviado a trabajar en las minas de carbón, no aceptando las proposiciones que se le hacían desde el poder para que escribiese ( obviamente siguiendo los cánones del realismo socialista, instaurados por Zhdanov. Literatura y arte a la luz del marxismo, y en la misma senda por Mao Ze Dong en sus Conferencias de arte y literatura en el foro de Yenan...en resumidas cuentas: un arte al servicio del pueblo, sin olvidar quién a la sazón era la máxima autoridad local Grigory Luckács que era quien cortaba el bacalao a la hora de lo que se debía escribir o no..si se quería publicar naturalmente) , negativa que la argumentaba diciendo que se le habían pasado las ganas de escribir, pues los perfumes creativos se habían evaporado en ella. Sus escritos no cesaron de hecho, si bien se daban a conocer, por medio de samizdat, en un círculo reducido y cerrado, compuesto por irredentos que se organizaban bajo el nombre de Nueva Luna, cuyos miembros se comprometían a no escribir bajo el régimen opresor y hasta se negaban a tener hijos para no propiciar una posible cantera a los opresores, o facilitar al poder una manera de chantajearles.
En 1959, habiéndose producido cierta apertura en el país, tras el aplastamiento, tres años antes, por los tanques dichos soviéticos de la primavera húngara, con sus esperanzas consejistas, publicó « El corzo » ( Minúscula, 2018), novela en la que somos trasladados al corazón de los infiernos de una Medea húngara que se descarga del peso de la culpa por medio de las palabras, en un intenso monólogo de abierta confesión de lo que ronda en sus cavilaciones obsesivas . Eszer es una de las actrices de mas renombre de la escena teatral húngara, lo que no impide que las frustraciones de la infancia le hayan dejado marcas indelebles. La pobreza de su familia, de orígenes aristocráticos venidos a menos, contrasta con el ritmo de vida y el éxito de su compañera de escuela, Angéla, en dirección en la que vuelca toda su envidia, todo su odio, viendo en ella todo lo que ella desearía ser y no ha podido lograr; la actriz invadida por una obsesión permanente y un deseo de que los mayores males caigan sobre la persona odiada, vive en un delirio permanente que se plasma en unos soliloquios y monólogos por los bodes de la sin razón. Llegado el momento del logro de la creación de lazos con el hombre deseado, da voz a su silencio: «habría querido que tú percibieses todo de mí, sin tener que hablar, pero en lo más profundo de mí, ruidosas y enrolladas, las palabras comenzaban su lenta ascensión». El silencio como forma de habla. Estos sentimientos no se quedan únicamente reducidos al nivel mental sino que se plasman en acciones crueles cometidas a muchos años de distancia, cuando la antigua compañera vuelve a aparecer en su vida, los sentimientos de antaño siguen permaneciendo vivitos y coleando, reavivándose; « a mí nunca nadie quiso construirme un porvenir.» Esta tragedia, que sin forzar las cosas puede verse como una crítica, no solapada en exceso, del régimen en vigor , fue traducida y difundida fuera de su país, cayendo en manos de Hermann Hesse quien se puso en contacto con su editor para decirle que había hallado « un pez de oro para usted, no lo deje escapar…compre los derechos de esta obra y de todas las que escriba». Las puertas comenzaban a abrirse para la escritora, y la primera muestra de ello fue que ese mismo año se le concediese el premio Attila-Jozsef y que sus escritos comenzaran a abundar: teatro, poesía, libros infantiles y , sobre todo, novelas; una puerta , de éxitos y elogios, le protegía de las embestidas del poder .
En 1963, se publicó «La balada de Iza» ( Mondadori, 2008), en donde se presenta a la mujer que asoma en el título , médica ella, que tras la muerte de su padre ofrece a su madre, la señora Szöcs, que vaya a vivir con ella a su casa de Budapest. La anciana, tras vender su casa y pretender llevar muchos de sus muebles y pertenencias a la casa de su hija agradece a ésta , mas trasladada a la capital, no se acostumbra a las nuevas costumbres y modos de vida, echando en falta los hábitos adquiridos en su aldea, lo que hace que entre ella y su hija se comiencen a dar tensiones y choques, por el comportamiento de la mujer que no sabe estarse quieta y ha de organizar la vida de la casa a su modo, pasando por encima de la sirvienta de su hija, vigilándola y usurpando sus tareas: cocinando platos que invaden la casa con sus potentes olores, a pesar de los intentos de la hija, y de la sirvienta por evitarlo la anciana sigue erre que erre en sus trece; comportamiento que se extiende a otros menesteres. Le incomoda igualmente el escritor Domokos ( « para él el mundo entero , era material susceptible de ser escrito ») que parece ser la pareja actual de su hija, manteniendo la anciana en el recuerdo al que había sido esposo de su hija en el pueblo, el también médico Antal, que, por cierto había vivido bajo el mismo techo que ellos y más tarde se había visto implicado en serios problemas debido a una falsa acusación disfrazada de una acusación grave, que quien cursó la denuncia sabía que era una falsedad, ocultando la mentira el verdadero motivo , fruto de los celos y la envidia. Al final, la mujer parte para su aldea y recuperando los lazos con algunos de los personajes del pasado, allá se queda, hundida en sus recuerdos de los tiempos pasados, de los rincones que habían sido testigos de su relación con Vince, su marido, quien había sido separado de su puesto de juez debido a una sentencia que no fue del gusto de los centros del poder y rehabilitado años después- y… la anciana se quedó allá sin volver a Budapest.
Seis años más tarde le tocó el turno a «Calle Katalin» ( Mondadori, 2010), en tal lugar, barrio situado en la rivera del Danubio, pasan su infancia, Bálint, Irén, Blanka y Henriett; de la inocencia primera pasan a otro estadio superior que es el del amor, dándose la fatal circunstancia de que todas ellas se enamoran de Bálint, el único chico del grupo; son miembros de tres familias diferentes y a través de ellos se visitan treinta años de la historia de Hungría . No obstante , a pesar de los respectivos sentimientos de atracción, todas saben que son Irén y el muchacho quienes están llamados a juntarse. Los recuerdos de los tiempos y las relaciones pasados invaden las mentes de todos ellos, a lo que viene a sumarse la desaparición de la joven Henriett durante la segunda guerra mundial, y la inquietud que esto, y el compromiso que este adopta en 1944, va a desencadenar un desasosiego que supone una fractura infranqueable entre la infancia y la edad adulta, con la alargada sombra del pasado y de los muertos que sobreviven en la mente de los protagonistas; « a cada ser humano le es dado tener en la vida una sola persona a quien invocar en el instante de la muerte». La huella de la guerra y de ciertos comportamientos de colaboración con el nazismo planean sobre la historia . La novela recibió el premio Cevennes de la novela europea, en julio de 2007, decisión tomada por un tribunal, compuesto de críticos y escritores de diferentes países europeos, presidido por Alberto Maguel .
En 1987, publica «La puerta» ( Mondadori, 2005), el libro obtuvo un éxito inmediato, recibiendo el premio Fémina a la mejor novela extranjera. La novela fue la que dio a conocer a la escritora, al ser considerada la mejor de las que había escrito; una obra de una destacada delicadeza y de una intensidad que subyuga a quien a ella se acerque. Las relaciones entre una mujer, la propia Magda Szabó, y su sirvienta es el hilo conductor de la historia, en la que el enfrentamiento y la amistad avanzan de la mano en un tête à tête en el que la sirvienta, Emerenc Szeredas, acaba imponiendo su voluntad y sus comportamientos . El libro plantea una vez más la dificultad de las relaciones entre los individuos , en este caso elevada a la ene potencia, y el poder sanador de la amistad. El personaje de la sirvienta es de los que deja huella en su particularidad, provocando momentos de incomodidad y desagrado en la escritora a la que sirve y también en los sentimientos de los lectores del libro; la cosa alcanza mayor relevancia si en cuenta se tiene que está basado en una relación real…que se desarrolla « entre dos emociones tan contradictorias : una mezcla de aversión y placer».
La criada en un ser fuera de cualquier norma y de cualquier previsibilidad, su comportamiento es de una rígida rigidez, en su tozudez e inflexibilidad que adopta una constante de descarnada brusquedad . Su vida está volcada en la ayuda colectiva, barre la nieve y las hojas que se acumulan, no solo en las cercanías de la casa que ha de atender, sino su escoba amplía sus efectos a todos los alrededores; no acaba ahí su ayuda a los demás ya que cuida los niños de otros, y ofrece sus guisos de embarazadas a quienes ve que andan flojos o enfermos. Por medio del consejo de una amiga la escritora, la misma Szabó, acude a solicitar sus servicios a la señora Emerenc quien poner ciertas condiciones, tanto en lo que hace a los horarios y al pago de sus servicios, para tras un breve plazo a la hora de aceptar el trabajo que se le ofrece.
Desde el principio, las normas que la misma Emerenc se marca, y marca a la pareja de la casa, c sorprenden tanto a Magda como a su marido, que no comprenden muchas de las decisiones, las apariciones intempestivas de la señora y las filípicas e inflexibles opiniones que suelta sin tapujos, incluidas las opiniones acerca de los gustos y dedicaciones de la pareja a la que sirve. Lo que no ponen en duda es la eficacia de la señora que hace que ella sea quien mantenga el orden, suyo, de la casa: comidas, objetos de adorno que ella recoge de por ahí y los lleva a la casa con la pretensión de que sean colocados en los lugares que ella juzga adecuados, decisiones que chocan con los gustos y deseos de los dueños de la casa, ante lo que la criada deja volar su indómita cólera. El trato que otorga al can, Viola, merece mención aparte, ya que se combinan las concesiones caprichosas con las tundas brutales; a pesar de ellos el perro siempre está dispuesto a ir con ella. Esta eficacia a la hora de organizar los asuntos domésticos se impone, y es aceptado, ya que al fin y a la postre, la escritora y su marido pueden dedicarse a sus actividades sin problemas y sin temor a que la casa quede desatendida; el punto decisivo es la esmerada atención que la criada presta al marido de Magda cuando éste cae gravemente enfermo.
La falta de sentido práctico de la escritora y marido para los asuntos cotidianos, revienta a la sirvienta que parte de la división de la sociedad entre quienes barren y quienes necesitan a alguien para que les barra, extendiendo el ejemplo del uso de la escoba , a otras funciones que exigen el ordenado mantenimiento de una casa, y del trato conveniente con los demás. Las reprimendas se amplían al status de intelectual de la escritora y su marido, categoría que supone – según su estricta concepción– una absoluta incapacidad para comprender las cosas de este mundo y para entender los problemas de los demás, a tal incapacidad ella contrapone su desarrollada y afinada capacidad de entender a la gente, forjada a lo largo de una vida dedicada al servicio de los demás, a ayudar a los necesitados por diferentes motivos, y a salir adelante en medio de numerosas dificultades a las que ha sobrevivido desde su niñez, siendo testigo de muertes realmente trágicas, de persecuciones sin cuento, y víctima de un trato muchas veces violento, de estas experiencias surge su disposición a ayudar a los más débiles, independientemente de su pertenencia de clase, de bando o ideología: alemanes, rusos, judíos, ricos o pobres, etc. Una concepción de la humanidad, como bien en sí, más allá de divisiones y clasificaciones; esto no quita para que a la vez su carácter exigente y su firme conciencia de tener la visión correcta de las cosas y de los comportamientos, dejan asomar ciertas dosis de misantropía, y un resentimiento a flor de piel. «Santa Emerenc de Csabadul, salvadora incondicional hasta la locura de cuantos perseguidos se cruzaron en su camino , cualesquiera que fueran su condición o su bandera».
A lo anterior, se ha de añadir, y es el aspecto que da título a la novela: la puerta de su casa, que guarda el secreto de su interior, interior que no permite conocer a nadie, ya que tanto a sus amigas como a algunos parientes que la visitan, los recibe en la terraza de fuera de la fachada del edificio; únicamente será a Magda a quien abra la puerta facilitando el acceso al interior de la vivienda, acceso que es abierto igualmente a los secretos de una vida de silencio e incomunicación , pues Emerenc no era dada a abrir su alma al resto de los mortales, a Magda se la irá desvelando en pequeñas dosis y en dilatadas entregas, que suponen sorpresas continuas para la receptora de las cuitas confesadas.
Sea como sea, el atractivo , cercano a lo mágico e hipnótico, de la inflexible Emerenc, mujer no dispuesta a las concesiones y firme en su convicciones ( a-religiosas, a-políticas…), consolidada en su impermeable soledad, hace que los lazos de amistad se estrechen, y Magda se vea invadida de unos sentimientos de ternura y simpatía, a pesar de los continuos desplantes a los que es sometida por su extraña sirvienta y amiga…a lo largo de veinte años, que en el libro se ven salpicados por algunos nombres propios ( Horthy, Kádar…) y algunas situaciones ( leyes anti-judías…) que dan cuenta del telón de fondo de la historia húngara, con el dominio germano y del estalinismo local y extranjero.
Existe una versión cinematográfica, de 2012, dirigida por István Szabó – nada de parentescos con la escritora- en la que actúa Helen Mirren y que recoge con bastante acierto el espíritu de la novela.
Si en esta obra brota de manera permanente la inquietud y sobrada sensación de desasosiego, esto es marca de la casa de toda la escritura de la húngara, que siempre nos lleva a rincones del comportamiento humano en los que anidan reacciones inesperadas al menos para quienes se enfrentan a la lectura, que se sentirán despistados como quien ve que se amaga a la derecha para golpear a la izquierda; ese tour de force se presenta en esta ocasión al cambiar los papeles que de entrada se suponen: la dueña es servida por la criada, cuando aquí es la segunda la que asume el rol asignado, habitualmente, a la primera, invirtiendo la relación que se establece entre amo y esclavo, entre martillo y yunque, por usar el par de Goethe. Sirvienta que a la vez deviene en madre y orientadora de Magda, y viceversa en la medida en que difícil resulta soportar un cúmulo de reprimendas y consejos- que de facto, son órdenes- a no ser que procedan de una madre [ no está de más tener en cuenta que ambas mujeres no tienen hijos]; de este modo, Magda y su marido son considerados, y tratados, como seres infantiles e inmaduros [ lectura que sin forzar la interpretación en exceso puede aplicarse al comportamiento de los gobiernos autoritarios con respecto a los ciudadanos, tratados como súbditos]. Tampoco resulta rizar rizo alguno dar por bueno lo que comenta la propia escritora-protagonista: « Es necesario que declare de una vez por todas que yo maté a Emerenc. Yo quería salvarla, no destruirla, pero eso no cambia nada», y basta leer la novela para observar que con las mejores intenciones, la de salvar la vida de la anciana gravemente enferma, acude en su ayuda, traicionando la voluntad de la criada, y abriendo la puerta de sus secretos, y provocando la desbandada de los gatos que allá vivían. Lo que señalo se ha de completar con la habitual presencia de mujeres fuertes, – digamos que- de una pieza, y cuyo programado e inflexible orden, con toda la buena voluntad del mundo, acaba resultando aplastante y hasta aniquilador para quien ha de soportarlo: si esto se ve en esta ocasión, no deja de verse, por ejemplo, en La Balada de Iza, si bien sin tanta brusquedad y asilvestramiento como en el caso presente; me atrevería a decir que hay cierto tono fou en las historias de Szabó, haciendo bueno aquello que dijese Hermann Hesse, y cito de memoria: que la falta de seguridad provoca neurosis , y su exceso más neurosis todavía.
La memoria como materia prima de la prosa , encarnada por esta voz insumisa, recluida en su exilio interior, que privilegia en sus historias, con aires melancólicos, las dificultades que se dan en las relaciones entre humanos, en comprender y respetar las posturas de los otros y como las buenas intenciones acaban suponiendo, en algunos casos, para el presuntamente ayudado una neta anulación de su individualidad y su personalidad.
Los premios no le faltaron a lo largo de su carrera a Magda Szabó, silenciada durante al menos ocho años: el premio Kossuth, el Fémina para la mejor obra extranjera, la distinción como comandante con estrella del orden del Mérito húngaro, ciudadano de honor de Budapest, ciudadano de honor de Debrecen, su localidad natal, o el Bretz Corporation en 1992, en EEUU..
Falleció el 19 de noviembre de 2007…en su tumba podría quedar grabado aquello que se lee en El corzo: « el hombre [ y la mujer obviamente] es imperecedero en esta tierra, vive mientras alguien lo recuerda…» .
Dos historias al hilo
Por pura asociación de ideas me han venido a la mente un par de historias, que aunque distantes con respecto a la coyuntura o contexto de los temas enfocados por la escritora en sus obras, sí que mantienen ciertos aires de familia con el espíritu que planea en algunas de sus narraciones; historias que las ofrezco para la rumia:
La primera tomada de «Qu´elle était belle cette utopie! Chroniques du Goulag » de Jacques Rossi (Le Cherche Midi, Paris. 2000): «Un hermoso día, en pleno invierno, el sol de Siberia se pone a brillar (eso llega a suceder). Animado por estos rayos llenos de promesas, un gorrión sale de su escondrijo, y comienza a revolotear en ese bello cielo azul. Pero, sol o no sol, los 50º C bajo cero acaban por helar las alitas del imprudente pajarillo. He ahí que cae como una piedra y se hunde en la nieve…Es la muerte. Pero, por una dichosa concurrencia de circunstancias, una vaca pasa por allá, y deja caer una boñiga justo sobre el pájaro. Este calor reparador revitaliza a nuestro pequeño pajarito. Lleno de dicha, saca la cabeza de la bosta y, embriagado de felicidad, comienza a gorjear…Un gato le oye. Se aproxima, le saca delicadamente de la mierda, le limpia con esmero, y se lo zampa. Moraleja, concluye Ahmed: quien te caga sobre la cabeza no quiere forzosamente tu mal. El que te saca de la mierda no quiere forzosamente tu bien. ¡Y, en todos los casos, si tú estás hundido en la mierda no has de gorjear!
»Es gracias a mi amigo y profesor Ahmed como yo
he aprendido una gran verdad: si, en una situación dada, no veo ninguna lógica, es quizá, no que no la tenga, sino que soy incapaz de distinguirla>>.
La segunda pertenece a «El Criticón» de Baltasar Gracián (Austral. Madrid, 1980, novena edición). Critilo relata a su joven alumno Andrenio: se arroja vivo a un criminal en una profunda fosa repleta de repugnantes insectos, de reptiles, de fieras, tras lo cual se cierra herméticamente el agujero de entrada con el fin de que perezca escondido de cualquier mirada. Un viajero pasá por allá, y oyendo los gritos de dolor y las llamadas de auxilio, retira la tapa que cierra la fosa. De inmediato, un tigre salta, y el viajero, que se ve descuartizado al momento, observa como la fiera le lame las manos. Cuando sale una serpiente, teme ser asfixiado mientras ésta se le enrosca en las piernas; al tiempo que se queda atónito al ver como el animal se inclina a sus pies. Todo el resto de las fieras hace lo mismo, agradeciéndole que les hubiese salvado la vida amenazada en esta peligrosa promiscuidad con un hombre. En reconocimiento hacia su benefactor, le aconsejan que se largue rápido antes de que sea amenazado él también por el cruel predador. Y en cuanto dijeron esto salen veloces: unas volando, otras corriendo, otras reptando. El viajero se queda solo y perplejo, y allí ve salir de la fosa al hombre. Este pensando que su liberador tiene dinero, se lanza sobre él, lo mata y lo despoja. Critilio llega a la conclusión de que la naturaleza, para evitar que las especies se destruyan entre ellas, debería hacer de manera que los animales más peligrosos no puedan nunca igualar la ferocidad humana. «Dichoso tú, que te criaste entre las fieras, y ¡ay de mí!, que entre los hombres, pues cada uno es un lobo para el otro si ya no es peor ser hombre».
Como puede verse un par de cuestiones son recogidas en las historias: 1) por una parte, que parece que pueda darse por buena, en ciertas circunstancias al menos, la tajante aseveración de Jean-Paul Sartre: el infierno son los otros, en la medida en que estos limitan la libertad propia, llegando en algunos casos, a anularla o deteriorarla seriamente , y 2) que con la intención de ayudar hay veces en que tal propósito se convierte en lo contrario de lo perseguido , pudiendo hacer pensar en el tan manido: quien más te quiera te hará llorar, por no recurrir a las coplas de tonos sabinianos ( de don Joaquín, el de Úbeda) de que hay mujeres que matan… y conste, que si me refiero a ellas es debido a que los personajes que revisten algunas de las características señaladas en las obras de la escritora húngara son protagonizadas por seres del género femenino.«
Y una aclaración sobre la figura de Diógenes
El moderno Diógenes. Antes de buscar al hombre, hay que haber encontrado la linterna. ¿ Tendrá que ser la linterna del cínico »
( F. Nietzsche, Humano, demasiado humano, II,2, 18)
« Esta bienaventurada alegría de sí mismo, escupe sobre todo lo que es servil, ya sea lo que es servil con respecto a los dioses y a las patadas divinas o lo que respecta a los hombres o de las estúpidas opiniones humanas»
( F. Nietzsche, Así hablaba Zaratustra)
«El cinismo es lo más alto que puede alcanzarse en la tierra: es preciso, para conquistarlo, los puños más atrevidos y los dedos más delicados »
( F- Nietzsche, Ecce homo )
Es bastante corriente que las figuras, y doctrinas, de ciertos pensadores de la Grecia clásica, sean tergiversadas a lo largo de la historia en su uso, y abuso. Recuerdo la descalificación del hedonista Epicuro, y su Jardín, convertido por el pío padre de la Iglesia, san Jerónimo en nada menos que en el jardín de los puercos; la figura de los estoicos transformada en un conformismo fatalista, y dentro del conjunto de las corrientes helenistas, y es el caso que traigo a colación , el de la cabeza más significativa dentro de las filas del cinismo: Diógenes de Sínope.; con respecto a éste , los ataques comenzaron ya en Grecia, Platón le definía como un Sócrates que se ha vuelto loco.
Viene la precisión provocada, además de porque el Bidasoa pasa por Hendaia, debido a que en la lectura de la novela aparece alguna escena en la que más de uno ( una amiga me lo señalo hace años) , alimentado por el karaoke ambiente, podría traer a colación un posible caso del, impropiamente, denominado síndrome de Diógenes…que me arrastra a rogar que no se use el nombre del griego en vano. Varias aclaraciones me parecen necesarias sobre este asunto. Procederé por pasos:
1) Leo lo que se dice en la enciclopedia del hombre moderno, Wikipedia: « El síndrome de Diógenes es un trastorno del comportamiento que se caracteriza por el total abandono personal y social, así como por el aislamiento voluntario en el propio hogar y la acumulación en él de grandes cantidades de basura y desperdicios domésticos…En 1960 se realizó el primer estudio científico de dicho patrón de conducta, bautizándolo en 1975 como síndrome de Diógenes. Esta denominación hace referencia a Diógenes de Sinope, filósofo griego que adoptó y promulgó hasta el extremo la independencia de las necesidades materiales y los ideales de privación (lo que se conoce como cinismo clásico); se emplea esta denominación porque Diógenes solo portaba consigo lo estrictamente necesario y, por tanto, coincide con la conciencia de las personas que sufren este síndrome ya que creen que todo lo que almacenan o guardan es o será necesario en algún momento…La persona que sufre de este trastorno se caracteriza por su aislamiento social, llegando a recluirse en el propio hogar, además de desatender absolutamente la limpieza del mismo y toda higiene personal….se ha llegado a debatir si es una enfermedad o un estilo de vida» Quisiera dejar constancia de que en los textos especializados- y me refiero al canonizado Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, DSM- IV, este síndrome ni se menciona.
2) Si se recurre a la figura de Diógenes de Sínope ( 413-323), conocido como Diógenes el cínico, la referencia a este filósofo de la antigüedad resulta absolutamente injusta. Que se hable de soledad y de carácter huraño o intempestivo resulta pasable, que su tendencia sea la de acumular basura y objetos…para nada. En el caso de este pensador se suele decir que su filosofía fue su vida, que más que por las palabras, mostraba su pensamiento por medio del ejemplo de su comportamiento, lo que ha hecho que en la mayoría de los casos, y basándose en La Vidas y opiniones de filósofos ilustres de Diógenes Laercio, solamente se haya presentado a tal pensador y a sus epígonos por medio de anécdotas llamativas: el tonel, el pelo largo y la barba como signo de disconformidad con los cánones dominantes, y el báculo y el manto como únicos bienes y signos distintivos; los ejemplos son sabidos: la petición de Alejandro Magno que iba a solicitarle alguna opinión con el fin de resolver algún problema que le preocupaba recibió como única respuesta fue: la de quítese de en medio que está impidiendo que me dé el sol; o su caminar con la vela buscando un hombre: « un día, gritó: “ ¡hola, hombres!” . Se comenzaron a reunir un gentío a su alrededor , él la emprendió a bastonazos con todo el mundo , diciendo: “ ¡he pedido hombres, no desechos!” »…o alguna más heavy que dice que predicaba sobre la moral al tiempo que se masturbaba.
Sin entrar en mayores, la preocupación por necesitar pocas cosas y huir de las necesidades, de bienes banales, extendidas en la sociedad era notoria, lo cual le sitúa en las antípodas de la acumulación a la que se refieren quienes bautizaron el supuesto síndrome con su nombre. Diógenes y sus seguidores, como luego haría el de Asís – necesitar poco y de ese poco, muy poco- , pretendían pasar con lo mínimo , sus intereses no eran de índole material, sino espiritual: llegar a la sabiduría, a la ataraxia, no dejándose despistar del objetivo por reclamos impuestos a/ por la sociedad. Con respecto pues de acumular, objetos, desperdicios, etc., nada de nada, reitero. De falta de higiene …lo justo.
La propia adopción del comportamiento animal como plausible, en especial el de los perros ( en griego kun, kunos = perro / en plural: kunes), en la medida en que éstos se guiaban por la meta de cubrir sus necesidades alimentarias y otras, no eran pudorosos siendo fieles a norma alguna, y cuidaban y acariciaban a sus dueños, ladraban a los desconocidos y mordían a los enemigos. En este orden de cosas, sus posturas iban contra las ideas dominantes de la época, de ahí su soledad, su desmarque de los valores consagrados en la sociedad y la muestra de sus posturas inconformistas por medio de su modo de vestir y de comportarse, y de pronunciarse contra los poderosos. Así pues, podría señalarse como características fundamentales de su actitud: un destacado anticonvencionalismo, una desvergüenza radical, la sinceridad y franqueza totales en el discurso ( parrhesía ). el individualismo, el retorno a la vida natural, el ideal de la vida virtuosa: la autosuficiencia ( autarquía).
Y 3) al caso de la criada de la novela de Szabó, Emerenc no se puede asociar la figura del filósofo cínico, ni tampoco la falseada denominación pretendidamente psicológico-patológica…la señora era limpia ad abusum, coleccionaba muebles que le habían sido entregados por algunos señores a los que había servido, cierto es que “coleccionaba “ gatos, por compasión y búsqueda de compañía, y los objetos que llevaba a casa de sus empleadores no eran basura, sino objetos de un gusto abismalmente enfrentado a las concepciones de los dueños de la casa. Y no seguiré, ya que no es el lugar ni el momento para extenderse en las huellas dejadas por Diógenes & boys en la posteridad: desde Quevedo, Voltaire, Baroja, hasta los provos, los hippis y ciertas corrientes contra-culturales y ecologistas.
Sin ninguna pretensión de extenderme, sí que quisiera señalar algunas obras que de un modo u otro pueden servir para acercarse y profundizar en el fenómeno del cinismo antiguo y sus posible pertinencia en los tiempos modernos:
+ Bracht, R. y Goulet-Cazé, M.-O.( Eds.) Los cínicos ( Seix Barral, 2000)
+ Daraki, Marías y Romeyer-Dherbey. El mundo helenístico: cínicos, estoicos y epicúreos ( Akal, 1996)
+ García Gual, Carlos. La secta del perro. Diógenes Laercio : Vida de los filósofos cínicos ( Alianza Editorial, 1987). Una muy interesante presentación de las ideas de dicha corriente y de sus principales representantes: Antístenes, Diógenes, Crates.
+ García Gual, Carlos y Ímaz, María Jesús. La filosofía helenística: éticas y sistemas ( Cincel, 1987; pp. 40 et ss.)
+ Onfray, Michel. Cynismes. Portrait du philosophe en chien ( Grasset, 1990). Un estudio riguroso y serio de dicha corriente filosófica del helenismo. Una reivindicación de su actitud de cara al presente. Una actualización de Diógenes en los tiempos presentes puede verse en su Philosopher comme un chien. La philosophie féroce, III ( Galilée, 2010). Ya anteriormente había dedicado unas esclarecedoras páginas en el primer tomo de su Contre-histoire de la philosophie: Las sagesses antiques ( Grasset, 2006; pp. 133 et ss.). En su último libro publicado: Sagesse. Savoir vivre au bord d´un volcan ( Albin Michel, 2019) en las páginas 182 y 183, se refiere a Diógenes oponiéndose a la posturas que niegan la existencia de una filosofía del del Sínope y todo lo limitan a una imagen y a un cúmulo de anécdotas.; nombra al menos cinco obras escritas por él cínico…el desconocimiento de ellas es cosa de la transmisión, o falta de ella, entre otras cuestiones, como la inconveniencia de sus postulados y ejemplos.
+ Paquet, Léonce. Les cyniques grecs. Fragments et témoignages ( Les Presses de l´Université d´Ottawa, 1975)
+ Sloterdijk, Peter. Critique de la raison cynique. Christian Bourgois Éditeur, 1987). Necesaria obra que entre otras virtudes tiene la de diferenciar netamente el cinismo antiguo ( kunismo) y el moderno ( cinismo), elogiando el primero y denostando el actual; reivindicando la risa, la invectiva , los ataques frente a los valores e imposiciones del poder, de los poderes. El primero se reía, se burlaba y se enfrentaba a los poderosos, mintras que el moderno , a la inversa, se burla y se ríe de los débiles.
Otro capítulo exigiría la visita al último Curso impartido, el año de su muerte, por Michel Foucault y su reivindicación de la parreshía… :
Le courage de la vérité. Le gouvernement de soi et des autres II. Cours au Collège de France. 1984 ( Hautes Études/ Gallimard / Seuil, 2009)
Discurso y verdad en la antigua Grecia ( Paidós, 2004)
Gros, Frédéric et Lévy, Carlo. ( sous la direction de). Foucault et la philosophie antique ( Kimé, 2003)
Schmid, Wilhem. En busca de un nuevo arte de vivir. La pregunta por el fundamento y la nueva fundamentación de la ética de Foucault ( Pre-Textos, 2002)
ALGUNAS RESEÑAS DE "EL CORZO", DE MAGDA SZABO
"El corzo", Magda Szabó
No soy la primera ni seré posiblemente la única a la que le sorprenda lo poco conocida (y reconocida) que es Magda Szabó en nuestro país. A pesar de que se han publicado ya varias de sus novelas, sigue siendo a mi juicio, una autora que no ha recibido la merecida atención por parte de los críticos ni de los lectores, lo cual es una verdadera lástima a la que invito a todos a ponerle remedio.
Hace ya unos años se publicó en España, su magnífica novela "La puerta" (de la que se puede encontrar además una adaptación cinematográfica protagonizada por la gran Helen Mirren), a la que siguieron "La balda de Iza" y "Calle Katalin", y después, nada más que leer de esta interesante escritora húngara hasta ahora que, felizmente, nos llega de la siempre atinada mano de editorial minúscula, "El corzo", novela publicada originalmente en 1959 y que debido a su carga crítica contra el régimen político vigente en Hungría, tuvo una muy discreta acogida en su propio país, aunque gracias a la intervención del colega y amigo de Szabó, Herman Hesse, fue publicada al alemán y divulgada por toda Europa, lo que le valió a su autora el éxito, por un lado, y la disidencia, por otro.
P
ero más allá del más o menos disimulado ejercicio crítico contra el régimen soviético, "El corzo" es un espléndido monólogo en el que Eszter, una actriz de éxito en su país, da un repaso a su vida y, rememorando infancia y juventud, llega hasta el presente, a una madurez que arrastra mucho rencor y resentimientos que han ido fermentando a lo largo de su vida y cuyo mayor acicate ha sido y sigue siendo Angéla, una amiga de la infancia cuya relación discurre a lo largo de los años marcada por una celosa obsesión por parte de Eszter a la que Angéla permanece ajena.
En "La puerta" la historia giraba entorno a dos mujeres, una escritora y su criada; en "La balada de Iza", la novela reflejaba las relaciones entre una madre y su hija; y de nuevo, en "El corzo", dos figuras femeninas son los personajes principales: Ezster, protagonista principal y narradora activa, con una fuerte personalidad, una mujer dura, poco o prácticamente nada empática, una luchadora nata esculpida con el cincel de la pobreza y las privaciones, que ha conseguido cumplir sus sueños, al menos profesionales y económicos pero a la que le falta equilibrio emocional y capacidad de amar de manera desinteresada; y Angéla, el contrapunto inocente, delicado y sensible que despierta la envidia y los celos más profundos en Ezster cuya malsana fijación por su amiga será motivo de las más diversas revanchas. Resulta curioso que por mucho que avancemos la lectura, es prácticamente imposible entender, aceptar o simpatizar algo con el personaje de Ezster. Nos da pena Angéla, por su ingenuidad y su carácter bondadoso que todo el mundo admira y aprecia. Somos conscientes de la dura vida que ha tenido Ezster, de sus vínculos familiares y afectivos mal consolidados, de los momentos difíciles que ha tenido que pasar por la situación política de su país, pero, ¿justifica todo ello ese ansia desbocada por perjudicar a Angéla, pasando por encima de todo aquello que ambas más aman? Definitivamente, no.
"El corzo" resulta sin duda, un brillante ejercicio introspectivo que, a través del monólogo consigue desarrollar una novela marcadamente realista pero con el intimismo que supone el punto de vista de la narradora. El ritmo de la novela es lento, va avanzando despacio, generando una expectativa y una tensión narrativa que sentimos nos va preparando para un terrible desenlace. Durante el camino hemos intentado entender a Ezster, conectar con ella de alguna manera, buscar algún resquicio de sensibilidad en su interior pero ha sido en vano. Finalmente, solo nos queda dejar la puerta abierta y dejarla ir...
DE MERCEDES MONMANY EN ABC
LA ESPIRAL DE LA VIDA.
DEL BLOG "EL MOMENTO DE RAQUEL"
Magda Szabó (Hungría, 1917-2007) es una de las escritoras húngaras más traducidas de todos los tiempos. Merecedora de un gran prestigio internacional y también en su propio país (incluso a pesar de que su obra fue censurada entre 1949 y 1957 por ser declarada enemiga del Partido Comunista) esta obra alcanzó una gran repercusión al ser publicada en 1959 por ser interpretada como una crítica a la represión de ese régimen político y un alegato a la libertad de expresión y de ser uno mismo. Independientemente de las lecturas en clave política que puedan hacerse de esta obra, lo indudable es que el trabajo de estudio psicológico que Szabó realiza sobre los recuerdos, la envidia, el odio y la obsesión y cómo éstos pueden determinar nuestra vida y las decisiones que tomamos, es, simplemente, magistral.
«En mi infancia callé durante tantos años que después nunca aprendí a hablar; solo sé mentir o callar». (Pág. 11)
Estzer, una prestigiosa actriz de teatro de la Hungría comunista, camina sola, desorientada y angustiada, cojeando, con un tobillo hinchado, en unos zapatos que no son los suyos hacia un césped donde se sienta. Allí, por fin, puede liberarse de ese calzado que la aprisiona y dejar respirar sus doloridas fibras. Pero no sólo es ese zapato el que deja caer sino también sus máscaras, las que toda la vida ha llevado para transformarse en quien quisiera o le conviniera en cada momento, las que han ocultado su verdadero yo. Es ahí cuando Estzer comienza uno de los monólogos más bellos, honestos, intensos y crudos que se hayan escrito jamás, un monólogo en el que cuenta su verdadera historia, no la oficial de su biografía y que realmente dirige a Él. Pero, ¿quién es Él? Y, ¿quién es ella realmente? En un primer momento, como si de una espiral se tratase, Eszter nos hipnotiza con una profusión de nombres, de símbolos, de objetos, de saltos en el tiempo, que nos hacen sentir tan desorientados como ella misma. Poco a poco, mientras el relato va avanzando, logramos entender de qué nos habla y, lo que es aun mejor, comenzamos a conocer su infancia y el por qué de sus fobias y enconos.
«Yo no tengo cara, no tengo rasgos, todo se difumina si no lo arreglo con el maquillaje; solo poseo máscaras, ni siquiera una cabeza. Por la mañana soy diferente que por la tarde, y por la tarde diferente que por la noche». (Pág. 24)
Tecomaría
Y es que Eszter odia a Mozart, a Czerny, a Chován, a cualquier compositor de piezas de piano, instrumento al que culpa de haberle arrebatado su infancia, ya que su madre, repudiada por su aristocrática familia por haber contraído matrimonio en su contra, se ve obligada a dar clases de este instrumento a niños de familia bien durante todo el día. Por la noche, extenuada y obligada a proteger sus manos, no tiene tiempo para enseñar a su única hija a tocarlo y dedica toda su energía y amor a cuidar de su marido enfermo.
Y es que Eszter odia la bondad, a la que nunca ha considerado un «estado natural» sino una consecuencia de unas circunstancias favorables, y los principios nobles pues su padre, un hombre rubio tímido y bello al que todos apodan «el abogado loco», se aferró hasta tal punto a ellos que murió enfermo y sumido en la más absoluta miseria.
Y es que Eszter odia también las flores, especialmente las campanillas rojas de la tecomaría, que le recuerdan a Angéla, igual que odiaba el corzo que tenía esa niña que deseaba ser su amiga pero a la que ella veía como enemiga porque representaba todo aquello que anhelaba tener y ser y que ni tenía ni era: bondad, belleza, don de gentes, generosidad, buena estrella, riqueza, altruismo.
Y es que Eszter, por encima de todo, se odia a sí misma.
«Me he quedado con el peso de mis culpas, pero por fin he podido desahogarme y, en consecuencia, todo se ha vuelto más pesado para mí. No sabría explicar por qué, aun así, me he sentido tan a gusto». (Pág. 11)
Los años han pasado, ella ha logrado el éxito gracias a esa asombrosa capacidad para mentir que logró desarrollar en su infancia a fin de sobrevivir. Es avara, mezquina y cruel pero lo oculta tan bien que pocas personas logran detectar esas grietas en su carácter. Se mantiene distante respecto a todos, crece en la creencia de que nunca nadie le ha amado, ni siquiera sus padres, quienes solo tenían ojos el uno para el otro y a ella la usaban de criada de la casa. Aprendió a robar huevos, a reclamar el dinero que le debían, a saber qué hacer para asegurarse una cena caliente cada noche, en definitiva, a ser adulta antes de tiempo en una manera que recuerda a los inolvidables «Claus y Lucas» (de la también escritora húngara y contemporánea Agota Kristof). Y en ese fluir narrativo, a medida que las máscaras van cayendo, vamos descubriendo quién es la verdadera Eszter, esa mujer de carácter complejo a la que a veces deseamos abrazar con todas nuestras fuerzas y a la que, otras veces, desearíamos golpear con saña su tobillo dolorido por ser tan miserable. Y es que nada es ni blanco ni negro y Szabó juega magistralmente con los grises y con los arquetipos universales hasta llegar al negro más absoluto, al resultado del odio que, enconado, se enquista y supura debiendo ser amputado de la forma más determinante posible. He aquí la grandeza de esta obra, su atemporalidad pues todos hemos codiciado alguna vez un corzo, envidiado unos ojos o un pelo o nos hemos obsesionado con un don. Angéla reaparece en la vida de Eszter, el corzo vuelve a correr hacia las vías del tren, comienza un camino hacia un futuro que realmente es un regreso al pasado porque aquello que no ha sido superado siempre regresa, otra espiral de la vida que Szabó relata en esta pequeña obra maestra que ha encumbrado a esta autora en mi pequeño altar literario particular.
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