Os incluyo algunas reseñas del proyecto:
El dossier de prensa de la editorial:
Enlace al PROYECTO EDITORIAL VINDICTAS DE LA UNAM (UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE MÉXICO)
RESEÑA EN "EL CULTURAL"
Nuria Azancot
Vindictas (Páginas de Espuma) se desprende en realidad de la colección de novela y memoria del mismo nombre creada por la Universidad Nacional Autónoma de México el año pasado para rescatar la obra de autoras del siglo XX marginadas y desestimadas. Impulsado por Jorge Volpi, coordinador de Difusión Cultural de la UNAM, el proyecto global invita a releer el canon de la literatura latinoamericana y, según destacan los editores de este libro, Socorro Venegas (1972) y Juan Casamayor (1968), “busca el trazo de nuestro linaje literario, saber cuál es nuestra herencia, reconocer y reivindicar la obra de las escritoras que nos preceden y abrieron caminos a las autoras de hoy en día”.
Por eso, en muchos casos han sido jóvenes escritoras como Mariana Enríquez, Samanta Schweblin, María Fernanda Ampuero, Gioconda Belli, Mayra Santos Febres, Guadalupe Nettel o Mónica Ojeda quienes han recomendado autoras y relatos olvidados, pero que de alguna manera les habían marcado como escritoras. Socorro Venegas llega a describir a muchas de las seleccionadas como “madres literarias” de las nuevas generaciones.
Decamerón y tabla de salvación
A la dificultad, pues, de localizar relatos que en algunos casos no se reeditaban desde mediados del siglo XX se unió la pandemia. Casamayor y Venegas comenzaron a leer muchos de los cuentos propuestos en 2019 pero no fue hasta febrero de este año cuando, a falta de viajes y cercanía, decidieron debatir semanalmente nombres, hallazgos y sorpresas, compartiendo “sensibilidades, geografías y literaturas. Ha sido simultáneamente una suerte de tabla de salvación personal y un decamerón literario que ha permitido optimizar la lectura, el estudio y la selección”.
Quizá por eso, ahora confiesan que el mayor problema al que se enfrentaron fue “de orden filológico: la difícil accesibilidad a los textos. Abordar un proyecto de lectura profunda y sistemática a lo largo de varias décadas del siglo XX entrañaba buscar esos textos, los libros de las escritoras, muchos de los cuales aparecieron en ediciones de tiradas muy cortas o en editoriales que han desaparecido. Nos enfrentábamos a una invisibilización crónica que condicionó la falta de reediciones, la exigua bibliografía viva y disponible. Leer a escritoras es realizar un doble esfuerzo”.
Además, si toda antología es una historia de ausencias, una de escritoras lo es doble e incluso triplemente, al abordar zonas como Centroamérica, “una región particularmente difícil de explorar, un filón al que nos gustaría acercarnos mucho más. También quisiéramos profundizar en la literatura escrita por afrodescendientes y chicanas”.
Por otro lado, conviene dejar claro que esta no es una antología en el sentido tradicional. No se trata de las veinte mejores narradoras de cada país, ni las veinte únicas: “Desde luego, Vindictas ofrece una muestra de lo que podemos encontrar si nos hacemos esta pregunta: ¿hemos leído los mejores cuentos latinoamericanos? El volumen apela a la curiosidad de los lectores para conocer la mirada de la otra mitad del mundo que no está representada en la mayoría de las antologías ni de los planes de estudio”.
Porque, insisten ambos, es mucho, demasiado, lo que nos hemos perdido. La propia Venegas admite que mientras editaba Vindictas a menudo sentía una combinación de rabia y tristeza. “Sí, como escritora me hubiera gustado llegar antes a varias de estas narradoras con las que siento una afinidad tremenda. Pienso qué importante hubiera sido conversar con estas obras, relacionarlas con los clásicos consagrados del Boom, con Pedro Páramo… Somos lectores inacabados si ignoramos la obra de la mitad de los creadores de un continente entero. Todos perdemos”.
De ahí que ambos coincidan en la necesidad de que una antología como esta no sea necesaria en el futuro. “Es extraño, qué fácil ha sido subestimar a las mujeres, confinarlas a la escritura de poesía o literatura para niños porque es lo que se permite a la sensibilidad femenina. Contra la borradura, contra el silenciamiento y su normalización hay que seguir trabajando, y eso toca a editores, libreros, lectores”, concluye Venegas.
El primer paso podría ser este libro, que se abre con “Inmóvil sol secreto”, de la mexicana María Luisa Puga (1944-2004), cuya vida estuvo marcada por la errancia y la escasez. Aunque en 1983 su novela Pánico o peligro obtuvo el Premio Villaurrutia, uno de los más destacados del país azteca, prefirió vivir en una cabaña a orilla de lago Zirahuén, en Michoacán, pues “quería vivir en una pobreza voluntaria”.
Tras ella vienen relatos de la hondureña Mimi Díaz Lozano (1928), la cubana Mirta Yáñez (1947), la ecuatoriana Gilda Holst (1952)… pero también de figuras reconocidas como la puertorriqueña Rosario Ferré (1938-2016) o de la chilena Marta Brunet (1897-1967) y de grandes olvidadas como la también poeta Mercedes Durand (San Salvador, 1933-1999) o la española María Luisa Elio (1926-2009), apenas recordada por ser una de las dos destinatarias de la dedicatoria de Cien años de soledad.
Cuando se les pide a los antólogos que elijan su cuento favorito, no dudan demasiado. El de Socorro Venegas es uno “que me voló la cabeza”, “Cómplices de extraños juegos”, de la argentina María Luisa de Luján Campos. “En la antología es el único texto donde la narradora es una niña. El relato es de una densidad tremenda, la realidad se va desgajando, dando paso a otra, cada vez más oscura, y revela una mirada siniestra que acecha a la infancia, y lo original es que esa mirada es captada y devuelta por esa niña. El Misterio (sí, con mayúscula) es descifrable para ella”.
Estar vivo es arder siempre
Casamayor, en cambio, elige “La espera”, de Hilma Contreras, del que destaca que reúne muchos de los elementos que se han topado en diferentes escritoras: “abordar un tema apenas transitado y muy incómodo, la rápida reacción que genera una invisibilización social y literaria, el casi abandono de una escritura y el reconocimiento tardío (Hilma recibió con cerca de 90 años un Premio Nacional de Literatura de la República Dominicana no exento nuevamente de polémica)”. En cambio, el que más le sorprendió fue “El occiso” de la boliviana María Virginia Estenssoro. Al parecer, el libro donde se incluía este relato se agotó de inmediato por su escándalo al narrar una relación amorosa fuera del matrimonio y un aborto voluntario. Y destaca el editor: “La escritura es de una vanguardia para la década de los 30 que lo escandaloso es que este libro no sea un clásico absoluto de nuestro idioma”.
Aunque, si de descubriemientos se trata, Venegas se inclina por “La sangre florecida”, de la paraguaya Susy Delgado. Más conocida por su poesía y sus traducciones al guaraní, aquí Delgado “nos abre la posibilidad de leer y escuchar en nuestro interior las palabras de una lengua originaria, y con ello viene la reflexión sobre esos ríos subterráneos de incalculable riqueza que son las lenguas originarias en Latinoamérica. Por otro lado, su texto muestra a personajes que en la vejez siguen asediados por el deseo, la crueldad, la necesidad de venganza. Es una manera de decir: esto no se acaba nunca, estar vivo es arder siempre”.
Precisamente Susy Delgado (1949) recuerda su alegría cuando los editores le propusieron incluir su cuento en Vindictas, porque su trabajo como narradora ha tenido menos difusión y repercusión. Además, este relato forma parte de un volumen por el que siente algo muy especial, pues “tiene una dosis autobiográfica que convirtió su escritura en una catarsis tan dura como necesaria”.
Más conocida también como poeta, la costarricense Magda Zavala (1951) aún no ha publicado ningún volumen de cuentos, pero sí figura en antologías poco convencionales. Académica universitaria, especialista en literatura centroamericana y gestora cultural, denuncia que al mismo tiempo que se dejaban al margen del canon a las escritoras de Vindictas, “se levantaba en América Latina otro de escritoras constituido por las que ajustan su estilo y temáticas a las necesidades del mercado editorial, y producen una literatura, en cierto modo, depurada para el consumo masivo. No aparece siempre allí de manera explícita, y sin atemperaciones lingüísticas, la violencia de género, la injusticia social endurecida con las mujeres, el racismo, el sexismo solapado, la privación de derechos humanos, como sí se muestran en esta antología”.
A la hora de recomendar algunas piezas del libro, que confiesa haber leído “con emoción”, tras algunas dudas y vacilaciones acaba prefiriendo “Cuando las mujeres quieren a los hombres”, de Rosario Ferré, aunque menciona otros, por intensos o “por dar cuenta de zonas clave de nuestra humanidad latinoamericana, como el mestizaje y la transculturación”, aludidos en “La sangre florecida” de Susy Delgado, o “Barlovento”, de Marvel Moreno.
Es el mismo que destaca la venezolana Silda Cordoliani (1953), ex gerente de la mítica editorial Monte Ávila Editores, que también comparte la admiración de otras antologadas por Gilda Holst, Ferré e Hilma Contreras, sin dejar de alabar “las sorpresas maravillosas de un primer encuentro, que han sido más: escritoras que apenas había oído mencionar o desconocía por completo y cuyos relatos me han impactado mucho, como los de Armonía Somers, María Luisa Luján de Campos o Magda Zavala”. Sin embargo, prefiere no mencionar un favorito porque, insiste, “cada uno de estos cuentos constituye una revelación, como literatura y como mirada femenina. Casi todos feroces, eso sí”
RESEÑA EN "EL FINANCIERO"
Vindictas. Cuentistas latinoamericanas', la antología que exhuma a escritoras injustamente olvidadas
La Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial de la UNAM publica este libro que saca a la luz cuentos escritos por 20 autoras marginadas.
Por Alejandra Ojendimarzo 08, 2021 | 4:50 am hrs
"Escritoras exhumando escritoras". Así ha descrito la escritora ecuatoriana María Fernanda Ampuero labor que hay detrás de Vindictas. Cuentistas latinoamericanas, el libro más reciente de la colección Vindictas editada por la Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial de la UNAM.
Vindictas es un esfuerzo editorial que busca recuperar y reivindicar a autoras latinoamericanas injustamente olvidadas, y que ha sido posible gracias a un empeño conjunto de escritoras de todo el continente por rastrear obras prácticamente inconseguibles de sus antecesoras.
La colección toma su nombre del verbo latino vindico, que significa "vengar", "castigar", "entregar", "proteger", precisamente porque pretende "vengar" y "castigar" modelos que marginan, así como "proteger" a estas autoras y "entregar" sus libros a los lectores.
"En el siglo XX prevaleció una mirada machista alrededor de la literatura, de lo que valía la pena publicar y leer. Si miramos, por ejemplo, un movimiento tan grande como el boom latinoamericano, no hubo una sola autora incluida, parecía absolutamente normal esa ausencia. Contra esa normalización, contra esa marginalización es que estamos publicando esta colección", afirma en entrevista Socorro Venegas, titular de la Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial.
Vindictas dio sus primeros frutos en 2019, con al publicación de las novelas El lugar donde crece la hierba, de Luisa Josefina Hernández; Minotauromaquia, de Tita Valencia; De ausencia, de María Luisa Mendoza; La cripta del espejo, de Marcela del Río, y En estado de memoria, de Tununa Mercado. Mientras que, a finales del 2020, aparecieron las novelas La octava maravilla, de Vlady Kociancich, y La ruta de su evasión de Yolanda Oreamuno, así como Cuentistas latinoamericanas. Este último reúne a 20 autoras, cada una de un país distinto.
"Son autoras a las que no se lee en las escuelas, cuyos libros no están incluidos en los planes de estudio, que no se consiguen fácilmente ni en librerías ni en bibliotecas. Parecería que el lugar natural donde podríamos encontrar a estas escritoras es en las librerías de viejo, en las secciones de libros raros o en las colecciones de libros antiguos de las bibliotecas, como verdaderas rarezas, lo cual es parte de la injusticia", comenta Venegas sobre la antología.
Para hacer posible este libro, la editora y escritora trabajó de la mano con casi cuarenta escritoras, críticas e investigadoras de diferentes rincones del continente; corresponsales que contribuyeron con nombres de autoras, así como con títulos de cuentos y de libros, entre las que se encuentran la mencionada Ampuero, Liliana Colanzi, Alejandra Costamagna, Mariana Enríquez, Claudia Hernández y Michelle Roche Rodríguez. La selección final, la función de antólogas, estuvo a cargo de Venegas y de Juan Casamayor, filólogo español y fundador de la editorial Páginas de Espuma, un referente en la publicación del género.
Las autoras incluidas en la antología son:
María Luisa Puga, México
MImí Díaz Lozano, Honduras
Mirta Yáñez, Cuba
Gilda Holst, Ecuador
Marvel Moreno, Colombia
Armonía Somers, Uruguay
Mercedes Gordillo, Nicaragua
María Luisa Elío, España
Hilma Contreras, República Dominicana
Susy Delgado, Paraguay
Silda Cordoliani, Venezuela
Rosario Ferré, Puerto Rico
Pilar Dughi, Perú
Magda Zavala, Costa Rica
Ivonne Recinos Aquino, Guatemala
Marta Brunet, Chile
Bertalicia Peralta, Panamá
María Luisa de Luján Campos, Argentina
Mercedes Durand, El Salvador
María Virginia Estenssoro, Bolivia
La directora general de Publicaciones y Fomento Editorial de la UNAM explica que los criterios para elegir a las 20 escritoras que finalmente conforman la antología son estrictamente literarios: "No estamos publicándolas por hacerles un favor. Me he encontrado con lectores prejuiciados que piensan 'están publicándolas porque está de moda publicar autoras, porque una cuestión de cuota de género. Todos esos argumentos, absolutamente machistas, siguen reflejando a la sociedad heteropatriarcal en la que estamos viviendo. Cuando hablamos de cómo se trató de borrar y se marginalizó a las autoras del siglo pasado, estamos refiriéndonos a un hecho histórico".
"Si se revisan las antologías de cuento más importantes del siglo pasado, parecería que no hubo escritoras, que no hubo cuentistas en Latinoamérica", agrega.
De acuerdo con la también autora del libro de cuentos La memoria donde ardía (Páginas de Espuma, 2019), entre el 70 y el 80 por ciento de las autoras incluidas en Vindictas. Cuentistas latinoamericanas no son conocidas incluso para lectores especializados, para quienes estudiaron letras, han hecho crítica o historia de la literatura.
Desestabilizar el canon de la literatura latinoamericana del siglo XX, es decir, poner en duda la historia que se nos ha contado de la literatura escrita en el continente, cuestionar si está completa sin la obra de estas cuentistas y del resto de las autoras que conforman la colección, ha sido uno más de los objetivos de Vindictas.
"Es una ruta genealógica, una línea de sangre tras la que vamos para saber quiénes eran nuestras madres literarias y para honrarlas por todo lo que les debemos porque si hoy podemos escribir, publicar y seguir luchando por las grandes reivindicaciones de las mujeres se debe también a que ellas en su momento lucharon, quisieron abrir espacios, los abrieron", comenta Venegas sobre el espíritu de la colección, a la que próximamente se sumarán Diario del dolor de María Luisa Puga, con prólogo de Brenda Navarro, así como obras de poetas y ensayistas.
No obstante esta labor de rescate, la editora es consciente de que hay una parte de todo esto que ya no es posible remediar. "Lo que ya no podemos recuperar es cuánta falta nos hicieron estas autoras cuando estábamos formándonos, construyéndonos como lectores, quizá como escritores. La única forma de reivindicarlas y de reparar esa ausencia, que es una especie de orfandad, es leerlas, ir a su encuentro, buscarlas, pedirle a los editores que las vuelvan a publicar; a los libreros, que pongan sus libros en las mesas de novedades, que los recomienden; a los bibliotecarios, que las incluyan en sus colecciones, para volver a poner sus libros en las manos de los lectores, que es donde siempre han debido estar. De esa forma podemos ir al menos completando un panorama del que habían sido borradas, para el que no existían".
ENTREVISTA EN INFOLIBRE.COM
LOS DIABLOS AZULES
'Vindictas', una defensa de las escritoras latinoamericanas contra el prejuicio machista
La UNAM recupera en su colección Vindictas obras injustamente olvidadas, y la antología del mismo nombre da a conocer cuentos de decenas de autoras
La escritora Socorro Venegas y el editor Juan Casamayor defienden el proyecto: "Necesitamos hacer un ejercicio interior de descolonizar la mirada"
Carmen Peire
8 de enero de 2021 05:00h
Vindictas es un ambicioso proyecto literario, puesto en marcha por la Universidad Autónoma de México (UNAM), para rescatar trabajos de escritoras latinoamericanas. Ahora se publica en España una antología de cuentos con ese mismo objetivo, en coedición UNAM-Páginas de Espuma, a cargo de la escritora Socorro Venegas y el editor Juan Casamayor.
Carmen Peire. ¿Cómo surge este proyecto de Vindictas?Vindictas
Socorro Venegas.Nace en el corazón de la Universidad Nacional de México, la más grande de México y una de las más importantes de Hispanoamérica. Una iniciativa de la UNAM siempre es importante en la región y en el idioma. Desde un espacio que es formativo, que es el lugar de la crítica y la reflexión, estamos buscando llevar la mirada de los lectores hacia lo que injustamente se llevó a las orillas, marginalizando a escritoras. Comenzamos a trabajar el año pasado con la idea de rescatar la obra de escritoras latinoamericanas del siglo XX. Es un trabajo que iniciamos en el 2019. Y empezó por una novela que una joven y talentosa escritora, Ave Barrera, nos comentó que le resultó difícil encontrar y a partir de ahí reflexionamos sobre esta dificultad, la de encontrar autoras del siglo XX, escritoras que nos habían podido marcar, y no entendíamos por qué había que descubrirlas, por qué no podíamos tener acceso a ellas en forma más directa. Tuve varias conversaciones con escritoras nacidas en los ochenta. Era un momento en el que estaba muy activo el movimiento #MeToo, se extendía la marea verde desde Argentina y ya venía el movimiento potente de Las Tesis desde Chile. Fue como muy natural pensar: no solo se invisibilizó a Luisa Josefina Hernández, esto le ocurrió a más creadoras. Llegamos a otras reflexiones y empezamos a trabajar en el proyecto editorial, acotándolo al siglo XX. A partir de ahí, otras escritoras empezaron a recomendarnos autoras y novelas, ha sido una experiencia maravillosa conocerlas y leerlas. Tenemos ya siete novelas publicadas y es un proyecto con clara vocación latinoamericana. Decidí en esta colección, después de las conversaciones que tuve con las escritoras de los ochenta, que una narradora joven de esa generación presentara la novela rescatada con un texto que abre el libro. Así construimos un puente intergeneracional. Estas obras tienen una gran actualidad, siguen hablándonos, como la mejor literatura lo hace, de algo profundo; nos muestran el tesoro que está ahí, pese a que el sistema y las condiciones machistas consiguieron oscurecer sistemáticamente la visibilidad de estas obras. De este proyecto y metodología, que involucra otras miradas y otras experiencias de lecturas, se desprende la antología Vindictas. Cuentistas latinoamericanas, sobre una idea del escritor Jorge Volpi que Juan Casamayor acogió con mucho entusiasmo. Me subí a una barquita virtual con Juan y hemos atravesado la pandemia rastreando por todo un continente.
Juan Casamayor. Jorge Volpi ha sido el muelle de esta idea desde la UNAM. La propuesta se hizo en el estand de la UNAM de la FIL de Guadalajara justo el año pasado. Cuando la UNAM te hace este ofrecimiento ya sabe que vas a decir que sí, porque es una oportunidad importante para una editorial independiente con una gran vocación latinoamericana, como es Páginas de Espuma. Socorro, además, es autora de la casa y yo conocía su capacidad lectora, que me ha unido mucho a ella. Hemos hablado sobre qué leíamos y ella me ha recomendado constantemente libros. Era, en definitiva, un reto maravilloso. Lo que no nos imaginábamos era que ese recorrido iba a ser una salvación en mitad de la pandemia, reuniones a través de Zoom, lecturas, investigaciones, leer semanalmente, intercambiar opiniones, dificultades, hablar de lo que nos iba llegando. Ha habido una red muy amplia de corresponsables, gente muy joven, muy preparada, con una inquietud ante una nómina de lecturas exclusivamente masculina, perpetuada bajo los mismos nombres. Esto genera un hartazgo y una curiosidad por profundizar. Ellas nos han entregado nombres y títulos, una luz, como subraya la ilustración de la portada. De ahí ha partido nuestra búsqueda, casi de arqueología, porque los libros o no están o no son fácilmente encontrables. Fueron tiradas muy pequeñas en editoriales muy frágiles. Se ha buscado también en librerías de viejo, en bibliotecas especializadas. Si un cuento de una autora nos interesaba, buscábamos su obra para leer y seleccionar. Así, decidimos que hubiera una escritora por país. Con el transcurso del trabajo, lo que fue un encargo de antología por parte de Jorge Volpi se fue diluyendo: el criterio de antologar fue sustituido por el de mostrar, abrir una puerta para empezar a descubrir toda esa mitad ignorada que no tenemos en nuestra lectura ni nuestra educación sentimental.
CP. ¿Con cuántas autoras habéis trabajado para esta selección?
JC. No menos de 150 o 200 autoras. Hemos comprado hasta únicas ediciones, aunque hayan quedado fuera, porque no podíamos incluir a todas.
CP. ¿Qué criterios habéis seguido para ordenar el libro y las biografías del final?
SV. Lo que parecía importante era no seguir un orden cronológico ni alfabético ni de geografía. Pensábamos en los lectores, que pudieran encontrarse con una lectura apasionante, como lo había sido para nosotros, con el mismo impacto que nos había producido. Explorar en las profundidades de los relatos, leerlos con emociones ambivalentes: por un lado, frustración por lo que te has perdido, algo irrecuperable, que ya no alcanzaste en el momento que hubiera sido fundamental para tu crecimiento como lectora o escritora. Pero ganaba el gozo de compartir, de decir: esto tiene que maravillar como lo ha hecho con nosotros. Yo pienso que lo armamos como yo hubiera armado un libro mío, concediéndole un ritmo, una cadencia a esa lectura, engarzando historias con temas que pudieran espejearse, historias que pudieran dialogar. Por ejemplo, el cuento de Rosario Ferré, un cuento de una desmesura que nos muestra lo mejor del barroco latinoamericano, ese cuento, donde encuentras a dos mujeres, a Isabel la Negra, tan dueña de su sexualidad, y a la otra Isabel que es como su némesis, y luego lees el cuento de Marvel Moreno, donde también vemos a una mujer que se va apropiando de su deseo, además comparten una exploración por las raíces africanas en Latinoamérica, pasas de emociones abrumadoras y de un territorio a otro, pero existen conexiones en esas historias. Las escritoras presentan personajes que van revelándose muy dueñas de sus cuerpos, de sus fluidos, de sus olores… No es tanto una antología para el ámbito académico, que funcionará para eso también, pero lo primero fue pensar en el lector y la lectora.
CP. El libro se acompaña al final con una serie de biografías que no se ordenan con el criterio del libro. ¿Podéis explicar un poco cómo surgió el hacerlo de este modo?
JC. En este caso fuimos más técnicos y utilizamos un orden alfabético. Socorro fue la que dio instrucciones para hacerlo. El trabajo de Víctor Cabrera es en sí una pieza literaria. Se podían haber hecho biografías similares, pero se ha hecho una valoración literaria singular para cada escritora y cada biografía es diferente a la anterior. Leído seguido parece que una escritora tiende la mano a la siguiente. Se puede leer como un ente autónomo. En las semblanzas de mujeres hay una tendencia a que marque la pauta algún accidente biográfico de las mismas. Por ejemplo, María Luisa Elío tiene un libro magnífico, Tiempos de llorar (qué pena no haberlo leído con 17 años), en cambio, al hablar de ella lo que se dice es que fue amiga de García Márquez. Huimos de eso.
SV. Es muy necesario trascender lo anecdótico cuando hablamos de las escritoras. Todavía encontramos el rastro de chismes cuando se habla de ellas. Hace un par de años en la FIL de Guadalajara se presentó un libro de Elena Garro con una banda terrible: esposa de, amante de… Tal escritora se codeó con tal. Es como si ellos no se codearan, como si ellos no fueran sus maridos. Eso podría implicar a su vez otra cosa: que ellos no las leyeron. Podían ser sus amigos, sus amantes, pero no leerlas. El prejuicio perpetúa la visión de las mujeres que necesitan una tutela permanente. Uno de los objetivos de esta antología, más allá de encontrar lectores que disfruten, es que sirva para conocer y llegar a otras autoras, necesitamos hacer un ejercicio interior de desprejuiciar, descolonizar la mirada, desnudarla, es como empezar a leer por primera vez, sabiendo que la literatura la escriben hombres y mujeres.
JC. Al hacer este tipo de antologías, nos encontramos con un discurso que te etiqueta con que procuras crear un espacio literario donde no lo había. Y esto es falso, porque sí lo había. Estas escritoras aquí recogidas no eran escritoras marginales de la periferia que no interesaban. Estaban en una posición sólida intelectual y literariamente hablando, se inventaban de la nada revistas literarias, trabajaban en el cine, tenían galerías de arte, doctoras algunas de ellas por la Sorbona, o por la UNAM, pero hay un momento en que se comete la fractura, se invisibiliza y se silencia el discurso y, cuando intentas mostrar estas opciones de lectura, las reacciones te responsabilizan de forzar la lectura, de crea un espacio lector donde no lo había, de volver a construir un canon a partir de la nada. Y contra esto hay que luchar porque esto no es cierto, no se parte de la nada. La pelea por lo tanto no es solo publicar el libro. La colección Vindictas me llamó la atención porque surgía en una universidad, un espacio para crear un espíritu crítico, un espacio para comunicar, un espacio que trabaja con gente joven. El proyecto puede profundizar e incluir a las escritoras en nuestro modelo lector. Vindictas es parte de un trabajo a desarrollar con medios de comunicación, organizadores de ferias del libro y festivales literarios, mundo universitario. Vindictas forma parte de todo este universo.
CP. ¿Por qué el nombre de Vindictas?Vindictas
SV. Cuando trabajábamos en la colección de novela y memoria en la UNAM buscábamos un nombre que fuera provocativo, poderoso, que al mismo tiempo nos diera una noción de esperanza, trabajar para que algo cambie. El nombre de la colección es fruto de una reflexión colectiva, con las escritoras Ave Barrera y Lola Horner. Al desarrollarse la colección se ha ido alimentando el significado de Vindictas, es un nombre muy generoso, significa vengar pero también proteger, resguardar. Resguardar la obra de estas escritoras y volver a ponerla en manos de lectores. Es una reivindicación. Es una tarea colectiva. Se necesita que el ecosistema del libro funcione para que esas escritoras, pensadoras, científicas, sean mejor conocidas. El que no se publique en las mismas condiciones que ellos no significa que la obra de ellas sea de menor calidad, significa que no hay condiciones de igualdad.
JC. Conocí el nombre en el 2019, al inicio de la colección. Yo soy subjetivo, soy heredero de este nombre, que tiene un impacto sonoro fuerte, vindicar, reivindicar, pero a poco que se profundice, vindicare en latín significa muchas cosas, desde vengar hasta proteger. Tiene un gran arco semántico. Es lo que hay que hacer: vengarse de invisibilidades, de los silencios y proteger a estas voces para que se mantengan y sigan siendo leídas. Siempre cuesta más, denota más esfuerzo. Mientras yo buscaba como un topo en librerías de viejo primeras ediciones, Socorro hacía un trabajo sistemático con antologías. Todas tenían un elemento en común: no había escritoras.
SV. No sé si es peor que haya ausencia de autoras en las antologías o la manera en que, en la mayoría de los casos, las incluyeron con un tono condescendiente, abriendo una especie de gueto para escritoras feministas, es como decir que se abre la puerta porque has protestado, no porque tu obra valga.
CP. Hablemos de las ilustraciones que acompañan el libro y la portada.
SV. El trabajo de Jimena Estíbaliz, la ilustradora, nos gustó muchísimo. Encontró el tono perfecto para traducir lo que significa este proyecto. Al finalizar cada cuento, lo mismo que al principio, hay mujeres que portan una luz. Representa el trabajo literario de estas escritoras y también el esfuerzo colectivo de mujeres que nos han ayudado a construir este libro y han traído de su acervo lector, de su memoria lectora, esa luz, que pasa de una mano a otra hasta encontrar a los lectores, y ellos mismos también pueden compartir sus hallazgos. Las ilustraciones nos muestran muy bien la metáfora de cómo trabajan las mujeres, cómo se tejen las redes, como puede haber este apoyo que es lo que hemos estado viviendo con esta colección: cómo podemos sostener nosotras una lucecita pasándola, compartiéndola y reconociendo un linaje literario. Antes de nosotras hubo escritoras que lucharon, trabajaron, que tuvieron muchas veces todo en su contra. Son caminos arduos en los que no estamos solas y no podemos pensarnos solas en adelante.
CP. ¿Queréis comentar sobre algún cuento en concreto de los que haya en la antología?
SV. Uno que me parece estremecedor es el de la chilena Marta Brunet, Soledad de la sangre. Para mí es una revelación esa autora, quiero leerla más, todo. Fíjate que cuando hablo con colegas de Chile la ubican muy bien. Es un fenómeno de escritoras conocidas en su país, pero no fuera. ¡Y son magníficas! Lo que me atrae mucho en este cuento es la exactitud de cada frase, un trabajo de orfebrería narrativa. Y esa exploración tan vigente alrededor de una mujer que se enfrenta sola a la sociedad patriarcal, la cual le asigna el único destino posible para ella, y cómo, desde lo más profundo, va naciendo en ella un grito que atraviesa este libro; cómo tiene que elegir entre la muerte o proteger un recuerdo precioso. Hay más de un grito recorriendo esta antología, todos terminan señalando la desigualdad en nuestras sociedades. No necesitamos que se legisle como una concesión, como un favor; no podemos estar inmersos en unas condiciones en que hay que pedir permiso para decidir sobre nuestros cuerpos.
JC. Yo hablaría de un cuento que habla también de este grito y sobre la capacidad de decidir sobre el propio cuerpo. Tuvimos las mayores sorpresas literarias. Pensamos que era evidente encontrar buenas escritoras en Colombia, Argentina o en México. pero pensamos que en Centroamérica iba a ser más difícil y nos llevamos la sorpresa de la calidad de esas escritoras. Bertalicia Peralta, de Panamá, tiene un cuento sobre cómo una mujer construye espacios de decisión, el ámbito laboral, cómo saca adelante varias vidas, la capacidad de decidir sobre su cuerpo. Es un cuento, Guayacán de marzo, que aglutina mucho de los elementos que se cruzan en este libro. Este libro es sin duda una acción social y política. La mayoría de estas escritoras han nacido en los treinta, cuarenta y cincuenta y escriben desde la década de los sesenta y setenta, años en que por primera vez se pone sobre la mesa el divorcio, el aborto, la revolución sexual, los anticonceptivos… Todo este pensamiento se refleja y, precisamente por eso, en sociedades muy conservadoras, las cuestionaron y algunas de ellas, incluso, dejaron de escribir. María Virginia Estenssoro, de Bolivia, ha sido una gran sorpresa. Toca los temas por los que fue relegada y al final dejó de escribir. Hilma Contreras escribió un cuento de un pasaje de lesbianismo, siendo ella heterosexual, y la sociedad la crucificó en vida.
RESEÑA EN "COLOFÓN" (REVISTA LITERARIA"
En 20 cuentos, Vindictas revela la intensa producción literaria de las mujeres del siglo XX
by Colofón Revista Literaria 2 Comments
Mientras los políticos, los militares, los periodistas y los historiadores se pasan la vida poniendo etiquetas de antagonismos sobre las cosas, los jóvenes, el pueblo y sobretodo las mujeres (…) nos encargamos de barajar las etiquetas estableciendo (…) la cordial confusión
Teresa de la Parra, 1930
Vindictas: Cuentistas latinoamericanas reúne relatos de veinte escritoras, incluyendo a la española María Luisa Elío (1926-2009), exiliada republicana en México, con el objeto de revelar que aunque ahora sea virtualmente desconocida, durante el siglo XX, la producción literaria de las mujeres en el Nuevo Mundo fue fértil, intensa y, principalmente, numerosa.
La antología es una publicación conjunta de la editorial madrileña Páginas de Espuma y la Universidad Nacional Autónoma de México, como parte de la colección homónima, creada en 2019, por la Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial de esa institución educativa, conocida como Libros UNAM, que dirige Jorge Volpi. Socorro Venegas y Juan Casamayor son responsables por la selección de los relatos; la primera es escritora, editora y ha dirigido proyectos editoriales en el Fondo de Cultura Económica y la UNAM; el segundo fundó hace veinte años la citada editorial que dirige con un interés específico: publicar la mejor narrativa breve escrita en castellano.
La iniciativa de Vindictas responde a la necesidad de correr la cortina impuesta sobre la escritura de mujeres por periodistas, críticos, académicos y escritores que construyeron un canon androcéntrico de la narrativa latinoamericana. La convicción que guía este trabajo es la imposibilidad de hacer antologías serias sobre el relato en la región si no se toma en cuenta la mitad de la producción literaria, realizada por mujeres. El libro trae al plano consciente lo fundamental que es leer escritoras, en especial, a las del siglo pasado que constituyen la genealogía de las que escriben en este momento. Venegas advierte que, para logarlo, los lectores tienen que hacer el esfuerzo de buscarlas. “Esto no es sencillo: no se las van a topar en las mesas de novedades ni en otras antologías”, puntualiza.
Las que están: cuerpo, sexualidad y violencia.
Vindictas reúne textos de autoras nacidas entre las décadas de 1930 y 1950, aunque hay seis de ellas que nacieron antes, incluida la antes nombrada Elío. Ellas son la boliviana María Virginia Estenssoro (1902), la dominicana Hilda Contreras (1913), la hondureña Mimí Díaz Lozano (1928), la uruguaya Armonía Somers (1914) y la chilena Marta Brunet, que es la más mayor y nació en 1897.
Los relatos reunidos en esta antología no están organizados por los criterios tradicionales, como de forma cronológica, de la fecha de publicación de los cuentos o la fecha de nacimiento de sus autoras. El criterio es más orgánico, acorde con el que prima para cualquier cuentista cuando organiza sus obras. Los relatos se suceden según sus temas, que incluyen la identidad femenina, el cuerpo y la sexualidad o la violencia de género. Sobre la identidad y “el lugar” de la esposa tratan cuentos como “Inmóvil sol secreto” de la mexicana María Luisa Puga, “Reunión” de la ecuatoriana Gilda Holst, “Una perfecta desconocida” de la nicaragüense Mercedes Gordillo, “Cuando las mujeres quieren a los hombres” de la puertoriqueña Rosario Ferré, “Guayacán de marzo” de la panameña Bertalicia Peralta y “De la que amó a un toro marino” de la costaricense Magda Zavala. Sobre el cuerpo y la sexualidad hay verdaderas joyas como los cuentos de la colombiana Marvel Moreno, “Barlovento”; “Las chicas de la yogurtería” de la peruana Pilar Dughi y “Sur” de la venezolana Silda Cordoliani.
“Es la mitad del continente la que tenemos incompleta”
Socorro Venegas
La violencia y la necesidad de empoderamiento de las mujeres son los temas que más se repiten en Vindictas, con distintos matices como por ejemplo se lee en “La sangre florecida” de la paraguaya Susy Delgado, “Cómplices de extraños juegos” de la argentina María Luisa de Luján Campo o “Jacinta Piedra” de la salvadoreña Mercedes Durand, cuentos que muestran tres maneras diferentes de relatar la muerte. El asunto de lo violento, pero desde la indiferencia es el tema de los bien logrados relatos de la cubana Mirta Yáñez, “Nadie llama de la selva” y de la guatemalteca Ivonne Recinos, “Desaparecida”.
La producción literaria de estas mujeres coincide con el advenimiento de la tercera ola del feminismo, cuya agenda era lograr la plenitud de los derechos civiles. Los temas señalados antes dejan en evidencia que si bien la universidad era una posibilidad para cada vez más de ellas, la vindicación de los derechos sexuales y reproductivos era todavía materia pendiente. Es por esa razón que muchas mujeres de las nombradas en este artículo fueron rechazadas por la crítica de su época. Al hablar de temas que estaban en boga pero desde su perspectiva femenina como su sexualidad, el aborto o el hartazgo del esposo y de los hijos se hacían incómodas para la sociedad. Fue entonces cuando actuaron los moralistas las desaparecieron.
Ni periféricas ni extrañas ni «contracanon».
Para evitar el ánimo “canonizador” que guiaba a las antologías del pasado, Venegas y Casamayor no se atreven a llamar a las autoras de Vindictas las veinte mejores cuentistas del continente, porque temen que eso sirva para invisibilizar a otras escritoras valiosas aún desconocidas. Y, de hecho, evitan a toda costa las etiquetas. Porque han sido las etiquetas las que han contribuido a relegar al olvido el trabajo de las mujeres.
“Encuentro más similitudes entre estas escritoras, sus preocupaciones y su abordaje desde la literatura a las autoras del siglo XXI que a los escritores de su época”
Juan Casamayor
Venegas rechaza el apelativo de “periféricas” para describir a estas autoras, pues la palabra permitiría “normalizar el lugar al que ellas han sido llevadas”. Es decir: significaría una afrenta adicional a las ya padecidas por ellas y sus obras. Casamayor tampoco se atreve a clasificarlas de “contracanon” porque su escritura “con todas las diferencias sustanciales y de matices que pudieran tener con la desarrollada por los hombres no estaba hecha para ir en contra del canon, sino para formar parte de un discurso lector y literario de su época”. Tampoco son “extrañas” en la literatura latinoamericana, como ciertos periodistas han querido hacer creer. Eran y son mujeres de su época que han trabajado tanto como sus contemporáneos hombres y que han sufrido el castigo de que su obra se la llevara el viento.
Un trabajo que queda para futuras antologías o en el caso de que quienes trabajaron en Vindictas elaboren un segundo tomo es la inclusión de narraciones desde los motivos afroamericanos y la herencia amerindia, visto que el mestizaje fue el gran asunto del pensamiento latinoamericano durante buena pare del siglo XX. Desde aquí, la recomendación como lectores solo puede ser la misma que hace Venegas: ir a las librerías para revolver las mesas de novedades y conseguir a las escritoras detrás de la cortina de las bibliotecas.
Michelle Roche Rodríguez (@michiroche) es narradora, periodista y crítica literaria. Es autora de la novela Malasangre (Anagrama, 2020), del libro de relatos Gente decente (Premio Francisco Ayala, 2017) y del ensayo Madre mía que estás en el mito (Sílex, 2016). Su página web es http://www.michellerocherodriguez.com
RESEÑA EN EL PAIS.COM
Así se editó 'Vindictas', el libro que rescata la obra de cuentistas latinoamericanasMarzo 14, 2021 - 12:06 p. m. Por: Pablo Concha, especial para Gaceta
Socorro Venegas y Juan Casamayor
Lo afirma Jorge Volpi en la contratapa del libro: “Quizás algunos de los grandes cuentos escritos en nuestro idioma no son los que creíamos. Hay ausencias injustificables. Piezas maestras enterradas por el desdén o la desidia o el machismo”. El escritor mexicano, autor de ‘El juego del Apocalipsis’, ‘Días de ira’ y ‘Una novela criminal’, no podría tener más razón acerca de ‘Vindictas: cuentistas latinoamericanas’.
La antología ‘Vindictas’ se origina en el corazón de un proyecto de difusión de la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México) para revisar el canon literario del siglo XX y poner en circulación novelas escritas en español por mujeres que no se hubieran editado al menos desde hace veinte años. Obras importantes que debido a “una visión machista de la literatura” y a “un canon sujeto a un espacio heteropatriarcal blanco, que fundamenta una mirada de leer excluyente y, por tanto, crea una invisibilidad” no tuvieron la difusión que merecían y que debieron tener en su momento.
La presente obra es una co-edición entre la UNAM y la editorial independiente española Páginas de Espuma, a cargo de Juan Casamayor y la escritora mexicana Socorro Venegas, autora entre otros títulos de ‘La memoria donde ardía’ (2019), ‘Vestido de novia’ (2014) y ‘Todas las islas’ (2002), y acompañado de las ilustraciones de Jimena Estibaliz.
Lo que Vindictas busca es “vengar y castigar modelos que marginan” y “proteger y entregar a los lectores y las lectoras nueva luz. Luz vindicta”. La presente antología tiene veinte cuentos y veinte escritoras, una por cada país de América Latina y España, y lo que pretende es desestabilizar la historia literaria y repensar el canon que nos han vendido, el cual carece de las voces y miradas de estas autoras y por lo tanto es incompleto, sesgado y prejuicioso.
En ‘Vindictas: cuentistas latinoamericanas’ encontramos relatos como ‘Reunión’ de Gilda Holst (Ecuador) en donde el sexo de una mujer despide un olor particularmente intenso que la avergüenza y no sabe cómo ocultar, o ‘Barlovento’ de Marvel Moreno (Colombia) en donde la desaparición del cadáver de una abuela lleva a su nieta a descubrir una extraña alianza ancestral que también la afecta. ‘Desaparecida’ de Ivonne Recinos Aquino (Guatemala), un cuento extraño, poético y fantasmal, ejemplo de lo magistral que puede ser un relato breve. ‘Cómplices de extraños juegos’ de María Luisa de Luján Campos (Argentina), un cuento aterrador, donde la extrañeza e incomprensión de lo que sucede crece con cada línea de la narración (ideal para los lectores que disfrutan de las historias de Samantha Schweblin y Mariana Enriquez. ‘El occiso’ de María Virginia Estenssoro (Bolivia), una obra maestra por donde se la mire, que hipnotiza y deja al lector con ganas de salir corriendo a buscar el libro, el cual fue el único publicado en vida por la autora y el responsable de un verdadero escándalo en la sociedad boliviana en los años 30. Y hay más, muchas más historias fascinantes en ‘Vindictas’, veinte cuentos que parecen muchos pero que al final son pocos.
A continuación una charla con los editores de esta antología:
Vindictas
Gracias al encuentro entre escritoras de distintas generaciones se recuperan en 'Vindictas' veinte voces de distintos países de Latinoamérica que habían sido desplazadas por el canon literario.
—¿Cómo se seleccionaron las veinte autoras incluidas en este libro? ¿Cuáles fueron los parámetros para su escogencia?
La colección Vindictas de la UNAM parte de una voluntad muy clara de comunicación intergeneracional entre creadoras. En este sentido, nuestro proyecto partió de una red de escritoras y académicas jóvenes que nos puso sobre la pista de cuentos, obras y escritoras. Escritoras exhumando escritoras, como lo definió la autora ecuatoriana María Fernanda Ampuero. A partir de ahí comenzó nuestra labor de lectura, debate y selección apasionante que fue cumpliendo unos criterios objetivos previos –una escritora vindicta por país con una obra destacable en el género del cuento– y, sobre todo, enriqueciendo nuestra propuesta con una calidad indudable.
—En el prólogo del libro dicen que los lectores se han perdido, que el canon establecido que hemos leído es “excluyente, fomentado por un conjunto heteropatriarcal blanco que fundamenta una invisibilidad”. ¿Cuál debería ser entonces ese nuevo canon? ¿Qué se necesita para que sea aceptado y difundido?
No se trata tanto de sustituir el canon como de extender los límites y ampliar los nombres y las obras del existente. No es posible construir un modelo para los lectores a partir de un canon que de un modo crónico y tenaz da la espalda a la mitad de la creación. Ciertamente era llamativo (cuando no vergonzoso) que nuestras opciones de lectura fueran excepcionales cuando se trataba de escritoras. Es un problema presente que se arrastra desde el pasado y que debemos prevenir para que no se repita en un futuro próximo. Para ello publicar libros no es suficiente: hay que establecer políticas y metodologías que tengan presente estas miradas que siempre han estado y están ahí: en planes académicos de estudio, en programas de ferias y festivales literarios, en catálogos de editoriales y bibliotecas, en los espacios de la crítica y la librería y un largo etcétera.
—En otra parte del prólogo, dicen que “venimos de una falta de profundidad lectora temible”. ¿Podría decirse que los lectores también somos responsables de la perpetuación de este canon literario sesgado?
Los lectores acceden a un corpus lector esculpido por distintos interlocutores. La suma de una dolorosa falta de esfuerzo, rigor, equidad y sensibilidad ha hecho que se produzca una fractura en qué puede leerse y que no, qué es canon y qué no. Es el momento ahora de corregir esas decisiones que han producido graves ausencias y carencias en los lectores. En el viaje que ha sido editar ‘Vindictas’ hemos tenido dos sensaciones: el placer del hallazgo, pero también la rabia de no haber podido leer algunos textos mucho antes, tal vez en una etapa de formación sentimental e intelectual que tan profundamente nos modela.
—“Una antología es una historia de ausencias”, dicen en algún momento. ¿Podría decirse que hay ausencias también en ‘Vindictas’? ¿Qué otras tantas autoras puede haber ahí afuera que ni siquiera las corresponsales académicas que colaboraron con ustedes en este proyecto conocen o han leído?
A medida que avanzamos en la edición de ‘Vindictas’ fuimos conscientes de que no era una antología. Se trata de una propuesta abierta, de una puerta abierta también a través de la cual entra luz vindicta que, ojalá, vaya de mano en mano. Si leemos ‘Vindictas’ a priori como una lista cerrada estaremos cometiendo un error: la amplitud geográfica, cronológica y literaria obliga a pensar su lectura como una invitación para profundizar en otras latitudes, otras escritoras, otras literaturas.
—Esta exclusión sistemática de las escritoras a lo largo del tiempo, ¿es sólo una cuestión de machismo? ¿O hay algo más detrás?
Un canon literario es hijo de su tiempo y de su sociedad. La sociedad ha estado marcada todo el siglo XX por un heteropatriarcado que se ha permeado en diferentes órdenes de nuestra vida. La presencia de escritoras no podía escapar al machismo inherente en nuestra cultura. ¿Algo detrás? Más que especular podemos ir a los hechos: ¿cómo se explica que durante toda una segunda mitad del siglo XX decenas y decenas de antologías de cuentos, independientemente de su origen, siempre excluyeran o minimizaran hasta extremos sonrojantes la inclusión de escritoras? La realidad se define por sí sola.
—Puede existir un problema con la antología ‘Vindictas’ y es que los lectores que queden enganchados con algún relato o con el estilo de alguna escritora quizá no lo tengan tan fácil a la hora de encontrar más material de estas autoras. ¿Qué hacer en ese caso? ¿Qué les podrían aconsejar a esos lectores que queden con ganas de más?
No creemos que sea un problema. Todo lo contrario. Esa situación es síntoma de que ‘Vindictas’ ha cumplido su función. En su espíritu se halla estimular la curiosidad y la sensibilidad de modo que se genere paulatinamente una demanda de recuperación de obras y escritoras, de títulos descatalogados, de sumar alternativas literarias. Si este es el deseo de los lectores, estaremos ante un primer paso indispensable y necesario hacia la normalización y la visibilidad que saque toda esta creación de librerías de segunda mano o bibliotecas recónditas.
—Algunos cuentos poseen algún elemento fantástico en la historia o bordean ese género de manera indirecta; me refiero a relatos como ‘El occiso’, ‘Cómplices de extraños juegos’, Barlovento’. ¿Es posible que una escritora que se mueva en esos campos de la literatura de género fantástico, ya marginales de por sí, pueda ser, o haya sido, aún más invisibilizada?
Ser escritora. Ser cuentista. Ser creadoras de mundos insólitos. Es una ecuación que acentúa esa invisibilidad, sin duda. Sin embargo, pese a una estética o un género determinados no estamos hablando de escritoras marginales. En su vida todas ellas poseían una sólida trayectoria intelectual y literaria, participaban en círculos literarios y compartían su escritura con otras disciplinas como el arte, el cine, la diplomacia o la universidad.
—Gran parte de las escritoras que aparecen en ‘Vindictas’ ya fallecieron, muchas sin lograr el reconocimiento que merecían mientras estaban vivas. ¿Qué es más grave: que no hayan podido ver el impacto de sus letras, o que las hayan silenciado sus propios congéneres?
No es una disyuntiva: el silencio y la invisibilización es la raíz; la falta de reconocimiento, la consecuencia. La existencia de esa relación causa/efecto es lo grave. Hay que romper esos eslabones. Lo más grave es que ni siquiera es un olvido: para olvidar hay que tener al menos un recuerdo y ni siquiera esta es la situación de algunas obras, de algunas escritoras.
—Páginas de Espuma es de las pocas editoriales interesadas en rescatar estas escritoras y darlas a conocer al gran público. No solo con la actual ‘Vindictas’, sino también con libros como ‘Insólitas: Narradoras de lo fantástico en Latinoamérica y España’, publicado en 2019. ¿Qué otras antologías de este tipo están en camino, o qué pueden contarnos sobre futuros proyectos?
Estoy seguro de que podrán venir otros proyectos similares. Junto a ellos, la sistemática edición de libros de escritoras de aquí y ahora con el fin de que en el futuro no necesitamos hacer antologías para reivindicar una literatura que nunca debió oscurecerse.
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