Nos vemos el miércoles 9 de noviembre para hablar de Ataduras, de Domenico Starnone.
Adjuntamos algunas reseñas para facilitar la lectura.
En WMAGAZINE
Domenico Starnone: “Lo que sucede en Italia es el resumen de lo que pasa en Europa”
Por WINSTON MANRIQUE SABOGAL
El autor de 'Ataduras', una exitosa novela que explora la ruptura de una pareja por parte del marido que obedece a otro deseo, analiza los laberintos del sentimiento amoroso y reflexiona sobre la política de su país y del continente
El amor es un mundo con grietas que al principio nunca se ven. Aparecen al azar, y una de las más desestabilizadoras y profundas lleva en el fondo el veneno de la pregunta eterna de con quién es la principal responsabilidad de la felicidad en una pareja, si cada persona consigo misma o con quienes la aman.
Domenico Starnone (Nápoles, 1943) explora esa grieta: “El ser humano debe desear realizar sus propios deseos para conseguir placer, pero debe esperar luego un castigo”.
Lo que Starnone ha visto es un camino de binomios: amor y/o dolor, deseo y/o duda, responsabilidad y/o cobardía, pasado y/o futuro, estabilidad y/o aventura. Un mundo que el escritor italiano resume en una palabra: Ataduras. Y ese es el título que puso a su novela editada por Lumen. Es su debut en España, aunque ya lleva más de una veintena de libros y este se ha traducido a otros tantos idiomas, además de que él es muy conocido en su país por obras como Via Gemito, Premio Strega 2001.
Su nombre se hizo internacional hace poco más de diez años cuando se rumoreó que era la persona detrás del seudónimo de Elena Ferrante, aunque en 2016 se dijo que no era él, pero sí su esposa, la traductora Anita Raja, que trabaja en la editorial que publica a Ferrante.
Lo cierto es que los hilos entre Ataduras (2016) y Los días del abandono (2001), de Ferrante, han sido señalados por la crítica de su país, aunque bien es verdad que los temas de ambas novelas son de los más tratados en la literatura: amor, desamor, abandono; aquí en una mujer con dos niños es abandonada por su marido quien en esta ocasión se va con una mujer más joven y regresa en una falsa reconciliación que los mantiene unidos solo por la fuerza invisible de ciertas ataduras.
La novela de Starnone está estructurada en tres partes, tres voces, tres puntos de vista: la primera son las cartas que Vanda, la esposa abandonada, dirige a su marido, Aldo; la segunda es el relato sobre Aldo, sus motivos y su relación con Lidia; y la tercera son los hijos. Así se arma el mundo esférico de esa pareja.
Silencio ha sido la respuesta oficial que han dado Starnone y Raja ante el revuelo del culebrón Ferrante. No quieren distracciones en sus oficios.
Como silencio guarda el escritor frente al fútbol del que pasa olímpicamente porque simplemente no le gusta. Así no se amarga este Mundial en Rusia al cual la selección de su país no clasificó.
Lo cuenta sentado en la cabecera de una larga mesa del Instituto Italiano de Madrid. Ríe al recordar sus fiascos como jugador de niño. Luego habla de su paso por el periodismo y lo que atisba, por el laberinto emocional de Ataduras y por la difícil situación que afronta Italia bajo el gobierno del partido de ultraderecha Liga Norte y el antisistema Movimiento 5 Estrellas, que tiene como ministro del Interior a Matteo Salvini y sus políticas xenófobas y antieuropeístas.
Winston Manrique Sabogal. ¿Cómo ve las revistas culturales y literarias en este duelo entre lo analógico y lo digital?
Domenico Starnone. Estamos en una fase en la cual los periódicos de papel pierden terreno y las revistas online ganan seguidores. En la última década, además, ha habido un cambio de perfil importante del escritor, del intelectual. Los periódicos piden a los autores comentarios marginales para enriquecer sus páginas, pero ya no son las intervenciones centrales que buscaban orientar y crear conciencia en la opinión pública. Su papel central ha desaparecido de la esfera política, y corren el riesgo de hablar solo a sus propios compañeros. En Italia, por ejemplo, los autores se están transformando para dirigirse al mundo del espectáculo: es autor, actor, toca la guitarra, baila… Se mezcla y se confunde con el hombre del espectáculo en su afán por ganar lectores.
W. Manrique. ¿Qué grado de responsabilidad tienen los medios de comunicación en esta metamorfosis y pérdida de peso de los autores e intelectuales?
D. Starnone. Los medios de comunicación han entendido rápidamente esta transformación que tiende al espectáculo. Por otro lado, antes las editoriales buscaban el libro de calidad y hora buscan el libro que más se parezca al último libro que más ha vendido. A su vez, los medios de comunicación en Internet han tomado otra línea de actuación al dar espacio a todos. Esto coincide con otra transformación: la de que el público ya no quiere hacer solo de público pasivo, quiere ser activo, comentar los artículos. Quiere ser escritor, poeta, fotógrafo… Quiere ser protagonista. Este es el cambio más grande, este público rebelde que quiere dar su opinión y se manifiesta en otras vías, incluidas algunas feroces en la red y se convierten en los llamados odiadores.
Es un mundo intelectual que ya no se parece nada a la generación a la cual pertenezco. El error es pensar que esto es malo, porque es solo una transformación enorme con nuevos instrumentos que han entrado en nuestras vidas…
Por otro lado, es una comunicación basada en la escritura, algo paradójico porque hace unos años se decía que la escritura estaba muerta, y ahora todo se basa en la escritura, aunque es una escritura de masa, no de élite. Habrá que afrontar esta nueva intelectualidad de masa, pero no confrontarla, porque lo mejor no se sabe de dónde llegará. Pero algo llegará y hay que buscarlo dentro de esta generación e instrumentos de comunicación rápida.
Domenico Starnone lo dice con el tono didáctico del profesor escolar que fue tantos años. Y se toma el tiempo suficiente antes de cada respuesta, pero una vez empieza es un torrente. Ahora para hablar de las relaciones de pareja, la pasión, la fidelidad, la lucha entre el amor, la responsabilidad y deseo de obedecer al impuso amoroso.
W. Manrique. En Ataduras plantea dos maneras de ver, vivir y asumir las relaciones de pareja. ¿Cree usted que los hombres y las mujeres conciben una relación de pareja de manera distinta?
D. Starnone. Como todas las cosas. Hay una manera femenina de mirar al mundo y una masculina. El amor es un sentimiento fuerte para ambos, pero la mujer da una centralidad al amor, mientras los hombres no le conceden la misma fuerza pero toma otras formas.
W. Manrique. ¿Qué es el amor?
D. Starnone. …Es una reacción del organismo. Un sentimiento complejo, una droga. Es una fuerza que nos transforma… Es un sentimiento que nos gustaría que durase siempre… Es un sentimiento que… nos llena de plenitud de nosotros mismos. Ser amados nos hace fuertes. Descubrir que creíamos que nos amaban pero en realidad no nos amaban nos destruye, nos humilla… El amor es todo esto.
W. Manrique. Hay un momento clarificador y central en la novela, cuando un grupo de amigos de Aldo le dicen que no se puede ni se debe resistir a las pulsiones del deseo, que él hace bien y no debe sentirse culpable.
D. Starnone. …La novela transcurre en un momento importante, en los años setenta del siglo XX, cuando la mayor culpa era la idea de no realizar nuestros deseos. Y Aldo cree en esta tesis. Por eso vive esa relación con otra mujer y crea un dolor indescriptible a su alrededor y a sus hijos. Para él seguir el deseo es una necesidad justa, pero la verdad es que esto puede generar dolor en otros.
W. Manrique. Entonces, ¿con quién cree que es la principal responsabilidad de la persona, consigo misma o con los demás?
D. Starnone. …Es un problema irresoluble… La síntesis de Freud es que la civilización es represión, que la civilización no es compatible con la realización de nuestros deseos si no es dentro de ciertos límites. Por lo tanto, el ser humano debe desear realizar sus propios deseos para conseguir placer, y si lo hace debe esperar luego un castigo. Esto convierte la vida en algo imposible. La literatura plantea múltiples soluciones a esto, si no fuera posible no habría nada que contar.
W. Manrique. ¿La responsabilidad de quedarse en la pareja puede ser, también, la fachada de una cobardía?
D. Starnone. A veces… Sí… No es caso de Aldo que obedece al impulso de su deseo más sincero y luego regresa, pero no por responsabilidad.
W. Manrique. Una vez amortiguado o acabado el sentimiento amoroso, en la novela parece que la mujer es más fuerte y decidida en situaciones como esta.
D. Starnone. …La mujer en estas situaciones es más determinante. Las mujeres dan un peso fuerte al amor, diferente de la importancia que le dan los hombres. Mientras, ellos asimilan amor y sexo y le dan la misma importancia y van consumiendo más sexo y así consumen más rápidamente el amor lo cual los hace más frágiles. En cambio, las mujeres al dar más importancia al amor viven el sexo con mayor intensidad y más en el tiempo.
W. Manrique. ¿Por qué esa diferencia?
D. Starnone. El sexo es igual para hombres y mujeres, pero adquiere más importancia cuando la mujer siente un fuerte sentimiento de amor hacia el hombre con quien tiene sexo. El hombre se confunde, no sabe si es un fuerte deseo sexual o es un sentimiento que lo atrae, que lo lleva hacia la persona. El hombre confunde sexo y amor porque no sabe diferenciarlo, mientras la mujer sí.
Detrás de todas estas palabras y escritura de Domenico Starnone están autores que lo han inspirado como Italo Calvino, de quien destaca la manera como estilizaba los personajes femeninos y masculinos. “Escritores que escarbaban en el alma”. Un Calvino que miraría extrañado la Italia que gira a la derecha, que parece no recordar su pasado no lejano.
W. Manrique. ¿Cómo ve la situación de Italia, cómo cree que influirá en la cultura de su país y europea este nuevo gobierno?
D. Starnone. …Todos los viejos partidos tienen enormes responsabilidades en lo que está pasando porque han hecho políticas que han empobrecido a la gente. La clase política ha pensado que el mundo se parecía a la clase a la cual ellos pertenecían y olvidaron a las demás clases. La consecuencia es que los olvidados de la última década se han ido a otras formaciones o han dejado de votar. El Movimiento 5 Estrellas, por el que no tengo simpatía especial, ha tenido la capacidad de unir y organizar a los olvidados. Los viejos partidos pensaron que 5 Estrellas era un partido peligroso para ellos y lo demonizaron. No se dieron cuenta de que existía otra organización política, Liga Norte que como tenía solo un 4 o 5% de votos la consideraban poco peligrosa, pero llegó un personaje como Matteo Salvini y captó el descontento de tal manera que pasó del 5 al 18% y luego al 29%. A diferencia del Movimiento 5 Estrellas, Salvini es la peor derecha de Italia, xenófoba y racista que tiene como modelo a Putin, Trump y Erdogan, lo peor de hoy en el mundo.
Ellos sienten un total desprecio hacia los intelectuales y la cultura en cuanto producto de lo intelectual. La situación italiana es preocupante porque lo que Salvini representa es la encarnación de un descontento popular que es siempre más amplio y que crece y se multiplica y se alimenta del miedo hacia el otro. Si no cambia la tendencia, la Liga cogerá buena parte del Movimiento 5 Estrellas y de Berlusconi, lo que da origen a un gobierno totalmente de derecha.
W. Manrique. ¿Ve a Europa en una sin salida?
D. Stanorne. Estamos en una Europa de la que sentimos poco o nada y que amplias masas la sienten como opresión, como una enemiga. Por otra parte este enemigo es extremadamente débil en algunos casos. Por ejemplo, no hay una unidad política, ni económica, ni militar. Pero amplias masas se sienten oprimidas por algo que es débil.
Otra cuestión alarmante es que este fenómeno italiano es un poco el resumen de la situación europea. Inglaterra se ha salido de Europa, en Austria y Alemania crecen fuerzas de partidos de derecha como Salvini. En Francia, Macron tiene graves problemas con los trabajadores y si se equivoca ahí está Marie Le Pen para tomar el gobierno. El riesgo es que la situación italiana se amplíe. Tenemos que confiar en que haya un cambio brusco de tendencia y darnos cuenta de que el camino que se está empezando a recorrer es muy peligroso.
W. Manrique. ¿Y el papel de los medios de comunicación?
D. Starnone. Los medios de comunicación debería actuar en esta línea de orientación y seriedad, pero es un problema de audiencia, del mercado, y la línea de mercado no es la cultural. Harán lo justo para tener espectáculo y audiencia.
EN ZENDALIBROS
Domenico Starnone: «Hay que contar la verdad de la propia experiencia»
El sol cae a plomo sobre la calle Mayor en una de las últimas tardes de junio. En una pequeña y luminosa sala del majestuoso Instituto Italiano de Cultura de Madrid, Domenico Starnone aguarda en un pequeño sofá ubicado bajo un ventanal por el que la luz se derrama a raudales. Menudo, sereno y paciente, Starnone (Saviano, 1943) pasa desapercibido en las calles madrileñas, no en vano Ataduras es su primer libro traducido al español.
No ocurre lo mismo en Italia. El napolitano que viviese las estrecheces de la posguerra en su infancia reside hoy en Roma consagrado como escritor, docente, guionista y periodista. Fue ganador del Premio Strega ya en el año 2001 por Via Gemito —máximo galardón literario en Italia—, al que seguirían el Premio Castiglioncello con Labilità, el Comisso por Spavento y el The Bridge por Ataduras. Además ha publicado otras obras como Prima esecuzione, Fares cene y Autobiografia erotica di Aristide Gambía y Scherzetto, sumando una veintena de libros publicados.
Soñó con ser escritor desde la adolescencia pero ejerció como maestro de escuela durante tres décadas, publicó su primer libro con casi 42 años, y ahora acumula a sus espaldas los galardones literarios más codiciados de Italia, traducciones a una veintena de idiomas —al inglés, sin ir más lejos, por la ganadora del Pulitzer Jhumpa Lahiri—, y ha escrito guiones, obras de teatro y artículos para Il Manifesto, L’Unità, La Repubblica o Il Corriere della Sera.
Lumen publica ahora en español Ataduras con una brillante labor de traducción, una novela construida a partir de tres relatos que hilvanan la disección en canal de las interioridades de una pareja, de una familia, de un fracaso… desde todos los puntos de vista implicados. Algo de profesor queda en el hombre reflexivo y tranquilo en apariencia que se empeña en mostrar en sus libros aquello que no queremos ver o que intentamos ocultar. “Hay que contar la verdad de la propia experiencia”, afirma. Ello implica usar esas propias experiencias para dar forma y desgranar las historias. Historias donde el detalle lo es todo, así que él acumula detalles en su vida diaria como mecanismo para luego retratar a sus personajes.
Es uno de esos extraños casos aclamados por igual por la crítica y el público. Ataduras ha sido adaptada por el propio Starnone al teatro, donde lleva unas 200 representaciones, al tiempo que se prepara su versión cinematográfica.
Starnone habla de madurez. A sus 75 años se muestra satisfecho. A las menciones al largo recorrido que hay desde la pobreza de la posguerra en su Nápoles natal a su éxito actual se encoge de hombros. El hombre que declarase a la prensa italiana ser hijo de una costurera y de un hombre celoso y con mal genio que trabajaba para el ferrocarril hoy se confiesa apasionado de la vida. De la propia y de la de otros, precisa. En cuanto a su obra, asegura que los libros siempre abren puertas, dan ideas, son como escaleras que llevan al siguiente relato. No se puede escapar de la escritura.
La forma de atarse los cordones de un niño, el nombre de un gato, una caja en lo alto de una estantería… son pequeños hilos que muestran las inmensas grietas de una familia rota. Escrita con maestría y condensada en pocas páginas, la novela versa sobre un matrimonio y sus crisis. Un argumento simple y cotidiano que narra con una habilidad literaria poco común y que retuerce las entrañas. No esperen ñoñerías. Starnone nos cuenta la vida misma con sus remordimientos, rencores, venganzas, egos, cobardías, egoísmos, dolores, fracasos y rabias sin ahorrarnos ni un solo detalle de las miserias del ser humano y su afición a los lazos, las jaulas, las ataduras o las obligaciones. Y a huir de ellos sin mirar atrás, sin prestar atención a las consecuencias, no importa cuán drásticas sean.
Es un libro con múltiples niveles, igual que esos lazos o ataduras: sociales, emocionales, económicas y psicológicas. Una descripción afilada y cortante de algo que de amor sólo tenía el nombre. Desde el primer momento se espera la catástrofe en un infierno que somos nosotros mismos. Dos personas han cambiado, el mundo ha cambiado, y no son capaces de reconstruirse ni a sí mismos ni a sus roles. Él muta en cobarde, ella en cruel. Ambos son cómplices al perpetuar una mentira que vivirán sus hijos. Su narrativa alude a una esfera brutalmente íntima, donde todo impacta.
Afirma el napolitano que estamos convencidos de que la vida es como en las películas, que los amores son eternos o las reconciliaciones perfectas, que si tienes un trauma vas al psicólogo y todo se cura. Su libro grita que nada se arregla y que el dolor, llegado el momento, desborda mutando en rabia descontrolada. Y es que más que sobre el abandono, Ataduras versa sobre la mentira de una falsa reconciliación. De una convivencia envenenada por una ruptura y unas grietas jamás soldadas. De una sensación de fracaso que se palpa en casa personaje magistralmente construido. De la incapacidad de perdonar y olvidar.
Vanda y Almo, los protagonistas de la novela, se han casado jóvenes, en los 50, se han visto desgastados por la rutina, por la infidelidad que empujaban los vientos de libertad de los 70, y aún así permanecen juntos. Hay una esposa que no concibe el divorcio y una joven amante que busca su propia autonomía.
Si estamos dispuestos a sacrificarlo todo para huir de una trampa, de una jaula, en pos de la libertad, tal vez la pregunta correcta sea: ¿qué perdemos cuando volvemos sobre nuestros pasos? ¿Es posible volver atrás después de una transgresión tan brutal? ¿Qué precio habremos de pagar, y haremos pagar a otros? La novela está estructurada en tres partes, tres voces, tres puntos de vista: las cartas que Vanda, la esposa abandonada, escribe a su marido, Aldo; el relato sobre Aldo y su vida actual ya jubilado con su esposa, su relación con su amante, Lidia, y sus motivaciones; y el tercero es el de los hijos del matrimonio. Así se construye el claustrofóbico y poliédrico mundo de esta pareja.
Toda pareja es un enigma para quienes observan desde fuera. A veces, incluso para sí mismos. Ataduras también nos habla sobre eso, sobre los secretos inconfesables y las pulsiones que nos ciegan, que nos empujan y nos zarandean en la vida.
—¿Somos así?
—¿Así, como en el libro? Oh, sí. [risas]
—Sorprende que una novela tan corta sea de una complejidad tan condensada, con unos personajes tan bien construidos, con tantas capas.
—Gracias. Es el fruto de la vejez.
—Sobre la vejez, llama la atención ese momento en el que Aldo mira los libros enrollados y no se reconoce.
—El mundo cambia, y de la misma forma cambia nuestra mirada. La huella de cómo veíamos el mundo se conoce por los libros que leímos, por lo que nos gustaba de ellos y por lo que subrayábamos en ellos. Y luego, después de diez o quince años te preguntas por qué he subrayado esto, por qué me gustaba aquello…
—Es un libro que abarca mucho tiempo, unos cincuenta años, y varias generaciones. Y lo que hay es mucho acumulado: rencores, pasiones, papeles, secretos… hasta que todo eso se desploma sobre la generación siguiente.
—Sí. Lo has leído bien. Es eso lo que caracteriza a una vida. Piensa por ejemplo en una casa: lo que está en el centro de esta novela es un apartamento, un piso, que recoge todos los signos de una vida, colocados según un orden determinado. Los libros en las estanterías, objetos de fondo, álbumes de fotografías… y una caja en un estante.
—La caja de Pandora.
—Todo está en orden, y de repente un pequeño elemento introduce un desorden. Un desorden en el que también habita quien vive en ese piso.
—Es una vida rota. Está el eterno tema clásico del abandono de una mujer, pero también el del regreso. ¿Por qué volver a lo que se dejó atrás, a esa jaula?
—No hay desorden introducido por una traición, sino un falso orden producto de una falsa reconciliación. La complejidad de la narración ocurre porque hay muchas razones que ni siquiera Aldo y ni siquiera Vanda, la pareja protagonista, conocen. Es lo que ocurre en la vida. En las novelas hay explicaciones, pero en la vida no. Hacemos locuras sin explicación. Te expongo las posibles razones de Aldo: se ha terminado el clima cultural y político que le daba fuerza, y se ha acabado la primera oleada de pasión que sentía hacia Lidia, al tiempo que teme que ella, más joven y abierta, lo abandone. Ha visto a una mujer por la calle, mal vestida y con dos niños y entonces se ha dicho: «Tendría que estar con ellos, con los míos, y no lo estoy». Entonces vuelve con sus hijos, y el punto de partida de todo esto fue un hecho banal, el hecho de parar a atarse los cordones de los zapatos por la calle. De repente, con este gesto tan cotidiano, ha sentido la paternidad y la necesidad de los hijos de tener un padre. En la novela lo hago volver con ellos y luego lo aplasto. Para Vanda es algo totalmente distinto. “Si vuelve es porque valgo más que la mujer por la que me dejó». Ponemos todos estos elementos juntos y sale una tragedia.
"En las novelas hay explicaciones, pero en la vida no. Hacemos locuras sin explicación"
—Es una tragedia, hiperrealista además, y muy intimista. Se está diseccionando el fracaso a través de una pareja. No hay perdón, no hay curiosidad, y son incapaces de construirse un nuevo rol. Ella se convierte en cruel y vengadora, y él… en un cobarde.
—Sí. [risas]
—Creo que nunca me habían dicho tanto que sí en una entrevista.
—Sí. [risas] Es que has leído bien. En la realidad es lo que ocurre. En las novelas, las parejas reconducen su camino y todos viven felices. Es un tema común en su generación, pero esto no quiere decir que las reconciliaciones no sean posibles. Pero para que ocurran, no solo en una pareja, sino en la política o en la sociedad, es necesaria la fuerza del olvido. Si la humillación y el recuerdo de la mujer por la que he dejado a mi esposa sigue estando en una caja en casa, entonces se corre el riesgo de una falsa reconciliación. No existe un verdadero perdón.
"Para que las reconciliaciones ocurran, no solo en una pareja, sino en la política o en la sociedad, es necesaria la fuerza del olvido"
—Incluso en esto, parece que la importancia está en los pequeños detalles: la forma de atarse los cordones, la trampa que encierra el nombre del gato…
—Por supuesto. En un relato los detalles lo son todo, son lo que declaran —o esconden— el sentido de la narración. Cuando el carabinero dice «el gato va a volver luego, ahora habrá ido a buscar novia», los hombres se ríen pero Vanda no.
—Es una historia en la que no hay buenos ni malos, son personajes reales, llenos de grises, pero al final las víctimas de esa relación, como en la tragedia de Medea —mujer traicionada por antonomasia—, son los hijos.
—Así es. Quien construye la historia tiene que querer a todos sus personajes y si no, se convierten en caricaturas, tanto los buenos como los malos. Los personajes más queridos de un relato, aunque todos lo sean, son los que sufren más. Aquí quienes más pagan con su sufrimiento son los hijos. Son los más amados, pero en este relato parecen los malos, porque parece que no quieren a sus padres.
—La tercera parte, que es la de esos hijos, a mí me parece más de un dolor que estalla en furia en lugar de maldad.
—A estos hijos los han amado como a subalternos, no como a niños, y por eso no han conseguido crecer. Es el dolor y la furia de criaturas bloqueadas, y por eso parecen los malos, pero simplemente son víctimas. Incapaces de crecer.
—Incapaces también de sentirse queridos. De hecho, en toda la novela hay una atmósfera muy intensa y claustrofóbica.
—Sí, porque la acción se estructura dentro de un apartamento y también dentro de compartimentos estanco, fijos. La parte de Aldo no necesita a las demás. La parte de los dos ancianos y el robo en su piso es autónoma también. Y para la parte de los hijos tampoco hace falta saber lo que ha ocurrido antes. Si no hubiera un lector que pone juntos los tres bloques, los tres apartados serían autosuficientes.
—Juntos dan una visión mucho más poliédrica.
—Además, en la estructura de la narración todo está cerrado ya, no hay posibilidad de comunicarse.
—Igual que es imposible la comunicación entre ellos. He visto que la obra se ha adaptado ya al teatro y va camino del cine, y que además usted ha sido guionista. ¿Cómo suele llevar las adaptaciones de sus libros?
—Se puede hacer una adaptación solo si piensas que estás utilizando la escritura de otra manera. La escritura teatral es más desnuda. Los diálogos de los personajes en teatro dicen las cosas de una manera más directa, sin los encubrimientos de una novela. Y en el cine todavía más. Lo que marca la diferencia, y es algo que hay que tener en cuenta, es que el libro original es mío, autónomo, me pertenece desde la primera palabra a la última, pero en el teatro y en el cine el texto se transforma en espectáculo, que es lo que importa de verdad al final. Por contra, quien escribe cuenta las cosas poco a poco.
—¿Y el guionista también?
—El guionista es el primero que se imagina la película, pero luego lo hacen otros y al final es quien menos pinta. En cine, el guionista tiene que hacer cuentas entre lo que él ha imaginado y lo que ve en la pantalla. Y lo que ve siempre es peor que lo que imagina.
Domenico Starnone se expresa con fluidez y sin prisas. Y sin embargo, bajo la superficie tranquila del napolitano, se adivinan profundidades ocultas. Como en su novela. Aguda, profunda y emocionalmente brutal, no sabemos si nos ha llegado gracias al buen ojo de la editorial Lumen o a la polémica con cierto nombre de mujer que ha rodeado a uno de los mejores novelistas italianos vivos con afición por la metanarrativa: Elena Ferrante. Una sombra que persigue a Starnone y a su mujer, la traductora Anita Raja, desde hace una década. ¿Es él Elena Ferrante? ¿Es ella? ¿Ambos a cuatro manos? Mientras las ventas de la misteriosa autora crecían el interés internacional lo hacía a la par. Il Corriere della Sera llegó a publicar un cuadro comparativo apostando porque la prosa de Starnone tenía un inmenso parecido con el de la escritora. En 2016 una investigación periodística trató de seguir las facturas de la editorial de Ferrante, afirmando que tras ella se escondía Anita Raja. Ellos no se han pronunciado. Starnone sigue ocupado con sus guiones, sus adaptaciones, sus libros y las giras promocionales. Raja continúa traduciendo.
En cuanto a la similitud de las temáticas Starnone asegura que la deseperación femenina es un tema universal, pero que él prefiere centrarse en la del ser —no importa su sexo— que descubre que todo aquello en lo que creía no eran más que espejismos. Y sobre su tierra, Nápoles, asegura que siempre queda algo por decir. Lo mismo diría yo del autor. La aguja del reloj corre, lo esperan en la radio, y apenas tengo la sensación de haber rascado la superficie.
—El suyo es un viaje muy largo desde la Nápoles de la posguerra hasta su éxito actual como profesor, periodista, guionista y escritor premiado.
—Setenta y cinco años. Digamos que soy un apasionado de mi vida, y también de la de los demás.
—¿Por qué cree que su obra ha tardado tanto en llegarnos a España?
—No tengo ni idea. Quizá porque nunca he tenido un agente. Los escritores italianos están consiguiendo poco a poco que se les traduzca a otros idiomas, con mucho esfuerzo, muchísimo, y es algo de lo que estamos orgullosos.
—Suele usted citar como referentes a Italo Calvino y a Franz Kafka. ¿Lo siguen siendo?
—Son dos escritores diferentes, que leí en el mismo año, cuando tenía diecisiete, y que me enseñaron que se podían hacer grandes cosas. A Kafka lo estudié mucho hasta los treinta y cinco años o así y luego lo dejé, pero a Calvino he seguido estudiándolo toda la vida. Ahora he vuelto a leer a Kafka, y lo considero el autor más grande del siglo XX.
—Volviendo a la novela, ¿qué estamos dispuestos a sacrificar para no sentirnos atrapados, y al mismo tiempo, por qué corremos de una jaula a otra para que nos den sensación de seguridad?
—Dispuestos a sacrificar, todo. Mujer, hijos, todo. Y entonces descubrimos que tras abrir una jaula aparece otra, y así sucesivamente, hasta pensar que la libertad puede ser un fantasma, y que es mejor una jaulita con una serie de compromisos donde poder envejecer pacíficamente. Esta fue la primera decisión de Aldo, sacrificar todo, y la segunda volver a la jaula a envejecer pacíficamente. Lo que pasa es que pacífico no hay nada.
—Lo que hay más bien es sadomasoquismo.
—La vuelta de Aldo conlleva algo de masoquismo, sí, pero también ha sido sádico antes con su mujer. Vanda, que primero fue una víctima y luego es la que ejerce el sadismo hacia Aldo. Podemos decir que dentro de las jaulas el ejercicio es más difuso, es sadomasoquismo.
—¿Hay parejas y familias que no sean disfuncionales?
—Por supuesto que sí, pero no hay familias que funcionen sin una serie de compromisos.
El amor de esta historia, de amor sólo tiene el nombre, comento. Y el autor me responde que todo amor tiene grietas que al principio no se ven, sobre todo porque «siempre se plantea una pregunta envenenada: ¿quién es el principal responsable de la felicidad, quien te ama o tú mismo?» Evoca a Freud y su teoría de que la civilización, y por tanto la familia, es represión. Que el ser humano debe intentar realizar sus deseos y esperar luego su castigo, como su protagonista. Afirma que «eso convertiría la vida en un infierno imposible, y que hay otras soluciones… si ambas partes se comprometen».
Es el fantasma de la libertad versus una seguridad pactada con sus límites. Amor y dolor, deseo y castigo, cobardía y responsabilidad, realidad y apariencias, perdón o venganza… La historia y los personajes de Starnone se debaten en un mundo de dualidades. Y aún así el autor asegura que sí, que el amor existe, pero que es un sentimiento complejo que nos transforma, que nos hace fuertes. Descubrir que no nos amaban nos destruye. De nuevo las dos caras de la moneda.
—¿Los personajes femeninos de esta historia son… más listas, más fuertes, más crueles? No sé si tiene algo que ver su rol tradicional como víctimas, pero cuando el dolor o la ira se las traga, borran totalmente a los personajes masculinos.
—Es mi manera de pensar en las mujeres, pero no de ahora. De toda la vida, con los hombres de aburro y con las mujeres me lo paso bien. No es que intente escribirlas así, es que siempre las he visto así, más listas, más fuertes, las escribo como las veo.
"Con los hombres de aburro y con las mujeres me lo paso bien. No es que intente escribirlas así, más listas, es que siempre las he visto así, las escribo como las veo"
—Son también las más afectadas por los cambios sociales durante el libro.
—Sobre todo Vanda. Cuando se abre el relato es una mujer de finales de los 50, que se casa, que tiene hijos, que no trabaja y que jamás piensa en el divorcio. El cambio en las mujeres, que a veces se atribuye desde el punto de vista teórico al feminismo, en la práctica ha ocurrido debido al trabajo remunerado fuera de casa.
—Italia y España han ido a la par en eso. Mi madre, nacida en los 50, empezó a trabajar a los diecinueve y era una anomalía en su entorno. Lo que se esperaba de ella era lo que ha dicho usted: establécete, cásate, ten hijos, cuídalos… Esa generación de mujeres tuvo que mutar de piel varias veces.
—Y lo que no se valora ni se cuenta lo suficiente es cómo ese cambio ha causado grandes sufrimientos a las mujeres. De todo esto se habla alegremente, como si fuera un proceso de libertad, de emancipación, pero las mujeres han tenido que destruir, principalmente dentro de sí mismas, una manera de ser mujer. Y cuando se destruye un modelo, la persona sufre, porque tiene que desgarrarse desde dentro. Y al revés, con la crisis económica, muchas mujeres acostumbradas a estar fuera, trabajando, ahora de repente se encuentran sin empleo y ya no pueden volver al viejo modelo anterior, porque ya no existe. La verdad es que hoy el feminismo debería ser mucho más fuerte. En literatura se está viendo algo, cierto cambio. A los hombres les avergüenza decir que leen novelas, es más difícil relatarnos. Mi personaje, Aldo, es negativo. Si el lector lo ama, se siente culpable.
Disparo la cámara a contrarreloj mientras avisan al taxi que les llevará a la radio. En italiano veloz, Starnone se dispara. Posa en la escalera y ante el espejo mientras me habla de la situación política en Italia y la responsabilidad que tienen los viejos partidos por haber puesto en práctica políticas que han empobrecido a la gente. No muestra ninguna simpatía por el Movimiento 5 Estrellas pero asegura que han sido capaces de aglutinar y movilizar a esos olvidados. Nadie prestó atención a la Liga Norte. Asegura que Salvini es “lo peor de la derecha italiana, racista y xenófoba que se alimenta del miedo hacia el otro”. Lo peor del mundo. “El tipo de gente que desprecia la cultura y a los intelectuales”.
Cuando consigo hacer entender mi respuesta, que no se trata de un caso aislado en una Europa que parece desintegrarse y en la que se votan Brexits mientras la derecha gana fuerza en muchos países, asiente y asegura que «en esta Europa no hay unidad». Y sin embargo, pese a su debilidad, amplias masas la perciben como un «enemigo opresor». “El camino que se está empezando a recorrer es muy peligroso”, sentencia.
Ya en la puerta y mientras el taxi se hace esperar, repasamos el cambio del modelo periodístico y literario de los últimos años. “Hoy prima el espectáculo y el ganar lectores. El papel pierde terreno. El escritor y el intelectual desaparecen de la esfera política”. Luego está el tema de las editoriales, los libros, las cifras de ventas. “El público ya no se fía de los críticos y sus recomendaciones”, me traduce la asistente de dirección del Instituto Italiano. “Yo tampoco”, respondo ante las carcajadas de Domenico. Lo cual no quita que a veces comprendas por qué un ejemplar vende miles de libros y otras no consigas entenderlo, mientras historias maravillosas quedan sin publicar o sin traducir porque apenas venden unas decenas. Starnone asegura que en Italia es igual, “el mercado es el mercado”, añade nuestra traductora. “Sin embargo ese público exige, y merece, respeto. Porque al fin y al cabo está comprando esos libros por algo. Y ahora además todos quieren ser activos, comentar, reseñar, participar en las redes, ser autores, periodistas, fotógrafos…”, dice señalando mi cámara. “Ser protagonistas”
Bajo el sol intenso de la tarde, hablando de la dificultad de los autores italianos para lograr traducciones, me menciona «un autor maravilloso, ya fallecido». El año pasado sólo vendió 80 ejemplares. “Me temo que pronto su obra desaparecerá de las librerías”. Al llegar a casa el nombre —que no apunté mientras despedía a autor, traductora y responsable de prensa de Lumen— ha volado de mi mente. Decidida a buscarlo, escribo a Blanca, de Lumen, pero el nombre que me llega suena distinto. Sospecho que esta noche no pegaré ojo intentando recordar a ese escritor que no conozco, “de prosa magistral”, que tal vez pronto desaparezca de las librerías. Puede parecer banal, pero Domenico diría que lo banal no existe, que no es más que “la superficie a la que nos hemos acostumbrado y que hay que rascar para ver lo increíble. No es más que un modo de no contar”.
en BABELIA
ANDREA AGUILAR
Domenico Starnone: “Los hombres tenemos cada vez más dificultad para relatarnos”
'Ataduras' reabre el enigma sobre la relación de este autor con la ficción de Elena Ferrante
La cita en Roma tiene lugar en una pastelería de barrio próxima a la plaza de Bolonia, a principios de mayo. Ese lugar sin rimbombancia ni historia, perfectamente corriente y anónimo, parece agrandar el misterio que rodea al escritor Domenico Starnone (Nápoles, 1943). Al fin y al cabo él sostiene que lo superfluo no existe: "Lo banal es la superficie a la que nos hemos acostumbrado, pero si uno rasca, aparecen cosas increíbles. Lo banal es un modo de no contar, de aparcar las cosas. El trabajo de un escritor es mostrar que lo obvio no lo es tanto". Los detalles importan en literatura y resulta difícil olvidar esto al entablar una conversación con Starnone, recién llegado de un viaje de promoción por EE UU con Jhumpa Lahiri, su traductora al inglés.
Ganador del Premio Strega en 2001, Starnone se muestra discreto, reflexivo y paciente, como el buen maestro de escuela que fue durante 30 años. Sacó su primer libro a los 42 años y es autor de una veintena de novelas, además de guiones, obras de teatro y artículos. En su primera novela traducida al español, Ataduras, el detalle nimio son los cordones de un zapato de niño, los hilos que tiran hasta recomponer una familia rota. "En el mundo civilizado se tiende a pensar que hay recursos como el psicólogo para arreglar las cosas. Lo que dice este libro es que nada se arregla. El dolor es el dolor, y cuando no hay manera de contenerlo se reacciona con rabia".
“Yo no soy Ferrante. Sería demasiado fácil ser ella por haber escrito 19 páginas en las que una mujer se lamenta”
El misterio que ronda a Starnone tiene nombre de mujer y, transcurrida una hora de entrevista, él mismo lo pronuncia enfáticamente: “Yo no soy Elena Ferrante. Sería demasiado fácil ser ella por haber escrito 19 páginas en las que una mujer se lamenta”. Su afirmación trata de zanjar las comparaciones que la crítica italiana y anglosajona ha hecho entre la primera novela de Elena Ferrante, Los días del abandono, y Ataduras. La obra de Ferrante la protagoniza una mujer en la treintena abandonada por su marido y madre de dos hijos que narra su calvario; la de Starnone arranca con las nueve cartas que a lo largo de un par de años una madre de dos niños, también treintañera, le dirige al esposo que la ha dejado. “Es una historia sobre una falsa reconciliación con 19 páginas que hablan de la desesperación de una mujer. También habría podido copiar Medea. Este tema tiene una larga tradición que solo el gusto chismoso de la prensa reduce a su conexión con Los días del abandono”, insiste. En Ataduras Starnone ensambla otras dos voces en una poliédrica historia familiar. “Hay tres voces independientes, tres libros que podrían ser leídos por separado. El experimento ocurre en la cabeza del lector que, al leerlos todos, compone la historia”. ¿Es la desesperación femenina una gran veta? “Es un tema universal. Pero en mi libro la reacción de la esposa no creo que sea exclusivamente femenina, es la que tiene una persona que descubre que las cosas en las que ha creído, que son su vida se han esfumado. Es la misma que tendría un campesino a quien le quitan la tierra”.
Lo cierto es que la sombra de Ferrante lleva persiguiendo a Starnone desde hace casi dos décadas. ¿Se escondía el napolitano detrás del seudónimo? ¿Era su segunda esposa, Anita Raja, traductora de la editorial que publica a Ferrante, quien firmaba esos libros? ¿Escribían a cuatro manos? El fenómeno en torno a la misteriosa autora de la tetralogía Dos amigas crecía internacionalmente y la intriga también. El apodo de Starnone era Nino, como el personaje de la saga de Ferrante (Nino Sarratore), y él también era hijo de un ferroviario. El Corriere della Sera llegó a publicar un cuadro comparativo para demostrar que la prosa de Starnone tenía un parecido algo más que razonable con la de la escritora. Una investigación periodística en 2016 trató de cerrar el caso: siguiendo las facturas de la editorial de Ferrante se afirmaba que Anita Raja, la esposa de Starnone, estaba tras el seudónimo. Estalló un debate sobre el derecho al anonimato. Ni Starnone ni Raja se pronunciaron.
Aunque quiso ser escritor desde la adolescencia, Starnone aparcó la literatura y se dedicó a la enseñanza. Décadas después empezó a escribir en el periódico Il Manifesto, fundado por Rossana Rossanda y Luigi Pintor. Aquellas columnas de los setenta sobre la vida cotidiana en la escuela le empujaron de nuevo a la literatura, fueron el detalle banal que resultó ser trascendental en su vida. “Ahora no sé si soy un profesor o un escritor”, confiesa. La literatura ¿qué debe instruir? "Debe mostrar aquello que nos resistimos a ver, o que escondemos porque nos da miedo. Con la escuela todo el mundo dice lo malísima que es la enseñanza que se imparte hoy en comparación con la que ellos recibieron, no analizan honestamente su experiencia. Con la literatura se corre el riesgo de que pase lo mismo: la que no funciona enseña el mal y el bien en lugares donde es fácil verlo. Pero hay que contar la verdad de la propia experiencia, eso es lo único que tiene un escritor. Y esto no significa hacer autobiografía, sino usar la experiencia para trazar las historias".
El escritor ¿debe imponer una distancia? “Como decía Flannery O’Connor, yo cuando escribo si mi personaje corre, corro; si ama, amo; y si se enfada, me enfado. La escritura es algo mimético, pero no es un trabajo de mero registro”, explica. “Un escritor es un mimo que acumula detalles. Poco a poco, esto se convierte en un hábito, y esos detalles en el momento oportuno sirven para retratar el modo de pensar de un personaje”. El novelista habla de casos “afortunados” de un único y maravilloso libro como los de Manzoni y Lampedusa, pero él siente que la literatura más que una larga escalera --como la que trepa su personaje Aldo en una escena de Ataduras— es un conjunto de estancias: “Un libro siempre queda parcialmente completo, porque abres una puerta que te lleva a otra cosa, otra posibilidad de relato. Por eso, si escribes, lo haces para toda la vida”.
“Un escritor es un mimo que acumula detalles. Poco a poco esto se convierte en un hábito, y esos detalles en el momento oportuno servirán para retratar a un personaje”
Starnone habla de la revolución en la enseñanza ocurrida a partir de 1968 y de cómo quedó a medio camino: “Mi generación quería mejorarla pero no encontramos el tiempo ni la forma de hacerlo. Lo mismo ocurre con el matrimonio de mi novela, el cambio queda bloqueado”. El arranque de Ataduras tiene como telón de fondo el feminismo de los setenta: la esposa que no concibe el divorcio, y la joven amante que tiene un fuerte sentido de sí misma. “Hoy el feminismo debería ser todavía más fuerte”, apunta Starnone, y señala un movimiento en el campo literario: “Las cosas están cambiando muy rápidamente. A los hombres les da vergüenza decir que leen novelas, y tenemos cada vez mayor dificultad para relatarnos. El personaje de Aldo, en mi novela, es negativo. No puede ser amado por los lectores, si lo hacemos, somos culpables”. Ataduras ha sido adaptada por el propio Starnone al teatro y lleva cerca de 200 representaciones, también está en preparación una versión cinematográfica. “Se dice que mi libro es sobre el abandono, pero es sobre la falsa reconciliación fundada en la mentira. La esposa lo acepta de vuelta para tomar represalias, no porque le necesite. Él vuelve porque se siente débil, pero no cesa en la traición. Los dos son totalmente culpables. Cuando una familia se rompe es como si se rompiera la idea misma de convivencia".
¿Qué dificultad tiene crear una voz femenina creíble? “Ninguna. Si tienes capacidad, escribes voces de hombres, mujeres, niños, ancianos. Escritores de todos los tiempos han creado voces femeninas creíbles. Eurípides ya lo hizo. Un escritor hábil cuenta todo, no solo su punto de vista. El problema es cómo los lectores oímos esas voces”. Las suyas tienen un tono por momentos desgarrado, ¿típicamente napolitano? Starnone al responder se refiere a las culturas que en esa ciudad se han solapado desde hace siglos. “La napolitana es una mujer apasionada y en muchos aspectos más liberada que la media, más explícita en su discurso, que muestra sus sentimientos y dramatiza. En Nápoles hay un tipo de teatro particular, la sceneggiata, y es ese mostrar sin filtro, algo característico del sur”. Su ciudad, sostiene, es un lugar complejo que no puede encajar en un estereotipo: “Sobre Nápoles siempre hay algo más que decir”. Sobre Starnone cabe pensar que también. Como en esas cuevas habitadas, los bassi napolitanos, en este autor se adivina una historia subterránea, un enigma tan real como literario.
En EL ESPAÑOL
Ataduras
Rachel Donadio
Ataduras no es solo la novela más delgada, más sutil y más poderosa en el plano emocional de Domenico Starnone (Nápoles, 1943) -el menos conocido de los principales novelistas de Italia en el resto del mundo, un postmodernista consciente de sí mismo al estilo de Italo Calvino, con una tendencia para las bromas literarias y las metanarrativas-, sino que es también un texto clave en el candente misterio literario de qué novelista está tras el seudónimo de Elena Ferrante. Se da la circunstancia de que Starnone está casado con Anita Raja, la traductora literaria que fue identificada como Ferrante en un reportaje del periodista de investigación italiano Claudio Gatti, quien desató la furia entre muchos de los admiradores de la autora, que no querían saberlo. Gatti basó su trabajo en registros financieros, en concreto un aumento en los pagos a Raja de la empresa matriz de Europa Editions, la editorial de Ferrante que ha publicado Ataduras. Pero en literatura, a diferencia del periodismo de investigación, contar algo es más importante que la moraleja. Ataduras responde a la novela de Ferrante de 2002, Los días del abandono -el segundo libro publicado con el nombre de Elena Ferrante, tras El amor molesto 10 años antes- y la vuelve del revés. Los libros comparten la misma trama universal: un hombre deja a su mujer e hijos y se va con una mujer más joven. Pero los dos autores dan diferentes direcciones a la historia y tienen estilos de prosa diferentes. Ataduras es, en algunos aspectos, una secuela de Los días del abandono, y en otros, una pieza más del puzle u otra voz en una conversación más dilatada. Los días del abandono está narrada desde la perspectiva de Olga, una mujer cuyo marido, Mario, acaba de dejarla a ella y a su hijo e hija pequeños por otra mujer. La historia se desarrolla a base de pinceladas psicológicas a menudo tediosas, a medida que Olga se desmorona y después se recompone. Tenemos poco acceso a la vida interior de Mario. Ataduras pasa los mismos elementos de la trama por un caleidoscopio, contando la historia desde tres perspectivas diferentes: primero la de la mujer, Vanda, después la del marido, Aldo, y, finalmente, la de sus hijos ya adultos, saltando hacia delante y hacia atrás en el tiempo por un arco de varias décadas. “Por si se te ha olvidado, muy señor mío, ya te lo recuerdo yo: soy tu mujer”, empieza la novela. Estas son las palabras de Vanda, escribiéndole a Aldo, quien la ha dejado después de 12 años de matrimonio para mudarse con Lidia. “Nos ves como un obstáculo para tu felicidad, una trampa que reprime tus ansias de placer”, escribe. Estamos en 1974 y de fondo está la política. “Te topaste con una joven respetable a la vuelta de la esquina y, en nombre de la liberación sexual y la disolución de la familia, te convertiste en su amante,” afirma Vanda. En el momento en que tiene lugar este enfrentamiento, Aldo solo le dice a Vanda que ha “estado con otra mujer”, no la verdad más dolorosa de que está profundamente enamorado de Lidia. Sabremos años más tarde que le falta el valor. Varios años después de su dramática ruptura, Aldo y Vanda vuelven a estar juntos, un proceso doloroso que requiere tiempo; su nuevo equilibrio exige que se oculten cosas uno al otro. Viven juntos durante décadas. Un día, regresan de unas vacaciones en la playa y encuentran su apartamento en Roma desvalijado. En medio del caos, el pasado irrumpe en el presente. Se cae una caja en la que Aldo había guardado fotos de Lidia y la carta de Vanda que abre la novela. Él rememora ese periodo difícil, el día en que le dijo a su mujer que se iba. “Traté de explicarle que no se trataba de traición, que la tenía en mucha estima, que la verdadera traición era traicionar el propio instinto, las propias necesidades, el propio cuerpo, a uno mismo”, rememora Aldo, pero Vanda, rabiosa, no quería saber nada.
No consigo pensar en dos novelistas cuyos libros conversen de forma tan inteligente y cómplice como los de Starnone y Ferrante
Los niños crecen. Nos enteramos de cómo la separación de sus padres ha forjado sus “yo” adultos. Pero, en Ataduras, nadie tiene la última palabra. Todas las diferentes verdades se presentan ante nosotros, cada uno recibe lo que se merece y cada personaje queda plenamente plasmado, con la empatía y la perspicacia de una novelista con talento. La prosa de Starnone es sumamente competente sin llamar la atención sobre sí misma. En esta novela, a diferencia de otras suyas, la inteligencia no obstruye el impacto emocional. No por casualidad, Aldo y Vanda son ambos de Nápoles. Al igual que Aldo, Starnone también fue un profesor de instituto que con el tiempo alcanzó el éxito como escritor para la televisión italiana. En entrevistas con la prensa italiana, Starnone ha contado que su madre era costurera y su padre un hombre hosco y celoso que trabajaba en el ferrocarril. Estos son también los antecedentes del narrador de su novela Via Gemito, con la que ganó el prestigioso premio Strega. Si esta biografía parece familiar, es porque repite el parentesco que reivindica Elena Ferrante en La Frantumaglia: un viaje por la escritura, una recopilación de entrevistas. Por otro lado, en otro punto de La Frantumaglia, Ferrante cita a Calvino, quien dijo una vez: “No doy datos biográficos, o doy unos falsos, o bien trato siempre de cambiarlos de una ocasión a la siguiente”. Ataduras es la única novela reciente de Starnone que no se convierte en metaficción. En vez de historias dentro de historias, tenemos “una serie de cajas chinas”. El título italiano es Lacci, literalmente “lazos”, y hay una escena clave en la que Aldo le enseña a su hija a atarse los cordones de los zapatos. Pero la palabra también significa lazos que atan, un significado que evoca el deseo de Aldo de liberarse de sus ataduras conyugales y después volver a dejarse aprisionar por ellas. Toda pareja es un enigma para quien los ve desde fuera y a menudo incluso para sí misma. Ataduras también trata de esto, de los misterios tácitos que nos atan, que nos alejan unos de otros y nos reúnen. Quizá no sepamos nunca qué habas se cuecen en la cocina de Starnone y Raja. Pero no consigo pensar en dos novelistas, de los que escriben actualmente, cuyos libros conversen de forma tan inteligente y cómplice como los de Starnone y Ferrante. Tal vez no haya aquí una prueba irrefutable, pero, por fortuna para nosotros, hay muchas cajas chinas
ATADURAS - DOMENICO STARNORNE
«La casa así destrozada era como un estímulo para lanzarlo todo por los aires todavía más».
Destrozado. Así se encuentran su piso Aldo y Vanda cuando regresan de una semana de vacaciones. La primera palabra que se me ocurre para describir su estado, sin embargo, es desvalijado. Pero no, desvalijar implica un vacío, un despojamiento, y en esa casa hay desorden, hay destrozo pero, a excepción del gato de nombre Labes, al que Vanda adora, no parece haber desaparecido nada más.
Labes es un vocablo latino que significa ««caída», «derrumbamiento», «hundimiento», «ruina»». Eso Vanda no lo sabe; solo lo conoce Aldo, quien le puso el nombre al minino hace años. Porque sí, cualquier mínimo estímulo es suficiente para lanzar por los aires lo que ya había saltado tiempo atrás, lo que después se recogió y se intentó recomponer. Así que sí, tal vez lo del desvalijamiento no sea una idea tan errónea por mi parte; tal vez todos los enseres que ahora no son más que un magma de caos tuviesen antes por función tapar y enterrar el gran vacío que se revela ahora como un mar de escombros.
«Se han ocultado el uno del otro, no sin antes dejar caer la amenaza de descubrirse en cualquier momento».
Aldo y Vanda son un matrimonio de septuagenarios. Llevan juntos más de cincuenta años. Qué bonito, exclamaréis algunos; qué condena, pensaréis otros. Esta novela podría haber comenzado con ese regreso de vacaciones con el que yo he comenzado esta entrada. También podría haberlo hecho con los momentos inminentes a la partida, tan significativos entonces y tan reveladores después para Aldo. Comienza sin embargo en un punto temporal muy anterior, con la primera de las cartas que Vanda le escribiera a su marido cuando este la abandonó por una mujer más joven, cuando Aldo se enamoró de otra mujer.
Aldo se gusta más a sí mismo al lado de esa mujer. Es como si se hubiera ido diluyendo en la rutina del matrimonio y los hijos y ya no se reconociera a sí mismo. Se casó con Vanda en unos años en los que los papeles de hombres y mujeres estaban bien delimitados y sigue viviendo en un país, Italia, en el que la tradición pesa y mucho.
Vanda no asimila el abandono. Con todo lo que ha sacrificado por esa familia, por su matrimonio y la casa, no concibe el abismo al que se siente lanzada. No son celos lo que siente; es despecho. No es dolor por pensar que el amor que su marido sentía por ella lo ha trasladado a otra persona; es la escisión de sentir que ha hipotecado su vida y se ha quedado arruinada y fracasada.
«A la menor oportunidad -me decía- podría tener un amor: es como la lluvia, una gota choca al azar contra otra gota, se forma un regato. Bastaría con insistir en la intriga inicial, y la curiosidad se convertiría en atracción, la atracción crecería hasta llevar al sexo, el sexo impondría la repetición, la repetición crearía una necesidad y una costumbre. Pero creía que debía amarte para siempre solo a ti, así que miraba para otro lado, me ocupaba de los caprichos de los niños. Qué tontería. Suponiendo que alguna vez te haya querido -y hoy no estoy segura: el amor es un contenedor en el que metemos de todo-, la cosa duró poco».
Vanda, además, considera el abandono de Aldo extensible a sus hijos y juega esta carta injustamente para uno y otros, pero tiene también su punto de razón al considerar a Aldo un padre negligente.
«A los hijos siempre acabas haciéndoles daño, por lo tanto, debes esperar que te lo devuelvan con creces».
Aldo pertenece a esa generación de padres presentes a la vez que ausentes, que delegaban en las madres la educación y el cuidado de los hijos y que, por tanto, cuando tenían que ejercer como único progenitor se sentían perdidos. Sin embargo, no es capaz de cortar el lazo, de abandonar a sus hijos completamente. Como dirá su hija años después: «Su verdadero error fue no conseguir rechazarnos hasta el fondo. Su error fue que una vez que has actuado para herir profundamente, para matar o marcar para siempre a otros seres humanos, no debes retroceder, debes asumir la responsabilidad del crimen hasta el fondo, un crimen que no se comete a medias».
Aldo no consigue borrar las huellas del crimen, así que vuelve al lugar del mismo para intentar resucitar el cadáver de lo que ha matado. Años después, cuando intente poner orden en el desbaratado salón de su casa ultrajada, abrirá libros leídos tiempo atrás y se sorprenderá al releer frases que un día subrayó y que hoy no le dicen nada, como si fuera incapaz de reconocer en ellas al hombre que un día fue. Su identidad de antaño es tan irrecuperable como lo son los primeros años de su matrimonio.
«¿Qué les pasa a las frases hermosas que nos entran en la cabeza, cómo nos conmueven, cómo se vuelven carentes de sentido o irreconocibles o incómodas o ridículas?»
Domenico Starnone es un escritor reconocido en Italia. Con Ataduras ha tenido la primera (y espero que no la última) oportunidad de ser conocido en España. Con ella nos encierra en ese piso de Roma y también en la mente de sus habitantes. Reconozco que las partes, sin desmerecer a las otras, en las que el autor italiano da voz a Aldo, son las que más me han gustado y en mi opinión alcanzan cotas de ejercicio literario soberbio y magistral. «A mi edad es fácil transformar una sospecha en hipótesis fundada, una hipótesis fundada en certeza absoluta, una certeza absoluta en obsesión», nos confiesa el septuagenario que solo aspira ya a «protege[r] los días, los meses, los años que [l]e quedan». Su obsesión juega al thriller psicológico y su brillante análisis de lo que ha sido su vida familiar deshilvana un sutil terror doméstico.
«-Cuánta violencia hay por ahí.
-Siempre la ha habido.
-Pero nunca había llegado a nuestra casa.
-¿Te parece?»
Cuando Aldo vuelve a la casa que abandonó, que no es el piso de Roma, pues en esta novela hay dos casas al igual que hay un antes y un después, sella con su regreso las ataduras que regirán el nuevo orden familiar. Unas ataduras que, imperceptiblemente, irán apretando más y más a medida que pasan los años. Unas ataduras que solo se pueden soltar a riesgo de que los fragmentos que mantienen pegados se desmoronen dejando expuestas las ruinas de unas vidas desvalijadas.
«Esta historia del lazo nos implicó a todos».
En Público
Domenico Starnone: "Me interesa la escasa coherencia de la personalidad masculina"
El escritor napolitano firma el guion de 'Lazos', adaptación al cine de su novela 'Ataduras', retrato de una convivencia tóxica, de la "incertidumbre" masculina y de las consecuencias de las falsas reconciliaciones en los hijos.
MADRID18/09/2021 08:25BEGOÑA PIÑA@BEGONAPINA
"Esta es la historia de dos personas que están juntas, pero sin querer estarlo". Así describe Domenico Starnone su novela Ataduras una disección de la relación de pareja y de sus grietas, de las profundas heridas que existen en la familia, y un retrato del delirio de malgastar toda una vida a cambio del placer de hacerse daño unos a otros. Ahora, el autor, "el mejor escritor vivo de Italia" para algunos, ha escrito la adaptación de su libro para el cine.
Dirigida por Daniele Luchetti y con Luigi Lo Cascio y Alba Rohrwacher en los papeles principales, la película –título que inauguró en 2020 la Mostra de Venecia- presenta a Aldo y Vanda, en Nápoles a finales de los años 70 y en el momento en que están a punto de separarse. Tiempo después, él regresa a vivir con su mujer y sus hijos. Estos llevarán para siempre sobre sus hombros el resentimiento inagotable que han visto siempre en sus padres y que, desgraciadamente, les ha mantenido unidos.
Convivencia tóxica, falsas reconciliaciones, desigualdad y discriminación hacia la mujer, deslealtades y venganzas se reproducen en este relato de pareja, desde el que Domenico Starnone aboga por nuevos modelos de familia y de parejas que destierren el odio y el resentimiento. El escritor habló desde su casa de Nápoles con Público sobre la historia y la película.
Hay quienes describen 'Lazos' como la historia de un abandono, ¿pero no es más un relato de falsa reconciliación y de convivencia tóxica?
El relato empieza con la ruptura del matrimonio. Hay arrepentimiento por parte de Aldo, pero cuando éste vuelve a su casa, su mujer había ya encontrado el equilibrio, tenía un trabajo y estaba a punto de empezar otra vida. Pero a Aldo le falta el suelo debajo de los pies, su relación con Lidia, su amante por la que abandonó a su familia, seguirá adelante hasta el final de su vida. Él vuelve porque Vanda le dice que él necesita estar en su familia. Aldo vuelve, pero sin estar convencido. Son decisiones que se toman por los lazos que están ahí, lazos que no son siempre el amor. Tan pronto como se reajustan las cosas entre los dos, él empieza a engañar a la mujer otra vez. Es la historia de dos personas que están juntas, pero sin querer estarlo. Y de todo esto pagan los platos rotos los hijos, porque no consiguen quitarse de encima su presencia. Ellos mismos dicen que sus padres han entrado en su cabeza y lo han hecho todo al revés.
Es corriente en sus libros que aparezcan hombres desleales, ¿cree que lo son más que las mujeres o es que le interesan especialmente?
Soy hombre y, por tanto, describo la realidad masculina. No creo que los hombres sean más o menos desleales que las mujeres, pero sí que son más frágiles y tienen más fisuras y son menos constantes que las mujeres. Lo que me interesa es la escasa coherencia de la personalidad masculina, su incapacidad de tener juntas todas las piezas para no dañar a los demás. Las mujeres, en las relaciones hombres-mujer, pierden su aspecto compacto cuando se enfrentan a lo masculino, porque masculino es sinónimo de incertidumbre. A mis ojos, la relación de pareja está basada en encuentros y desencuentros, en modelos antiguos, y eso se tiene que ir modificando. En caso contrario esas relaciones están abocadas a la muerte. Hoy hay nuevas formas de parejas que se crean gracias a estas modificaciones.
La excusa de la reconciliación muchas veces son los hijos, como en esta historia, ¿las consecuencias para ellos son siempre nocivas?
El error grandísimo de Aldo y Vanda es volver a vivir juntos sin condiciones. El error es esa reconciliación, volver a intentarlo pero sin convicción y sin analizar su relación. Es mucho mejor que una pareja se separe y encuentra formas civilizadas de convivencia con los hijos. Los hijos rechazan la forma de vivir de sus padres. Ana no tiene pareja fija, aunque sí tiene relaciones con hombres y mujeres, pero todo esto fuera del esquema de sus padres. Mientras que Aldo, el hijo, tiene distintas mujeres y ha conseguido establecer un equilibrio. Pero su comportamiento no es el fruto de su decisión, es más bien la reacción a lo vivido por sus padres.
¿Es posible que los lazos de odio y rencor sean más fuertes que los del amor?
Si la relación está enferma, es como la de la historia, el odio y el rencor puede ser mucho más fuerte que el amor. Ahí lo que entra en juego es un enorme placer en estar juntos y atormentarse. Cuando una sociedad y sus instituciones están enfermas, el odio y rencor forman una especie de cemento en las relaciones.
En una sociedad más igualitaria, donde las mujeres sean independientes, ¿las relaciones son más sanas?
Cuando la historia empieza Vanda es el personaje más débil, Aldo se ha ido durante cuatro años en los que ella ha seguido un proceso de independencia y de autonomía, consigue un trabajo… Lo que genera el drama es la vuelta de él y la aceptación de la situación por parte de ella solo para cobrarse venganza. En una sociedad más igualitaria, con mujeres independientes, las relaciones serían mucho mejor, pero no basta con corregir algo en el mundo socioeconómico de una pareja si en el mundo exterior hay opresión, agresión, tormento y todo esto prevalece sobre el amor, el cariño y la solidaridad.
En sus historias siempre está la familia, pero ésta a veces es venenosa ¿por qué nos aferramos tanto a ella?
La familia es el primer núcleo, el entorno donde aprendemos a amar a los padres y a los hermanos, pero también donde aprendemos a odiar, es fundamental para nuestro crecimiento. Es el núcleo donde se constituye el afecto primario. Pero no es algo de los países mediterráneos, aunque las familias en nuestros países tienen una especificidad, eso es verdad. Pero, por ejemplo, en las películas americanas de catástrofes suele haber un personaje que dice que hace algo por su familia, que su familia es lo primero, antes que el Estado, y ante la llegada de un asteroide, corre a su casa a rescatar a su mujer y a sus hijos, y ellos no tienen lazos religiosos. Entonces, eso de la familia es lo primero de todo no es solo nuestro, es de todo el universo, de países católicos, protestantes… es algo que mantenemos obsesivamente.
Cuando ve su historia en la pantalla, con rostros y cuerpos para sus personajes, ¿cambia esa historia para usted?
Lo cambia absolutamente todo. Cuando se escribe, se vive. Imaginamos lo que escribimos, no imaginamos necesariamente cuerpos y rostros, es algo indeterminado. Primero en el teatro ya se va determinando un poco y en el cine se avanza un poco más. Así que sí, es un choque, lo cambia todo. Además, por ejemplo, en el libro son tres monólogos y en la película es un punto de vista más objetivo. El cine necesita más corporeidad.
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