sábado, 25 de febrero de 2023

El miércoles 8 de marzo, a las 18.30h, nos vemos para hablar de "Araceli", novela de Elsa Morante.

 




EN EL DIARIO DE ALMERÍA

DIEGO MARTÍNEZ / ALMERÍA

04 Mayo, 2008 

El Instituto de Estudios Almerienses en colaboración con la Librería Picasso y el Ayuntamiento de Gérgal está preparando una serie de actos en memoria de las escritora italiana Elsa Morante, fallecida en 1985 y esposa de Alberto Moravia.

El hecho de que se recuerde a esta gran escritora viene motivado porque su ultima novela Aracoeli, traducida al castellano sería Araceli, escrita en 1982 está ambientada en una zona denominada El Almendral de Gérgal. Precisamente, la protagonista de la novela, Araceli nace en esa pedanía y se marcha a vivir a Roma.

En la novela, el hijo de Araceli, que se llama Manuel, una vez fallecida su madre visita de nuevo la zona de El Almendral, meses antes de la muerte del dictador Franco. La novela fue un gran éxito, ya que obtuvo en 1984 el premio Médicis.

Con este antecedente, el Instituto de Estudios Almerienses, dirigido por Miguel Naveros y la Librería Picasso presentarán el 20 de junio una nueva edición de la novela, que ha sido editada en esta ocasión por Ediciones Gadir, cuando la primera traducción al castellano fue editada por Editorial Bruguera, pero la novela estaba hasta ahora agotada.

En ese presentación estarán presentes dos expertas en la obra de Elsa Morante. Por un lado, asistirá Elisa Martínez Garrido, del Departamento de Filología Italiana de la Universidad Complutense de Madrid y Flavia Cartoni, profesora de la Universidad de Castilla-La Mancha.

Tras la presentación de esta nueva edición, el día 21 de junio se hará una visita guiada por Gérgal y sobre todo por la zona de El Almendral, lugares que recoge en su novela, la italiana Elsa Morante.

Elisa Martínez mantiene que "no existe constancia clara de cuando estuvo Elsa Morante en Almería, aunque todo apunta a que fue en un viaje que hizo con Alberto Moravia sobre el año 1965 ó 1966 a Almería. En la novela aparece el puerto de Almería, también la ciudad y esa pedanía de El Almendral, patria chica de la protagonista de Araceli".

Por su parte, Flavia Cartoni apunta en un interesante trabajo sobre la última obra de Elsa Morante que "Manuel, el protagonista central del relato, encuentra necesario reconstruir la historia de su vida, centrándose en los dolorosos años de su infancia, cuando la muerte de la madre impone un alto en la evolución de su niñez y la consiguiente separación representa un punto y a parte".

Según Cartoni, "el protagonista emprende el viaje de su vida hacia la tierra de origen de Araceli, una Andalucía árida y desértica que contrasta con el imaginario colectivo que ubica en esa misma zona sureña de España un oasis alegre y perfumado. El pueblo natal de Araceli es un punto geográfico tan pequeño, que ni siquiera aparece en el mapa. Dificultad que Manuel consigue superar, porque su vuelta atrás en el tiempo es una "cita de amor", como él dice, es decir, un encuentro con la figura materna simbólico y físico al mismo tiempo".

El Instituto de Estudios Almerienses de esta manera junto al Ayuntamiento de Gérgal rendirán tributo a una mujer que fijó un buen día su mirada en un lugar ta n apartado y tan pequeño como el Almendral para situar a uno de sus personajes, precisamente los de su ultima novela.

En Gérgal se realizará algún acto institucional el día 21 de junio aprovechando la visita de distintas personalidades del mundo de la cultura. De momento se está cerrando las actividades que se vayan a realizar.

VIDEO SOBRE EL ALMENDRAL

EN EL BLOG DE CARLOS TARSITANO (podéis acceder al texto íntegro de Carlos Tarsitano clicando en este enlace)

Apuntes a contraluz

Cuaderno de anotaciones. Fragmentos de la realidad cultural. Arte visto. Estela de los libros, huellas musicales. Relatos, crónicas urbanas. Madrid-Buenos Aires, una alternancia. Textos e imágenes de un tiempo incierto, tan presente como pasado.

lunes, 20 de agosto de 2012

Elsa Morante en el fuego de la escritura

La escritora italiana Elsa Morante (Roma, 1912-1985) ha dejado en su obra una huella literariamente indeleble de su paso por este mundo. Su presencia en la cultura italiana de la segunda mitad del siglo XX fue discontinua, pero ha estado igualmente movida por la pasión. Tuvo momentos iniciales de soledad, épocas de popularidad, reconocimientos y premios, lecturas críticas minoritarias, ocupó un relativo segundo plano al lado de sus pares, atravesó silencios y afrontó polémicas públicas. Esta misma semana de agosto –el sábado 18-- se ha cumplido el centenario de su nacimiento, y con ese motivo se realizarán en Roma, en octubre próximo –el verano europeo no parece propicio para esas celebraciones--,  actos, lecturas y reediciones de su producción, integrada por novelas, cuentos, relatos infantiles, poemas, diarios y artículos (1).

ELSA MORANTE

En su mesa de trabajo, escribiendo a mano una de sus novelas.


Todas ellas fueron redactadas pausadamente en decenas de cuadernos similares a este

LA ESCRITORA EN SU JUVENTUD

En una calle de la isla de Capri


Como contribución española a esa conmemoración, la Editorial Lumen ha presentado en la reciente Feria del Libro de Madrid la traducción de la primera de las cuatro grandes novelas de Elsa Morante, Mentira y sortilegio (Menzogna e sortilegio), publicada en 1948 en Italia y que bastante más de medio siglo después no había sido editada aún en castellano (2). Aunque siempre mediando algunos años respecto de la publicación original en italiano, las tres novelas restantes –La isla de Arturo, La Historia y Araceli—habían sido traducidas al español, y algunas de ellas cuentan con recientes reediciones (3).

“Son más autobiográficas las novelas que cualquier otra cosa que pueda contar de mí misma. Porque en las novelas sucede como en los sueños: una mágica trasposición de nuestra vida, tal vez más significativa aun que la vida misma, ya que está enriquecida por la fuerza de la imaginación”. Esta declaración formulada por la narradora en 1972, y repetida en distintas ocasiones durante las cuatro décadas que duró su actividad creadora, resume una idea central para comprender su obra. Pese a su aparente simplicidad y al hecho de que  son muchos los escritores que podrían hacerla suya, la idea de “trasposición” tiene en Morante una especial constancia y radicalidad, y está presente en los distintos géneros y registros elegidos por la autora para expresarla.

Infancia romana. Nacida en Roma en 1912, la escritora creció en una familia integrada por su madre,  la maestra judía Irma Poggibonsi,  y el educador de origen siciliano Augusto Morante, quien le otorgó el apellido a ella y a sus tres hermanos pese a no ser su padre biológico. “Irma Poggibonsi, al constatar que no podía tener descendencia con su marido Augusto, encargó la paternidad a un familiar siciliano, Francesco Lo Monaco, quien realizaba visitas periódicas a la casa de los Morante…La escritora observaba lo que sucedía, todavía incapaz de  comprender”, señala Flavia Cartoni en la intoducción al libro de cuentos El chal andaluz (4). Y agrega: “Sin duda alguna, ese misterio marcó la percepción de la familia y de los afectos de un modo especial en Elsa, algo fundamental para entender la relación familiar y sus mutuas hostilidades”.

RELATOS PARA NIÑOS

La infancia de la escritora transcurrió en el barrio popular de Testaccio, aunque por un tiempo vivió en una zona rica de Roma en casa de su madrina, que brindaba esporádicamente ayuda económica a la familia. Desde muy joven, y estimulada por su madre, Elsa Morante comenzó a escribir numerosos relatos, novelas cortas  y poemas para niños, cuya publicación en distintas revistas le sirvió para mantener una precaria independencia económica. Veinte de esos relatos fueron recopilados en su primer libro, El juego secreto (5). Al año siguiente, 1942, se publicó la primera versión del libro para niños Las extraordinarias aventuras de Caterina, ampliado en 1959 (6).

Morante se casó en 1941 con el escritor Alberto Moravia, a quien había conocido varios años antes. La pareja, que en los primeros dos años vivió en Roma (pasando largas temporadas en Anacapri), al enterarse de que el escritor podía ser represaliado por actividades antifascistas abandonó la capital italiana ocupada para ocultarse casi hasta el final de la Segunda Guerra Mundial en el sur del país, en el pueblo de Fondi, de la región del Lazio. En ese tiempo, Morante escribió la primera versión de Mentira y sortilegio, y envió años más tarde la redacción definitiva a la escritora Natalia Ginzburg, quien trabajaba entonces en Einaudi junto con Cesare Pavese e Italo Calvino. Esa editorial publicó la novela en 1948.

Al recordar este hecho,  Ginzburg (Palermo, 1916-Roma, 1991) escribió: “Leí Mentira y sortilegio de un tirón y me gustó inmensamente. No estoy segura de haber tenido en aquel momento plena consciencia de su importancia y su esplendor. Sólo sabía que me fascinaba y que hacía mucho tiempo que no leía nada que me diese tanta alegría y felicidad". Al poco tiempo de mandar el original, Elsa Morante viajó a Turín para corregir las pruebas del libro. Por las tardes, cuenta Ginzburg,  se reunían todos ellos en un café próximo a la editorial. Morante y Pavese no estaban de acuerdo en nada y discutían por cualquier cosa, “pero sin animadversión”. Y agrega: “Durante aquel verano aprendí a amar las carcajadas de Elsa, agudas y cristalinas, su manera de sujetarse siempre el cabello con el fular, la boca grande y amarga, y las manos pequeñas y blancas; aprendí a temer sus cambios de humor, su cólera y sus juicios drásticos (…) Son imágenes lejanas; desde entonces pasaron muchas cosas, a ella, a mí y al mundo entero, que fueron cubriendo aquellos días lejanos con una densa cortina de niebla, tierra y ceniza” (2).

De aquellos días lejanos procede también el recuerdo del éxito de ventas y la repercusión obtenida por la segunda novela de Morante, La isla de Arturo, editada en 1957 y precedida, como todas las suyas, por largos años de elaboración. En la obra, el protagonista adolescente “recorre el camino de iniciación en el mundo de los adultos”, señala Flavia Cartoni. “Su historia es compleja; su familia, incompleta (como las familias morantianas). El padre pasará de ser un ejemplo a imitar a ser un ejemplo a evitar; del mito a la desmitificación”. Una versión cinematográfica de esta obra fue realizada en 1962 por el director Damiano Damiani.

El retorno de la historia. Todas las fuentes biográficas destacan las complejas relaciones del matrimonio entre Morante y Moravia, que duró veinte años de gran intensidad, hasta la separación en 1961. Eran dos personalidades “muy independientes y dominantes”.  “Teníamos temperamentos muy distintos. Ella decía que yo era una mezcla de Aquiles y de Hamlet, y que ella era Don Quijote o Mme Bovary”, comentó Moravia. En esos años la escritora mantuvo relaciones apasionadas con el director Luchino Visconti y con el joven pintor norteamericano Bill Morrow y una profunda amistad con el cineasta y escritor Pier Paolo Pasolini.

EL MATRIMONIO MORAVIA-MORANTE

Los años sesenta, con sus convulsiones, propiciaron en la autora romana una revisión crítica de su propia narrativa; trabajó entonces en una novela que nunca sería  editada (Senza i conforti della religione), dio a conocer en 1965 un libro ensayístico de intervención en las polémicas de la época (Pro o contro la bomba atómica e altri scritti)  y en 1968, año de las rebeliones estudiantiles,  publicó el poemario Il mondo salvato dai ragazzini, animado por la utopía de una existencia libre de las ataduras y los condicionamientos de una sociedad estructurada. En él figura la canción de los “Felices Pocos” frente a los “Infelices Muchos”. A los primeros les dice: “Vuestra libertad consiste en saber / que toda meta de victoria, toda expectativa de aplauso/ es servil”.

La historia vivida  en Italia en los años cuarenta, la tragedia de la guerra, el antisemitismo y la sombra del Holocausto, nutren la sustancia narrativa de la tercera novela, La Historia, en la que a través de los dramas de una familia romana, víctima de múltiples violencias, y de numerosos personajes que componen una copiosa novela-río, Morante intenta formular una acusación “contra todos los fascismos del mundo”, subrayando el drama de los sacrificados anónimos de la historia, “sujetos de servidumbre” y carne de cañón de “abstracciones ideales”.  La escritora extrema aquí su notable capacidad narrativa manteniendo un estilo descriptivo llano y directo, diferenciado del de sus otras novelas,  para enlazar los acontecimientos históricos, descritos de forma documental, con la andadura de los personajes de ficción. La obra fue publicada, por voluntad de la autora, en ediciones de bolsillo, y adquirió una gran popularidad. En 1986 Luigi Comencini realizó una adaptación televisiva, interpretada por Claudia Cardinale, de esta extensa novela.

A las puertas del cielo. Las relaciones entre las figuras de madre/ padre y de hija/ hijo, presentes obsesivamente en la obra de Elsa Morante y cargadas de una densa virtualidad, tienen en la última novela de la autora, Araceli, su manifestación más profunda y desesperanzada. Obra de madurez, dotada de un fluido desarrollo de los cambios temporales y de una rica elaboración de la psicología de los personajes, reúne en la búsqueda del origen muchas de las pulsiones humanas que la escritora trató de diversas formas en su producción. El origen ya no es un territorio edénico sino probablemente el lugar en el que anida el fracaso de la existencia. 

Si bien en otros de sus libros hay referencias a personajes y textos españoles, en Araceli esa vinculación es sustancial. El narrador de la historia, Manuele, empleado de una editorial de Milán, homosexual cuarentón, viaja –en el tiempo y en el espacio— al pequeño pueblo almeriense de El Almendral en el que nació Araceli, su madre andaluza, en busca de una respuesta al misterio de su vida. El recorrido físico a España lo realiza --cuando su madre ya ha muerto— a finales de 1975, en las últimas semanas de la vida y de la dictadura de Francisco Franco. Ese mismo año se produjo en Italia la muerte de Pasolini, por lo que algunos críticos relacionaron ciertos rasgos del personaje de Manuele con la figura del cineasta.

Araceli, altar del cielo. Morante no renuncia a estas formas explícitas de evocación contenidas en los nombres de sus personajes. La narradora de Mentira y sortilegio, Elisa, remite a la pauta de elaboraciones autobiográficas imaginarias que persigue su autora, Elsa. La construcción de esas figuras-máscaras también es reveladora, ya que pueden adoptar la óptica de niños o adolescentes, mujeres u hombres de una sexualidad desplazada, que aparece con frecuencia como interpuesta en la consumación del amor, sólo posible en el terreno de las fantasías infantiles, las aproximaciones incestuosas o las evocaciones mágicas del pasado. La vía de los sentimientos es, en Morante, un riesgo permanente para los personajes, ya que la acechan la humillación o el sufrimiento.

El crítico literario Lorenzo Mondo, del diario La Stampa, vio en esta última novela, que culmina en más de un sentido la obra de la escritora, un viaje a las raíces del dolor, a través del lento y minucioso análisis de los sentimientos del protagonista, en el que “se confunden la añoranza y la protesta, el horror y el éxtasis”. En la apelación a un Dios inexistente, esa búsqueda se tiñe, concluye,  “de una oscura sacralidad”.

Tras los cinco años que le llevó la escritura de Araceli, la resistencia física de Elsa Morante cedió y comenzó entonces un período de infortunios y males físicos que le impidieron moverse y salir de su casa. Después de un intento de suicidio, la escritora sobrevivió durante largos meses en una clínica romana, en la que murió en 1985, a los 73 años de edad.

LOS ÚLTIMOS AÑOS

Morante murió en una clínica de Roma en 1985


La palabra como una rosa. La recepción crítica de la obra morantiana ha sido tan contrapuesta como variada de registros y ajena a modas se manifestó ésta en el panorama literario italiano y europeo. En un excelente estudio (7) sobre las relaciones entre autobiografía y escritura en Elsa Morante, la profesora y ensayista Vanna Zaccaro subraya que la literatura no es para esta autora “una actividad compensatoria o consoladora, sino que coincide con un verdadero recorrido existencial que atraviesa la entera parábola de su vida, desde sus primeros relatos, escritos cuando aún era una niña, hasta la última novela, Araceli, escrita ya en edad avanzada”.

Este registro no se constituye “sólo como transcripción de una conciencia particular sino que, por el contrario, para Elsa, la escritura es una operación que trasciende los límites de una conciencia individual para convertirse en la voz del alma universal, para restituir la integridad de lo real”. El arte como lo contrario de la desintegración. Más adelante,  puntualiza: “Elsa cree en el valor cognoscitivo y ético de la escritura, pero necesita comprender hasta qué punto y en qué medida la literatura puede encauzar el desorden y la irrealidad del mundo…Esta búsqueda, este estudio problemático y perplejo, se manifiesta en la tensión íntima de la página literaria, en las vibraciones y en las distorsiones del lenguaje, en su ambigüedad y complejidad, en su movimiento cambiante y dinámico”

La palabra es, entonces, irrenunciable. En 1959, Morante escribe: “La palabra se renueva siempre en el acto de la vida y (a menos que ocurra un enorme desmoronamiento de la civilización) no puede disminuirse convertida en objeto práctico, apagado y gastado…La palabra renace junto a la vida, cada día, fresca como una rosa”. Así, interpreta Zaccaro, si bien de modo problemático y plagado de obstáculos, la autora continúa obstinadamente ejerciendo su mandato; no renuncia a la palabra y con ella “no renuncia a amar”.

De la juventud a la madurez. Mentira y sortilegio se publica, pero sobre todo se gesta en su versión definitiva, en los años de la Liberación y la posguerra italiana, cuando el entusiasmo por edificar el futuro impulsaba a los creadores, y, en el caso de la literatura, el neorrealismo era la tendencia predominante. Se van publicando no obstante las primeras obras de escritores bastante diferentes entre sí: Vasco Pratolini, Primo Levi, Carlo Emilio Gada, Alberto Moravia, Leonardo Sciascia,  Italo Calvino, Giorgio Bassani,  entre otros.

Uno de los principales especialistas en la obra de Elsa Morante, el ensayista y crítico Cesare Garbori (Viareggio, 1928-Roma, 2004) subrayó ese hecho: mientras los ojos de todo el mundo apuntaban hacia el futuro y hacia la realidad, la mirada de la escritora se apartaba del presente para fascinarse con la profundidad de un escenario espectral y lejano: “Esta es una de las tantas singularidades –escribe--, la primera, sobre las cuales la fábula de Menzogna e sortilegio, fábula de fuego fantástico y fatuo, incandescente al extremo de transformarse  en ceniza sin atravesar pasajes intermedios, nos invita a reflexionar. Esta novela central en la historia literaria de nuestro siglo parece nacida fuera de la Historia, ideada en la más completa ignorancia de la tragedia que apenas había finalizado y aún se consumaba en nuestro país”.  La propia autora señaló, en un texto de finales de los años cincuenta, la forma en que la guerra trastornó sus imaginaciones juveniles: “El pasaje de la fantasía a la conciencia (de la juventud a la madurez) significa para todos una experiencia trágica y fundamental. Para mí, tal experiencia ha sido anticipada y representada por la guerra; es allí donde, precozmente y con ruinosa violencia, he hallado la madurez. Todo esto lo he dicho en Menzogna e sortilegio, aunque en la novela no se habla para nada de la guerra”.

Garbori recuerda que parte de la crítica objetó  “la ambigüedad de la ambientación histórica de la novela”. “No se perdonaba fácilmente a una novela de 1948 ser al mismo tiempo fantástica y realista, deudora de la realidad y de su contrario, narrada con una minuciosidad de orfebre y tratada con las tintas fuertes de un folletín”. La objeción era una trampa, añade, ya que la novela muestra una delimitación precisa: cubre un arco de tres generaciones, desde las décadas finales del siglo XIX a la primera del XX y su acción se desarrolla en Sicilia antes de la guerra del 14.

Finalmente,  Garbori –que ganó el Premio Elsa Morante de ensayo en 2002-- se pregunta si puede llamarse amor el representado en Mentira y sortilegio: “El síndrome del amor morantiano no es fácilemente clasificable. En ella el amor es una pasión sublime pero infecta; es el viento que todo lo trastoca, pero también la planta inseparable de su oscura y soterrada raíz social. Ese nexo entre las pasiones del corazón y su determinación social es uno de los rasgos más originales de la novela”, concluye.

Meditación sobre la parodia. El filósofo Giorgio Agamben (Roma, 1942) cree por su parte que la parodia constituye la clave estilística del universo de Elsa Morante. En uno de los breves ensayos de su luminoso libro Profanaciones (8)  –el titulado precisamente “Parodia”— Agamben recuerda que esa palabra comparece en la novela La isla de Arturo  como un epíteto que obliga a Arturo, que no entiende bien su significado, a consultar el diccionario, donde obtiene la siguiente definición: “Imitación de los versos de otro autor, en la cual aquello que en el original era serio se vuelve ridículo, o cómico, o grotesco”. La palabra acompaña un momento de revelaciones que llevan al personaje a separarse finalmente del padre, de la isla y de la infancia.

El ensayista sostiene que “según una especial intención alegórica –de la que no es difícil encontrar precedentes en los textos medievales, pero que resulta casi única en la novela moderna-- Elsa Morante ha hecho de un género literario –la parodia— el protagonista de su libro. La isla de Arturo se presenta, desde esta perspectiva, como la historia del desesperado amor infantil de la autora por un objeto literario que al principio parece muy grave y casi legendario, pero que se revela, al final, sólo accesible de forma paródica”. Además: “La dedicatoria poética al inicio de  La isla de Arturo instituye una correspondencia entre la  `pequeña isla celeste´, que es el lugar donde transcurre la novela (¿la infancia?), y el limbo. La correspondencia tiene, sin embargo, un final amargo, que enuncia: fuera del limbo no hay elíseo. Amargo, porque implica que la felicidad sólo puede existir de forma paródica (como limbo, no como elíseo, otra vez un cambio de lugar)”.

Probablemente más que en sus relaciones con otros escritores, la amistad iniciada en los años cincuenta por Morante y Pasolini involucra a la literatura de ambos de manera especial.  Agamben recuerda que el poeta Franco Fortini aconsejaba leer al último Pasolini en estrecho diálogo con Morante. Precisamente en un comentario sobre La isla de Arturo, Pasolini formula en 1957 una lúcida visión sobre la escritura de su amiga: “Indudablemente”, dice, “si se la compara con otras obras de los últimos años, parece una excentricidad surgida de un fondo existencial cuya única orientación es psicológica: de modo que el primer paso para aceptarla es tener una sensibilidad empática”. Al referirse a la lengua utilizada en la novela, Pasolini encuentra “una sustancial ingenuidad que contradice íntimamente cualquier exceso `decadentista´, a causa de un cándido respeto de la escritora hacia los objetivos lingüísticos tradicionales más comunicativos”.  Y concluye: “La obra de Morante es excéntrica e irrepetible sólo en la medida en que estos son rasgos necesarios de toda obra de arte. No sólo guarda una estrecha relación con su marco histórico, sino que lo modifica por dentro con su propia presencia”.

LA ESCRITORA CON PASOLINI

Durante el rodaje de un film del cineasta


El nuevo Rimbaud. Desde los primeros momentos en que se conocieron, Pasolini se le apareció a Morante “como un nuevo Rimbaud”, al ser uno de los pocos autores italianos del siglo XX en repetir “una experiencia como la de Rimbaud un siglo antes”, indica la filóloga Sandra Bardotti en su artículo La Reina exigente y la Madre consoladora. Posteriormente, ambos  compartieron temas, intereses, intentos, una proximidad ideológica que pese a las polémicas mantenidas entre ambos se manifestó especialmente en los años sesenta. También hubo intercambios literarios no siempre elogiosos. Ya en el pasoliniano  Poesia in forma di rosa Morante advertirá una raíz  narcisista y una cierta mala fe ideológica que no le gustan. Tras la lectura del libro, en 1964, le envía a su amigo un cáustico texto manuscrito, Madrigale in forma di gato, que finaliza con estos versos: “El chico que se considera protagonista del mundo/  (protagonista aunque sea bandido, y mucho más al ser bandido…) / estará siempre feliz en el centro de la rosa. /  Y feliz ignorará a los otros pecadores alejados de la rosa/ y alejados de sí mismos/ solos sin ningún adiós. Agonías sin ningún llanto y ninguna/ rosa/ El gato que no muere.

Morante ha ocupado un lugar central hasta los últimos años de la vida de Pasolini, afirma Bardotti, y cita el retrato que el escritor ofrece de Elsa en  Petróleo (9), novela publicada póstumamente en Italia en 1992. En sus páginas, el Pasolini-narrador formula esta recreación literaria: “…Ella, la persona que había buscado Tetis, era en cambio dulce, humana, dueña de su pensamiento, por más que su fondo pudiera ser pasional, visceral y tempestuoso (…) Sus cabellos eran castaño claro, abundantes y ondulados como los de las mujeres de unos veinte años antes. Los ojos eran azules como los de ciertos gatos, y oblicuos, ora pacíficos –hasta demasiado--, ora relampagueantes, pero de manera inestable, de una agresividad neurótica e intelectual”. La descripción  finaliza con este enigmático reproche: “Era muy probable que aquella persona que Tetis había escogido como confidente –vale decir, como depositaria de un secreto que no podía sino ser de un enorme valor público, una vez revelado— hubiese tenido la valentía, más aún, la extremista temeridad de hacer buen uso de él; pero evidentemente no quería (…) Pasaron quince días y siempre Tetis se mantuvo a su lado. Pero ella, por partido tomado, a esas alturas, o, como se suele decir en nuestro horrible lenguaje, por elección ideológica, había decidido no escucharlo”.

`Moranteana´

(cinco fragmentos para un final)

"El amor por mi madre era algo sagrado y denigrante al mismo tiempo, semejante al sentimiento de un salvaje ante una aparición mágica. Para mí, su grandeza era tal que no me habría sorprendido verla sentada en un trono. Ni siquiera se me pasaba por la cabeza pensar que las señoras y las damas de más categoría, entre las cuales yo la habría considerado reina, pudiesen darle de lado o despreciarla (…) Su brusca y seca severidad me tenían en un estado de perpetua sumisión y angustia. Pero lo raro es que este sentimiento no me resultaba odioso; todo lo contrario, anhelaba continuamente la compañía de mi tirana. La verdad es que, cuando el corazón me latía fuerte, no era solo por miedo; sentía un incurable deseo de conquistar su cariño, qué digo, incluso su admiración”.

(De Mentira y sortilegio, p.645/646, Lumen).

 “Mi voluntad me exigía permanecer toda la noche despierto, pero al mismo tiempo hubiera querido caer en un gran letargo, que durase días, meses y siglos, como en los cuentos. Mis párpados ardían, pero no tenían sueño. Después de un rato, encendí la luz y escribí una carta para mi padre. No conservo en mi memoria, naturalmente, el texto exacto de esa carta, pero recuerdo muy bien los conceptos. Más o menos, debía decir lo siguiente: `Querido Pa, mis últimas palabras, que ahora te escribo, son éstas. Te has equivocado esta noche si creíste de verdad que yo todavía deseaba viajar junto contigo, como cuando era niño. En aquel entonces quizás fuese verdad que lo deseaba, pero ese deseo se terminó. Y te equivocas también si crees que siento envidia de tus amigos. Cuando niño, quizá es cierto que los envidiara, pero ahora sé que son unos monstruos delincuentes y unos seres horribles y hediondos. Y espero que alguna vez, allá en las ciudades donde te encuentras con ellos, alguno te mate. Porque te odio, y hubiera preferido nacer sin padre. Y sin madre, y sin nadie. Adiós. Arturo´.”

(De La isla de Arturo, p. 260/261. Planeta/Bruguera).

 “En seguida llegaron a la cabaña donde Andrea, después de quitarse la ropa de calle, hizo el ademán de ponerse de nuevo el hábito; pero Giuditta (que se había entristecido con sólo ver esa ropa negra) le disuadió, con argumentos muy acertados, de mostrarse esa noche vestido como un cura joven. Y como, al quitarse la ropa prestada, Andrea no tenía qué ponerse, le cubrió con un gran chal andaluz, que formaba parte de una ropa suya de teatro que no había cabido en la maleta y que llevaba doblado en el brazo. Además (argumentó para convencer a su hijo) desde la cabaña hasta el establo no podía encontrarse a nadie (…); y en el hotel, a esa hora, sólo encontrarían al portero de noche (medio dormido detrás de su mesa, en el vestíbulo oscuro); y éste, habituado al ir y venir de la gente de teatro, seguramente no se interesaría por el paso de un chal andaluz y, a lo mejor, tomaría a Andrea por una muchacha”.

(De El chal andaluz, p.216/217, Cátedra).

  “Se había acostado vestida, e igual de vestido había dejado a Useppe; y ni siquiera había tomado el somnífero, para evitar que los alemanes, si venían a buscarla durante la noche, la sorprendieran desprevenida. Estrechaba contra sí a Useppe, pues había decidido que, apenas oyese afuera los inconfundibles pasos de los militares y sus llamadas al portón, intentaría escapar por los prados, descolgándose desde el tejado con su hijo en brazos: y si la perseguían correría a todo correr hasta el canal para ahogarse con el niño. Los miedos incubados durante años, al romperse en el terror inmediato de esa noche,  crecían en una fantasía excitada y sin desahogos (…) De nuevo, como en el pasado, sus contradictorios temores perseguían al final un misterioso cometa, que la invitaba a seguirla hacia los judíos; prometiéndole, allá al final,  un establo maternal, cálido de alientos animales y de grandes ojos no juzgadores, sólo compasivos”.

(De La Historia, p.295/296. Círculo de Lectores).

 “Ya entonces estaba claro que en mi convulsa inocencia me hacía trampas a mí mismo. Y el juego no ha cambiado, porque aún hoy esta especie de monólogo desordenado que voy recitándome a mí mismo yo lo tejí desde el comienzo con  los hilos del equívoco y de la impostura. Anda, niño, anda. Como un huerfanito del campo me voy contando a mí mismo fabulillas parroquiales. Y corro tras mi madre-novia y su icono musical rechazando como una intrusa a aquella otra Araceli hecha mujer que, en realidad, me ha dejado obscenamente huérfano aún antes de estar muerta. Hoy intento ocultarme a mí mismo que esta segunda Araceli también es mi madre, la misma que me llevó en su seno (…) Por más que me empeñe en rechazarla, ella no me libera de sus visitas, en las que a menudo se empareja con la primera Araceli, semejante a una sosias desfigurada. Una Araceli me roba a la otra, y se trasmutan y se doblan y se desdoblan la una en la otra. Yo amo a ambas, no como alguien desgarrado entre dos amores, sino como el amante de un híbrido cuya especie, en el orgasmo, no reconoce, ni cuyas tramas comprende”.

(De Araceli, p.35/36. Bruguera).

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(1) Para mediados de octubre de 2012 está prevista la publicación por la editorial Einaudi del libro L´amata. Lettere di e a Elsa Morante, a cargo de uno de los sobrinos de la escritora, Daniele Morante. Incluye la correspondencia intercambiada con personas vinculadas a su vida, desde Alberto Moravia a Giacomo Debenedetti y Pier Paolo Pasolini.

La misma editorial reeditará Il mondo salvato dai ragazzini e altri poemi, con prólogo de Goffredo Fofi.

La antología de poemas Alibi, por su parte, se acaba de reeditar en bolsillo, con el apéndice titulado Quaderno inédito di Narciso.

El Premio Morante, cuyo jurado está presidido por Dacia Maraini, se amplía este año con nuevas disciplinas, entre ellas la música; la ganadora ha sido Gianna Nannini, que prepara un álbum con textos de Elsa Morante. En la apertura del Premio, cinco actores leerán fragmentos de las novelas de la escritora.

Un año antes de que se cumpliera el centenario se publicó un libro de homenaje, Feste per Elsa, coordinado por Goffredo Fofi y Adiano Sofri, que incluye textos de escritores y críticos sobre la autora romana. Sellerio, Palermo, 2011.

En 2009 se editó Elsa Morante, de Lily Tuck,  una biografía realizada por la escritora norteamericana sobre la base de entrevistas a personas que conocieron a la autora de La Historia. Circe Ediciones, Barcelona.

 (2) Mentira y sortilegio, novela de Elsa Morante. Traducción de Ana Ciurans Ferrándiz. Incluye el    texto A modo de prólogo, escrito por Natalia Ginzburg en 1985. Colección de Narrativa de la Editorial Lumen. Barcelona, junio de 2012. 1.020 páginas.

Menzogna e sortilegio. Primera edición italiana, 1948. Giulio Einaudi Editore, Torino. La reedición de 1994 cuenta con una introducción de Cesare Garboli.

La novela obtuvo el Premio Viareggio.

 (3)  La isla de Arturo, novela de Elsa Morante. Traducción de Eugenio Guasta. Espasa Libros, 2004. 296 páginas. Las primeras ediciones, prácticamente inhallables, fueron: en Argentina, Editorial Sudamericana: 1960. En España: Bruguera (1969), Planeta (1984) y RBA Coleccionables (1995).

L´isola di Arturo. Einaudi, primera edición italiana, 1957.

La novela ganó el Premio Strega.

 La Historia, novela de Elsa Morante. Traducción de Esther Benítez. Gadir Editorial, 2008. 692 páginas. Anteriores ediciones: 1991 (Alianza Editorial), 1992 (Círculo de Lectores).

La Storia. Einaudi, primera edición italiana, 1974.

 

Araceli, novela de Elsa Morante. Traducción de Ángel Sánchez-Gijón. Gadir Editorial, 2008. 448 páginas. Edición de 1984 (Bruguera), en España, y del mismo año (Emecé), en Argentina.

Aracoeli. Einaudi, primera edición italiana, 1982.

La novela fue ganadora del Premio Medicis.

 La editorial Gadir, a la que pertenecen la mayor parte de la reediciones de la obra de Morante,  se ha especializado en los últimos años en publicar un amplio catálogo de obras de la literatura italiana del siglo XX traducidas al castellano.

 (4)   El chal andaluz, cuentos de Elsa Morante. Edición y traducción de Flavia Cartoni. Ediciones Cátedra, 2006. Madrid. 232 páginas.

Lo scialle andaluso. Einaudi. Primera edición italiana, 1963.

 (5)  Il gioco segreto. Racconti. Garzanti, Milano, 1941.

 (6)  Las extraordinarias aventuras de Caterina, libro de relatos para niños de Elsa Morante con ilustraciones de la autora. Traducción de Salustiano Masó. Gadir Editorial, 2005. 142 páginas. Edición de 1989 (Alfaguara).

Le straordinarie aventure di Caterina. Einaudi 1942/ 1959.

 (7) “La palabra fresca como una rosa: autobiografía y escritura en Elsa Morante”, de Vanna Zaccaro. Versión española de M. Dolores Ramírez Almazán.

 (8)  Profanaciones, de Giorgio Agamben. Traducción de Edgardo Dobry. Editorial Anagrama, Barcelona, 2005.

Profanazioni. Primera edición italiana de Nottetempo, Roma, 2005.

 (9)  Petróleo, de Pier Paolo Pasolini. Traducción de Atilio Pentimalli. Seix Barral, Barcelona, 1993. Páginas 27 a 29.

Petrolio, primera edición italiana de Giulio Einaudi Editore, Torino, 1992.

 (10) Estos fragmentos han sido seleccionados de las ediciones de la narrativa de Morante existentes en España, consignadas, igual que sus traductores, en las notas 2, 3 y 4.

 11. ENLACE AUDIOVISUAL:

 Le stanze di Elsa: vida y obra de la escritora romana. Artículos, reseñas, entrevistas:

     http://193.206.215.10/morante/index.html




EN THE OBJECTIVE

Elsa Morante conjuró en 'Araceli' los demonios que le acompañaron hasta su muerte

Galardonada con el premio Médicis Étranger, ‘Araceli’ es la obra de madurez de una de las escritoras italianas más admiradas de todos los tiempos

Elsa Morante. | Foto cedida por Editorial Lumen

Winnie Martínez 1

María Paredes

Publicado: 16/06/2022  •  03:30

Un buen autor sabe que su escritura será más efectiva en tanto no cuente, punto por punto, la anécdota tal cual la vivió, sino la emoción que vivirla le produjo. Eso es justo lo que hizo Elsa Morante en la que se considera su novela más desgarradora, Araceli, en la que explora el vínculo maternofilial y que ahora reedita la editorial Lumen. El nombre propio que le da título lo tomó de la hermana de María Zambrano, con quienes mantuvo una extraordinaria relación de amistad cuando estas se exiliaron en Italia durante la guerra civil española. Y el lugar donde se desarrolla, el desértico pueblo almeriense de El Almendral fue, tanto para la autora como para el protagonista que más tarde crearía, el elegido para conjurar sus demonios y dejar que estos camparan a sus anchas.

Sucedió de este modo: Elsa Morante eligió al azar un lugar en el mapa y, días después, se plantó en el punto resultante, Almería, acompañada de un amigo. Al coger el taxi en el aeropuerto de la ciudad, le rogó al conductor que los llevara al lugar más solitario que conociera, y de este modo una de las escritoras italianas más conocidas y valoradas de todos los tiempos desembocó en El Almendral, un pueblo de la comarca de Los Filabres cuyos últimos datos del Instituto Nacional de Estadística, pertenecientes al pasado año 2021, confirman que allí viven dos únicas personas.

Cuando Morante llegó, corrían los años setenta y aquel rincón de nuestro mapa ibérico ofrecía lo mismo que ahora: una abrumadora soledad que, en cambio, despertó en la autora una cautivadora sensación. Por fin sentía que un lugar reflejaba con una crudeza certera su propio estado de ánimo, depauperado terriblemente tras haber cosechado una larga serie de enfermedades, depresiones, y pérdidas tan sentidas como la de su amigo Pier Paolo Pasolini, el también escritor y director de cine italiano, asesinado brutalmente en 1975.

Su protagonista, Manuele, vive a su modo este desgarro, solo que por motivos distintos a los de la autora. De él puede decirse que es uno de los personajes más desarraigados de la literatura contemporánea. Vive mudándose constantemente, huyendo de todo lo que tenga el mínimo aura de hogar: «Desde hace meses cambio a menudo de alojamiento, llevándome en cada mudanza todas mis propiedades, contenidas en un petate en bandolera. Últimamente me había mudado a un hotelito cerca de Porta Ticinese, al que no quería volver a mi regreso», escribe en uno de sus pasajes Morante. Sin embargo, sus fantasmas van con él en todas sus rutas. Sobre todo, en la mayor que emprende, tal y como reza su contra: «Dejar Milán y aventurarse hasta un pueblo perdido de Almería, de donde procede la familia materna». Es así como termina en el mismo lugar recóndito que su creadora, en su caso, buscando el rastro de su madre fallecida.

De este modo, Araceli (Lumen, 2022) reproduce el viaje del héroe, solo que el héroe que Elsa creó en la que se considera su obra de madurez no hace por ganarse la admiración, ni siquiera la complicidad, del lector. Al contrario, despierta una cierta repugnancia en quien lee, al igual que en la novela el personaje se granjea la animadversión de todo aquel con el que se topa. Manuele no hace más que espantar, a conciencia, a quien está a su lado. A uno de sus amantes, al que define como su «segundo extremo amor», lo agrede con esta fiereza verbal: «¿Por qué no te vas a Vietnam? ¿O a la India? Bueno ve a donde cojones te dé la gana, pero lárgate de aquí. ¡Lárgate! ¿No comprendes que me das asco? Tienes ojos de bacalao podrido, la barriga grande y las piernas secas como una vieja, los pies planos…». 

Y esa es precisamente la grandeza de la que es considerada como la mejor novela de Elsa Morante: la hondura psicológica que permite relacionar un duelo no superado con la semilla de maldad y de desprecio que germina en los adentros de su protagonista. Y, también, la doble vertiente que deja en él el recuerdo no sanado de su madre: por un lado exacerba su amor; por otro, muchas veces la repudia. 

Por ejemplo, a sus 43 años, a Manuel le asaltan de continuo ensoñaciones muy vívidas de cuando mamaba: «Su leche tiene un sabor dulzón, tibio, como el del coco tropical recién arrancado del cocotero. De vez en cuando, mis ojos enamorados se alzan para dar gracias a su rostro que se inclina enamorado hacia mí, entre los racimos negros de sus rizos de desigual longitud que le llegan a los hombros (ella no quería cortárselos. Era una de sus desobediencias)». Tal es la devoción que su madre y él se profesaban que, tras perderla, ningún otro amor le es suficiente ni válido. «Desde que perdí a mi primer amor Araceli, nunca más nadie me dio un beso de amor». Manuele lamenta sin descanso que el nacimiento fuera su primera separación: «Ya debo haber sabido que a aquella nuestra primera separación sangrienta le seguiría otra y otra hasta la última, la más sangrienta. Vivir significa aprender la experiencia de la separación y yo debo de haberlo aprendido aquel 4 de noviembre con el primer gesto de mis manos, que fue el de buscarla a tientas». 

Los extremos de amor suelen llevar a situaciones enloquecidas, y Morante lo plasmó en su última obra con una prosa voluptuosa y, por momentos, opresiva; tal es la rabia que le impregna a algunos de sus párrafos cuando, en vez de palabras de amor, le dedica a su progenitora malos deseos: «Malas noches a ti, Araceli, que recibiste la semilla de mí como una gracia y la incubaste en tu vientre calentito como si fuera un tesoro y luego te liberaste de mí con gozo para entregarme, desnudo, a tus sicarios. (…). Habría sido mejor que me abortaras o me ahogaras con tus manos al nacer, antes que alimentarme y criarme con tu amor infiel, como un animalito que se cría para el matadero».

El carácter de Manuele se completa con una profunda misoginia, pues solo a su madre respeta y ensalza. «Nunca había visto, ofrecido a mi vista tan de cerca, un sexo de mujer, y el que ahora se me desvelaba me pareció un objeto de ruina y de pena horrenda, semejante a una boca de animal degollado», dice del sexo de una prostituta con la que intenta, sin éxito, iniciarse. Y cuando ya empieza a relacionarse con hombres, estos son en su mayoría, como describe, adolescentes que aman, a su vez, a las mujeres. «De ellos no podía esperar amor ni la última y deseada herida. La máxima gracia que podían concederme era la de dejarse chupar por mí. Previo pago. Ellos, semejantes a estatuas reales. Yo, como si fueran santos, de rodillas a sus pies».

Así, Araceli es la historia de un viaje repleto de frustración en el que aparece también el recuerdo de su tío (el hermano de Araceli), fallecido en la Guerra Civil, su hermana Encarnación Carina, que murió también, en su caso al poco tiempo de nacer y de su padre, un noble piamontés que se convierte en el eterno rival de Manuele. Eso, a pesar de que su peor enemigo, no deja nunca de ser él mismo. La propia Morante también fue su peor enemiga y murió en el año 1985, encerrada en la habitación de una clínica, tras haberse intentado arrebatar la vida dos años antes.

EN EL IMPARCIAL

Lunes 12 de septiembre de 2022, 

Por Aránzazu Miró

Recorre la novela el impulso en los vivos de buscar a sus muertos. O como dirá la autora, un «pulso desesperado» que origina esa búsqueda no solo en el tiempo sino también en el espacio. Una temprana frase nos propone qué encontraremos a lo largo de las páginas: «Hay quien los persigue hacia atrás, en el pasado, y quien se lanza al espejismo de alcanzarlos en un futuro último, y quien, no sabiendo ya dónde ir sin ellos, recorre los lugares tras su posible pista». Desasosiego es lo que genera esa búsqueda del protagonista. De su madre, Araceli; de su espacio, ese reducto almeriense donde nació; de su propia vida en Italia y sus angustias. Yendo y viniendo de uno a otro, entrelaza el viaje en pos de su madre, sus propios recorridos y el recuerdo de la historia familiar, en unas idas y venidas que van del momento presente hacia un pasado lejano, aunque lo hagan sin una estructura clara, en lo que parece un discurso lleno de altibajos que a veces se demora y a veces pasa raudo. Entenderemos, o descubriremos cuando menos, el trasiego de una familia en busca del amor, que conduce a la muerte.

Es una escritura de mujer fortalecida, la de Elsa Morante, compañera de Alberto Moravia, que se arriesga a mostrar la visión del mundo masculino del muchacho que comete la fechoría de ser engendrado varón donde solo se espera y desea una chica. Araceli es la última novela de la italiana, publicada a comienzos de los años ochenta del siglo pasado, poco antes de que una fractura de fémur degenerase, la recluyese en cama y precipitase su muerte en el cercano 1985. Es una última novela de una autora que, a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, venía demostrando la potencia de su voz de mujer para hacer ver y entender el mundo que nos rodea.

Así, Araceli, la madre de Vittorio Emanuele Maria, será analizada y sobre todo investigada por un hijo con «los estigmas de "señorito" y de "mariquita"», que se permite recurrir al sueño para rememorar situaciones, como la de su propio nacimiento, imposibles de recordar. Aunque sea lo de menos. La novela es la búsqueda de las razones que a su protagonista y a su madre les hacen ser como son. Y a nosotros, lectores, nos hacen entender que una vida se compone de todo aquello que muchas veces no queremos ver. ¿Son engaños las cosas que no entendemos pero que en el fondo nos explican, a nosotros y a nuestro entorno? «Algunos recuerdos apócrifos se me descubren más reales que los verdaderos», nos explicará el protagonista.

Buscar a su madre no es documentarse, sino marchar tras ella, seguir las huellas de su antiguo paso. Todo en la demanda única en la vida: la de ser amado. Eso es lo que hace en la novela Manuelino, explicarse a sí mismo y narrar esa búsqueda, en un viaje a la Andalucía más recóndita desde su entorno italiano: Roma y el Piamonte donde transita su infancia, primero con su madre y tras su temprana muerte, con los abuelos turineses, para recalar en Milán donde se hace adulto y de donde parte la novela y su viaje hacia el pasado de su madre y de sí mismo, que nos irá desvelando poco a poco, mientras «la culpa y la vergüenza perduran».

Etapas de su vida que nos irán desvelando su infancia después de conocer su vida actual, siempre en esa búsqueda de ser amado y la imposibilidad de lograrlo. Tiempo detenido en forma de eternidad: «sufrí la más negra infelicidad terrestre: la de estar vivo donde nadie nos ama», nos dirá, para concluir que «algunos individuos son más proclives a llorar de amor que de muerte”.

EN KF

ARACELI de Elsa Morante

Lecturas

28 sept. 

Escrito por Katia Fdez.

Esta novela ha sido una auténtica sorpresa para mí. Hace hace unos meses ni siquiera había oído hablar de Elsa Morante. Me gusta investigar autores de diferentes países, sobre todo del siglo XX, e Italia era un país del que casi no había leído nada. Sorprendentemente no se traducen tantos autores italianos al español… 

Este libro estaba entre las novedades editoriales de esta primavera (2022) de Lumen, parece que hace bastantes años que esta novela estaba descatalogada, porque la traducción, maravillosa, hecha por Ángel Sánchez-Gijón es 1984. 

Esta es una novela de 1982, última que pudo escribir la autora y yo no tenía ninguna expectativa. Evidentemente esperaba encontrar algo que me gustase… Por lo poco que encontré sobre Elsa Morante en Internet, antes de decidirme a comprar el libro, parece que es una autora muy querida y bien valorada en Italia. 

Para mí lo mejor es no tener expectativas al empezar una novela, me gusta empezar bastante en blanco, sin saber demasiado… pero eso no siempre es posible. Por ejemplo, si estás leyendo esta reseña lo que estoy a punto de hacer es generarte unas expectativas enormes, monumentales, porque esta novela me ha maravillado, me da dejado exhausta y sin palabras… de hecho llevo varias semanas intento escribir algo que tenga un mínimo de sentido… y aquí estoy, por fin parece que algo sale…

A lo que íbamos, que voy a generarte un montón de expectativas, que a lo mejor luego cuando leas la novela no se ven cumplidas, o quizás en este caso sí…  

Voy a intentar ser lo más racional posible, aunque se trata de una historia pasional de una manera casi absoluta. 

Lo primero que voy a decir es que acompañamos a nuestro protagonista, que también es nuestro narrador, Manuele, en un viaje, en una búsqueda. Pero debo advertirte de que es una búsqueda muy particular, primero porque ya desde el principio Manuele sabe que no va a poder encontrar nada, y segundo, porque vamos atrás en el tiempo. Y en el espacio. 

“Y aunque al iniciarme en esta peregrinación maniaca yo me inventase una dirección y una meta, en realidad no se me ocultaba desde la partida que yo era el pelele de mí mismo: allá en la sierra, ni más ni menos que en cualquier otra parte, nadie me espera de parte de Araceli.”

Araceli es la gran protagonista que recorre estas páginas, o más bien debería decir el gran fantasma, porque solamente conocemos a la Araceli que está en los recuerdos y en los sueños de Manuele. Unos recuerdos por los que ha ido pasando el tiempo y se han ido transformando, adoptando formas y tamaños insospechados y ni él mismo sabe ya distinguir, después de mas de 30 años, cuales pueden ser verdad y cuales son solo un producto de su imaginación. 

Manuele, desperado y desilusionado con la vida, decide emprender un viaje físico, al pueblo de Andalucía donde nació su madre, Araceli. Con ninguna esperanza, realmente. Pero este viaje, esta búsqueda es lo único que puede hacer. Ya ha llegado a un punto en su vida en el que todo es insoportable, la realidad no le interesa nada, y lo único que quiere y que siempre ha querido es… ser amado.

“Entre los varios y posibles bienes de que la gente es ávida yo, todo el tiempo, solo pedía este: ser amado. Pero pronto me quedó claro que yo no puedo gustar a nadie, del mismo modo que no me gusto a mí mismo; y sin embargo, no sabía renunciar a mi obstinada ilusión o pretensión; y mientras, mi demanda angustiosa se iba vinculando inexorablemente para mí al tema de la culpa y la vergüenza. Al final, he renunciado a toda demanda, pero la culpa y la vergüenza perduran.”

Es un libro oscuro, escrito de una manera hipnótica y bellísima. En algunos momentos me recordaba un poco a Proust, pero un Proust casi macabro, perdido en sus propios recuerdos como en un laberinto, tratando de volver a ver a su madre, de escuchar su voz, de volver a sentirla en su piel… pero el drama es completo, porque sabe que no es posible. 

“A veces -especialmente en ciertas situaciones de extrema soledad- en los vivos empieza a latir un pulso desesperado que los impulsa a buscar a sus muertos no solo en el tiempo, sino en el espacio. Hay quien los persigue hacía atrás, en el pasado, y quien se lanza al espejismo de alcanzarlos en un futuro último, y quién, no sabiendo ya dónde ir sin ellos, recorre los lugares tras su posible pista. Semejante reclamo puede sobrevenir inesperado e ir acompañado del mismo desasosiego que se apoderaría de un mísero indigente, el cual -después de una larga amnesia- recordase que posee un diamante escondido. Pero él mismo ignora donde lo escondió, toda señal ha sido borrada. Y no le sirve de nada invocar un indicio cualquiera que le valga para recuperarlo, y ya no le es dado poseer otro bien.

En este otoño de niebla, desde hace varios días, me siento tentado a seguir a mi muchacha Araceli en todas las direcciones del espacio y del tiempo, menos en una en la que no creo: el futuro. En realidad, en la dirección de mi futuro no veo mas que una vía sinuosa a lo largo de la cual mi habitual yo mismo sigue moviéndose arriba y abajo como un viajero borracho. Hasta que sobreviene un choque enorme y todo movimiento cesa. Es el punto extremo del futuro. Una especie de mediodía cegador, o de medianoche ciega, en la que ya no hay nadie, ni siquiera yo.”

Esta es una novela perfecta, que te va llevando más y mas profundo a la oscuridad mas grande, aquella de la que no hay salida. La estructura que tiene es como una espiral, que va desde lo mas real y lo mas lejano en el tiempo, es decir el “ahora”; hacía lo más profundo y secreto de los recuerdos y los sueños del protagonista, que es lo más cercano a lo que él quiere estar. A través de este viaje en el tiempo, en el que vamos retrocediendo poco a poco, girando en círculos cada vez mas cerrados, hasta la última gota, hasta el último día que tiene algún sentido… o no. 

Espero haber conseguido generarles algo de curiosidad, y que le den una oportunidad a esta magnífica obra de arte, y puedan así juzgar por su cuenta. 

EN LIBROS Y LITERATURA

Araceli

12 de julio de 2022 por Mónica Baños

Reseña del libro “Araceli”, de Elsa Morante

Araceli

En Araceli, la escritora italiana Elsa Morante nos presenta la historia de la española Araceli Muñoz Muñoz, la madre del narrador y figura sobre la cual orbitarán los recuerdos de Manuele. Morante nos narra la obsesión del hijo de Araceli a través de un viaje un tanto onírico a su pasado, a los momentos que compartieron juntos en los años que éste vivió con su madre.

Araceli supone así un retrato femenino increíblemente complejo, de una mujer misteriosa, a la que apenas Manuele conoció y de la que pretende saber más mediante un viaje que emprenderá a lo largo de unos días a El Almendral, pueblo almeriense de la que Araceli es oriunda.

Elegí leer Araceli porque no escondo en primer lugar, mi obsesión por las autoras italianas y en segundo lugar, porque Elena Ferrante (mi escritora preferida) siempre se ha referido a Morante como su maestra. Lo cierto es que me hubiese gustado empezar por su novela La historia, pero cuando supe de la existencia de esta reedición de la última novela que Elsa Morante escribió, pensé que sería buena idea empezar a leer su literatura por aquí. Y aunque considero que no debería haber leído primero Araceli, dada su complejidad y densidad, y aunque ha sido una novela turbia y que me ha traído de cabeza, me ha gustado. Me ha gustado como si de un secreto oscuro se tratase, Araceli me atrapaba, me fascinaba igual que a Manuele. Creo que su atractivo reside precisamente en eso: no podemos saber más de ella que de los recuerdos que éste guarda de su madre, igual que nos sucede en la vida real. No siempre es posible saber todo de una persona, porque en ocasiones, nosotros mismos solamente tenemos un punto de vista y es el nuestro, el cual no deja de ser limitado. Y durante su lectura no lograba parar de pensar en ello. No conoceremos a Araceli en profundidad, qué piensa, qué la impulsa, más allá de los ojos de un Manuele niño, de unos ojos infantiles que no logran entender los motivos por los cuales Araceli se lanza a esa vorágine de femme fatal y de enfermedad.

Manuele por su parte, se trata de un hombre entrado en la mediana edad que narra los hechos de su infancia, de su soledad, de esa madre que adoraba sin límites y de esa absoluta indiferencia que mostraba por su padre. Pienso que, a la vez, el viaje a El Almendral es una excusa de Manuele para encontrarse con sus propios recuerdos, dado que la historia se nos presenta como el motivo por el cual el hijo de Araceli acude allí, en busca de respuestas. Pero esas respuestas no las hallará más allá que en el propio pasado que arrastra, siendo este demasiado incompleto e incomprensible en ocasiones para él y para el propio lector.

Es una novela densa, complicada, pero comprendo a la Ferrante. Elsa Morante era un genio, usaba el lenguaje de un modo especial, su pluma estaba provista de una inteligencia y sensibilidad especial. Oscura, retorcida e incómoda, pero precisamente eso es lo que busco en la literatura: que me remueva. Y Araceli me ha removido completamente.

Por lo tanto, recomendaría esta novela a los amantes de la literatura italiana contemporánea, a los amantes de los libros de Elena Ferrante ya que creo que puede tratarse de una apuesta segura y sobre todo, a aquellos y aquellas que como yo, busquen literatura desde las entrañas, que les sacuda. Os aseguro que Elsa Morante lo hará sin ningún atisbo de dudas.


EN EL MUNDO

El siglo XX visto por Morante

El libro fue censurado en España por sus críticas al franquismo

Fue una de las grandes figuras de la literatura europea, aunque durante décadas su obra quedó eclipsada por la celebridad de su marido, Alberto Moravia. Las novelas de la italiana Elsa Morante (1912-1985) llegan definitivamente a España de la mano de Gadir Editorial, que tras la publicación en 2008 de 'Araceli' (1982), ha lanzado 'La Historia', su relato más conocido y al que sucederán 'Mentira y Sortilegio' —todavía inédita en nuestro país— y 'La Isla de Arturo'.

'La Historia' sucede con crudeza a las poesías y cuentos infantiles con los que Elsa Morante se estrenó en la escritura, justo cuando se disponía a salir de la adolescencia. Esta obra coral sobre el drama de las víctimas anónimas de la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto dio reconocimiento internacional a una autora que ya tenía voz en los círculos culturales de la Italia de la posguerra.

Separada de Moravia después de más de 20 años de matrimonio, en 1974 no era sólo la escritora de talento y segundo plano —siempre pesó la larga sombra de su pareja— que ideó al comienzo de su carrera 'Las aventuras de Caterina'. Más bien se trataba de una intelectual radical capaz de generar agrios debates con sus novelas, avivados por su atracción por la provocación política en una época propensa al extremismo: los años de plomo de la Italia de Aldo Moro y Giulio Andreotti.

Desde su casa de Capri, Morante tomó al paupérrimo sur de Italia como escenario de sus obras, aunque prefirió ambientar 'La Historia' en diversos espacios de Roma. Los personajes deambulan por las miserias de la guerra presididos por Ida, una matriarca viuda que intenta la supervivencia frente a la adversidad y horrores de la guerra.

Sus hijos y los numerosos personajes que trufan la novela explican a través de la autobiográfica pluma de Morante el realista drama de ver cómo la Historia acaba repitiéndose con su crudeza una y otra vez, siempre para desgracia de los desheredados. Tan dramática como la profética desdicha de sus personajes, que recuerdan el final solitario y amnésico de la autora, internada hasta su muerte en 1985 en un centro médico, tras un intento de suicidio que le quitó la salud y acabó por dejarla sin medios para pagar su convalecencia.

El pesimismo antropológico que acompañó las últimas obras de la escritora romana estaba sin duda azuzado por la situación política que rodeó a esta anarquista convencida. Elsa Morante quiso hacer todo "un acto de acusación contra las injusticias del siglo XX" en pleno régimen de la Democracia Cristiana, según explica Flavia Cartoni, encargada de editar y prologar esta última edición de 'La Historia'.

Esta exhibición de sus posturas políticas, especialmente en lo referente al fascismo y las dictaduras, le valió el reconocimiento internacional, aunque también le trajo problemas en España, como recuerda Cartoni.

'La Historia' se publicó por primera vez en 1976, apenas meses después de la muerte de Franco y con los rotuladores rojos de la Dictadura aún en manos de la censura. Bajo el título 'Algo en la historia', Plaza y Janés publicaba una traducción de Juan Moreno en la que, para cólera de la autora, faltaban referencias al general.

Alianza Editorial recuperaba en 1991 la novela, esta vez con traducción de Esther Benítez, la misma que en esta última edición. Entonces sí se subrayó la relevancia de un trabajo excepcional en la trayectoria literaria de Morante, antes unida al simbolismo, y fascinada por Pasolini, Ginzburg y Calvino. Con la intención de recuperar la novela típica italiana del siglo XIX, el realismo se instala en esta historia "sobre lo animal de cada humano, y lo humano de cada animal", en palabras de la editora.

Este repaso a la historia universal a través de lo mundano nació en la mente de Morante a partir de una larga reflexión personal, tras escribir 'La isla de Arturo' (1957), y de una novela embrión, 'Sin el apoyo de la religión', que nunca terminó. Su popularidad en la bota creció con la versión cinematográfica que hizo en 1986 Luigi Comencini, con Claudia Cardinale y Francisco Rabal, y una adaptación para una radionovela en la RAI.

EN GATOS Y RESPETO

Gatos, Elsa Morante, María y Araceli Zambrano


Elsa Morante conoció a María y a Araceli Zambrano durante la estancia de las hermanas en Roma, ciudad en la que vivieron desde el año 1953 hasta 1964. Las tres sentían un profundo amor por los gatos, y compartían las mismas inquietudes filosóficas y políticas. Araceli prestó su nombre al título de la última novela de la escritora italiana, inspirada en su gran amiga y ambientada en España.

Elsa Morante en Via dell'Oca 27, Roma


María nació en 1904, Araceli en 1911 y Elsa en 1912. María y Araceli Zambrano vivieron en el exilio a partir de 1939 y recorrieron un sinfín de países, como dice la propia filósofa: «He escrito y vivido en España, Chile, Cuba, Puerto Rico, Francia, Italia y Suiza. De hecho era una locura. En 1939 comenzó mi exilio. Crucé la frontera francesa con mi madre y mi hermana, y tras vivir en París durante un breve periodo, residí en Nueva York, La Habana, México, y finalmente en Puerto Rico. Volví a París en 1946 para reencontrarme con mi hermana, al borde de la locura tras ser torturada por los nazis. Mi madre murió dos días antes de mi llegada. Mi hermana y yo decidimos volver a Puerto Rico y a Cuba juntas y en 1953 nos fuimos a vivir a Roma. (…) En 1964 me persiguió un vecino fascista al que le molestaban ¡mis gatos! Me fui con ellos a Suiza… En 1984 volví a Madrid, donde me quedé hasta el final de mis días».

Araceli y su madre, años cuarenta, París



Aracelí cruzó los Pirineos con su madre, su hermana y su marido Manuel Muñoz. Con la caída de París en 1940, Muñoz no se sentía seguro y se refugió en el Finisterre francés, pero la Gestapo le arrestó antes de poder huir a México. Fue entregado por la Gestapo a las fuerzas franquistas y fusilado en España el 1 de diciembre de 1942, después de pasar largos meses en la cárcel parisina de La Santé. Aracelí permaneció en la capital francesa para estar cerca de su marido, aunque sin poder verle.

Elsa nació en Roma, en el popular barrio del Testaccio. Hija ilegítima, fue reconocida por Augusto Morante después de casarse con su madre. Empezó a publicar cuentos, relatos y poemas a partir de 1933 en importantes diarios romanos. En 1936 conoció al famoso escritor Alberto Moravia, con el que se casó en 1941. Hacia el final de la Segunda Guerra Mundial se trasladaron cerca de Cassino, en el sur de Italia, para huir de las represalias nazis. Se separó de Moravia en 1961. A partir de ese momento siguió escribiendo de forma esporádica. Su última novela, la antes mencionada «Aracoeli», se publicó en 1982.

Alberto Moravia y Giuseppe



Las tres adoraban a los gatos. Incluso en París, durante la ocupación nazi, Araceli y su madre tenían un gato, como lo demuestra la pequeña fotografía que incluimos. En una entrevista, María Zambrano dijo que «llegué a tener 24». Y efectivamente, tuvieron que dejar Roma después de que un senador de pasado fascista firmara una orden de expulsión por culpa de sus numerosos gatos. El 14 de septiembre de 1964, las dos hermanas y trece gatos emprendieron el camino a Francia. Eso sí, las autoridades italianas avisaron a la policía francesa de que eran «personas peligrosas». ¿Los gatos también?

Canto por el Gato Alvaro - El amor tiene forma de gato



Elsa Morante tenía sobre todo gatos siameses y llegó a decir que si los gatos eran ángeles, los siameses eran arcángeles. Su primer gato, Giuseppe (Useppe, Mandolino o Alvaro), que murió el 1 de agosto de 1952, fue muy importante para ella. En su diario afirmó que «era la mitad de mi alma». El mismo gato, bajo sus numerosos nombres, aparece en la novela «Menzogna e sortilegio» (1978) y en la colección de poemas «Alibi» (1978). Siempre hablando de este gato, en su diario escribió: «Sus ojos eran los más maravillosos que jamás había visto. Es imposible creer que se han apagado para siempre».

Según la escritora, todos los animales viven en estado de gracia. No solo desconocen el bien y el mal, también nos ofrecen «la más tierna de las amistades libre de juicios». Citamos el artículo de Luca Fontana «Elsa Morante: A Personal Remembrance», publicado en la revista PN Review: «Sentía una verdadera devoción por los gatos. (…) Los millones de gatos que habitan las ruinas de Roma la conocían personalmente, y ella a ellos. Siempre daba un nombre a cualquier callejero que se cruzaba en su camino, y le reconocía años después. Además de cuidar de sus gatos siameses, salía de noche para recorrer ruinas y foros con dos enormes bolsas llenas de callos, mollejas y otras exquisiteces para alimentar a los gatos. Pero no estaba sola, se encontraba con docenas de mujeres que practicaban el mismo ritual, en su mayoría viudas solitarias con exiguas pensiones, conocidas como ‘gattare’. Entonces sufría una metamorfosis, se transformaba en una más, hablaba el mismo dialecto romano que ellas y pasaban horas charlando. Conocía su vida y llevaba unos cuantos sobres en su bolso para las más necesitadas».

María y Araceli Zambrano vivían muy cerca de Piazza del Popolo. Cuenta el escritor Jorge Guillén que a veces quedaban para cenar en un café en la plaza y que María, antes de acabar, se levantaba y decía: «Volveré». Y se iba a llevar comida a los gatos que la esperaban en alguna esquina.

Después de Roma, las hermanas Zambrano se trasladaron al Jura, a una casa llamada La Pièce, no lejos de Ginebra. Araceli falleció en 1971 en la clínica Belair, y poco antes de morir se preguntaba: «¿Sirvió de algo perder?»

En los últimos años que pasó la filósofa viajando entre Grecia, Roma y Francia, ya sin su hermana, su nombre comenzó a escucharse en España cada vez más y regresó el 20 de noviembre de 1984, después de 45 años de exilio.

Siguió escribiendo rodeada de gatos. Murió en Madrid el 6 de febrero de 1991 y fue enterrada entre un naranjo y un limonero en el cementerio de Vélez-Málaga, donde luego se trasladaron también los restos mortales de sus «dos Aracelis», su madre y su hermana. Dicen que siempre hay gatos en su tumba.

Elsa Morante, gran escritora y gran gattera romana, enfermó después de fracturarse el fémur e intentó suicidarse en 1983. La salvó in extremis su ama de llaves. Se sometió a una complicada operación que, sin embargo, no mejoró mucho su condición.

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