RESEÑAS
ENTREVISTA A NICCOLÒ AMMANITI EN DIARIO CLARIN CON MOTIVO DEL ESTRENO DE LA SERIE "ANNA".
Sigue la historia de una joven siciliana de 13 años que debe abrirse paso por un mundo devastado por un virus que ataca solo a quienes hayan alcanzado la pubertad. Una trama inquietante, escrita antes de la pandemia del coronavirus.
Niccolo Ammaniti ganó el Premio Strega, el galardón literario más importante de Italia, por "Come Dio comanda". Foto Archivo Clarín
Niccolo Ammaniti ganó el Premio Strega, el galardón literario más importante de Italia, por "Come Dio comanda". Foto Archivo Clarín
Ammaniti es toda una personalidad en Italia. No sólo ganó en 2007 el Premio Strega, el galardón literario más importante de su país, sino que trabajó anteriormente con directores de la talla de Marco Risi y Bernardo Bertolucci.
De un libro a la televisión
En el caso de Anna, Niccolo tomó a su cargo la adaptación de su propia novela de 2016, en la que retoma inquietudes de otras obras como la infancia y la adolescencia, la ciencia ficción distópica, el género de aventuras y el relato de iniciación.
Dividida en seis episodios, Anna propone una trama donde los adultos, víctimas de un virus letal, ya no están. La sociedad como se conocía ya no existe, y los niños y niñas, inmunes hasta que lleguen a la pubertad ante la enfermedad, viven en manadas salvajes peleando por los recursos que quedan
En el caso de Sicilia, la naturaleza gana terreno asfixiando a las ciudades con su vegetación, y allí Anna (Giulia Dragotto) busca rescatar a su hermano menor, secuestrado por una tribu de chicos que se hacen llamar "los azules". Su objetivo es cruzar juntos el estrecho que separa a la isla del continente, donde quizás encuentre el modo de salvarse antes de que la enfermedad la alcance.
Para llevar a cabo su misión, cuentan con la asistencia de una bitácora y un cuaderno de tapa marrón que les escribió su madre bajo el título "Las cosas importantes", en el que deja anotadas instrucciones útiles para sobrevivir.
A pesar de un recorrido lleno de retos y aventuras en un mundo desesperanzador, Anna encuentra siempre la forma de seguir adelante. Como dice el propio Ammaniti, "su historia constituye una parábola de amor y fuerza vital enraizada en los impulsos y las historias que nos contamos a nosotros mismos para navegar en este mundo".
Habla Niccolò Ammaniti
-¿Te sorprende el éxito que viene teniendo Anna en los países donde se estrenó?
-Sí, mucho. Fue algo inesperado, porque salió durante la pandemia y yo tenía miedo que no gustara el tema, pero realmente anduvo muy bien en todo el mundo y estoy muy contento.
-Muchos de tus libros se adaptaron al cine. ¿Cómo fue tu experiencia anterior con los directores?
-Tuve experiencias diversas, todas ellas muy interesantes. La primera vez que un libro mío se pasó al cine fue con Marco Risi, y la última fue con Bernardo Bertolucci. En general tuve poca participación en las películas hechas a partir de una novela mía, salvo aquella vez con Marco Risi.
-¿Cuál fue la idea inicial que te llevó a escribir "Anna"?
-Era una idea muy simple, casi antropológica: imaginar un mundo sin adultos. Entonces inventé un virus, donde a escala global solamente quedan los más pequeños.
-¿Para crear esta historia de aventuras te basaste en alguna lectura que tuviste de chico, como Jack London o Julio Verne?
-Exactamente. Fui un gran lector de libros de aventuras cuando era chico. Me encantaban La isla del tesoro y las aventuras de Jack London. Recordé esos libros tradicionales pero ubiqué la acción en un escenario post-apocalíptico.
RESEÑA EN EL BLOG "ANIKAENTRELIBROS"
Argumento:
Un virus que procede de Bélgica acaba con la vida de los adultos, dejando solos a los niños de todo el planeta. En Sicilia, una pequeña de nueve años se queda a cargo de su hermanito de cuatro años. Su madre, al verse enferma, le escribió un bloc con todo lo importante que debía saber, y con las anotaciones de ese bloc sobreviven cuatro años sin salir de su ciudad -el pequeño Astor, incluso, sin salir de su hogar-.
Anna, que lleva años saliendo en busca de comida y conoce la ferocidad de los perros callejeros, se encuentra un día con que Astor ha desparecido, pero tiene una idea de quién se lo puede haber llevado. Y ahora su meta es encontrarlo, recuperarlo y cruzar el mar para llegar a Calabria donde, según su madre escribió, quizás los adultos ya tendrán una vacuna.
Esta es la historia de un mundo en el que desaparecen los adultos y cómo los niños sobreviven en él. Esta es la historia de Anna y Astor, que acabarán haciendo camino con Pietro y con un perro abandonado.
Me siento afortunada de poder leer historias como la de "Anna".
Lo primero que debes saber es que existe una película con la misma base (mueren todos los adultos y sólo quedan vivos [en este caso] menores de 18 años) titulada "No crezcas o morirás" (Don't Grow Up, 2015) pero NO es comparable con esta novela.
Lo segundo que debo deciros es: Leed la novela, os guste el tema o no, leedla. Porque está llena de emociones, desde el dramatismo de la tragedia a la esperanza en la fe y hasta en la magia. Cuando iba a mitad de libro me subí a retomar su lectura. Alguien me preguntó si era triste en plan desgarrador o triste en plan esperanzador. Las dos cosas, es emoción para lo bueno y para lo malo. Hubo momentos en que me bailaban las lágrimas en los ojos, otros en los que casi había dejado de respirar temiéndome lo peor, y otros en los que me emocionaba y pensaba que cuando lees algo así parece que la vida es más importante que nunca. Y no tiene nada que ver con la literatura juvenil a pesar de que la protagonicen una chiquilla que aún no ha tenido su primera regla y un pequeño de siete años que no recuerda cómo es una feria.
Lo que más me ha gustado después de ese dominio de las escenas que provocan emociones, es otra capacidad de Niccolò Ammaniti: la de incluir en la novela todo tipo de infancias, todo tipo de niños. En una situación así habría niños que no sobrevivirían, otros que se harían fuertes en la adversidad, los habría solitarios y los habría que se unirían a grupos como las manadas de perros salvajes -que también los hay en esta novela-, los habría miedosos y los habría osados, los habría manipuladores y los habría manipulados… Aquí no hay una infancia, hay muchas infancias. Y también hay niños que pasan por diversos estados, desde el más valiente -a su pesar; Anna, por ejemplo, no tiene más remedio que ser valiente porque Astor es demasiado pequeño-, que acaba teniendo miedo, o al más miedoso que acaba siendo osado.
Todos los niños incuban el virus pero éste se despierta a partir de los catorce años aproximadamente.
Y en este nuevo mundo donde no quedan más que ruinas, saqueos, incendios y tras cuatro años, muy poco que comer, algunos niños, cercanos a la edad en la que pueden enfermar, muestran su cara más cruel o más solidaria. Muchos se convierten en salvajes -recordándonos la gran obra de William Golding "El señor de las moscas"-, la bebida y las drogas alivian a muchos su dolor aturdiéndolos -y una no puede evitar recordar a esos niños adictos a esnifar pegamento que vivían en un metro ruso, o en Barcelona (porque estas cosas acaban siendo tan reales como universales)-, y conforme lees se te parte un poquito más el alma.
Hay un pequeño texto en la novela que puede daros una idea de cómo es este mundo tan lejano y desconocido para nosotros: "En el mercado del regateo, un reloj costaba lo mismo que un móvil, un ordenador o un Boeing 747. Menos que un caramelo Smarties" (pág. 172)
Pero también tiene momentos de ilusión y esperanza, porque todos creen en un ser especial capaz de curar a los enfermos (la parte dedicada a la Picciridduna, la "salvadora" de los infectados, te pone la piel de gallina), o en que en algún momento encontrarán adultos vivos con una vacuna que los salvará… De hecho, es curioso, leyendo "Anna" te pasa como a ella, dejas de creer en Dios y acabas creyendo en la magia de unas zapatillas deportivas. Porque en esta novela se sufre con ellos, con los niños, y quitándote a ti, lector, Anna y Astor sólo tienen a un amigo, a un perro y su esperanza por llegar a Calabria.
Es trágica, pero es maravillosa porque te hace amarlos y desear que todo acabe bien. Y ese ansia por saber qué va a pasar en la que te describen escenas diarias -que podrían ser de lo más natural pero en ese ambiente no dejan de ser días especiales-, descubres cómo Anna va creciendo, cómo se despiertan sus sentimientos por Pietro, y no puedes dejar de leer. Y leer. Y leer.
Trágicamente maravillosa. Y sí, tiene un punto esperanzador. Si crees en los milagros. Yo decido creer. Yo creo, yo creo, yo creo en las hadas.
Anika Lillo
EN REVISTANEO.COM
Anna, la miniserie de Niccoló Ammaniti se estrena en AMC
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By GabyGarcia on Jue, 09/06/2022 - 23:37
El mundo como lo conocemos ya no existe: los adultos se han ido, la sociedad se desmorona y no existe ni orden ni reglas. Un virus está acabando con los adultos y devastando el planeta que empezó a manifestarse en Bélgica y que se ha extendido por el mundo. Pese a circular diversas teorías sobre supuestos modos de inmunizarse de ‘la roja’, la enfermedad que el virus produce, los contagios están fuera control. Los niños, que son inmunes hasta la pubertad, viven en manadas salvajes, peleando por las pocas sobras comestibles que han quedado por ahí.
Anna, la miniserie de Niccoló Ammaniti se estrena en AMC
Lo mismo ocurre en Sicilia, la naturaleza está recuperando lo que una vez fue suyo, asfixiando las ciudades de la isla con su vegetación. Sicilia en un futuro próximo con todo en ruinas y un virus, es el escenario para la historia de “Anna”, un drama de seis capítulos, concebida y dirigida por el destacado escritor Niccoló Ammaniti.
Anna, con 13 años, luego de perder a su madre, busca rescatar a su hermano menor secuestrado por una tribu de chicos que se hacen llamar ‘los azules’ para después conseguir su objetivo: cruzar el estrecho y alcanzar el continente, donde Anna, a la que por edad la muerte ya la acecha, podría encontrar el modo de salvarse.
Cuentan con una bitácora, un cuaderno de tapa marrón que les escribió su madre bajó el título “Las cosas importantes”, en el que deja anotadas instrucciones útiles para sobrevivir. A pesar de un recorrido lleno de retos y aventuras en un mundo desesperanzador, Anna encuentra siempre la forma de seguir adelante. Su historia constituye una inquietante parábola de amor y fuerza vital enraizada en los impulsos y las historias que nos contamos a nosotros mismos para navegar en este mundo.
Niccolò Ammaniti, escritor del libro en el cual se inspiró la miniserie y a su vez director y guionista de la misma, ya ha abordado la infancia y la adolescencia en algunas de sus novelas anteriores que combinan la ciencia ficción distópica, la narración de aventuras y la novela de iniciación. La serie es estelarizada mayormente por talentos incipientes, jóvenes; Anna es interpretada por Giuglia Dragotto y Viviana Mocciaro junto con los reconocidos histriones italianos Elena Lietti, Roberta Mattei y Nicola Nocella. 'Anna' llega a AMC el lunes 13 de junio a las 22: 00 hrs. y cada lunes estrenará un capítulo.
La miniserie se rodó en 2020 en medio de todos los conflictos globales de la pandemia por coronavirus, reflejando los sentimientos y preocupaciones de una emergencia sanitaria como si los profetizara desde su novela de 2015. El paso de la niñez a la edad adulta, se encrudece en cada episodio con el caos habitual imperceptible de su nueva realidad y la lucha esperanzadora de buscar un mejor futuro.
RESEÑA EN FABULANTES.COM
ANNA, NICCOLÒ AMMANITI: INFANCIA, VIDA Y APOCALIPSIS
Escrito por Francisco Martínez Hidalgo | 10 Nov, 2016 | Ciencia-ficción | 0 |
La ciencia-ficción contemporánea afronta el post-apocalipsis desde el punto de vista de personajes y sus procesos internos, lo que le confiere un mayor pesimismo vital. Anna es uno de los más brillantes y bellos ejemplos de esta tendencia; también es novela de aprendizaje y estudio sobre la adultez.
En estos tiempos convulsos que nos ha tocado vivir, donde casi nada semeja razonable o sujeto a cierta predictibilidad, y sí móvil o líquido hasta el mareo o la náusea, la ciencia-ficción se ha enganchado con uñas y dientes a los contextos apocalípticos. Este panorama era algo común también en el pasado. Cada vez que las circunstancias no parecían augurar algo bueno, el género ha querido contribuir al saber colectivo con su análisis sobre hacia donde, por qué caminos o meandros o vericuetos, podrían discurrir las cosas. Sin embargo, a diferencia de lo que era habitual antaño, la ciencia-ficción contemporánea renuncia a ir pegada a las circunstancias presentes, para tomar distancia y dirigirse a un tiempo post-apocalíptico lejanísimo respecto al caos y la violencia de los primeros momentos.
Ahora el género ha invertido el punto de vista para centrarse en los personajes y en sus procesos internos de adaptación: cómo son capaces de sobreponerse, física y mentalmente, para poder vivir en un contexto donde la vida ha dejado de tener sentido. Una inversión del foco que ha llevado aparejado, además, un mayor pesimismo vital. Si en lecturas clásicas como La guerra de los mundos (1898) la esperanza estaba esperando siempre al final del túnel, en la actualidad los contextos post-apocalípticos suprimen cualquier tipo de salida o esperanza más allá de una muerte en condiciones lo más dignas posibles.
Otra consecuencia de este cambio se observa en la forma cómo la ciencia conecta con el apocalipsis. De un tiempo a esta parte no es ya un agente externo (civilización alienígena o enemigo exterior) la causa de la crisis, ni se recurren a tecnologías esotéricas o a reglas científicas espurias para justificar esas causas, ni tienen tampoco que ver estos avances técnicos con una esperanza o una salida viable para regresar al punto de partida: la ciencia-ficción contemporánea usa a la ciencia como una excusa.
Un leitmotiv para, a partir de ella, desarrollar un análisis interior de los personajes, dando además por supuesto que ha sido el propio sujeto (individual o colectivo) el que ha causado su propia desgracia. La trama narrativa nos pone ahora ante la experiencia de leer cómo los personajes afrontan esa desgracia.
La consecuencia de todo es que el género parte de una peor concepción de la condición humana. Ahora mismo estamos tomando decisiones que motivan y condicionan a este apocalipsis. A través de nuestras actitudes ante los retos medioambientales, económicos, políticos o científicos, todos estamos tomando partido, y somos corresponsables de la construcción de las circunstancias que desembocarán en ese contexto. Hasta el punto en el que el género ya da por supuesto que el lector conoce, de primera mano y con pocas dudas, cuáles son las causas y los síntomas de todo lo previamente sucedido a su narración.
Precisamente es aquí, en el grado de pesimismo respecto a la condición humana, donde la ciencia-ficción viene desplegando su mayor grado de libertad en cuanto a las circunstancias y matices de cada contexto y personaje, haciendo posible una variabilidad inmensa de tramas y argumentos, caracteres e historias, que nos ha regalado novelas hermosísimas como Nunca me abandones, de Kazuo Ishiguro, La constelación del perro, de Peter Heller, o la tiernamente encantadora obra de Niccoló Ammaniti (Roma, 1966) Anna (Anagrama, 2016). Las tres son novelas con importantes trazos en común, pero a las que separa un abismo respecto a la calidez de la mirada con que el autor trata a sus personajes y, por extensión, nos retrata a todos los que contribuimos al desastre que los lleva a pasar por lo que pasan.
El punto de partida de Ammaniti es básico, directo y claro: un contagio vírico surgido desde Bélgica, de lenta incubación pero altamente infeccioso, se ha extendido rapidísimamente por todo el planeta. De hecho, cuando se descubren los primeros síntomas ya es demasiado tarde para evitar una infección global que, afectando directamente a las hormonas humanas, acaba matando a todas las personas cuando entran o están en la edad adulta -a partir de los catorce o quince años de edad en adelante-. En pocos meses, la población se ha reducido drásticamente. En pocos años, solo quedarán las personas más jóvenes con vida. Y con el tiempo, ni siquiera ellos se mantendrán en pie. La Tierra está destinada a quedar vacía de seres humanos como consecuencia de su juego temerario e irresponsable con los virus de diseño y las amenazas biológicas.
Ajenos a las causas de todo esto, en la localidad siciliana de Cefalú viven Anna y su hermano pequeño Astor. Anna ha visto morir a su madre, ha debido deshacerse del cadáver, ha tenido que cuidar de su hermano y, por supuesto, ha afrontado unas situaciones de riesgo y de peligro impropias para una persona de apenas trece años de edad. Para conseguirlo, ha diseñado un mundo a su alrededor donde el «Afuera «está lleno de amenazas y, para su hermano Astor, de una muerte segura. Con estas premisas fantásticas la situación permanece estable y controlada, con unas vidas incluso monótonas a pesar del caos que los rodea, hasta que un día todo cambia de repente.
La novela nos introduce de cabeza en el tema de la madurez, de cómo nos enfrentamos a la vida desde la tierna infancia, de cómo crecemos y aprendemos a salir adelante. Y para ello nos sitúa en un contexto post-apocalíptico donde no queda otra alternativa, para Anna y su hermano, que seguir sobreviviendo y saliendo adelante un día tras otro. Con la particularidad, en este caso, de una espada de Damocles, cruel y definitiva, que se cierne sobre la cabeza de la niña, con plena consciencia por su parte. A ella nadie la ha engañado, sabe que va a morir, e intenta aprender las claves de la vida al ritmo que mejor puede, con la única guía de un cuaderno que su madre le ha dejado, el cuaderno de “Las Cosas Importantes”, donde están las instrucciones claras y precisas sobre qué hacer en los difíciles casos con los que se va a encontrar desde ese momento y hasta su muerte.
Pero igual que la vida no está sólo en los libros, tampoco lo está sólo en los cuadernos. Anna se enfrenta a situaciones imprevistas e inesperadas y, en base a ellas, tomará decisiones que le servirán para realizar nuevas anotaciones en un cuaderno que, algún día, tendrá que heredar su hermano. Aquí tenemos a la hermana, a Anna, convertida en madre. A una Anna en la pubertad, convertida de repente en una persona adulta. A una Anna inocente y hasta hace poco ingenua, enfrentándose a decisiones que la exponen de la forma más brusca ante una realidad cruel y alocada. El mensaje de Ammaniti parece claro: la adultez no es una cuestión biológica sino social y personal. Los retos de la vida son los que nos hacen madurar y prepararnos para la supervivencia, no el llegar a una edad concreta, a desarrollar unas características biológicas concretas, o a alcanzar un status concreto dentro de nuestro grupo.
Para que este mensaje quede más claro, a lo largo de la novela Anna se enfrenta con grupos de niños y niñas altamente jerarquizados, donde se desarrollan relaciones de poder basadas en el estatus o en la fuerza, pero en las que la inteligencia propia de las personas adultas está totalmente fuera de lugar. En estos grupos se tiende al ritualismo o al salvajismo (como en El señor de las moscas), a vivir en condiciones caóticas y paupérrimas, pues el ejercicio del poder ha desplazado no ya al bienestar sino a la misma idea de bien y mal.
Otro punto interesante de esta bellísima y cautivadora novela está en su forma de dibujar el concepto de adultez. Para evitar caer en una idea idealizada y monolítica, tanto con Anna como con sus compañeros de andanzas (su hermano Astor, un chico que conoció durante sus andanzas llamado Pietro, o un cánido de tres nombres conocido por ella como Mimoso), enlaza sus personalidades con las de sus familiares más próximos, para trazar una línea genealógica de continuidades y discontinuidades que nos permite vislumbrar no sólo un mensaje de fondo respecto a la importancia de la familia sino también de la importancia de la educación en valores. Todos estos personajes tienen un pasado conectado con la familia y amistades que los determina y explica su forma de ser. Sólo en el caso de los personajes donde esos lazos no existen o, si lo han hecho, han sido olvidados o relegados hasta el punto de perder influencia, surge la naturaleza humana caótica y pérfida como guía de una vida vivida sin sentido ni del ser ni del hacer -irónicamente, sí del tener-.
Anna se define también como una novela de aprendizaje. Durante el camino, todos los personajes principales han experimentado profundos cambios en sus vidas. Por supuesto Anna, como personaje principal y guía de los demás, es el que más cambios experimenta. Pero, más allá de lo estrictamente cuantitativo, el lector percibe con claridad que están habiendo transformaciones morales y éticas profundos en todos ellos. Anna accede a los cambios biológicos de la menstruación, a los psicológicos de sentirse amada, a los emocionales de sentirse responsable de la vida de otras personas, etcétera. Astor siente la fascinación por una realidad que le es ajena y totalmente desconocida, la necesidad de querer sentirse parte de algo formado por otros distintos a él, o el orgullo de tener un perro bueno y obediente que otros quisieran para sí. Nuevamente: las experiencias, y no la edad, son las que nos van curtiendo y enseñando a progresar en la vida.
La belleza del texto está también en un manejo del ritmo absolutamente perfecto. El tiempo es una variable relevante para los personajes, pero sólo va afectando a la trama en la medida en que son conscientes de ello. Al principio, claro, cuando viven en su mundo protector de fantasía, el tiempo nos aparece en suspenso, sin relevancia alguna en su cotidianeidad o en sus posibilidades de existencia. Pero va tomando poco a poco cuerpo y velocidad, a medida que los sucesos y los cambios se van produciendo, haciéndolos a cada uno, en su justa medida y a su momento, más o menos conscientes de la importancia de cada instante vivido. De forma que el elenco formado por esta pequeña joven familia se individualiza, se diferencia y personaliza, en sus ritmos y formas de acceder al sentido de la vida; demostrándonos un amplio elenco de recursos y posibilidades a la hora de buscarle un significado al día a día.
La nueva mirada de la ciencia-fición hacia el apocalipsis ha enriquecido al género. Al liberar a las tramas de la necesidad de construir escenarios científico-técnico elaboradísimos, donde la coherencia científica no desentonase respecto a los demás elementos ficcionales, ha permitido también el centrarse más en los personajes y en sus vivencias. Con un nuevo sentido de la vida, más trágico en cuanto a lo definitivo de su final, nos lleva también a reflexiones creativas de mayor profundidad y densidad, con un marcado acento existencialista y humanista en el cual todos podamos participar, pues todos somos partícipes. La ciencia-fición contemporánea ya no nos manda flotadores salvavidas en forma de nuevas sorprendentes tecnologías, naves espaciales evacuadoras o generosas civilizaciones extraterrestres. Ahora todos somos corresponsables de un destino global compartido, y de un posible definitivo final sin remedio, ante el que se nos expone cara a cara, sin tapujos ni paños calientes.
Una nueva forma de mirar hacia el futuro en la que Anna destaca como una de las formas más bellas, inteligentes y positivas de afrontarlo. Ammaniti ha creado una novela post-apocaliptica maravillosa, adictiva e hipnótica. Posiblemente, una de las novelas sobre esta línea temática que quedará para siempre en nuestra memoria, pues olvidarla se me antoja, sencillamente, un imposible.
RESEÑA EN ELPERIODICO.COM
ANNA, NICCOLÒ AMMANITI: INFANCIA, VIDA Y APOCALIPSIS
La fe en el futuro de Niccolò Ammaniti
El escritor italiano publica 'Anna', una fábula distópica sobre el paso de la niñez a la edad adulta
ELENA HEVIA / BARCELONA
Quizá la crítica reciba con opiniones dispares las novelas de Niccolò Ammaniti (Roma, 1966), pero lo cierto es que el público jamás lo ha abandonado desde que apareció 'No tengo miedo' (Premio Viareggio) y algo más tarde logró otro premio mayor, el Strega por 'Come Dio comanda', todavía no traducida en España. Lo que trae ahora al italiano a Barcelona es 'Anna' (Anagrama / Angle), una fábula apocalíptica con ecos de 'La nube púrpura' de Shields, 'Soy leyenda' de Matheson y, sobre todo, de' El señor de las moscas' de William Golding, porque como en aquella unos niños en el filo de la adolescencia luchan solos frente al mundo. Aquí en una Sicilia distópica donde un raro virus solo ataca a los adultos. El problema para Anna, la adolescente protagonista, es que ella misma está a punto de traspasar esa línea roja, con los presumibles resultados.
El autor puede cambiar mucho en tono y en temas, aunque en buena parte de sus libros hay una mirada comprensiva pero sin complacencia al complejo tema del paso de la infancia a la edad adulta. ¿Por qué? “Prometo, dice el escritor en tono divertido, no volver a reincidir y no escribir una novela más en torno a la adolescencia. Ya lo prometí en otras ocasiones pero luego me olvidé y aquí tienen una novela sobre ese asunto”. Le fascina -asegura- la transformación que se produce en esa etapa, no solo desde el punto mental sino sobre todo desde el punto de vista físico. Lo que ocurre es una sorprendente metamorfosis, “como cuando el renacuajo se convierte en rana”. De su habilidad para relatar ese momento delicado dice mucho que el septuagenario Bernardo Bertolucci eligiera su novela 'Tu y yo' (también sobre el mismo tema) como base de su última película.
‘Anna’ se construye sobre una fantasía infantil del autor. “De niño yo quería que los mayores desaparecieran y así nadie pudiera obligarme a ir al colegio o impedirme comer chuches en el supermercado”. Más tarde, adolescente, se veía a sí mismo, como el último chico vivo en el mundo, cogiendo un aeroplano para sobrevolar la casa de la actriz de moda, Edwidge Fenech (la Susana Estrada de la comedia erótica italiana de los 70) con una pancarta: “Edwidge, búscame estoy vivo”.
Para él, como escritor, ha sido muy estimulante imaginar un mundo donde no existen reglas. “Uun mundo donde no existen reglas. “n territorio deshabitado que es necesario reconstruir, algo parecido a un western”. Y aunque el resultado a algunos les pueda resultar desesperanzado, Ammaniti sostiene que este es su libro con más carga de esperanza . “En las épocas más oscuros la esperanza es el motor de cambio del hombre, está en nuestro adn. Mi protagonista, Anna, no está impulsada por la fe sino por las ganas de descubrir lo que hay al otro lado del mar.
Relativiza el autor esta sensación de crisis europea, de pérdida de confianza en un futuro difícil de imaginar, que ahora impera. “Hay que contemplar la historia de la humanidad en periodos muy largos, más allá de tu propia vida y la de tus hijos. Lo que viene después es solo una idea filosófica”. Siguiendo esta regla, su desazón es a corto plazo. Ammaniti, el Ammaniti tan preocupado por los adolescentes, no tiene hijos. “Así puedo estar más tranquilo”, dice con sorna.
RESEÑA EN CULTURAMAS.ES
«Anna», la sorprendente aventura distópica de Niccolò Ammaniti
26 junio, 2016 Benito Garrido
«Eran criaturas desesperadas, que iban a la deriva en medio de un mar de cenizas. Había visto muchos. Tenían calvas en el pelo, las orejas llenas de garrapatas que colgaban como racimos, se les marcaban las costillas. Se mataban por los restos de un conejo».
Llega a las librerías Anna (Editorial Anagrama), último trabajo del escritor italiano Niccolò Ammaniti, una distopía íntima y apocalíptica que una vez más demuestra la capacidad narrativa de un autor en estado de gracia. Ammaniti, que ya había abordado la infancia y la adolescencia en varias novelas anteriores, insiste en el tema, y lo hace combinando la ciencia ficción distópica, la narración de aventuras y la novela de iniciación. Un mundo poblado mayoritariamente por niños en el que platean muchas cuestiones: ¿Cómo sobreviven? ¿Cómo se interrelacionan sin la presencia dominante y represora de los adultos? ¿Cómo afrontan los miedos y las incertidumbres?
«Despertó de repente en medio de la oscuridad y el silencio. Tardó unos segundos en recordar dónde estaba. Pensó en salir a hacer pis pero cambió de idea. No había luna. No vería nada y estaría indefensa».
Un virus, que empezó a manifestarse en Bélgica, se ha extendido por el mundo como una epidemia. Tiene una particularidad: sólo mata a los adultos. Los niños lo incuban, pero no les afecta hasta que crecen. Sicilia en un futuro próximo. Todo está en ruinas. A la enfermedad que el virus produce la llaman La Roja, y circulan extrañas teorías sobre supuestos modos de inmunizarse. Anna, que tiene trece años, debe rescatar a su hermano pequeño Astor y emprender con él un viaje que los llevará hasta Palermo y después hasta Messina. El objetivo: cruzar el estrecho y alcanzar el continente, donde acaso Anna, a la que por edad la muerte ya acecha, encuentre el modo de salvarse. Les acompaña un perro, y cuentan como bitácora con un cuaderno de tapas marrones que les dejó su madre antes de fallecer. Lo tituló “Las cosas importantes” y anotó en él algunas instrucciones útiles para sobrevivir.
«Era ese momento del alba en que la noche y el día tienen el mismo peso y las cosas parecen más grandes de lo que son. Al fondo de la llanura se veía una franja blanquecina y el viento susurraba en los trigales que se habían salvado del fuego»
Niccolò Ammaniti (Roma, 1966) es la gran figura literaria italiana de su generación, alabado por la crítica, galardonado con el Strega y el Viareggio, los premios más prestigiosos, con incontables lectores y traducido a 44 lenguas. Entre sus novelas destacan Te llevaré conmigo y No tengo miedo. De él se ha escrito: «Está en lo más alto del muy fecundo y brillante grupo de jóvenes escritores de nuestros días» (Renato Barilli); «Un talento extraordinario, el escrito más versátil» (Antonio d’Orrico); «La nueva palabra italiana para el talento es Ammaniti» (The Times); «Ammaniti ha creado un retrato convincente de la Italia contemporánea, y ha aportado un necesario contrapeso a los retratos románticos y turísticos del país. Y aun así, a pesar de la dureza de su mundo, el calor humano burbujea entre sus grietas. Preferiría perderme en el mundo alienado de Ammaniti que en muchos otros» (Matthew Kneale, Financial Times); «Un escritor de una gran imaginación y una notable sutileza moral» (Times Literary Supplement). Otras obras del autor: Que empiece la fiesta, Tú y yo.
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