miércoles, 29 de noviembre de 2023

Nos vemos el miércoles 13 de diciembre a las 18:30h para comentar "La maestra y la bestia", de Inma Monsó.

 Nos vemos el miércoles 13 de diciembre a las 18:30h para comentar "La maestra y la bestia", de Inma Monsó.




Os incluimos, como de costumbre, algunas reseñas y entrevistas que os ayudarán en la lectura.

EN LA VANGUARDIA

FRANCESC BOMBÍ-VILASECA. BARCELONA. 19/02/2023 

Hay años que marcan toda una vida, como muestra Imma Monsó (Lleida, 1959) en su novela La mestra i la Bèstia (Anagrama), que el miércoles llega a las librerías en catalán y en castellano. En el libro, Severina, huérfana de padre y madre, aterriza como maestra en Dusa, un pueblecito de alta montaña en la Ribagorça en 1962. Tiene diecinueve años y mucho pocas habilidades sociales, en parte debido a la particular educación que ha recibido de su madre en casa, pues no ha ido nunca a la escuela. Será allí donde sale del cascarón y empieza a entender la realidad de sus padres y el mundo que la rodea, con la opresión de un pueblo pequeño donde también vive una Bestia que, como la del cuento, está tan dotada para lo salvaje como para la ternura.


Qué protagonista más particular, su Severina.

Yo tenía en la cabeza una chica muy joven e ingenua sobre todo en el tema de la realidad real, porque ella lee mucho y de una manera muy peculiar. Tenía necesidad de recuperar la ingenuidad perdida en los tiempos inmemoriales, porque en los últimos veinte años hay una gran aceleración y ruido. Lo sabemos todo, hasta un niño de cinco años lo sabe absolutamente todo. Esta vuelta a una especie pureza e ingenuidad casa bastante con la época franquista y con la condición de la mujer en aquel momento. Además, después de la muerte de mi madre, durante la pandemia, pensé mucho en su generación. Al mismo tiempo, casi por azar, que viene en los momentos adecuados, encontré un expediente de mi padre.

Tenía necesidad de recuperar la ingenuidad perdida en los tiempos inmemoriales, porque en los últimos veinte años hay una gran aceleración y ruido”

¿Como represaliado?

Sí. Yo tenía sospechas de su talante ideológico, pero como murió cuando yo era muy pequeña, no había sabido prácticamente nada más. Primero leí su nombre en un libro, y finalmente en el archivo de represaliados de la Generalitat.

¿Qué encontró?

Supe que había tenido un consejo de guerra sumarísimo. Fue una experiencia marcadora que en la novela es marginal, pero la cuestión sobre todo fue darme cuenta de que yo no tenía ni idea de lo que había pasado. Todo este silencio todavía es muy sorprendente. Todo todo estaba terriblemente camuflado por el lema de la “paz y prosperidad”.

Severina no conoce ni las consignas de la época.

Ha tenido una educación muy original y en casa por parte una madre que la quiere proteger de parecer una desafecta al régimen y al mismo tiempo tiene sus ideas republicanas, además de la problemática del marido, que es evidente que tiene alguna actividad enigmática que no sabemos hasta más adelante y que la niña no sabe.

Los padres hablan en clave delante de la niña: que si obispos, canonizaciones o el niño Jesús.

Y eso la desorienta, aunque ella lea mucho para intentar saber. El conocimiento hasta hace poco estaba condensado en los libros y en el papel impreso.

La lectura le abrirá todas las puertas, le dice su madre.

Sí, aunque hoy la desconfianza en la letra impresa ha augmentado mucho.

¿La clave de la personalidad de Severina es la educación recibida?

La educación es una causa, y el aislamiento propio del lugar es otro. La única salida que tiene de esta educación y de esta soledad son las excursiones a Barcelona con la tía Júlia, un personaje muy original. Ella tiene un déficit de trivialidad, de un mundo más normal. No me atrevo a decir que tiene algunas características autistas, porque podría parecer una falta de respeto, pero es evidente que tiene un carácter tímido, ultrarreservado, y esta soledad te acentúa, te da también un poco de angustia y acabas generando tus recursos. Y a los siete años tiene una revelación: sabe que tiene poco y algún día de todo aquello no quedará nada.

¡Una revelación ya en el primer párrafo!

Las cosas como son, no nos engañamos, tiene toda la razón. Pero esta lucidez, bastante propia de gente adulta y de muchos escritores o filósofos del género pesimista, esta sensación de vivir constantemente al lado de la muerte, es peculiar en una niña pequeña.

Su madre le dice que a veces no sabe si es superdotada o idiota.

Sí, hay un contraste entre la reflexividad potente acompañada de saber libresco y a la falta de lo que suelen llamar sentido común, que viene de la socialización, de saber que eres quieras o no un ser social y por lo tanto político.

Hay también un homenaje a la literatura y a la lectura.

Hay un factor de humanidad y de caldo de la condición humana en los libros, que te acaba haciendo saber que necesariamente tienes que ir hacia los demás de alguna manera. O dejar que vengan.

Le preguntan qué quiere ser de mayor y en vez de un trabajo dice: ¡“autosuficiente”!

Quiere serlo en todos los sentidos, también emocionales y afectivos. Hacia la adolescencia se va dando cuenta de que eso no funciona, que tiene que hacer para ir hacia la gente. Y es cuando aparece el tema de Dusa, que es el hilo principal de la novela, el pueblo donde ella va a socializar, aunque quizá no escoge el sitio adecuado porque realmente es una comunidad pequeña, y es muy cabrona.

La llegada de Severina al pueblo se considera un acontecimiento.

Era así, y eso que eran muy jóvenes. Había maestras de 17 años y todo, y aun así las tenían por una de las fuerzas vivas del pueblo. El pueblo, que no está en el mapa con este nombre, tampoco es el pueblo de mi padre, es el conjunto de anécdotas que yo había ido oyendo a lo largo de la infancia que explicaban a las mujeres de mi familia, sobre todo la madre y su hermana. Las dos eran de Girona y fueron a parar de maestras rurales al Pirineo de Lleida, porque en mi familia tenían la costumbre de irse siempre a la otra punta. Contaban unas anécdotas muy hilarantes. Ellas habían estado en pueblos todavía más pequeños que el que es propiamente el de mi padre, que sí se mencionan, como Durro o Forcat. Antes de morir mi madre fuimos al pueblo y era increíble, porque estos pueblos cuando han tenido un maestro le tienen mucha devoción y gratitud... Nada que ver con hoy día.

Hoy hay mucha hibridación del castellano, pero también del inglés.

Mi generación fue la última que estuvo escolarizada en castellano siempre, acababas la escolaridad y todo tu entorno académico y libresco era en castellano, y después te has ingeniado el catalán como has podido, este bilingüismo pesa más en nosotros pero de otra manera. Hoy es habitual ver un peso habitual y excesivo de otras lenguas en las novelas en catalán. El otro día lo comentaba con Sergi Pàmies que nos hemos pasado la vida intentando ser correctos con el catalán, y buscando el equilibrio, porque la lengua también evoluciona. Pero ahora hay una interferencia muy masiva del castellano y del inglés. Hemos encontrado con novelas, sobre todo de gente muy joven, en las que un tercio está en castellano, un tercio en inglés y un tercio catalán, y alguna muy buena...

¿Y de dónde sale la Bestia de la novela?

Está inspirada en alguien que conocí, que murió hace dos años, y es un personaje de aquellos indescriptibles, como dice la misma Severina. Le intriga todo aquello que no se puede reducir a palabras, tanto que queda fascinada y ni se da cuenta de que se está enamorando. Tiene aquello de que como no se puede describir tampoco nos matamos mucho. Hay personajes alucinantes que ni puedes defender, pero son curiosísimos.

Como ya sale en el título hay una expectativa...

Tuve dudas, pero la Bestia tiene mucho peso, es un amor fundacional, porque ella no se ha enamorado nunca de esta manera, y hay que pensar en la represión de la época. Cuando él aparece en escena la deja descolocadísima. El otro modelo fundacional para Severina es el de sus padres bailando sobre una baldosa, ver esa pasión que a la vez es un poco angustiante porque siempre es cuando el padre se va y es una forma de ver el mundo.

Al final la literatura es emoción, y no hay nada como la música para expresar la emoción inmediata”

Sofisticated lady, de Duke Ellington, y la ponían una y otra vez. La música es importante, en la novela. Al final la literatura es emoción, y no hay nada como la música para expresar la emoción inmediata, las palabras no llegan, aunque pueden conseguir bastante, pero en este sentido la música gana. En todo caso, las palabras intentan reproducir esta emoción que todos podemos tener dentro. La poesía también lo tiene, quizá más que la prosa.

¿Encontró fácilmente el estilo?

El estilo es una voz que te sale de forma natural. Hace poco tuve que releer Tot un caràcter y Un home de paraula, porque se acaban de publicar en formato bolsillo, y tuve una cierta envidia de aquella agilidad que tenía en ese momento, a esa edad. Una cierta inconsciencia que tienes cuando eres mucho más joven da una cierta frescura a la escritura, pero a veces no eres tan preciso, porque si tiene que ser lo bastante preciso la cosa se enrolla más. Ahora no siento aquella frescura, tampoco siento la necesidad. Con la edad aprendes que si explicas algo es porque hace falta. Si no, me aburriría escribiendo.

Cada libro tiene su forma.

Al principio lo imaginaba como un cuento de invierno y clásico, hasta cierto punto. Mi óptica de las cosas siempre es un poco diferente, pero es verdad que la originalidad no está necesariamente en el estilo sino en los personajes, en la visión, la mirada.

La realidad del paisaje se refleja en lo que sienten los personajes, y al revés.

A menudo digo que los hechos que pasan en una novela no me interesan tanto como lo que va por dentro, pero sí que pasan cosas, sí, y una cosa va ligada a otra, paisaje incluido. Severina por ejemplo disfruta del emparedamiento de las montañas y siente esta necesidad de protección, cuando muchas veces este paisaje es visto como un poco abrumador.

Huye de la casa de la carretera, donde ha vivido con sus padres, justamente porque la vista es inalcanzable.

El horizonte la desestabiliza, en contraste con el vecino, López, que está encantado precisamente por la luz. Es una casa que yo ubico cerca del Montgrí, pero en el libro no lo dice, no hace falta. Mi retorno a los veranos cerca de Girona, hace unos quince años, era como una vuelta a mi madre, volver a oír estos acentos, porque yo hablo así, una especie de gerundense pasado por Barcelona.

Y eso que usted también es de Lleida...

Sí, y allí hablo absolutamente en leridano, que es como hablábamos con mi padre. Hay gente a quien le da mucha rabia que vaya cambiando de acento. Unos cogen el acento de donde va y otros no. Si son dos lenguas no sorprende, pero dos acentos sí.

En el libro las variedades dialectales marcan los personajes.

Sí, y eso me fue muy bien para hacer el audiolibro en catalán. Primero pensé que prefería que lo hiciera otra persona, pero me he divertido mucho haciendo los acentos, especialmente el de la Ribagorça, que no lo domino tanto pero sí que lo tengo adentro.

Volviendo a la casa de la carretera, es un no lugar, un limbo.

Sí, porque como su madre tiene este tipo de sentido de la clandestinidad, va a Barcelona o a Girona pero no se relaciona con el entorno. Yendo por la carretera es habitual ver alguna casa que no se sabe exactamente qué hace ahí, y yendo hacia donde veraneo había una en ruinas, y pensé que me iría muy bien. Ahora allí hay un almacén de manzanas.


RESEÑA EN EL PERIÓDICO DE ESPAÑA

Crítica de 'La maestra y la Bestia', de Inma Monsó: víctimas colaterales de la Guerra Civil

En su nueva novela, la veterana autora catalana explora cómo afectan las contiendas a las personas

Valèria Gaillard

Barcelona 19 MAR 2023 - 7:50 CET

Lejos de lo que el título pueda hacer pensar, La maestra y la Bestia, el último libro de la veterana Imma Monsó (Lleida, 1959), no es ninguna historia de amor con personajes asilvestrados, o no es solo eso. La escritora leridana propone aquí una revisitación de la Guerra Civil a través de Severina, una joven maestra que pasa un curso en un pequeño pueblo inventado de montaña, Dusa, una experiencia que le cambiará la vida y su visión del mundo.

Estamos en el año 1962 y la maestra recién licenciada y huérfana llega buscando un refugio, un sitio donde echar raíces. El descubrimiento de este universo cerrado y secreto, con sus personajes marcados por la guerra, será el entorno hostil donde intentará contagiar el entusiasmo por el conocimiento a sus alumnos. Y luego está él, Simeó, a quien llama "la Bestia", un "pedazo de hombre" que la atraerá como un imán, puesto que reconoce en él un alma en pena como la suya. 

La novela, narrada en tercera persona, alterna el relato de sus peripecias en este pueblecito -y, tal como le dice una vecina, "pueblo pequeño, infierno grande"- y la historia de sus padres ya muertos, Simona y Román, cuyas acciones apenas consigue descifrar Severina de pequeña. De esta manera, Monsó retrata dos generaciones marcadas por la guerra: la de los padres, forzada a vivir en una representación constante, y la de la hija, obligada a descifrar los signos tras los cuales se esconden verdades inconfesables porqué son susceptibles de represalias.

MARCO DE SILENCIO

Este marco de silencio forja el carácter de Severina, discreto, solitario, arisco. Tiene muy claro que, tal como le dice una compañera, "las maestras no hablamos de política: ¡es feo!". Resignada, pues, a enseñar libros con doctrina -ella que ha sido educada por su madre sin pisar una escuela- y a tener sobre la pizarra el crucifijo y el retrato del Generalísimo, asume su tarea ante unas criaturas también divididas según el bando al que pertenecen los padres. Severina también sortea la prohibición del catalán, pero alguien le advierte de que no se dedique a comparar en clase el dialecto ribagorzano con el estándar porque la podrían delatar. 

Si bien el arranque de la novela es denso, ya que parte de una reflexión situada después de los hechos narrados, el relato fluye magnético gracias a que el personaje de Severina está bien dibujado y tiene fuerza. Seguir sus peripecias en el aula o cómo va descubriendo la verdadera cara de los habitantes de su inicialmente idolatrado Dusa resulta fácil gracias al talento narrativo de Monsó, que consigue profundizar en los personajes dándoles grosor psicológico y consistencia, aunque sean secundarios. Por ejemplo, la tía Julia, feminista liberada, o López, el inmigrante que habla catalán con acento andaluz.

De hecho, Monsó consigue retratar muy bien los personajes a partir de su habla, y el libro, en su afán realista, recoge el catalán jugoso de montaña de los años sesenta, salpicado por ingeniosas palabrotas. 


RESEÑA EN EL CONFIDENCIAL, POR ALBERTO OLMOS

 Cultura

FERIA DEL LIBRO

Un día, un libro: 'La maestra y la Bestia', de Imma Monsó

Imma Monsó es un secreto catalán que no acaba de desvelarse para el resto de España. Este año ha publicado La maestra y la Bestia (Anagrama), en traducción propia desde su idioma materno

Por Alberto Olmos

08/06/2023

Seguimos esta serie de recomendaciones durante la Feria del Libro de Madrid con esta propuesta: La maestra y la Bestia, de Imma Monsó. Imma Monsó es un secreto catalán que no acaba de desvelarse para el resto de España. Este año ha publicado La maestra y la Bestia (Anagrama), en traducción propia desde su idioma materno. La autora lleva años jugando con distintos géneros novelescos, desde que merodeara la ciencia ficción con su primer libro, Nunca se sabe (1996), con gran acierto debo decir.

Aquí lo tienes

La maestra y la Bestia es una novela entrañable. Trata sobre las niñas más raras del mundo: las que leen mucho y a solas y un poco contra los demás. Imma Monsó nos dibuja la personalidad esquinada de una niña que acaba, ya adulta, como maestra en un pueblo perdido, enfrentada a las historias agrestes del campo, a hombres demasiado viriles y a la presión didáctica de la dictadura. Estamos en los años 60 y hay algo más importante y ubicuo que Internet. Se llama: "Espíritu Nacional". La posguerra es interminable. Los posicionamientos, obligados. “… fue la primera consecuencia de la guerra (…): en un momento dado, todos empezaron a mirar a los demás como un producto de marca (de los nuestros, de los vuestros, de los suyos), y no había modo de escapar de aquel horror interpretativo y clasificador.”

 Con ecos en el título de El maestro y Margarita, de Mijaíl Bulgákov, la Bestia aquí es un señor llamado Simeón. Desde los nombres a los panfletos ministeriales, se surca en el libro la ranciedad de un tiempo apenas tecnológico y tremendamente agrisado.


EN EFE

Imma Monsó: “En ‘La maestra y la Bestia’ reúno todas las pérdidas del pasado”

22 febrero 2023

Barcelona, 21 feb (EFE).- Más de cuatro años ha tardado la escritora leridana Imma Monsó en armar su último título, “La mestra i la Bèstia” (“La maestra y la Bestia”, en castellano), donde narra la peripecia de una joven y tímida maestra al llegar a un pueblo del Pirineo para su primer trabajo, una historia de iniciación en la que reúne todas sus “pérdidas del pasado”.

Este martes, en un encuentro con periodistas, ha confesado que la primera imagen que tenía en la cabeza a la hora de sentarse frente al ordenador era la de una chica ingenua dejando su casa, muertos sus padres, para ejercer de maestra rural en los años sesenta, pero en el proceso de escritura “se cruzó el azar” y apareció la oportunidad de “ir a buscar el expediente de guerra de mi padre, del consejo de guerra sumarísimo que tuvo, y del que yo no tenía ni la más remota idea”.

Publicada por Anagrama en catalán y castellano, en la nueva novela de la escritora, que llega mañana a las librerías, la protagonista, Severina, tendrá que adaptarse a un entorno rural, en pleno franquismo, en una época de silencios y sobreentendidos, después de prepararse desde los siete años para “perderlo todo y a todo el mundo”.

En su nuevo hábitat, tras dejar atrás una casa junto a una carretera, en tierras gerundenses y en la que vivió hasta los 19 años con sus padres Román y Simona, contactará con diferentes personajes como la protectora Justa o Simeó, la Bèstia, por quien sentirá una especial atracción.

NO ES UNA CRÓNICA

“No tenía -ha señalado- ninguna intención de hablar de mis padres, pero ha pasado. Sin embargo, este libro no es una crónica y, de hecho, llevo ya muchos años obstinada en defender la ficción como tal y su peso, así como la importancia de convertir cosas que parten de la realidad. Es en este proceso que consigues un destilado que no sería si intentaras respetar los hechos reales al cien por cien”.

En este punto, ha desvelado que solo una de sus novelas, “Un home de paraula”, en la que narra la muerte de su compañero, es totalmente biográfica, y aunque aquí se haya documentado mucho y haya hablado con mucha gente, no todo está “estrictamente vinculado con mi realidad”.

A la vez, no rehuye que la aparición del expediente de guerra de su padre y la muerte de su madre poco antes de la pandemia han provocado que la novela haya acabado “reuniendo todos los lutos pasados, todas las pérdidas”.

No ha escondido que su madre fue maestra rural, igual que su tía, y que su progenitor, como el del libro, había vendido máquinas de escribir (una de ellas, al escritor Jesús Moncada cuando vivían en Mequinenza) o que el pueblo ficticio de Dusa puede tener concomitancias con Vilaller (Lleida), de donde procedía su padre, al que perdió cuando contaba con apenas ocho años.

Este hecho, ha comentado, pudo propiciar que no tuviera ni idea de su consejo de guerra sumarísimo, algo que descubrió cuando encontró su nombre en un libro como represaliado.

En plena pandemia, pudo leer el expediente, lo que le supuso un “impacto”, a pesar de que “era consciente del talante político de mi padre, pero no de manera explícita”.

Su madre, por otra parte, había hecho algunas insinuaciones, “pero cuando las hacía, yo era joven, y tampoco me interesaban especialmente. Y, quizá, tampoco no lo sabía todo, porque mi padre era mucho mayor que ella”.

Por otra parte, recuerda que una vez, muerto ya Franco, un tío suyo, mirando las montañas pirenaicas, emocionado, le dijo que su hermano conocía todo ese territorio “hasta el último centímetro, pero yo no sabía por qué y cuando pregunté se inventó alguna cosa, y eso que era de la misma cuerda que mi padre”.

EN LA WEB "ANIKAENTRELIBROS"

Argumento:

Severina es una chica joven que en 1962 comienza a trabajar en Dusa, un pueblo inventado del Pirineo ribagorzano como maestra rural. A raíz de su educación apartada de la sociedad y viviendo con sus padres en una casa junto a una carretera, es una persona introvertida y le cuesta socializar. Nunca fue a la escuela de pequeña y fue su madre quien se encargó de su educación. A pesar de no estar mucho tiempo trabajando en Dusa, allí aprenderá a convivir con personas marcadas por la guerra y bajo una dictadura que ella no llega a comprender, y es allí donde cogerá impulso para comenzar una nueva vida.

Opinión:

Imma Monsó es la autora de nueve novelas, escritas en catalán y algunas de ellas traducidas al castellano, tales como "Nunca se sabe", "Como unas vacaciones", "Todo un carácter" o "Mejor que no me lo expliques". Lo mismo ha ocurrido con ésta última, "La maestra y la Bestia", publicada por Anagrama. Ha colaborado también en diversos medios de comunicación, como El País o El Periódico, y actualmente en La Vanguardia. Tiene numerosos premios entre los que figuran Cavall Verd, Premio Tigre Juan, Premio Ciutat de Barcelona o Premio Ramón Llull, entre otros.

"La maestra y la Bestia" es su última novela y en ella conoceremos a Severina, junto con otros personajes no menos importantes. Juntos conformarán una historia escrita en tercera persona, realista, conmovedora, de pensamientos profundos y motivadora.

Severina nace en 1942 en el seno de una familia humilde. Es hija única, y vive junto a sus padres en una casa solitaria junto a una carretera. Su madre, Simona, es la que se encarga de enseñarle a leer y a escribir, ella no va a la escuela y toda la educación se la proporciona ella. Román es su padre, quien pasa largas temporadas fuera de casa. Más tarde descubrirá asombrada que no sólo iba a trabajar. El carácter hermético de sus padres para según qué temas, siempre hablando en clave y el lugar donde se cría hacen de ella una persona introvertida, pero valiente. Después de fallecer sus padres de manera trágica, sobre todo para una niña, decide trasladarse a Dusa, un pueblo inventado por la autora, en el Pirineo ribagorzano a trabajar como maestra rural en la escuela. La sensación de pertenecer a una comunidad es muy importante para ella y, pese que al principio no es muy bien comprendida por su carácter un tanto infantil y cándido, logrará integrarse bastante entre sus vecinos. Allí conocerá a Simeó (la Bestia), un hombre mayor que ella y que le llamará la atención por la doble cara que posee, sin embargo, ella sabrá ver ambas.

La novela está estructurada en tres partes, si bien las dos primeras se van alternando entre sí. La primera es cuando Severina era niña, la segunda cuando va a Dusa a trabajar y para descubrir la tercera hay que leerse el libro, la cual tengo que decir que me ha sorprendido y me ha emocionado. En sus 352 páginas Monsó hace que nos enamoremos de sus personajes, están muy bien perfilados, bien trabajados. Podríamos saber en qué época está basado el libro sin que nos lo dijeran, el contexto es perfecto, muy bien descrito. Pese a que los padres de Severina hablan en clave ante ella, siempre para protegerla, y por supuesto que ella no saldrá de dudas hasta bien mayor, el lector sabe de lo que hablan y lo que esconden en todo momento, sus ideologías políticas y a qué se dedica su padre. El hermetismo que vive durante su infancia hará de Severina una persona sensible, un tanto retraída y tímida, pero gracias a Julia, su tía por parte de madre, que se la lleva de vez en cuando a Barcelona, no llegará a estar apartada totalmente del mundo exterior.

Estamos ante una historia diferente, pese a que el tema de la Guerra Civil Española es un tema bastante recurrido, la autora ha sabido darle un enfoque distinto, no es una historia de amor, sino de lucha por sobrevivir, por entender la vida y, pese a los traumas del pasado, de ganas de aprender y hacerse un hueco en una sociedad difícil resentida con un pasado muy complicado.

La novela tiene un estilo narrativo trabajado, adaptado a cada momento de la situación; un libro muy recomendable, sobre todo para los que quieran desconectar de historias de amor y de finales felices. Este libro nos enseña la vida tal y como era después de la posguerra, escrito con maestría y logrando que queramos saber más de la vida de Severina y de los personajes que la acompañan.

Judith L.


EN EL IMPARCIAL

Novela

Imma Monsó: La maestra y la Bestia

Lunes 11 de septiembre de 2023, 09:27

Aránzazu Miró

Imma Monsó ha escrito y publicado esta novela original en catalán en la misma editorial −Anagrama− en que, a la par, ha aparecido su propia versión en castellano. En ella, una protagonista con perfil  psicológico tortuoso como tantos de los personajes de Monsó, la muchacha Severina recién diplomada en Magisterio y enfrentada a su primera incursión profesional, se sitúa a comienzos de los años sesenta en un presente en que la vamos a acompañar durante un año, de 1962 a 1963, a la vez que alteraremos los capítulos de ese presente con la inmersión en su infancia que será ella misma quien nos narre, intentando entenderla.

Un tercer estadio temporal se reserva para una parte final a modo de coda que, muy bien contada, a mí me resulta del todo innecesaria: se sitúa en un presente tan cercano como el de la post-pandemia −año 2020−, con la protagonista (aquella niña y joven adulta que hemos conocido) convertida en madre y abuela; además de saber qué hizo en la vida hasta llegar aquí, sitúa el tema de la novela en el momento actual: la memoria vista desde dos perspectivas importantes: la memoria histórica de la guerra y la represión posterior en el momento de reivindicación y homenaje que estamos viviendo en la actualidad (por suerte) y la mental que, en su pérdida, también se está convirtiendo en signo de los tiempos. El deterioro cognitivo que nos puede hacer perder la memoria real frente al desconocimiento de la realidad del que ha partido la primera parte, esa tan dilatada que ocupa hasta más allá de la página 300.

El gran tema, ya lo he dicho, es la memoria histórica. Pero, así como el final no es original, sí lo es, y mucho, el planteamiento y el gran nudo de la novela. La joven Severina se enfrenta a su nueva vida, muertos sus padres, convertida ella en maestra y necesitada de encontrar un trabajo para vivir, y lo hace ocupando una plaza de maestra en un pueblo del Pirineo catalán. Le lleva ahí, y lo manifestará en diversas ocasiones, un triple deseo: “el primero, tocar la nieve. El segundo, tener casa propia. El tercero, ser de un pueblo”. Cuando analice los logros y decida su partida, de deseos han pasado a ser objetivos, que explicará y resolverá.

Es la suya una novela muy bien elaborada, impregnada de reflexiones para apuntar, de referencias literarias que acompañan un transcurso muy culto: su madre se despide de la vida escuchando los Cuatro últimos lieder de Richard Strauss o rememorando a los personajes y el sanatorio de la famosa montaña de Thomas Mann; son solo ejemplos.

Lo interesante de esta narración de una niña que nace y crece en la primera posguerra, es cómo se despierta su conciencia. Al relatar su infancia desvela cómo vivió en completo alejamiento social y en el engaño ante el porqué de esa situación, mientras sus padres, pretendiendo protegerla, le encubrían la realidad en que actuaban, como miembros de la resistencia frente al régimen, y desconocía incluso la causa de la muerte de su padre.

El juego narrativo consiste en mostrar el despertar de la conciencia de esta chica, que se enfrenta a la vida adulta sin unos conocimientos mínimos de la sociabilidad que permiten a la autora la sorpresa ante situaciones y conflictos cotidianos. Ella es una niña libre y una mujer cándida con la que Imma Monsó se permite hacernos reflexionar sobre una cotidianidad en que presuponemos tantas cosas. Reconozco que ese viaje es muy divertido, incluso entrañable, aunque me parece que en algunos aspectos chirría la contemporización de expresiones, modos idiomáticos de la toponimia de la región o el inmenso conocimiento del sexo teórico que despliega semejante alma cándida.



 

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