miércoles, 29 de enero de 2025

NOS VEMOS EL MIÉRCOLES 5 DE FEBRERO A LAS 18:30 PARA COMENTAR "LAS CIGÜEÑAS SON INMORTALES", DE ALAIN MABANCKOU



 


Novela ambientada en Pointe-Noire (República del Congo), la ciudad natal del autor, actualmente profesor de literatura en Estados Unidos.

El protagonista, un chico de trece años llamado Michel, cuenta tres días de su vida. Titula la primera parte “Sábado, 19 de marzo de 1977”, el día del asesinato de Marien Ngouabi, presidente del país desde 1969; las otras dos se titulan con las fechas de los dos días siguientes. En capítulos cortos, el narrador habla de su familia –su madre vende plátanos, su padrastro trabaja en un hotel y tiene otra mujer y varios hijos–; de vecinos con los que se relaciona y de compañeros de clase; de su devoción por el presidente asesinado y de los desórdenes que provoca su muerte…

Todo se complica cuando un tío les trae la noticia de la muerte violenta, en el norte del país, de un hermano de su madre, un conocido militar, y les pide discreción para que nadie sepa del parentesco que tenían con él. Pero la madre de Michel no está de acuerdo y quiere venganza.

Uno de los objetivos de la trama, y tal vez sea esta la impresión más fuerte que deja en el lector, es transmitir cómo la opinión de la gente se intentaba moldear de acuerdo con la propaganda oficial dictada por la Rusia de la época: la frase del título procede de una canción soviética que se cantaba en las escuelas donde a los alumnos les decían que eran las cigüeñas blancas de la Revolución Socialista Congoleña.

A la vez se muestra cómo Francia tenía un gran peso en el país. El narrador habla también del antagonismo entre los congoleños y los entonces zaireños, y a partir de lo que le cuentan y escucha en la radio, explica la composición de lugar que se hace acerca de los vaivenes políticos del Zaire (ahora, República Democrática del Congo) y de otros países de su entorno.

La voz del protagonista, la propia de un narrador oral, está conseguida, por más que al ser tanta la información que aporta, resulte abigarrada y se note su artificiosidad. Es la de un chico listo e ingenuo, un poco cómico a veces, que habla con largos párrafos encadenando todo tipo de asuntos.

Despiertan curiosidad tanto los tipos humanos que vemos a través de su mirada como muchas descripciones que hace de comportamientos y modos de vida –supersticiones, rivalidades, tensiones sociales, etc.–. Por algunos episodios y por el desenlace, podemos calificar la historia de novela de maduración, entendida esta como un aprendizaje de la mentira para protegerse y sobrevivir.

RESEÑA EN CULTURAMAS

Por Ricardo Martínez Llorca / @rimllorca

Bajo el sol de África, clavado en ese cielo que tanto nos gustaría amar, se esconde, lo sabemos, una vida que puede ser muy trágica. Y se exhiben muchas sonrisas. La libertad o la dicha de vivir con la que soñamos, cuando soñamos con África, es un lujo occidental, una mirada que hereda algunas costumbres del colonialismo. Ese colonialismo que ya sucedió, ese que dejó un continente repleto de desigualdades y, de hecho, un continente que es una de las partes más perjudicadas de una desigualdad mucho más global. No parece probable que consigamos sanar heridas, pero no cabe rendirse. Y para ello debemos comenzar por un diagnóstico certero. A la hora de emitir un diagnóstico se escuchan todas las voces, y eso supone tener en cuenta obras como esta, Las cigüeñas son inmortales.

Alain Mabanckou (República del Congo, 1966) nos habla desde la perspectiva de un crío, lo cual supone entregarnos a un narrador inocente. Pero esa mirada inocente no es del todo atinada. Detrás de ese niño estará el autor, o el supuesto autor, que es el narrador ya crecido, que nos remite, como no podía ser menos, al propio Mabanckou. Se nos presenta un país donde todo el mundo quiere que le fíen, mientras se admira al líder de la Revolución, o se genera intriga alrededor de estas figuras. Nuestro narrador irá despertando, conociendo el mundo, acumulando momentos propios y momentos prestados, como los que surgen de las conversaciones entre adultos. No cesa de extrañar lo que viene de fuera, como si todo cayera por sorpresa; pero tampoco recibe sin extrañamiento a lo que surge de su interior, a sus sensaciones y emociones.

Estamos ante la educación sentimental de un muchacho en un país líquido, en los años setenta, en el que existen varios estratos sobre los que ir construyendo la madurez: está el yo, e imbricado al yo como la hiedra a la pared, está la familia, que es extensa y no deja de ir ampliándose; y está el país, la función de ese término que llamamos patria, la idea de una identidad, la necesidad de independencia para sentirse libre o las dudas entorno a todo ello. Mientras relata aspectos de su infancia, siente que su evolución está enlazada a la historia política del país. En realidad, esta novela refleja a una voz que nos sacude para mostrarnos que quiere que sepamos que todo esto, todo lo que les afecta, terminará por traducirse en lo que uno es. Somos lo que el ambiente nos ha hecho ser.

Hasta que un golpe de Estado pondrá en peligro a la familia. A partir de ese momento, la tensión mellará la esencia humana. Nada hay más perjudicial que cualquier forma de violencia, pero tener que respirarla porque forma parte de la atmósfera es algo que sólo podemos descubrir a través de estas voces. Que nos afectarán, porque en un relato de iniciación, de construcción de la personalidad, cualquier pequeña sacudida nos alterará para definirnos.  Y mucho más cuando las sacudidas son salvajes. Mabanckou intenta ser sereno y mostrarnos, eso sí, todo con mucho cuidado. Como se merece ese país, como se merece la memoria.


 
Pues aquí tenemos una obra verdaderamente africana hasta la médula, de las que te hacen sentir el polvo y el calor del sol abrasador mientras las lees. Se trata de una novela de crecimiento, en la que vamos a acompañar a Michel, un chaval congoleño de diez u once años que vive en Pointe-Noire, la segunda ciudad más poblada de la República del Congo, con sus padres, Papá Roger y Mamá Pauline.

Los adultos piensan que Michel es un holgazán que se pasa el día soñando despierto, anotando cosas en pedazos de papel, como si hubiera une pelea de cucarachas en el interior de su cerebro. Pero en realidad, es un chico bienintencionado y respetuoso, que evita ver la desnudez de una mujer, porque eso es una cosa muy grave y puede repetir curso tontamente por la maldición que le caería. Tampoco quiere describir cosas que no debe, porque si no van a pensar que él, Michel, es un exagerado y a veces dice groserías sin darse cuenta. Es un buen ciudadano, cree en la revolución socialista congoleña y sabe que las cigüeñas blancas de la revolución son inmortales, porque simbolizan a los jóvenes guardines del movimiento. Él es una cigüeña blanca.
 
En este libro veremos cómo funciona la tienda de comestibles Según el caso, que utiliza una foto del camarada presidente Marien Ngouabi como testigo para fiar a la gente, que a veces te pueden echar cayena en los ojos, que algunos se burlan de los pobres europeos y de sus líderes presidentes, incapaces de serlo hasta su muerte, que detrás de la puerta de la felicidad siempre se encuentra la desgracia, que hay lugares en los que las mujeres se afeitan la cabeza durante el duelo y la poligamia es algo habitual, que hay países en los que conviven con dificultad multitud de etnias diferentes, que la lista de dirigentes africanos asesinados en África y Europa es muy larga, que una buena mujer debe ser hacendosa y estar gordita, cómo utilizar trucos para enamorar a las chicas, que en esta vida no todo es comercio, que la gente respeta a quienes llevan las rayas del pantalón bien planchadas  y muchas cosas más, que convierten este texto en una especie de enciclopedia abreviada de cultura e historia africanas.

En fin, un texto estupendo, colorido, lleno de sabores y olores, exótico y fascinante, que nos permite conocer, al menos literariamente, la vida cotidiana en la República del Congo, su cultura ancestral, algunos de los hitos de su historia reciente como la pelea de Alí y Foreman, y también la violencia que viene de la mano de la inestabilidad política. El protagonista, tras el que no cuesta mucho ver un alter ego del autor, tendrá que madurar, abandonar sus ensoñaciones y tomar una decisión que le supondrá entrar en una madurez agridulce.

Una novelita sensacional, con muchos trucos, en la que la dispersión mental del joven Michel sirve para que el lector se entere de muchas cosas. Está escrita con mucha habilidad y sus páginas están empapadas de la esencia de África. Una maravilla, no la dejéis escapar.

La traducción del original en francés es obra de la malagueña Regina López Muñoz, una mujer muy polivalente que traduce narrativa del inglés, francés, italiano y portugués; un portento, vaya.
 
Alain Mabanckou (Pointe-Noire, 1966) es un escritor congoleño. Hijo de una vendedora de bananas y un recepcionista de hotel, aprendió por su cuenta a hablar varias lenguas africanas —Bembé, Laari, Vili, Kamba, Munukutuba y Lingala— antes de empezar a ir al colegio con seis años, donde aprendió además francés.

Estudió Filosofía y Letras en el Liceo Karl Marx de Pointe-Noirre. Comenzó a estudiar Derecho en Brazaville y obtuvo una beca a los 22 años para estudiar en la Universidad París-Dauphine, en la que acabó sus estudios. Cuando estudiaba en el Congo ya escribía, pero no empezó a publicar hasta que acabó la carera y comenzó a trabajar para la compañía Suez-Lyonnaise des Eaux.  Su primer libro, un volumen de poesía, vio la luz cuando tenía 27 años y su primera novela, cuando tenía 32.
 
Ha publicado 5 novelas, 6 tomos de poesía y un buen número de relatos y traducciones. Ha obtenido importantes premios, como el Premio Renaudot en 2006 por «Memorias de un puercoespín». Ha sido profesor de Literatura Francófona y Escritura Creativa en la Universidad de Michigan durante cuatro años y actualmente enseña esas materias en la UCLA. Vive en Estados Unidos y tiene las dos nacionalidades, la francesa y la congoleña.

Las Áfricas móviles de Alain Mabanckou

Adentrándose en un “vivero tricontinental”, Alain Mabanckou examina el pasado para esclarecer el presente. ¿Cómo leer la historia colonial? ¿Qué sentido debe darse a la restitución del patrimonio cultural africano? ¿Dónde queda el novelista en todas estas cuestiones? El escritor franco-congolés se refiere a estos temas con toda simplicidad.

Entrevista realizada por Ariane Poissonnier, periodista francesa

Usted reparte su tiempo entre tres países: el Congo, Francia y Estados Unidos. ¿Cómo vive esta situación?

¡Como una ventaja! Esta cultura tricontinental me ha permitido enfrentarme a la variedad del mundo y descubrir lo que yo llamo las “Áfricas móviles”. Para empezar, un África móvil dentro del continente: cuando vivía en el Congo conocí a africanos occidentales, lo que me hizo tomar conciencia de la diversidad de África. Cuando llegué a Francia, descubrí el mundo occidental, pero también a los africanos que se habían establecido allí mediante los viajes, la colonización y las migraciones: un África móvil en Europa. Y cuando estoy en Estados Unidos, veo mi continente a través de un prisma que me permite discernir las sombras ondulantes de otra África móvil, deportada por la esclavitud y la Trata. Conocí este mundo afroamericano en la ciudad de Nueva York de la mano de Richard Wright, Chester Himes y James Baldwin, los escritores del Renacimiento de Harlem, un movimiento que ellos lanzaron en la primera mitad del siglo XX y que revolucionó el llamado pensamiento negro.

Así pues, me deslizo en esta suerte de vivero tricontinental para extraer lo que pueda explicar el mundo de mañana... El mundo de mañana es la suma de las diferentes culturas.

Algunos dicen que hoy el sistema neoliberal es tan hegemónico que ni siquiera tenemos las palabras necesarias para criticarlo....

Francamente, no me identifico con tales afirmaciones. Esto significaría que todas las herramientas de la crítica habrían sido corrompidas por el sistema neoliberal... No soy tan pesimista. Siempre hay maneras de contrarrestar un sistema y, a veces, es entrando en el vocabulario de dicho sistema, deconstruyéndolo, demostrando su vacío como puede surgir una nueva forma de pensar. Que el maní tenga cáscara no significa que yo no vaya a romperla para ver qué tiene dentro y luego comérmelo.

Tomemos el ejemplo de las civilizaciones africanas: han utilizado el pensamiento occidental para instalar un pensamiento africano. El movimiento de la negritud nació en Europa, en la mente de estudiantes negros y antillanos que habían venido a estudiar en Francia. Uno de ellos, el senegalés Léopold Sédar Senghor, ingresó en la Academia Francesa. ¿Y quién puede cuestionar la universalidad del Cahier d’un retour au pays natal (Cuaderno de un retorno al país natal) del antillano Aimé Césaire o la fuerza de los análisis del martiniqués Frantz Fanon, en Peaux noires, masques blancs (Piel negra, máscaras blancas)? Ambos combatieron el sistema colonial y sus corolarios desde dentro, y lo hicieron con las herramientas que les había proporcionado el colonialismo.

Recientemente, usted escribió en Instagram “Los belgas están tratando de relatar su historia colonial”, luego de visitar el AfricaMuseum de Bélgica. ¿Por qué?

Un museo es como un individuo: al elegir su vestimenta, envía un mensaje que puede ser sincero o tendencioso. Algunas personas usan peluca. Uno puede enamorarse de una hermosa cabellera y sentir una profunda decepción al comprobar que es falsa. De igual manera, cuando entras en este museo, piensas que es muy bello y finalmente... nada. Por más que di vueltas y más vueltas, no vi los brazos cortados de la época de Leopoldo II.

Es cierto que el museo dio la palabra a algunos descendientes de africanos para que tuvieran oportunidad de relatar sus vivencias: es un detalle positivo. No ocurre lo mismo en Francia, donde, en cuanto se menciona la historia colonial, todo el mundo se altera y se refugia tras Jules Ferry, que sipuestamente nos aportó el alfabeto.

Pero si se les hubiera encargado a los africanos la realización de este mismo museo... bueno, desde la puerta de entrada hasta la de la salida, habrían mostrado al hombre blanco azotando al hombre negro, metiéndolo en las bodegas de los navíos, saqueando el continente, construyendo un ferrocarril donde la gente muere. Y, en mi caso, también habría escrito en Instagram que “están tratando de escribir su historia colonial”.

El colonizado presentará la versión apocalíptica de la colonización, el occidental su versión supuestamente civilizadora. De todo esto hay que hacer una síntesis. Por el momento, contamos con interpretaciones subjetivas.

¿Son importantes las medidas para devolver el patrimonio cultural a los países africanos que se adoptan actualmente en Francia?

Aprecio el informe de Felwine Sarr y Bénédicte Savoy sobre la restitución del patrimonio cultural africano [entregado a la presidencia de la República el 23 de noviembre de 2018], pero hay que ver qué ocurre en la práctica.

La restitución plantea la misma pregunta: ¿cómo releer nuestra historia colonial? ¿Por qué, en los libros de historia de Francia y de Europa, nunca hace referencia a estos objetos saqueados? El colonizador cometió un gran error al pensar que nuestras creaciones artísticas carecían de valor. Hoy día, se nota la carencia de esos elementos de formulación de una cosmovisión universal.

Los africanos simplemente quieren que se les reconozca que el imaginario del mundo también incluye los elementos de la cultura africana que fueron saqueados, y que no existiría, por ejemplo, un movimiento surrealista si sus pintores no hubieran entrado en contacto con el arte africano. Más allá de la restitución, se plantea la cuestión del reconocimiento de África como potencia artística.

¿La literatura africana ocupa el lugar que le corresponde en la literatura mundial?

La literatura africana en francés es joven, ni siquiera tiene cien años, necesita tiempo para afirmarse. Lo interesante es que ha sido capaz de seguir el camino de la globalización: tiene en cuenta la dimensión fragmentada del mundo y se incorpora al gran diálogo que se está produciendo, aquí y allá, en torno a los desafíos sociales de nuestro tiempo.

¿Se siente a veces portavoz de África?

Eso sería pretencioso. Es cierto que siempre me halaga ver que cada vez más africanos, incluidos los anglófonos, me leen, se entusiasman y se identifican con lo que escribo. Les agradezco a través de relatos que hablan de su mundo. Querría que la gente no me viera como un portavoz –sería un destino demasiado mesiánico–, sino que pensara que los libros que escribo los estamos realizando juntos.

Podría haberse convertido en abogado. En 1989, obtuvo una beca y dejó a su modesta familia en Pointe-Noire para estudiar derecho en Francia.

Mis padres querían que fuera juez o abogado. La Universidad de Nantes aceptó mi solicitud de inscripción: estudié Derecho privado durante un año y luego me trasladé a París para concluir una tesis de postgrado en derecho económico y social en la Universidad Dauphine.

Pero la escritura se impuso al derecho. Es una tarea celosa que soporta mal la competencia. Entonces, cuando mis padres fallecieron, tuve la sensación de que ya no tenía a nadie ya a quien hacer sentir orgulloso...

¿Hubo un día en que se dijo: “Quiero escribir”?

Comencé a escribir poemas en la escuela secundaria, y básicamente sólo quería hacer poesía. Al mismo tiempo, no sabía que la escritura pudiera ser una actividad principal. Para mí, servía para calmar mi angustia, para controlar la soledad. Para el hijo único que fui se convirtió en confesión y en una forma de rechazar el mundo como estaba escrito en el presente, para inventar mi propia versión...

Tal vez ahí es donde comenzó la escritura, aunque soy incapaz de precisar el momento en que tomé conciencia de que era eso lo que debía hacer. Seguí escribiendo, pensando que trabajaría, y que al mismo tiempo, de vez en cuando, escribiría... Al hacerlo de forma regular, estaba preparándome para una actividad que se convertiría en primordial y obsesiva.

Antes de publicar su primera novela Bleu blanc rouge (Azul blanco rojo), en 1998, publicó cuatro colecciones de poemas... ¿Cómo se articulan las novelas y la poesía?

La poesía corresponde al alma romántica de los adolescentes, es el asiento de los primeros amores, el momento en que cuentas tus decepciones, cuando te enamoras de Lamartine, Hugo, Vigny o cualquier otro poeta romántico. Además, la poesía era una materia popular en mi país, con grandes autores nacionales, como Tchicaya U Tam’si. Descubrimos realmente la novela sólo con la publicación, en 1979, de La Vie et demi (La vida y media) de Sony Labou Tansi, a quien considero el mejor escritor del Congo. Con ella supimos que también podíamos decir algo que no formara necesariamente parte del dolor personal. En la novela, el estado de ánimo ya no pertenece al novelista: pertenece al personaje.

Su amigo, el escritor haitiano Dany Laferrière, dice que cuando se trata de creación, “el talento es importante, pero lo más importante es el valor”. ¿Hay que osar para crear?

El valor es todo lo que no se ve en una obra literaria... Una novela o un poemario son productos terminados. No vemos en ellos las tribulaciones del autor, su angustia, sus condiciones de vida, sus grietas interiores.... Si no tienes valor, si no tienes obstinación ni obsesión, entonces ¡el talento no vale nada!

Escribir una novela significa pulir cada frase y volver a ella tantas veces como sea necesario para expresar realmente lo que uno siente. El coraje al que se refiere Dany Laferrière es sinónimo de obsesión y fuerza. El escritor está obsesionado con el proyecto estético que lleva adelante y utiliza todas sus fuerzas para defenderlo dentro de su universo imaginario.

Cuando se escribe, ¿uno se desnuda?

Sí, pero también está el coraje político, la temeridad de exponerse. La escritura no es un paseo ameno, sino un camino escarpado, con baches, barro, agua de lluvia y guijarros. Los que no tienen el coraje suficiente calzan botas. El escritor camina descalzo y llega al final del sendero, aunque esté cubierto de heridas. Cumplió el proyecto que llevaba dentro, la fuerza del mundo a la que quería dar a luz, ¡lo hizo!

 
Con esta entrevista, El Correo se adhiere a la celebración del Día Mundial de África (25 de mayo).


Nacido en 1966 en Pointe-Noire, capital económica del Congo, Alain Mabanckou se ha convertido en una figura prominente del mundo literario francófono. Profesor de literatura en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), ocupó la cátedra de creación artística en el Collège de France en 2015 y 2016. Ha recibido numerosos premios en todo el mundo y su obra está traducida en una treintena de idiomas. En 2018 publicó en Francia su duodécima novela, Les cigognes sont immortelles (Las cigüeñas son inmortales).


Alain Mabanckou
“Soy un escritor tricontinental”
Por Fouzia Marouf- Publicado el 3 de octubre de 2018 a las 08:30 horas.
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NICO TERIN
Comprometido, este entusiasta de la literatura acaba de publicar Les Cigognes sont immortelles, una obra autobiográfica en la que cuenta libremente su historia congoleña.

Atlético, con un sombrero de fieltro atornillado a la cabeza, Alain Mabanckou es un autor de contacto fácil y directo. Con su mirada fija, su amplia sonrisa y su evidente carisma, podemos imaginarlo fácilmente interpretando un papel en Sombras de John Cassavetes. Nacido en Pointe-Noire en 1966, compartiendo su vida entre Los Ángeles y Europa, es profesor en la UCLA (Universidad de California en Los Ángeles), donde enseña literatura francesa como un contrabandista cuya misión es exhumar la voz y la memoria de Autores africanos que marcaron las décadas con su brío y su espíritu reivindicativo. De visita en París para asegurar el lanzamiento de su nueva novela, Les Cigognes sont immortelles (Editions du Seuil), un evento editorial muy esperado que marca este regreso literario, el eterno narrador cuenta, con un estilo alegre, el Congo en su apogeo desde los años 1970. con un ingenuo héroe adolescente, testigo de la gran historia. Alain Mabanckou, que eligió la pluma para expresar la complejidad humana, la sociedad que lo rodea y las preguntas que lo asaltan en el tumulto de África, habla nueve idiomas y viaja con dos pasaportes, uno francés y otro congoleño. Autor de éxito cuyas obras han sido traducidas a una veintena de idiomas, cuenta con una docena de novelas en su haber, entre ellas Cristales rotos en 2005, Mémoires de porc-épic, galardonada con el prestigioso premio Renaudot en 2006, y Petit Piment, con un eco rotundo. en la escena literaria en 2015. Invitado al año siguiente al Collège de France, donde su lección inaugural fue seguida por más de mil de oyentes, convoca a 18 investigadores, escritores y pensadores del África poscolonial a firmar conjuntamente Thinking and Writing Africa Today. Una manera de cuestionar "el retraso de Francia en el lugar que debe darse a los estudios poscoloniales, mientras que en América casi todas las universidades los han reconocido y los consideran uno de los campos de investigación más dinámicos y prometedores".
Fiel a su vena de escritor comprometido, Alain Mabanckou no duda en pronunciarse en el debate público para hacer valer sus fuertes posiciones: en enero pasado declaró su negativa a participar en el proyecto francófono, a petición del presidente Emmanuel Macron. a quien envió una carta abierta criticando la “política franco-africana”. Totalmente, sin concesiones, el escritor insistió en entrevistas con la prensa panafricana a finales de agosto. “Le dije a mi editorial que daría prioridad a las entrevistas con medios vinculados al continente”, dice sin rodeos en un café del centro de París, mientras hojea con atención el número de este verano de Afrique Magazine centrándose en los Libros. sección. Luego rápidamente se sienta a la mesa...
 
AM : ¿Diría que Las cigüeñas son inmortales es su novela más personal y más lograda?
Alain Mabanckou : No lo sé, pero es una continuación de lo que comencé hace algún tiempo, a lo largo de mi trabajo, a esbozar un cuadro sociopolítico de África y el Congo. Admito que es una historia íntima. Quería abordar la dimensión poco conocida de lo que había experimentado colocándolo en un contexto histórico. Las cigüeñas son inmortales es una novela autobiográfica, exhibe una galería de retratos inspirados en el África contemporánea, con el fin de releer la historia de nuestro continente. El personaje emblemático, Maman Pauline, no es una invención: es el nombre de mi madre, Pauline, a quien he dedicado la mayoría de mis novelas, entre ellas Mañana tendré veinte años (Gallimard, 2010) o Lumières de Pointe- Negra (Seuil, 2013). Para mí, ella simboliza la valentía de la mujer africana, la parte femenina de África, el rechazo a cualquier forma de dominación masculina. También quería conseguir su independencia, porque no quería depender de un hombre.
 
¿Por qué escribir hoy sobre tu historia familiar?
En mi opinión, es un proceso natural en el viaje de un individuo llevado por el aliento de la ficción pura, de la ficción cercana, y ahora estoy avanzando hacia la comprensión de la historia del continente: África necesita más que nunca una ficción anclada en el corazón de realidad. No debe limitarse a ser un sujeto, sino ser una actriz, vista desde dentro. Preferí utilizar el “yo”, más impactante que el “él”, que alivia la miseria o la felicidad, revelando la dimensión humana como tal.
 
 

El autor ha escrito una docena de novelas, pero también publica poesía y ensayo. BRUNO CHAROY/PASCO
La gran historia se une a la pequeña a través de la mirada ingenua de Michel, un adolescente soñador. Analiza con humor la vida cotidiana del distrito de Voungou, en Pointe-Noire, el socialismo del África poscolonial y la hipocresía, con el asesinato del presidente Marien Ngouabi, líder de la revolución, en Brazzaville…
Cuando el presidente fue asesinado el 18 de marzo de 1977, yo tenía 11 años y ya estaba lúcido. En este período correspondiente a mi adolescencia, no me resultó difícil adivinar los problemas que sacuden Congo-Brazzaville: todavía siento el eco, las turbulencias y la onda expansiva. Este hecho histórico tuvo lugar ante nuestros ojos, el país recibió dictadores y presidentes de todo el mundo. Es un recuerdo que está profundamente grabado en mí, así que dejo hablar a los personajes de mi familia. La prosa resultó fluida, sobre todo porque la protagonista se encuentra a medio camino entre la infancia y la adolescencia. Y el aspecto principal de esta novela reside en la fidelidad de esta fotografía de África en los años 70, en los albores de la independencia y en manos de líderes comunistas, pero también luchando con gobiernos como el de Mobutu Sese Seko, tras las dictaduras. manteniendo estrechos vínculos con Francia. Y, al recorrer las grandes líneas de la historia, nos permite comprender cómo Europa y Occidente tienen una parte de responsabilidad en las fallas que afectan hoy al continente.
 
La vida de los ponnegrinos es el teatro de pasiones marcadas por la corrupción. Los norteños y los sureños no comparten el mismo idioma pero viven en paz, hasta la muerte del presidente Ngouabi, que alimenta el resentimiento interétnico...
No hay ninguna fatalidad que le hubiera ocurrido al Congo. Sigo convencido de que existe un solo pueblo, y este pueblo es el congoleño, con antepasados ​​que provienen del reino del Congo. La literatura es una forma de recordarles a todos que nuestra unidad es más fuerte que nuestras diferencias etnopolíticas. Este es sin duda uno de los principales mensajes de esta novela.
 
Muestras una radiografía del África comunista hundiendo a Michel cara a cara con la ideología marxista. Canta canciones soviéticas todas las mañanas, después de haber “dicho cosas buenas sobre el camarada presidente Ngouabi”. Como los soldados rusos que murieron en combate, el escolar se enorgullece de ser una cigüeña blanca de la revolución socialista congoleña...
La década de 1970 marcó un cierto fermento africano a favor del comunismo o socialismo. Creímos, en ese momento, que éste era el único camino hacia la liberación. Pero también fue el período en el que todas las doctrinas occidentales invadieron las cabezas de los líderes del continente. Los jóvenes se vieron entonces atrapados en el vértigo de las ideologías, incluidas las provenientes de la antigua URSS. Como estudiantes de secundaria, estábamos convencidos de que éramos los pioneros de las diversas revoluciones proclamadas aquí y allá.
 
El antihéroe de Petit Piment, su novela anterior, evocaba el destino frustrado de un huérfano natural de Loango destinado a convertirse en pionero de la revolución socialista. ¿Tiene una tendencia particular a escribir sobre los más vulnerables?
Creo que en la literatura africana se trata de reescribir la historia del momento, que incluye el marco sociocultural. Me esfuerzo por hablar de la vida de los barrios, de las inquietudes de la gente común. En Bleu blanc rouge (Présence Africaine, 1998) o African Psycho (Le Serpent à Plumes, 2003), los personajes son muy marginales, como el héroe de Petit Piment: eligen un camino singular para escapar de la delicada agitación que los atenaza. a ellos. Están olvidados por la historia y, sin embargo, está escrita gracias a ellos.
 
¿Qué sueñas para el Congo, un país que influye fuertemente en tu trabajo?
De una liberación política. El Congo no es propiedad privada, no puede reducirse a ningún presidente ni a su hijo. Me prohibieron la entrada al país durante cuatro años, me acabo de enterar en septiembre por la prensa que ya no tengo prohibición y estoy muy feliz por eso, podré regresar. Alexis Thambwe Mwamba, Ministro de Justicia, lo negó y claramente levantó la prohibición en un comunicado de prensa [ver número 3009 de Jeune Afrique, nota del editor]. Pero eso no me impidió experimentar mi país a través de mis libros.
 
Hablas nueve idiomas. ¿Con cuál estás soñando?
Cuando dormimos, podemos soñar en cualquier idioma. El mundo de los sueños carece de muros, puedes estar en una medina marroquí, salir del Muro de Berlín, cruzar los mares como en la Biblia o el Corán. El sueño es el único espacio donde el lenguaje es secundario, es la realidad la que ha impuesto la necesidad de aprender idiomas. Por tanto, hemos mencionado la dificultad de este aprendizaje. Todo tiene que suceder en ocho horas y cuando las cosas van mal, es una pesadilla.
 
¿Es importante para usted revivir en sus novelas la vitalidad del wolof, el kikuyu, lenguas poderosas y vivas en el imaginario de los escritores?
Sí. Debemos hacer que África cobre vida en toda su diversidad porque no preserva suficientemente su patrimonio lingüístico, que sin embargo es muy denso. Por ejemplo, el lingala que se habla en la República Democrática del Congo, Congo-Brazzaville y Angola no se enseña en la enseñanza primaria: debemos estudiar de cerca esta riqueza y no centrarnos únicamente en la lengua francesa, mientras nos enfrentamos a la pérdida de este tesoro lingüístico.
 
¿Qué autores emblemáticos del continente forman parte del programa de la Universidad de California, donde usted enseña?
Este año impartí una introducción a las corrientes de la literatura francesa, en particular el romanticismo, el realismo, el surrealismo y la nueva novela. El año que viene impartiré una introducción a la literatura del continente negro francófono, con numerosos autores: Yambo Ouologuem, Ahmadou Kourouma, Mongo Beti, Sony Labou Tansi o, en la nueva generación, Abdourahman Waberi, Fatou Diome, Kossi Efoui. , En Koli Jean Bofane, Charline Effah Ali Zamir y Gauz. Grandes voces actuales que debemos destacar, porque estos escritores se convertirán en clásicos en los años venideros.
 
Usted se negó a participar en el proyecto de reforma francófono, a petición del presidente francés, Emmanuel Macron. Su respuesta fue descrita como “mordaz”…
Siempre es difícil hacer entender que nos negamos a trabajar con un Presidente de la República, especialmente cuando es francés. Tengo la oportunidad de proclamar mi independencia económica y espiritual. No estoy al servicio de un gobierno y de una política, sino de aquellos que, como yo, aspiran a la igualdad y a sus derechos: estoy del lado de la juventud africana que está sufriendo las consecuencias de la dictadura que dirige. en. Repito, hay demasiados dictadores en África. Como prueba, Congo-Brazzaville, Kinshasa en la época de Zaire, Gabón: una vez que el padre es presidente, el hijo debe sucederle. No son monarquías, no estamos vinculados a la realeza y las elecciones amañadas están debilitando el continente. En cuanto a Michaëlle Jean, secretaria general de la Francofonía, fue recibida por uno de ellos. No puedo trabajar dentro de esta entidad, ya que los dictadores se benefician de ello. El día en que el mundo francófono ya no tenga ningún vínculo con las dictaduras, podremos trabajar en la política exterior de Francia por medios indirectos. Es la sombra del neocolonialismo. ¿Por qué deberíamos llamar escritores francófonos a Tahar Ben Jelloun, Yasmina Khadra, Boualem Sansal y Kateb Yacine? ¿Aceptarían Jean-Christophe Rufin o Michel Houellebecq ser designados como tales?
 
¿Es usted un escritor francés o un escritor francófono?
Soy un escritor congoleño francófono. Sigo apegado a mis orígenes, a mi país, el Congo. Pero también a mis orígenes adoptivos y a la lengua francesa.
 
En Pensar y escribir en África hoy, usted escribe: “Debemos abolir los visados ​​[…], fomentar el espacio público afropolitano si queremos dar una oportunidad al África-Mundo emergente, porque la política del futuro africano será a primera vista una política de desconflictividad y circulación…”
Es importante mencionar este aspecto porque la tradición de la humanidad está ligada a la movilidad y corresponde al movimiento perpetuo. De ahí el genio de la humanidad que ha seguido creando medios de transporte como el avión y el barco para ir de un continente a otro. Además, en África, la movilidad sigue siendo una tradición: los fulani, los pastores, los hombres azules, los tuaregs están plenamente asociados a este movimiento, a este paso. Estas fronteras son, en mi opinión, como cadenas hostiles que ponen en dificultad a los individuos que forman parte de esta necesidad de movilidad. La compartimentación no encaja con la política africana. Debemos trabajar para mejorar las rutas de tráfico entre los países vecinos del continente. Siempre es muy difícil para un africano viajar. Cuando voy a Argelia necesito un visado, ¿por qué no reconsiderar esta obligación? Pensar y escribir África hoy, que es una obra colectiva, explica precisamente lo que nos corresponde a nosotros lograr como africanos para que nuestro continente avance hacia una mayor progresión y tolerancia.
 
Usted asocia la eflorescencia artística del continente con este modelo: “Los objetos de arte africanos, ayer como hoy, son objetos en movimiento. Es urgente considerar la creación africana contemporánea como una forma de pensamiento. La creación afrodiaspórica nos permitirá salir de la crisis. […] Hay muchas posibilidades de que el arte del siglo XXI sea africano. »
Esto me lleva de nuevo al hecho de que durante mucho tiempo las culturas transferidas al continente no fueron consideradas seriamente, porque Occidente dictaba una cierta restricción estética y por lo tanto definía lo que era el arte. Tras esta observación, esta noción estética –que no incluía el arte en su totalidad sino en parte– no incluía la expresión africana, mientras que el arte no se reduce únicamente a un color. Si miramos el arte europeo, vemos que se inspiró en gran medida en África. Pienso en particular en la obra de Picasso, Baudelaire o incluso el movimiento surrealista, atravesado por la diversidad del arte negro y la riqueza de su contenido antropológico. Actualmente nos encontramos ante un interés renovado, un deseo por África en diversos campos, como la moda, el diseño, el arte contemporáneo que se inspira en tejidos como la cera, la rafia. Tengo la sensación de que hemos pasado de una percepción teñida de exotismo a una mirada honorable del arte africano, el más puro y bello.
 
Dices: “El mundo es mi lengua... La literatura se ha convertido en un asunto continental. »
La literatura está hecha de encuentros, como si se creara una nueva familia. Todos debemos hablar el lenguaje de la iluminación, no el de la división, de la resta. No olvidemos que lo que nos une es la complejidad de la imaginación, del lenguaje que conmueve a todos los continentes de América, Asia, Europa y África.
 
¿Se considera usted un agitador? Cuando escribiste Carta a Jimmy dijiste que James Baldwin te enseñó la ira.
Estoy muy lejos de la ira, corresponde a una postura de indignación alimentada por acontecimientos que conducen a este sentimiento en la historia. En mi opinión, se trataba de tener en cuenta la situación y la respuesta, a través del conocimiento, la escritura, la exposición del arte africano, a través de la reconquista de las ideas de la filosofía del continente. Si sentíamos ira, no era contra los demás, sino contra una forma de inmovilidad, éramos víctimas de la inmovilidad, preferíamos capitular. Tenemos miedo del mañana y de la revolución, pero quien no arriesga nada, no gana nada. Y confieso que me indigna un espectáculo de desolación, es contagioso. Las cosas más difíciles suelen ser verdades difíciles de aceptar. Carta a Jimmy es el ensayo del que estoy más orgulloso, incluso si me avergonzaron y me regañaron. Ha generado un entusiasmo increíble entre muchos lectores, es mi ensayo más leído y el tiempo ha hecho que sea una lectura más serena. Se tradujo al español, al inglés, salió en edición de bolsillo y se vendió como una novela. Mientras abordaba cuestiones difíciles allí. ¿Qué haces cuando no estás escribiendo? ¿Cómo escapas? Viajo, descubro cosas, voy a cafés, cines, observo el mundo. Es esencial para mí. También paso tiempo con amigos que están fuera de la literatura. Siempre estoy en perpetuo escape, creo que soy un eterno fugitivo.
 
¿Qué haces cuando  no estás escribiendo? ¿Cómo  escapas?
Viajo, descubro  cosas, voy a cafés,  cines, observo el mundo.  Es esencial para mí. También paso  tiempo con  amigos que están fuera de  la literatura. Siempre estoy en  perpetuo escape, creo que  soy un eterno fugitivo.
 
Eres un apasionado de la rumba, también has producido dos discos.
¡Es mi lado artístico [risas]! Me gusta producir algunos álbumes de vez en cuando y escucho rumba desde mi más tierna infancia. Es una apertura al lenguaje para la gente, es una música socialmente relajante. La rumba ofrece varias lecturas, porque esta música encarna independencia, dignidad…
 
Has vivido en África, Europa y América del Norte. ¿Dónde te sientes mejor?
Esto forma un bloque con el Congo, porque no tengo otra opción. Me gusta mi situación de escritor entre tres continentes, esta trinidad me viene bien, tengo una identidad tricontinental. Al escribir, me hago útil a mi país. En Les Cigognes sont inmortales, cuando habla el personaje de Michel, soy yo quien habla, porque Michel es mi segundo nombre. Soy Alain Michel Mabanckou.
 
 
Marien Ngouabi, la tragedia de un revolucionario

A finales de los años 1960, para muchos, encarnaba la juventud en el poder, el militarismo honesto. Y la revolución al modo marxista-URSS en un país plagado de la corrupción de las elites poscoloniales. Líder de los oficiales progresistas, tomó el poder a la edad de 30 años, el 31 de diciembre de 1968. Las ambiciones eran grandes, pero el país era pobre y profundamente dividido. La construcción de una sociedad socialista perfecta en el corazón de África no ha resultado ser un verdadero éxito. Los altos ejecutivos se están enriqueciendo visiblemente, el partido único sofoca toda disidencia o debate. Y el Congo se está hundiendo en divisiones étnicas. Ngouabi se beneficia del apoyo masivo de las poblaciones y élites del norte del país, de donde proviene. La hostilidad del Sur está organizada. Las graves dificultades económicas, a pesar de la llegada del petróleo, la debilidad del Estado, acentuada por un sovietismo paralizante, llevaron al país al caos. El 18 de marzo de 1977, Marien Ngouabi fue asesinada por elementos de su escolta. Sus sucesores, Joachim Yhombi-Opango y luego Denis Sassou-Nguesso, organizaron el culto nacional a su memoria. El ex presidente Alphonse Massamba-Débat, acusado de estar en el centro del complot, desapareció literalmente, probablemente ejecutado en circunstancias misteriosas, la noche del 25 de marzo. En 1991, la conferencia nacional soberana puso en perspectiva el lugar de Ngouabi en la historiografía nacional congoleña.

EN EL BLOG GANGOEUS

En signant Les cigognes sont immortelles, à paraître à la prochaine rentrée littéraire aux éditions du Seuil, le 16 août 2018, Alain Mabanckou nous gratifie d’un roman de toute beauté. Un roman de bonne foi, captivant et émouvant à souhait dont l’originalité a tout de la patine des peintures naïves de l’école de Poto-Poto. Celui qui, enfant, rêvait de devenir auteur de bande dessinée, a su inventer sa propre grammaire de la création esthétique.

« Puisque ce monde est dans le chaos, je vais inventer mon propre monde », nous dit-il dans une interview.

Pour inventer son propre monde, Alain Mabanckou écrit comme s’il peignait, obéissant ainsi à cette injonction d’Horace qui dit : « ut pictural poesis », ce qui signifie : « écris comme tu peins ». Avant lui Walter Benjamin rêvait de publier un livre entièrement composé de citations. Ce rêve Alain Mabanckou l’a réalisé. Sa prouesse littéraire est telle que juxtaposées, les citations, ces paroles déjà dites, cette seconde main comme dirait Antoine Compagnon, prennent un sens nouveau et engagent un débat sur la genèse de la souffrance de notre monde, de notre siècle, de l’incurie politique avec son lot de violence et de crimes politiques, la fracture de l’idée de nation. Un monde crépusculaire en proie au chaos qui peine à accoucher de sa part d’Humanité, d’Espérance et de Fraternité au cœur de la nuit. Son paradigme explicatif est une allégorie très saisissante du scénario du Péché originel, de la Chute de l’homme hors de la sphère de la grâce innocente et de son entrée dans celle de la connaissance tragique ou de l’historicité (1).  

Il y a quelque chose de l’ordre de la genèse dans ce roman, une sorte de voyage vers une source. Or tout voyage vers une source est un retour au bercail (2). Un retour au bercail qui traduit une quête des commencements « perdus » de notre univers, de notre organicité, de notre identité psychique et de notre contexte social, de notre langage et de notre temporalité historique (3). Ce roman est inclassable. Il convoque des modalités d’écriture multiples : l’oralité, l’autobiographie, la poésie, l’apologue, la fable en particulier, le collage d’extraits de textes tirés parfois de ses écrits antérieurs… A bien y regarder, le roman est construit telle une fresque, ce qui en fait une une œuvre d’art. Une œuvre d’art qui comme « Toute œuvre d’art digne de ce nom parle de la genèse de sa propre création (4)». Une création qui tient en trois jours : du samedi 19 mars 1977 au lundi 21 mars 1977. Le défi à relever consistait à demeurer petit face à la terreur secrète (geheime Furchtbarkeit) de la présence de tout ce qui est commencement (5) des affres de notre monde. Autrement dit, rendre compte d’une violence inaugurale avec l’œil frais et innocent d’un enfant de Voungou, un quartier populaire de Pointe-Noire. En même temps, - afin de ne pas verser dans le pessimisme-, faire en sorte que partant de l’ordinaire de la vie d’une famille, une fois sublimée par la magie de l’écriture, produire une geste qui permette à l’Humain d’apprendre à Fraterniser et à tendre vers la civilisation de l’Universel tant chantée par Léopold Sédar Senghor, un des pères fondateurs de la francophonie. Dans cette entreprise, très audacieuse et très risquée, créer un monde qui ne soit plus qu’une grande famille. 

Alain Mabanckou y parvient assez judicieusement en brouillant le statut du roman, en cassant les codes esthétiques de la réception, et en densifiant les structures de la jouissance du texte. Ce qui démultiplie encore un peu plus la disponibilité du sens de son message. Par disponibilité du sens, il faut entendre : ce que le texte ne dit pas, mais suppose ou promet en devenant une « œuvre ouverte » (6). 




Hegel appelait « ruse de la raison » cette manière particulière qu’emprunte parfois l’histoire pour s’accomplir : les tournants majeurs se négocient au milieu des broutilles, et l’Histoire majestueuse avance par les forces des histoires de « petites gens ». L’histoire de Mboua Mabé, de Mâ Moubobi, de l‘abbé polygame, de Papa Roger, de Maman Pauline, de Mbombi, du Cardinal, tels des ruisseaux, vont se jeter dans l’Histoire du Congo qui elle-même quitte son lit pour embrasser la grande Histoire de l’Humanité. 

Ce qui confère au roman un caractère biblique, au sens étymologique du terme (7). Le récit à la fois  dans le style et la manière est calqué sur les premiers livres historiques de l'Ancien Testament. Le style est généralement simple, mais il devient parfois éloquent et même poétique, comme, par exemple, quand il évoque les martyrs du « camarade président Marien Ngouabi » d’Amilcar Cabral, de Sylvanius Olympio, ou dans l'éloge quand il parle de maman Pauline, de papa Roger et de tonton René, ou encore dans la description de la terreur, la privation des libertés fondamentales, la misère, la saleté dans lesquelles vit le peuple, après la prise du pouvoir par le Comité Militaire du Parti. Le ton est calme et objectif, l'auteur s’imposant comme une règle de s'abstenir de tout commentaire direct sur les faits qu'il raconte: « sinon on va encore dire que moi Michel j’exagère toujours et que parfois je suis impoli sans le savoir » 

Ce roman peut également s’assimiler à une genèse au sens étymologique du terme de récit des origines, des commencements. Une sorte d’in memoriam pour les « futurs perdus », une sorte d’essai pour comprendre quels dieux nous sont tombés sur la tête. C’est un roman qui a tout d’un récit initiatique sous forme de conte philosophique, Umberto Eco dirait une fabula. C’est au pied d’un manguier que s’opère cette initiation, ce rite de passage entre un Michel, candide, et le fascinant papa Roger, véritable puits de science et de lumières qui a « […] des mots que même les Blancs se demandent s’ils sont dans leur dictionnaire ! » 

L’initiation est scandée par une musique soviétique qui s’échappe entre deux grésillements de « la radio Grundig des Allemands » en écho aux accents congolais et bêmbé. A travers ce couloir de créativité sourd un chant nouveau entonné par un Michel rêveur qui rapporte les émois que lui procurent ses amours débutantes. Michel est le personnage principal du roman. Il a 11 ans et nous sommes en 1977. Ce qui n’est pas sans rappeler l’âge d’Alain Mabanckou à la même époque. 

La geste de la famille Mabanckou s’y déploie insidieusement, pudiquement, mettant à nu la force de caractère et la détermination d’une mère. Elle révèle aussi la force d’aimer et l’insatiable soif de fraternité d’un fils unique, son attachement à la Famille. Une famille, des frères et des sœurs, une seconde maman, la protection c’est pourtant ce que lui offre Papa Roger. Michel est un fils dont le désir de frère est inguérissable. C’est peut-être là une des raisons pour laquelle il fait l’inventaire, remonte la chaîne familiale, s’arrête pour la première fois sur la famille paternelle, ce gendarme tôt disparu de sa vie. Il nous gratifie de la liste des descendants d’Henriette Nsoko et de Grégoire Massengo dont le martyr de l’un des fils, Kimbouala-Nkaya, le frère de Pauline Kengué, donne des ailes à celle-ci. Il l’incitera, entre autres, à briser ses chaînes et à monter au front contre l’injustice devenant ainsi une sorte de Marianne tropicale. 

En définitive, Les cigognes sont immortelles, d’Alain Mabanckou est un bel hymne à l’amour maternel, que cet amour trouve à s’incarner à travers sa mère ou son oncle auquel il doit son nom. C’est aussi un appel à la fraternité, une belle invention d’un monde où les vivants mobiles (l’homme doté du souffle de vie) et les vivants immobiles (les morts, ces belles cigognes qui font voler nos rêves jusqu’aux portes de l'Espérance) du monde entier pourront former une nouvelle chaîne de vie, avec constitution d’une mémoire collective à partager, dans une forme de civilisation de l’Universel, tant souhaitée par Léopold Sédar Senghor. Jean-Michel Nzikou - Biblique vient de bible qui lui-même est issu du grec ancien τὰ βιϐλία (ta biblia), un substantif au pluriel qui signifie 7 « les livres », soulignant son caractère multiple. Ce qui est ici mis en avant c’est la multiplicité des sources d’inspiration stylistique.

Jean-Michel Nzikou
Un article pour le blog Chez Gangoueus

Alain Mabanckou, Les cigognes sont immortelles
Editions du Seuil, 2018. 304 pages

Notes
1 - En référence à la naissance de la conscience, après la fin de l’état d’innocence de l’homme.
2 - Hegel cité par George Steiner (2001), Grammaires de la création, essais, Paris: Gallimard, page 27 3 - L’expression est de George Steiner (2001) op. cit. page 25. 3
4 - Roman Jakobson
5 - Martin Heidegger -
6 - L’expression est de Umberto Eco (1985), Lector in fabula, Paris: Grasset, Figures.
7 - « les livres », soulignant son caractère multiple. Ce qui est ici mis en avant c’est la multiplicité des sources d’inspiration stylistique.



Las cigüeñas son inmortales: contra la guerra, sueña
NOVELA francófona - Unos días, una familia pequeña, sin aspavientos, en un pequeño país africano recientemente en paz. Sin embargo, la violencia política estalla incluso en la intimidad de las vidas sencillas e incluso en la mente poética y onírica del joven Michel. ¿Tendrá que dejar de soñar o será ésta su arma letal?

Publicado en:

28/08/2018 a las 08:20

Clemencia Holstein


Tres días durante los cuales seguimos a Michel, de trece años, en su vida cotidiana. Pero estos días no son días como cualquier otro: la camarada presidenta Marien Ngouabi, Jefa de Estado del Congo, fue asesinada. Cómo Michel, Papa Roger y Maman Pauline superaron estos graves acontecimientos políticos de marzo de 1977 constituye la historia  Les cigognes sont inmortals . Es la vida íntima, la del individuo y su familia, la que está absolutamente entrelazada con la vida política, dos escalas que chocan por muy alejadas que parezcan.

Por supuesto, es la oportunidad para Alain Mabanckou de poner de relieve parte del funcionamiento del poder, el de su país natal. Sólo llevamos tres días viviendo aquí y, sin embargo, este brevísimo periodo de tiempo nos ofrece muchas claves para entenderlo. Se trata sin duda de claves que ni siquiera habríamos buscado, a menos que fuéramos especialistas en política africana, o más precisamente congoleña. Lo que verdaderamente se descubre es una Historia desconocida para la mayoría de los lectores, probablemente, y nuestra Francia parece muy lejana.

El autor sabe sumergirnos en estos días locos, todo ello de forma silenciosa. Y al mismo tiempo, ¿a quién no nos recuerda esto el ejercicio del poder donde quiera que esté y en cualquier momento?

Ciertos pasajes pueden perder al lector que debe ser tenaz porque los nombres se acumulan y la información se multiplica. Pero tal vez éste sea efectivamente el objetivo perseguido por Alain Mabanckou: ahogarnos, como Michel, a veces en la incomprensión de los mecanismos políticos.

En cualquier caso, escuchamos el adoctrinamiento del niño desde muy pequeño, en la escuela y en la familia, acogido por el afecto y el pensamiento común impuesto. Escuchamos la compleja pluralidad de grupos étnicos que comparten un país dividido por los colonizadores. Allí escuchamos la habitual poligamia. Escuchamos poder blanco allí. Sin embargo, no hay drama, ni puesta en escena de desastre... Pero la observación está ahí.

Mabanckou: “Estos africanos están subyugados
por la lengua francesa”
El estilo falsamente ingenuo del narrador, siendo Michel un héroe soñador poco preocupado por la vida adulta, se desliza suavemente. Debajo de su apariencia pacífica y divertida, la historia de Michel es profundamente irónica, sin que él mismo sea consciente de ello. Y estas dos voces que chocan en la cabeza del lector desafían. La violencia y, a menudo, las críticas duras están omnipresentes. Y casi sólo nos damos cuenta de esto al final de esta novela.

Michel, como decíamos, es un soñador certificado y su imaginación impregna la novela de principio a fin. La imaginación no es un invitado que ocupa su lugar de vez en cuando, o que incluso desplazaría a la realidad. Lo imaginario y lo real tienen sus respectivos lugares en un mismo espacio. Por momentos, esta imaginación llena de colores y metáforas borra el lenguaje que se convierte en nada más que un instrumento. Y surgen cuadros absurdos, nuevamente falsamente ingenuos, llenos de animales, frutas y objetos casi vivos.

Este mundo recuerda a las obras de Douanier-Rousseau: hay que mirarlo mucho más de cerca que aquellos que gritan en voz alta su rebelión y su arte.

[Extractos] Las cigüeñas son inmortales por Alain Mabanckou
¿Las cigüeñas son inmortales un testimonio ficticio del escritor? Sin duda son páginas donde se afirman convicciones. No sólo: la poesía de la vida cotidiana, la eficacia de esta escritura cruda e irónica, humilde y llena de significado.

Y es fácil imaginar al autor escondido en el fondo de la sala, con una pequeña sonrisa, los ojos de un niño risueño, más sutiles que la guerra y los gritos.


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