viernes, 4 de abril de 2025

El próximo miércoles, 9 de abril, nos vemos a las 18:30h para comentar "Miradnos bailar", de Leila Slimani

 

LEILA SLIMANI Miradnos bailar

Letras

'Miradnos bailar', de Leila Slimani: incesto, represión y riqueza en el Marruecos de los 70

La escritora muestra en su nueva novela las contradicciones de un país emancipado donde la represión convive con la entrada del país y sus gentes en la modernidad

12 marzo, 2023 01:38guardar

 Literatura Novela ec-critica-letras

Lourdes Ventura

La última novela de Leila Slimani (Rabat, 1981), Miradnos bailar, es la continuación del deslumbrante fresco familiar que se inauguró con El país de los otros. Si Slimani ganó el Goncourt en 2016 con Canción dulce, un innovador thriller contemporáneo, en los dos volúmenes aparecidos de su trilogía autobiográfica el estilo es fluido, tradicional y eficaz.

Traducción de Malika Embarek. Cabaret Voltaire, 2023. 448 páginas. 23,95 €

La saga familiar se iniciaba en 1947 con la llegada de Mathilde, una alsaciana, a la tierra de su esposo, Amín Belhach, un marroquí de Meknes, militar del ejército francés durante la Segunda Guerra Mundial.

En la obra anterior, dejamos al matrimonio Belhach, con sus hijos Aicha y Selim, luchando para cultivar unas tierras inhóspitas. Si el telón de fondo era la agitación política previa a la independencia de Marruecos, Miradnos bailar nos lleva a finales de los años 60 y a los primeros 70, en un país que empieza a presentir la modernidad. Las tierras de Mathilde y Amín por fin les han convertido en unos ricos burgueses, pertenecientes a la élite del país; la construcción de la piscina al inicio de la novela es el símbolo del triunfo la pareja.

Aicha, la hija del mestizaje, estudia medicina en Estrasburgo. Para sus amigos franceses de izquierdas, representa una especie de ideal: “Era una mujer del tercer mundo, una indígena de melena crespa y piel aceitunada que había conseguido salvarse de su condición”. La ambivalencia de Aicha, buena estudiante y futura ginecóloga, aparece en el recuerdo de la humillación en su escuela francesa de monjas, en Marruecos.


Se hace patente en la escena en la peluquería alsaciana donde Aicha quiere “alisarse el pelo como Françoise Hardy”. La atienden con antipatía y ella recuerda los motes que le habían puesto sus compañeras, hijas de colonos franceses: “Cordero Sarnoso. Cara de Caniche. Petardo mojado. Leona del Atlas. También la llamaban la Negra, la Campesina, la Pelo paja”. La maestría de Slimani en los retratos psicológicos alcanzó en la anterior novela, con Mathilde y Amín, un punto insuperable. Ahora, los protagonistas son los hijos, Aicha y Selim, que se mueven acompañados por una galería de jóvenes que abrazan los cambios de la época.

Entre los retratos íntimos de la familia de Leila Slimani y el marco sociopolítico, se desarrolla este fresco que muestra un panorama realista y penetrante de esos años de cambios

Selim está peor diseñado que su hermana. Conmovedora la pasión incestuosa del joven deportista por su tía Selma, un personaje extraordinariamente cincelado en ambas novelas: la chica rebelde a la que casarán a la fuerza y acabará siendo una mujer perdida. La relación sexual con su sobrino aparece como una pulsión irresistible para olvidar el casi encarcelamiento con un marido indiferente. Menos convincente es la fuga de Selim hacia Essaouira con unos hippies europeos lanzados a las playas de Marruecos, tras los pasos de un Jimi Hendrix, imaginado o real.

El amor de Aicha por Mehdi, un brillante economista que primero tendrá una conciencia social marxista, y luego, poco a poco, se enrolará en los burócratas modernos del reinado de Hasán II, sirve para entender la mezcla entre los avances sociales de Marruecos y la represión política de los “años de plomo”, tras el intento de asesinato de Hasán II en 1971.

Entre los retratos íntimos de la familia de Leila Slimani y el marco sociopolítico, se desarrolla este fresco que muestra un panorama realista y penetrante de esos años de cambios. Y aunque no tiene la profundidad de las luchas individuales de la primera entrega, se muestran con lucidez las contradicciones de un Marruecos emancipado, pero donde las diferencias de clase, los prejuicios contra la liberación de las mujeres, la represión, las indecisiones de las élites entre la cultura francesa y el nacionalismo marroquí, conviven con la entrada del país y sus gentes en la modernidad.


Zenda recomienda: Miradnos bailar, de Leila Slimani

29 Mar 2023/ZENDALIBROS.COM  /  Leila Slimani, Libro recomendado

Miércoles en Zenda. Miércoles de narrativa extranjera. Miércoles, en este caso, de Miradnos bailar, la novela más reciente de la escritora francomarroquí Leila Slimani (Rabat), segunda parte de su trilogía El país de los otros —que abrió en 2020 con la novela homónima— y publicada, como es habitual en España, por el sello editorial Cabaret Voltaire con traducción de Malika Embarek López. Slimani regresa de este modo a la vida de Amín y Mathilde, una pareja enmarcada en los años 60 dentro del Marruecos independiente. Inteligente y sensible de forma indistinta, Slimani es capaz de hablarnos de la historia política reciente de su país de nacimiento desde la urdimbre de una ficción a la que nunca reniega, otorgando a sus personajes la potestad de abrirnos la puerta a nuestro propio mundo.

La editorial escribe, a propósito del libro: “1968. Gracias a su tesón, Amín ha conseguido convertir sus tierras áridas en una finca floreciente. Ahora pertenece a una nueva burguesía que prospera, organiza fiestas y se divierte: contempla el porvenir con optimismo. A su esposa Mathilde, en cambio, todo ese bienestar material no logra arrancarle la certeza de haber perdido los mejores años de su vida durante la guerra y luego cuidando de la casa y de Aicha y Selim, sus hijos. Pero al Marruecos independiente le cuesta consolidar su nueva identidad, a caballo entre el arcaísmo y la ilusoria tentación de la modernidad occidental, entre la obsesión por la imagen que uno da de sí mismo y las heridas de la vergüenza. En ese agitado periodo, que oscila entre la represión y el hedonismo, los jóvenes deberán pronunciarse, hallar su voz y su camino.

Miradnos bailar es la continuación de un vibrante y emotivo fresco familiar, cuajado de personajes inolvidables, en el que Leila Slimani conjuga magistralmente lo íntimo y lo político, lo psicológico y lo social


EN LA RAZÓN

Leila Slimani: «Monopolizar la riqueza crea rencor»

La escritora describe en «Miradnos bailar», una novela sobre el devenir de una familia de clase media en Marruecos, la conflictiva búsqueda de identidad de su país después de alcanzar la independencia

Leila Slimani, una de las narradoras actuales más prometedoras, con una literatura singular, capaz de viajar entre los acontecimientos mínimos que marcan las vidas comunes y desplazarse a continuación hacia los grandes sucesos políticos, no duda en señalar cuál fue el fracaso en ese periodo: «La educación. Menciono en el libro las manifestaciones en Casablanca en 1965. Los jóvenes salieron a las calles porque querían estudiar, pero a cambio recibieron un tiro en la cabeza. El régimen no fue capaz de responder al deseo de la población, que aspiraba a tener una buena enseñanza». Por eso incluye una declaración de Hassan II: «No hay peligro más grave para el Estado que el de los supuestos intelectuales. Más os habría valido ser unos iletrados».

La respuesta de Leila Slimani a esas palabras son contundentes: «El poder siempre ha tenido miedo de las personas que piensan. Es mejor la ignorancia, que la gente no reflexione. Es lo que quiere el populismo, que los ciudadanos no piensen y mantenerlos en el desconocimiento. Esa es la cuestión». Luego añade un detalle nada irrelevante: «Fue el poder el que incitó a regresar a la tradición y la religión. A partir de los setenta, Hassam II se hace fotografías con chilaba y sosteniendo el Corán entre las manos. Le dice al pueblo que si no tiene dinero que se dirija a Dios. El poder tenía entonces miedo a la modernidad, por eso, el Rey y los partidos nacionalistas incitaron a la población a dirigirse a la religión para luchar contra el marxismo».

La narradora, que nació en Rabat, vivió en Francia y ahora reside en Lisboa, reconoce lo difíciles que fueron los procesos de descolonización durante el siglo XX: «Sí, por supuesto, es necesario y conveniente un acto de contrición por la colonización, sobre todo, por parte de algunas naciones. Hay que investigar esas épocas y cuales fueron las consecuencias entonces y, por supuesto, las que han quedado y que todavía perduran hasta hoy. Escribiendo este libro tuve conciencia de que también hay que descolonizar los cuerpos y las mentes de las personas». Sobre la paradoja de que únicamente catorce kilómetros supongan una distancia tan grande para entablar una amistad más estrecha entre las poblaciones de España y Marruecos, no titubea: «Nunca he entendido esta separación entre nuestros países cuando están tan próximos el uno del otro. Espero que las nuevas generaciones que vienen detrás, y con todos los marroquís que viven en España hoy en día, se puedan establecer mejores relaciones entre nuestras naciones. Para eso tiene que haber una curiosidad mutua por parte las dos sociedades. Aunque entiendo que el Sáhara y la inmigración puedan crear tensiones que posterguen este sueño».


EN EL PERIODICO DE ESPAÑA (EPE)


Entrevista | Leila Slimani Escritora

Leila Slimani: "Los racistas hoy no tienen miedo de admitir y demostrar que lo son"

Ganó el Goncourt 2016 con su segunda novela, 'Canción dulce', y acaba de publicar 'Miradnos bailar'

Elena Pita

Barcelona15 JUN 2023 6:50

Según Leila Slimani el colonialismo es un invento de finales del siglo XVIII (sic) y la globalización, del XV (doble sic). Lo dice en sus desairadas respuestas con una rotundidad que haría temblar al más curtido entrevistador. Casi lo consigue. Casi, pero hay ocasiones en que la buena educación actúa como un seguro contra incendios.

Slimani (Rabat, 1981) estudió en el Instituto de Estudios Políticos de París, pasó por talleres de teatro y una escuela de negocios orientada a los medios que le granjeó un puesto en L´Express. De ahí a la revista Jeune Afrique y a un curso de escritura chez Gallimard.

Ganó el Goncourt 2016 con su segunda novela, Canción dulce, brillante y terrorífica. Es mujer (muy atractiva), árabe, islámica, feminista y madre, y se esfuerza en rechazar todos los tópicos de mujer árabe, islámica, feminista y madre. Lástima que su rechazo sea tan visceral que no hace sino confirmarlos todos, uno por uno.

Reside en Lisboa y niega que, como se ha publicado, sea esto un exilio elegido, una huida del acoso racista que atronó en sus redes durante la pandemia a manos de la ultraderecha francesa –se dijo. Publica Miradnos bailar (Cabaret Voltaire), segunda parte de una mirada atrás a sus orígenes.

Ha concentrado la promoción en dos cortos días en dos ciudades y, claro, llega reventada y de mal humor al Instituto Francés de Barcelona donde va a ofrecer una conferencia. ¿Llega de mal humor o vive de mal humor? Ustedes dirán.

P. Algunos de sus personajes femeninos tienen una doble personalidad, pública y privada, de marcadas diferencias. ¿Es algo a lo que se ven obligadas con frecuencia las mujeres islámicas?

R. No, no creo que sea algo específico de las mujeres islámicas, sino una condición muy común del género humano.

P. Le pregunto como escritora experta en la sexualidad (autora del libro testimonial Sexo y mentiras. La vida sexual en Marruecos): ¿cómo es el sexo bajo el hiyab, el burka y otros velos y máscaras islámicos?

R. No entiendo bien la pregunta, en Marruecos las mujeres no se cubren la cara. Afganistán no es Marruecos. El sexo es exactamente igual que en cualquier otro lugar, hacemos básicamente lo mismo (se ríe, incómoda).

P. En su novela, uno de los asuntos más apasionantes es el incesto entre una tía y su sobrino, algo que escritores conocedores del mundo árabe, como fue Juan Goytisolo, han descrito como habitual y fabulosamente intrigante: las relaciones sexuales cubiertas por la anonimia de los ropajes. ¿No es esta historia algo común en su cultura?

R. ¿Has visto la película de este director italiano que adoro, pero no recuerdo el nombre, donde se relata la relación entre una tía y su sobrino? (Se refiere a Bellísimo noviembre, de Mauro Bolognini, 1969). Creo que es algo muy usual en el cine occidental y, sobre todo, en el sur de Europa después de los 50. No tiene nada que ver con el Islam ni con Marruecos, es simplemente algo habitual que sucede en muchas familias. No sé por qué me preguntas tanto por el Islam.

P. Porque el mundo que usted describe es islámico, claramente. Pero cambiemos de tercio, no me gustaría incomodarla. ¿Cree que la revolución de las mujeres iraníes logrará cierta libertad o se trata de una utopía?

R. No, ¿por qué iba a ser una utopía? La libertad nunca es una utopía. Los hombres y mujeres iraníes están luchando por ello en un régimen tan terrible como puede ser Rusia o Corea del Norte. Y a veces lo consiguen.

P. ¿Podríamos estar ante la última generación de dictadores islámicos?

R. No lo sé, ¿por qué me preguntas por cuestiones políticas si yo soy novelista?

P. Porque además es usted periodista, graduada en el Instituto de Estudios Políticos de París, especialista en África. Es de suponer que le preocupan estos asuntos.

R. Sí, pero ahí, en el Sciences Po (abreviatura del instituto parisino), estudié periodismo y no política.

P. Algo que de hecho está muy conectado en todas las escuelas… ¿La literatura era su vocación secreta?

R. Realmente no era secreta, era mi vocación. Estudié periodismo porque quería escribir; pero también, viajar, descubrir y experimentar el mundo, especialmente África, de donde vengo. Fue muy interesante, además de una gran práctica para la escritura.

P. ¿Desde qué edad recuerda haber tenido ese deseo?

R. Aprendí a leer y escribir con 6 años, y creo que desde entonces; desde los 7 que yo recuerde, soñaba con ser escritora.

P. Después de sus estudios de periodismo siguió unos cursos de escritura creativa, y ya con su segunda novela ganó el Goncourt, lo que es muy sorprendente. ¿Realmente aprendió a escribir Literatura, es algo que se aprende?

R. No, los cursos de escritura en Francia son más como un taller de lectura donde compartes con otra gente tus opiniones e impresiones sobre determinados libros y autores, y lo escribes y los demás lo comentan. No son lecciones prácticas de escritura como en Estados Unidos, por ejemplo: no te enseñan técnicas ni estructuras. Y no, no creo que se pueda enseñar a escribir Literatura, más allá de unas técnicas y la corrección: uno aprende leyendo por sí mismo.

P. Le da importancia al estilo por encima de la historia que cuenta, según he leído…

R. Uno debe decidir qué y cómo quiere narrar, pero no creo que haya ningún tipo de jerarquía entre ambos extremos.

P. ¿Si tuviera que priorizar?

R. Pues como no tengo el don o el extraordinario estilo de un Joyce o un Proust, suelo centrarme más en la historia que voy a contar. Sí, soy más una contadora de historias, pero porque no tengo otra opción, si la tuviera quizá me centraría más en el estilo, sí.

P. ¿No es muy francés priorizar el estilo?

R. Quizá sí lo fue en los años 70 y 80, las décadas posmodernas, pero las nuevas generaciones se centran más en contar. Creo que ese posmodernismo a ultranza está un poco pasado.

P. Leila, como escritora, ¿su influencia es fundamentalmente francesa, se considera usted una literata francesa?

R. Probablemente; soy una escritora francófona, francesa, marroquí, mujer, africana, mediterránea, magrebí… Creo que tengo muchas identidades como escritora.

P. ¿Qué opina el público marroquí de sus novelas, reveladoras de tanta idiosincrasia? ¿Son bien recibidas?

R. Creo que son bastante apreciadas, vendo mucho allí y siempre que visito el país tengo grandes audiencias. Sí, creo que les gusto en general.

P. En la última entrevista que concedió desde Lisboa, declaró que Marruecos está a punto de dar una sorpresa al mundo. ¿A qué tipo de sorpresa se refiere?

R. Por definición, si es una sorpresa no puede contarse.

P. ¿Va a revelarnos alguno de los muchos secretos que permean la cultura y el modo de vida de su país?

R. Marruecos es un país que está tratando de definirse con una personalidad muy singular con respecto a África y al mundo árabe. Lo que ocurrió en el Mundial de Fútbol no es una casualidad, sino que se debe a la particular relación que el país está estableciendo con el resto del mundo y a la importancia de la enorme diáspora de nuestros nacionales por el mundo y las influencias cruzadas que esto supone. Sí, creo que estamos construyendo una identidad bastante única.

P. Uno de las más enrevesadas cuestiones internacionales hoy es cómo acabar con la mentalidad colonialista que impregna las instituciones y relaciones de Occidente con el mundo, pero ¿qué hay de los países árabes, cuya cultura fue la primera en colonizar la península Ibérica, durante nada menos que siete siglos? ¿Cree que los marroquíes han superado ese complejo de superioridad?

R. Al-Andalus no fue una colonización, el colonialismo en términos históricos es la ideología moderna creada a finales del XVIII. Esto no quiere decir que los objetivos e incluso la violencia fueran los mismos que en el colonialismo moderno, pero es como si me dices que no fue una invasión lo que acometieron los españoles al descubrir América en el siglo XV. Es muy peligroso comparar diferentes períodos de la Historia y es bastante ridículo establecer quién fue primero. No me parece lo mismo apropiarse de un territorio y una cultura en el Medioevo que en el siglo XX. Como no es igual la forma en que los árabes echaron raíces en España y Portugal, a como los españoles o franceses actuaron en los lugares que colonizaron.

P. Se lo preguntaba porque su trilogía versa sobre la colonización y descolonización de Marruecos. Es muy curioso observar la relación laboral que establecen los marroquíes, y usted misma lo cuenta: nunca dicen “esto no sé hacerlo”, como aquel operario de su novela que muere en el intento imposible de encontrar agua en el desierto. ¿Qué es la humildad para ustedes?

R. ¡Eso sucede porque el operario está enamorado del patrón, nada que ver con la cultura! Mira, los africanos estamos hartos de que los blancos racistas vengan a decirnos eso no puedes hacerlo, no sabes. No creo en estas calificaciones culturales, un argelino es muy diferente a un marroquí y uno de Rabat puede ser completamente distinto de otro Marrakech, que puede parecerse mucho más a un español que a cualquier musulmán. Como ser humano y como novelista es algo que trato de evitar, meter a la gente en pequeñas cajas. Yo soy de tantos lugares.... porque he leído y aprendido de tantas culturas…

P. ¡Sin embargo es algo que sucede en su novela! Fijémonos en el patrón, el padre de Aicha, ¿no es el arquetipo de un marroquí?

R. Es paranoico, es su personalidad, probablemente por lo que ha vivido: tiene mucho miedo de que le roben. Así es su carácter.

P. Su carácter conformado por lo que ha vivido, ¿ergo por su cultura?

R. Nooo, no reduzcas todo a algo cultural. No es tanto la cultura lo que define a las personas como sus emociones: un chino puede parecerse más a un senegalés que a cualquiera de sus compatriotas. La paranoia es algo muy universal; el miedo, el enfado, la estupidez, la violencia y la mayoría de los rasgos de nuestra personalidad no son culturales.

P. El colonialismo que hoy sufrimos, formato economía global, ¿no es incluso más dañino?

R. Creo que de nuevo estás utilizando erróneamente la palabra colonización.

P. ¿No es colonialismo económico que la quiebra del Silicon Valley Bank afecte a un señor comerciante en Katmandú? Porque esto es lo que sucede hoy…

R. Eso no es colonización. Colonizar es entrar en un territorio ajeno y tratar de gobernarlo. Y sí, es verdad que el señor nepalí sufrirá las consecuencias de la quiebra del sistema americano, pero eso no es colonización. Además, la globalización no es un fenómeno tan nuevo como presupones; durante el Renacimiento, el comienzo de la Edad Moderna y por supuesto el período colonialista, el mundo se movía ya globalmente. Pongamos como ejemplo la venta de esclavos: los mercaderes iban a África, metían a la gente en barcos y los llevaban a una isla americana a producir azúcar o café o a extraer oro, bienes que serían disfrutados en Europa. ¿Eso no es globalización? Vivimos bajo el dominio globalizador desde hace muchos siglos, y sus consecuencias son nefastas o, en ocasiones, positivas, como el hallazgo de las vacunas del covid, algo que hace tiempo no hubiera sucedido. No todo es blanco y negro; como novelista me interesa la complejidad.

P. ¿Dejó Francia por los ataques racistas que recibía en sus redes, como he leído? ¿Es Portugal una suerte de exilio para usted?

R. No, para nada, no fue ese el motivo y no es un exilio. Uno se exilia cuando no tiene otra opción que dejar su país, pero yo paso mucho tiempo en Francia, la semana pasada sin ir más lejos. Nos mudamos porque quería que mis hijos (12 y 6 años) tuvieran un entorno como el que yo disfruté de niña: el mar, el buen tiempo, una ciudad pequeña donde poder encontrar fácilmente a tus amigos…

P. ¿Tiene alguna teoría sobre el creciente ultraderechismo y nacionalismo franceses?

R. Tal vez sea una normalización de estas actitudes extremas. No sé si hay más o menos racistas hoy, pero sí es verdad que ahora no tienen miedo de admitirlo y demostrarlo públicamente. Pero he de decir que en París yo no sentí el racismo.

P. Leila, vivir “el país de los otros” –primer título de la trilogía– ¿es algo así como sentirse un outsider todo el rato y en todo lugar? ¿Usted se siente así?

R. Sí, me parece un sentimiento humano muy común, es como mirarte desde fuera, y los escritores lo hacemos mucho: vivimos una situación y al mismo tiempo estamos pensando cómo la contaremos. Es vivir dentro y fuera a la vez. Y por supuesto que yo me siento una outsider, siempre, continuamente, en todos los sentidos del término, también en el de quien no se considera parte de nada.

P. ¿Eh ahí su condición en cierto modo nómada?

R. Puede ser. Cada vez me importa menos el lugar donde vivo. Tenemos un montón de amigos en Lisboa y a mi marido le encanta, pero a mí, me da exactamente igual: yo vivo encerrada en mi escritorio.

P. ¿Mi patria está en mis zapatos, que dijera el poeta?

R. Más exactamente, en mi ordenador. 


EN EL CONFIDENCIAL 

Entrevista por su libro anterior El país de los otros.

Leila Slimani, la escritora inquietante que le dijo no a Macron: "Quiero molestar al lector"

La ganadora del Goncourt es una de las voces literarias más potentes de la actualidad. Presenta nueva novela: una historia sobre su familia en Marruecos tras la II Guerra Mundial

Leila Slimani, en París. (EFE)

Por Paula Corroto

06/05/2021 - 05:00






La escritora Leila Slimani (Rabat, 1981) está estos días en Madrid para hablar de su nueva novela, 'El país de los otros' (Cabaret Voltaire). Todavía es extraño quedar con alguien extranjero para hacer una entrevista. Más raro es para ella llegar a una ciudad que ahora mismo no tiene mucho que ver con la Francia confinada en que vive. "Sí, ¡todos los franceses vienen a Madrid!", sostiene, aunque también añade: "Paso olímpicamente. Yo suelo estar en casa encerrada escribiendo". Slimani es la autora de varias novelas que en los últimos años la han colocado en el pedestal de las letras francesas. Escribe sobre sexo, violencia, maldad "sin vergüenza". Con 'Canción dulce', la historia de una niñera asesina de niños que, desde luego, no te deja indiferente, ganó el prestigioso Premio Goncourt en 2016. Con 'En el jardín del ogro', sobre una mujer adicta al sexo, se ganó a la crítica y a los lectores. Con su nueva novela, se adentra en la historia de su familia: su abuela, francesa, se enamoró de un marroquí durante la II Guerra Mundial y acabaron viviendo ambos en Marruecos. Un brutal choque cultural. Slimani tampoco huye de las escenas perturbadoras. Avisados están los lectores.

'El país de los otros', de Leila Slimani.

PREGUNTA. Esta es la primera novela de una trilogía sobre la historia de su familia. Empieza con sus abuelos, pero después seguirá con sus padres y, por último, con usted. ¿Lo tenía todo pensado o fue surgiendo? RESPUESTA. Está todo pensado. Acabo de terminar el segundo.

P. ¿Qué ha sido lo más difícil? ¿No le da pudor hablar de su familia? R. Lo más difícil ha sido contar la historia de mis padres, porque mis abuelos ya habían muerto, pero mi madre sigue ahí y eso lo hace más difícil. Pero sí que tengo pudor; lo que no tengo es vergüenza. A la hora de escribir, no hay que sentir vergüenza. "Cuando escribo, sí que tengo pudor; lo que no tengo es vergüenza. A la hora de escribir, no hay que sentir vergüenza" P. Me llama la atención el personaje de Mathilde [su abuela], una mujer francesa que lo deja todo para irse a una granja en Marruecos. R. ¿Ah, sí? A mí me parece natural que cuando te enamoras sigas a esa persona hasta el fin del mundo. Hay que tener en cuenta que eran jóvenes, habían vivido la guerra sin hacer nada, sin tener expectativas, y, de repente, se conocen y surge… P. Sí, pero ella se va a un país con una cultura completamente diferente y como mujer es un golpe muy fuerte. Vaya, es una decisión llamativa. R. Sí, escribiendo es cuando me di cuenta de la personalidad de mi abuela, que era anticonformista y muy, muy moderna. Lo que me sorprende es que los padres la dejaran marchar a África sin oponerse. P. ¿Cómo ha sido este viaje a la historia de su propia familia? R. Fue un placer enorme, como volver a casa, a mi infancia y a mi país. Y luego también tuve la suerte de tener una abuela que sabía contar historias muy bien. Mi abuela era impresionante. Era una mujer alta, de ojos claros… Y sí, llamaba mucho la atención porque hablaba árabe, bereber, tenía un físico impresionante y además era divertida. Y le encantaba insultar. Había aprendido todos los insultos y nos los enseñaba de pequeños. El abuelo nos decía que dónde los habíamos aprendido [risas].

P. El libro se titula ‘El país de los otros’ y también hay frases que remiten a la otredad al principio. ¿Su abuela se sentía otra? ¿Usted también? R. Para ella, no tenía una connotación negativa el haberse sentido en el país de los otros porque veía al otro en su alteridad, en su diferencia, y lo sentía y le interesaba precisamente esa alteridad… P. Pero, como decía Sartre, “el infierno son los otros”... R. Sí, y pueden llegar a ser un infierno porque te pueden oprimir, se pueden oponer a lo que haces… Y eso es lo que muestro en la novela. P. La novela está ambientada a finales de los años cuarenta, principios de los cincuenta, ¿el sentimiento de otredad es ahora más intenso en nuestras sociedades? R. Creo que no. Durante la colonización, los sentimientos de alteridad eran mucho más terribles. De esa época, precisamente lo que me duele es esa separación tan grande, esa frontera que no puedes traspasar, mientras que ahora se hablan más idiomas, hay más comunicación.

P. Sí, pero se lo decía por mensajes de partidos que refuerzan esta cuestión del otro, del diferente… y con un ramalazo racista bastante fuerte. R. Sí, sí, es verdad que ahora en Europa hay esa sensación de que los emigrantes nos van a sustituir a los europeos… Pero a mí lo que me gusta es la actitud de los jóvenes, la apertura que tienen los jóvenes hacia los inmigrantes, hacia los discapacitados… De hecho, mis hijos y sus amigos son mucho más tolerantes que cuando yo era pequeña. P. Entonces, ¿es una cuestión de tiempo y es generacional que quizá no calen ciertos mensajes racistas? R. No, no, para mí el racismo nunca va a desaparecer. Tampoco lo va a hacer la maldad, de la que hablo mucho en mis novelas. Lo importante es seguir luchando y no tener una actitud pesimista porque si no parece que a la parte contraria le estás diciendo, vale, estáis ganando y tenéis razón. "En Europa, hay esa sensación de que los emigrantes van a sustituir a los europeos, pero la actitud de los jóvenes es más tolerante" P. Ahora que habla sobre la maldad… Después de ‘En el jardín del ogro’ y ‘Canción dulce’, creo que esta novela es más sosegada, más dulce en cierta manera, aunque hay ciertos párrafos que son violentos, repulsivos y te obligan incluso a retirar la mirada. R. No creo que sea más dulce, pero como es más larga da más tiempo para dejar correr esa sensación de dureza. Yo lo que busco es que el lector se remueva cuando lee. Como Toni Morrison, lo que quiero es molestar al lector, no ser complaciente. También es lo que busco como lectora. Me gusta llorar, removerme, sentir cosas fuertes. P. Como lectora, ¿se encuentra con mucha literatura complaciente? R. Lo que falta muchas veces es estilo. Y prefiero un libro que no hable de nada, pero que tenga frases magníficas, a un libro que trate de un tema, pero el estilo esté ausente. P. Cuando leía esta novela, pensaba en que muchas veces hemos leído sobre el Magreb por parte de autores franceses con ascendencia árabe, pero criados en Francia. En su caso, sin embargo, nació en Marruecos y se crio allí. ¿Cree que hay alguna diferencia y una distancia a la hora de escribir si no se ha vivido en los propios países árabes? R. Yo creo que nacemos con un corazón y con un cerebro, y eso no cambia nunca. Te puedes ir a China y escribir una novela sobre Marruecos, eso no cambia. En mi caso, la verdad es que dejo hablar a los personajes, no al narrador, porque cada personaje tiene su entidad. Por lo tanto, no es mi visión de las cosas sino la que tiene cada personaje.

P. En ‘En el jardín del ogro’, trataba el tema de la adicción al sexo de una mujer, y en ‘Canción dulce’, de una niñera asesina de niños. Los dos libros llamaron mucho la atención porque, es verdad, no son temáticas habituales, pero ¿hay una cierta mirada conservadora hacia la literatura? R. No sé si es conservadora, lo que sí creo es que ahora las cosas están como muy planitas, muy políticamente correctas, y eso me aburre bastante. En mi próxima novela, voy a hablar de todas las cosas incorrectas. Estoy harta de esos actores, actrices y escritores que son políticamente correctos y guapos y ecologistas y buenos, y que tienen miedo de escribir o decir algo… En la vida, la gente se enfada, y porque enfades a alguien eso no es nada del otro mundo. Yo a mis hijos les digo que si alguna vez les dicen algo que no les gusta, pues que así es la vida y que no hay que sufrir por ello. La vida es así, nos pueden decir cosas que no nos gustan. "En la vida, la gente se enfada, y porque enfades a alguien eso no es nada del otro mundo. La vida es así, nos pueden decir cosas que no nos gustan" P. En Francia, está empezando a moverse ahora toda la ola del #MeToo que en otros países como España ya lleva algunos años. De hecho, se ha criticado que a Francia no acabara de llegar e incluso saliera aquel manifiesto famoso de Catherine Deneuve y otras escritoras como Catherine Millet a la contra del #MeToo. ¿Qué ha cambiado? R. Creo que ha tardado más porque los franceses tienen una visión particular de la relación hombre-mujer y la galantería y todo eso. Y se pensaba que si los franceses seguían la misma línea del #MeToo, se iban a parecer a los puritanos americanos, pero ahora se está entendiendo que lo que hay que hacer es eliminar la agresividad y que eso no pone en peligro ni la sexualidad, ni la feminidad ni nada. Fue la generación del 68 la que pensaba que todo estaba permitido, incluso las relaciones sexuales con menores… De ahí vienen los excesos. Incluso mi madre decía que los hombres tenían unas actitudes y se preguntaba cómo pudo aceptar una serie de cosas… La generación de Catherine Deneuve ya había aceptado que el que les dieran un cachete en el culo estaba bien, y lo que decían es que si ellas lo habían hecho, por qué las jóvenes no lo iban a aceptar.

P. Por cierto, Macron le ofreció ser ministra de Cultura, pero usted se negó. Sin embargo, sí está implicada en las instituciones, puesto que está en el Consejo de la Francofonía. Desde su posición, ¿cómo ve las posibilidades de Macron para una reelección? R. Yo creo que la situación ahora es bastante inquietante, pero como sucede en muchos países de Europa y del mundo. Saldremos de esta crisis, pero no sé en qué estado. Todavía no se puede medir todo el daño que ha causado la pandemia y la crisis económica que ha supuesto, pero no solamente en Francia, también en España… "Sí le puede afectar [la pandemia] a Macron. Los políticos que han vivido grandes crisis no han sido reelegidos" P. En Francia ha habido fuertes restricciones y confinamientos. ¿Esto le pasará factura a Macron? En Madrid está todo abierto… Ahora mismo, se puede ir a tomar algo si quiere. R. Sí, sí, ¡todos los franceses vienen a Madrid! Yo paso olímpicamente de si Madrid está abierta o no porque me paso la vida encerrada en casa escribiendo… Si antes bebía y fumaba fuera, ahora lo hago en casa, incluso más que antes. Pero creo que todo esto sí le puede afectar a Macron. Los políticos que han vivido grandes crisis no han sido reelegidos, porque lo que ocurre siempre es que se les asocia con la crisis, así que esta pandemia puede jugar en contra de la reelección. P. Usted ganó el Goncourt. ¿Le ha cambiado la vida? R. Sí, me ha cambiado la vida como mujer, pero no como escritora, porque aunque me ponga delante del ordenador y me diga, “venga, que eres premio Goncourt”, tengo que seguir currándomelo. Pero desde el punto de vista de la sociedad, he recibido muchísimo cariño. La gente te reconoce, te quiere y en ese sentido es fantástico.

















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