domingo, 4 de mayo de 2025

MIÉRCOLES 14 DE MAYO, 18.30h, YAA GYASI Y "VOLVER A CASA"

 






Nos vemos el miércoles 14 de mayo para comentar Volver a casa, de la escritora ghanesa-estadounidense Yaa Gyasi.

VIDEO DE PROMOCIÓN: ED.SALAMANDRA


En la web Libro sobre libro

Por Aurora Rice.

«En mi aldea dicen de las hermanas separadas que son como una mujer y su reflejo, condenadas a permanecer cada una en su lado del estanque». Volver a casa (título que hace referencia a la vieja creencia afroamericana de que, al morir, el espíritu del esclavo vuelve a África) es un vaivén que va bordando un tapiz de variados colores a lo largo de dos siglos, entre siete generaciones descendientes de dos hermanas, la que se quedó en África y la que se llevaron los negreros a América.

Los colores son el motivo que se repite. «La necesidad de decir esto es bueno y esto es malo, esto es blanco y esto es negro, era un impulso incomprensible para Effia. En su aldea, todo era todo. Todo sostenía el peso de todo lo demás». Y sin embargo, hay infinitas maneras de ser blanco o negro: «Eran hombres blancos, los primeros que había visto Esi en su vida. Su piel no se le parecía a ningún árbol ni fruto ni fango ni tierra que hubiera visto nunca: «Esta gente no viene de la naturaleza”»; aunque luego dirá que el soldado tiene la piel «del color del interior de un coco», y de su futuro esposo, que tiene el pelo «del color de la corteza de árbol después de la lluvia». Para la piel negra hay matices sin fin: hueso de aguacate, caoba oscuro, té lechoso, negro carbón. Hay unos muebles de madera «del color de la piel de su padre». Y más adelante, cuando se van mezclando las razas, se nos habla del «chico negro más blanco que había visto jamás: su padre era color café, pero Robert era color leche… sus ojos se parecían a muchas cosas. A los charcos claros que se quedaban encima del fango, en que a ella y Hazel les gustaba saltar, o al cuerpo brillante de una hormiga dorada…»; y aún sigue habiendo, por supuesto, «piel oscura, de un negro azulado»; o «lustroso como el betún». Los colores se referirán también a otras cosas: «“Blanca” podía ser una forma de hablar; “negra”, la música que te gustara escuchar». Cuánto matiz, cómo se afina. A la protagonista de una de las historias se la somete a la prueba de la bolsa de papel: «Era demasiado negra para cantar en el Jazzing. Se lo dijeron la noche que se presentó a que la oyeran. Un hombre muy alto y delgado le puso una bolsa de papel junto a la mejilla: “Demasiado negra. Jazzing es sólo para las chicas más blancas”». Más blancas, se entiende, entre las negras. Las complicaciones interraciales nos traen a la memoria La mancha humana, estupenda novela de Philip Roth.


La novela consiste en catorce narraciones personales que recorren el hilo de la historia en los dos continentes, a partir del tráfico de seres humanos, una herida que tal vez jamás pueda cerrarse del todo. Los personajes africanos cuentan aquel horror que se origina en la Costa del Oro, en el África occidental, donde unas tribus cazan a otras para vendérselas a los ingleses y holandeses que esperan en el puerto; los americanos nos llevan a las plantaciones del sur de los Estados Unidos, a las llamadas leyes de Jim Crow de después de la Guerra de Secesión (cuando fue abolida la esclavitud, pero se inició en el sur la opresión de otra manera igualmente injusta), a la consiguiente Gran Migración (cuando millones de negros se marcharon del sur, huyendo de una situación de pobreza y violencia que no les permitía salir adelante), a la lucha por los derechos civiles de mediados del siglo veinte, y al presente. Los protagonistas hacen referencia unos a otros, apareciendo en sueños y en las historias familiares, en algún objeto, conformando un particular folclore. La autora, Yaa Gyasi, nació en Ghana en 1989 y creció en Alabama; escribe que «el problema de la historia es que no podemos saber aquello que no vimos ni oímos ni experimentamos en persona. No tenemos otro remedio que confiar en las palabras de otros. ¿A quién creemos?» Ella sigue muy dignamente la estela de los grandes: a Toni Morrison, desde luego, pero también cita entre sus inspiradores a García Márquez.


¿Hacía falta otro libro que mostrase la crueldad, la injusticia, la abyección y el horror de la esclavitud? Es un tema verdaderamente inagotable, igual que otros horrores de la historia de la humanidad. Este, en su propia estructura, nos comunica en especial el impacto de aquello en la vida actual: llega un momento en la narración en que empezamos a olvidar, en medio de tantísimos personajes. Ese olvido forma parte del libro: tal vez olvidemos, o deseemos olvidar, pero no podemos. Marcus y Marjorie, contemporáneos nuestros que cierran la novela, sienten en sus vidas la confusión producto de la historia; el lector, por muy remota que la sienta, también está implicado como miembro de una humanidad tan inhumana. Y es justo que sea así. ¿O acaso nuestro tiempo no tiene sus propios horrores? Volver a casa nos interpela, nos obliga a preguntarnos cuáles serán las injusticias y los horrores actuales que a nosotros tal vez nos parezcan normales, y que nuestros descendientes, ojalá, contemplarán con repugnancia.


¿Qué dicen del libro?

Lire

Hay libros buenos, libros hermosos y luego están los grandes libros. Hay libros que emocionan y educan, y luego están los que son menos habituales, los valiosos, los que tienen la fuerza de cambiar nuestra forma de entender la complejidad de este mundo extraño. Volver a casa pertenece a esa segunda categoría.


Le Monde

Trazar tres siglos en cuatrocientas páginas era una apuesta arriesgada y podría haber terminado en una novela didáctica o insulsa. Pero no ha sido así: Gyasi ha logrado esta proeza gracias a una inteligente combinación de política e intimismo, historia y magia, y a unas imágenes con un gran poder evocador.


The Guardian

La esclavitud es una herida abierta: nunca sanará. Y como tal, ha proporcionado una reserva inagotable de material para narradores, un pozo sin fondo de giros trágicos, traiciones épicas, trascendencias inesperadas y secretos desconocidos. [...] En ese mismo pozo de agua turbia se ha sumergido Yaa Gyasi, escritora novel de origen ghanés-americano, para crear Volver a casa, un retrato valiente del papel que desempeñó África occidental en el comercio transatlántico de personas.


EN LA WEB GENERACIONPAPEL

Novelas, Reseñas

‘Volver a casa’ de Yaa Gyasi

8 de agosto de 2018

Sonia López

Hay veces en las que una novela aparece mucho por tus redes sociales y blogs que sigues y piensas: «deben de estar exagerando, una novela no puede ser tan buena…». Entonces le das una oportunidad y puedes corroborar que no, no era para tanto, o, como en este caso, que la obra se merece tanto reconocimiento. Hoy vengo a hablaros de una lectura que me ha aportado mucho: Volver a casa, primera novela de Yaa Gyasi, escritora estadounidense nacida en Ghana.


Desde el día que se conocieron, cinco años antes, ella lo había animado a regresar a casa. Le decía que tenía algo que ver con el perdón, pero Yaw no estaba seguro de creer en él. (…) El perdón era un acto que tenía lugar después de actuar, un pedazo del futuro de la mala obra. Y si consigues que la gente mire al futuro, tal vez no se dé cuenta de lo que estás haciendo para herirlos en el presente.


Sinopsis: La narración traza el devenir de dos ramas de una familia, de dos hermanas que no llegan a conocerse, protagonistas de conmovedoras historias de aflicción, esperanza y superación en el marco de una serie de relevantes acontecimientos históricos: las guerras tribales, el negocio del cacao, la llegada de los misioneros, la Ley de Esclavos Fugitivos de 1850, la Gran Migración Negra, la lucha por los derechos civiles y el renacimiento de Harlem en los años veinte, hasta llegar a la epidemia de la heroína de los setenta.

COMENTARIO

Cada capítulo de esta novela está protagonizada por un personaje diferente. Comenzamos con la historia de Effia, una joven fante que nació una noche en la que un incendio asoló gran parte de las plantas de su familia. Desde entonces, se dijo que la joven nació del fuego y su padre, Cobbe, supo que esa maldición perseguiría a sus descendientes… En el siguiente capítulo, conoceremos a Esi, nacida también de la madre de Effia. Aunque nunca conocerá a su hermana, sus historias se entrelazan sin saberlo, y ambas serán las antecesoras de las personas que darán título a cada uno de los capítulos posteriores, que abarcarán más de dos siglos de Historia de Ghana y de Estados Unidos.

A lo largo de sus capítulos se hablará del racismo, del machismo, del esclavismo, de la cultura africana y de la cultura afroamericana, de las drogas, del trabajo… Cada uno de los personajes tiene sus propios retos: a veces los superarán y otras veces se verán vencidos por la sociedad empeñada en ningunearles. No suelo ser muy fan de esas historias en las que parece que los personajes son creados sólo para hacerlos sufrir, pero este es un caso diferente. Seremos testigos de hechos históricos desde un punto de vista muy personal y, en particular, me ha parecido muy interesante ver cómo una generación da la mano a la siguiente, a veces simplemente rozando sus dedos…

Nada más abrir el libro, te encuentras con un árbol genealógico que resulta muy muy práctico para conocer o recordar la rama de la que proviene cada uno de los protagonistas, pero también es algo peligroso para los alérgicos a los spoilers, porque enseguida te enteras de con quién tendrá descendencia el protagonista de la historia que estás leyendo o se pierde cierta magia de conocer cómo ha llegado ese personaje a donde ha llegado… En general, he sentido mucha pena cada vez que al cambiar de generación se desconoce qué ha sido de la anterior, sobre todo en la rama que sufrió el esclavismo en sus carnes. Pero por otro lado, me resulta muy gratificante haber conocido cada una de sus historias, hasta el punto de poder repasar ese árbol genealógico y recordar a la perfección lo que les marca a cada uno de los miembros de esa familia.

El llamado Harlem Renaissance no estuvo al alcance de todos…

Quizá lo que más me ha llamado la atención de la novela es la voz narrativa: nos habla sin tapujos de todas las intimidades de los protagonistas pero sin juzgarlos en ningún momento, ni cuando cometen auténticas barbaridades ni cuando las sufren. Me ha gustado que en la historia que explica no haya ni buenos ni malos, en el sentido general, sino que en todos los bandos hay gente buena y mala. La forma inocente de hablarnos de todo lo que les ocurre a cada uno de los personajes ha hecho que, aunque se expliquen cosas muy duras, no me dieran ganas de cerrar el libro del asco. Me ha sorprendido, porque suelo ser muy aprensiva con algunas de las situaciones que se explican, y creo que ese tono objetivo y realista desde el punto de vista de la narración me ha ayudado a acompañar a los personajes a esa vuelta a casa.

La autora de esta novela es Yaa Gyasi, nacida en Mampong, Ghana, en 1989 (¡qué joven!). Sus padres, un profesor de francés y una enfermera, se mudaron con ella y su familia a Estados Unidos cuando tenía dos años. Amiga de los libros desde una edad muy temprana, se graduó en Inglés en Stanford y se apuntó al taller de escritores de Iowa. La idea de su primera novela le surgió en un viaje que realizó en 2009 a Ghana, la primera vez que visitó su país natal después de inmigrar. Volver a casa le ha valido varios reconocimientos y premios, y ha supuesto toda una revolución al hablar del esclavismo y la historia afroamericana desde un punto de vista poco habitual. Os recomiendo esta entrevista de Trevor Noah a la autora.

Qué os puedo decir más… Me ha encantado acompañar a la descendencia de Effia y Esi a lo largo de los siglos. Aunque haya habido más momentos malos que buenos, creo que al final se puede respirar tranquilo, incluso siendo consciente de que los mismos problemas de siempre no se hayan acabado de solucionar del todo, sino que simplemente han cambiado de nombre. Para ser una primera novela, es increíble, y lo único que he podido echar de menos es quizá el haberme involucrado más emocionalmente con el final de la novela. Me explico: el camino ha sido largo y arduo, y el final es muy esperanzador, pero no sé por qué no ha conseguido emocionarme del todo y llegados a ese punto creía que alguna lagrimita iba a soltar… En realidad esto no es ni bueno ni malo, depende exclusivamente de mis expectativas. De hecho, si hubiera habido un final melodramático, seguramente lo hubiera encontrado fuera de tono, así que en el fondo es de agradecer, pero creo que personalmente podría haber conectado más con la novela. Eso sí, al cerrar el libro, me quedé con la sensación de que iba a echar de menos a cada uno de los protagonistas…

Sonia López


EN LA WEB DONDE TERMINA EL INFINITO

Volver a casa, de Yaa Gyasi

Tengo pendiente esta reseña desde hace casi tres meses, y es que hay libros que es difícil afrontar en un comentario. ¿Demasiado simple? ¿Demasiado superficial? ¿Habré dicho todo lo que querría decir? Pero al final llega el momento de "si no lo saco ya, no lo saco nunca". Es el caso de una de mis últimas lecturas: Volver a casa, de Yaa Gyasi (Salamandra, 2016), con traducción de Maia Figueroa (Kelly Link, Jeff Vandermeer...). Esta novela, ganadora del PEN/Hemingway y bastantes más premios estaba en muchísimas listas de esas de "libros que no puedes perderte". Homegoing (el título en inglés) sonaba por todas partes, pero lo que hizo que ganara curiosidad para leer la obra fueron tres cosas: la sinopsis, la recomendación de una editora en cuyo criterio confío muchísimo, y la propia traductora, que me dijo: "léela, aunque sea en inglés, porque es alucinante". Y me lancé, justo en un momento en que estaba leyendo autoras como Han Kang, Chimamanda Ngozi Adichie, o Margaret Atwood, Volver a casa, de Yaa Gyasi me resultaba una lectura extremadamente interesante.


Volver a casa nos presenta una historia que va de las tribus subsaharianas y la venta de esclavos, hasta los barrios del Harlem, que trata temas desde la esclavitud y el colonialismo hasta la epidemia de drogas como el crack. Yaa Gyasi estructura su novela de una forma inteligentísima: cada capítulo es la vida de un personaje. La novela entera está dividida en dos árboles familiares, y cómo los descendientes del mismo van protagonizando la propia Historia. Por lo tanto, cada vez que termina un capítulo, vislumbramos la vida del próximo personaje, la siguiente generación. Esta estructura narrativa es arriesgada, pues puede costar empatizar con los protagonistas, y en caso de conseguirlo (que opino que gracias a cómo Gyasi cuenta la historia, no es algo demasiado complicado), estos desaparecen relativamente pronto. La propia Historia se convierte en personaje. El tiempo. Los hechos. El dolor. La esperanza. La fuerza. Yaa Gyasi no construye una obra el dolor y la pérdida, sino sobre la superación, la persistencia de todo un pueblo, la voluntad de vivir. Volver a casa, es una obra durísima, destinada a revolver el estómago de lectores, cuyo objetivo es cuestionar el establishment y el statu quo de nuestra sociedad. Pero lleva un mensaje esperanzador, de que la lucha no termina ni terminará, y hay que seguir luchando, como individuales y como sociedad.


En su capa superficial, Volver a casa es una novela histórica que demuestra una documentación muy exhaustiva, y alza una voz crítica hacia ciertos elementos, palabras y formas de mencionar o llamar a aspectos como la esclavitud, o el colonialismo. Gyasi da protagonismo, sobre todo, a las mujeres. Para ella no son las principales víctimas (que también), sino las perpetuadoras de la lucha, de la resistencia. Son el brazo fuerte en el cual se sostiene toda la sociedad. Gyasi habla de codicia, de cómo tribus africanas comerciaban con otras tribus para ganarse el beneplácito de los ingleses y al mismo tiempo enriquecerse. Pero también critica la codicia de las naciones de un modo valiente y atrevido. Sin tapujos. Con crudeza. 


En definitiva, Volver a casa, es una historia sobre historias. Un relato que narra desde lo más profundo que nos hace ser humanos y destapa convenciones y prejuicios, que ahonda en nuestros miedos, que pasa de una mujer encerrada durante meses junto a docenas más de mujeres en la bodega de un barco mientras son violadas repetidas veces, hasta una mujer que friega el orín en un club de jazz de Harlem. Entrelaza historias y momentos para confeccionar un tapiz caleidoscópico donde cada personaje es un hilo esencial. Todos formamos parte de algo, y todos estamos aquí a consecuencia de algo. Una novela para no olvidar.

Y me gustaría terminar con una pequeña reflexión sobre la traducción. Desde hace un tiempo me es casi imposible leer obras traducidas sin distraerme pensando en el método, el modo, las técnicas de traducción, o cómo era el original, qué pondría aquí. O incluso lamentarme por trabajos que podrían estar mejor en novelas interesantes. Con el trabajo de Maia Figueroa nada de esto ocurrió. Me leí la obra de Gyasi como si la hubiera escrito en castellano. Como si este fuera su idioma original. Y esto es lo que debe conseguir un buen trabajo de traducción, que te olvides de que existe tal traducción. El traductor es invisible. Maia Figueroa ha conseguido que Yaa Gyasi haya escrito en castellano. Una de las mejores traducciones que he leído en muchísimo tiempo.


EN LA WEB ABSVIRTUAL INFO

Volver a casa (Yaa Gyasi)

Yaa Gyasi

Como en el Club de Lectura al que asisto estuvimos en un ciclo de Escritoras de África y Oriente, en el mini ciclo de África le dedicamos varias semanas a la excelente escritora Chimamanda Ngozi Adichie, entre otras escritoras y cuentistas africanas. Fue tanto el interés que me despertaron las autoras africanas, que no dudé en adquirir cuando encontré en la librería el ejemplar de “Volver a casa” de Yaa Gyasi. No sabía mucho de ella, pero me dejé llevar por intuición. A los días de haberlo empezado a leer salieron los invitados a la próxima edición del Hay Festival de Literatura en Cartagena, donde preciso figuraba, Yaa Gyasi. 


Yaa Gyasi es una joven africana de 28 años, nacida en Ghana pero posteriormente radicada en los Estados Unidos. Gyasi, junto con Adichie y otro grupo de escritores, son llamados los “afropolitas”, que representa una generación de jóvenes africanos que emigraron de África a otros países y continentes, en Europa y Norteamérica. Han desarrollado su obra en idioma inglés, y en su literatura, que claramente representan sus primeras novelas, se centran en la búsqueda de la identidad, en la exposición de los problemas de vivir en un país extranjero, entre otros temas. 




En “Volver a casa”, la primera novela de Yaa Gyasi, asume un reto enorme. Recorrer tres siglos en casi 400 páginas. Lo primero que llama la atención al inicio de la novela, es un enorme árbol genealógico que abarca toda una página. Lo vi con mucho interés, aunque no me imaginé lo importante que iba a resultar posteriormente en toda la lectura de la novela. Por lo que es un recurso muy hábil e inteligente. Que es precisamente la forma en que la autora logra superar con creces el reto de abarcar tanto tiempo en su novela, sin que se note forzado, exagerado, aburrido o anodino. 


Observamos que los dos primeros capítulos corresponden a los dos nombres principales del árbol genealógico: las hermanas Effia y Esi. Dos hermanas que nunca llegan a conocerse, hijas de Maame, que es la mujer que encabeza el monumental árbol. Cada una con un padre distinto, lo que lleva a dividir ambas historias, y durante toda la novela vamos observando cómo se desarrolla la vida de ambas mujeres y su respectiva descendencia. Effia es obligada a casarse con un hombre blanco, un gobernador inglés, esclavista. Y Esi, es capturada y enviada como esclava al sur de los Estados Unidos.


La historia inicia en los años de 1770, en la Costa de Oro, que era una colonia británica situada en el golfo de Guinea, al oeste de África. La Costa de Oro obtuvo su independencia en 1957, e inmediatamente cambió su nombre a la actual Ghana. En el correr de los capítulos, nos damos cuenta de que cada capítulo que sigue corresponde al nombre del próximo miembro de la generación del árbol genealógico, en cada uno de las dos partes, de la descendencia de Effia y Esi. Por lo que hay momentos que los saltos temporales son amplios, aunque quizás en el siguiente capítulo logramos conocer algo del pasado del personaje de la anterior generación por recuerdos del personaje actual. 


Siguiendo la cronología, con los años que aparecen dentro de la novela, el lector es testigo de diversos momentos históricos a través de los personajes, como las guerras tribales al inicio, el negocio del cacao, la llegada de los misioneros; y luego, en el traslado de continente a Estados Unidos, con la Ley de Esclavos Fugitivos de 1850, la Gran Migración Negra, la lucha por los derechos civiles, el renacimiento de Harlem, y la época de las drogas y el sistema carcelario en Estados Unidos, que se acrecentó y logró un punto importante en los años 80. 




Parece mucha historia para una sola novela, pero la gran virtud de la autora es lograr enlazar todos estos momentos históricos de forma hábil a través de estas dos historias entrelazadas y todos sus personajes. Hay ocasiones en que los personajes de una generación son tan buenos que queremos saber más de ellos, pero creo que esa es otra de las grandes reflexiones de la autora en esta novela, el implacable paso del tiempo, y como si no se tiene conocimiento de nuestra propia historia, corremos riesgo de repetirla, e incluso de olvidarla para nuestras futuras generaciones. En ocasiones no es culpa de los personajes sino de las circunstancias, cada una más difícil que la otra. 


Si bien, una de las hermanas, Effia, tuvo relativamente más suerte que Esi, vemos como en las siguientes generaciones no todo se mantiene de esa forma, a pesar de los privilegios que en algún momento se haya obtenido. 


Además de esta reflexión sobre el tiempo y la identidad, también es muy crítico, porque en cada momento se exponen situaciones difíciles de cada momento. En Estados Unidos con el racismo y toda la etapa de la esclavitud. La desigualdad en las penas, que podían llevar a un hombre negro a cumplir una pena de 10 años por haber aparentemente mirado a una mujer al pasar la calle, y estar durante todos esos años trabajando en una inhumana mina de carbón bajo la cárcel. Pero también como se van organizando para protestar. Las guerras entre las mismas tribus africanas, y como algunas de ellas sucumbieron al esclavismo, llegando a vender a sus propios hermanos a los blancos. Cómo una generación de las que llegaron como esclavos a USA eran analfabetas, pero también como sus hijos empezaron a tener mayor acceso a la educación. Todas esas grandes diferencias, y como miraban con nostalgia el desconocimiento de sus raíces, y ese creciente deseo de volver a casa… 


Parte el castillo como un coco,

estoy yo dentro, estás tú. 

Nosotras, las dos, sentimos arena,

el viento, el aire.

Sólo una el látigo.

Tras el barco grande. Azotes.


Nosotras, las dos, negras.

Yo, tú. 

Una creció en tierra de cacao,

la otra nació de un fruto,

la piel intacta, pero sangrante. 

Nosotras, las dos, atravesamos las aguas. 

Parecen otras

y son las mismas.

Las nuestras. Piel de hermanas.

Quién lo diría. Ni tú ni yo. 



Este es un poema de Marjorie, descendiente de Effia. Y una de las dos partes finales del árbol genealógico, y por ende de los capítulos finales, ambientada en los tiempos más recientes, ya en el nuevo milenio. Es una joven afroamericana, quien además tiene un novio alemán, al que los papás del chico no dejan que vaya con Marjorie al baile de la escuela por su color. Marjorie ha aprendido un poco de la historia de su familia, y está muy interesada en seguir buscando y ahondando en su pasado.


Quizás Marjorie sea la misma Yaa Gyasi, quien claramente también añadió partes biográficas a su novela. Incluso el apellido Gyasi es nombrado al inicio del libro, como una de las familias tribales de la Costa de Oro. 




En síntesis, me ha parecido una excelente novela, muy dura, emotiva, pero también muy bella e ilustrativa. A pesar del poco tiempo que estamos con algunos personajes, algunos son muy memorables y se quedan con el lector, y nos alegra escucharlos mencionar capítulos más adelante, porque al fin y al cabo es una historia familiar. Toda esta travesía nos acerca a la historia real de muchas familias africanas que terminaron en los Estados Unidos, y como por ejemplo, algunas crearon o reformaron sus propios apellidos, para que sirviera de símbolo de su propia historia de superación: Freeman. Una bella novela que nos lleva a ahondar en la historia, en las injusticias, pero sobre todo en el inquebrantable espíritu de una población que logró superarse, y aún hoy en día sigue luchando y tratando de superar los fantasmas del pasado. Muy recomendada. Esperaré a Gyasi en el Hay, y que bien por esta oleada de autores africanos que nos están dando a conocer parte de la historia que nunca nos fue contada y que desconocemos en la historia de la literatura. 



8.5/10




Algunos fragmentos de la novela:



"- ¿Por qué lloras?

- El pastor dice que hacemos brujería africana. 

No tenía edad suficiente para saber qué significaba eso, pero sí para conocer la vergüenza, una sensación que ese día lo llenaba hasta las cejas.

Ma Aku escupió detrás de su hombro izquierdo, algo que sólo hacía cuando estaba verdaderamente indignada.

- ¿Quién te ha dicho que hay que llorar por eso? - preguntó.

El chico se encogió de hombros y trató de impedir que se le cayesen los mocos, porque eso parecía enfadarla aún más. 

- Voy a decirte una cosa: si ellos no hubiesen escogido el dios del hombre blanco en lugar de los dioses de los asante, no podrían decirme esas cosas.

Jo sabía que debía darle la razón, y eso hizo.

- El dios del hombre blanco- continuó ella- es igual que el hombre blanco. Se cree que es el único dios, de la misma manera que el hombre blanco se cree que es el único hombre. Pero sólo hay un motivo por el cual Dios es él, y no Nyame o Chukwu o quien sea: porque nosotros se lo permitimos. No nos rebelamos. Ni siquiera lo cuestionamos. El hombre blanco nos dijo que él era el camino y lo aceptamos. Pero ¿cuántas veces nos ha dicho el hombre blanco que algo era bueno para nosotros y después lo ha sido de verdad? Dicen que eres brujo africano, ¿y qué? ¿Qué más da? ¿Qué sabrán ellos de brujería?"

(Volver a casa, de Yaa Gyasi)


"Desde el día en que se conocieron, cinco años antes, ella lo había animado a regresar a casa. Le decía que tenía algo que ver con el perdón, pero Yaw no estaba seguro de creer en él. Era una palabra que oía sobre todo en las pocas ocasiones en que iba a la iglesia de los blancos con Edward y la señora Boahen o, a veces, con Esther. Por eso había empezado a parecerle una palabra que los blancos habían llevado consigo al llegar a África. Un truco que los cristianos habían aprendido y del que hablaban a voces y con libertad a la gente de la Costa de Oro. <Perdón>, clamaban mientras cometían sus injusticias. Cuando era más joven, Yaw se preguntaba por qué no se limitaban a predicar que las personas debían evitar hacer el mal. Pero cuanto más mayor se hacía, mejor lo comprendía. El perdón era un acto que tenía lugar después de actuar, un pedazo del futuro de la mala obra. Y si consigues que la gente mire al futuro, tal vez no se dé cuenta de lo que estás haciendo para herirlos en el presente".

(Volver a casa, de Yaa Gyasi


EN RADIO AFRICA MAGAZINE


“Si bien creo devotamente en el poder de la literatura para desafiar, profundizar y cambiar, también sé que comprar libros de autores negros no es más que una respuesta teórica, gravemente tardía y completamente empobrecida a siglos de daño físico y emocional”.

Yaa Gyasi es una escritora ghanesa-estadounidense que a la edad de 26 años fue galardonada con varios premios literarios por su primera novela “Volver a casa”, publicada en el año 2016. Ta-Nehisi Coates la escogió para formar parte de los “5 under 35”, jóvenes escritores de ficción destacados que premia la NBF (Fundación Nacional del Libro). También fue galardonada con los premios Pen/Hemingway y, más tarde, con el Vilcek, posicionándola entre los escritores más destacados del momento.

Nacida en Ghana en 1989, hija de un profesor y de una enfermera, Gyasi se trasladó a los Estados Unidos cuando apenas tenía dos años, comenzando a tan temprana edad a vivir la vida errática del inmigrante, mudándose con frecuencia y pasando por varias ciudades hasta que, por fin, se asentó en Huntsville, Alabama, a los 10 años y en donde permanecería hasta su etapa universitaria. Como la mayoría de inmigrantes que habitan en tierra extranjera y, en muchos casos, hostil, Yaa Gyasi, vinculada a la comunidad de niños expatriados de Alabama, creció en la incertidumbre y el miedo que infunden la falta de arraigo y la propia sociedad receptora.

Gyasi, desde pequeña, niña tímida e introvertida, estaba muy aferrada a sus hermanos y a los libros, a los cuales llamaba sus “amigos más cercanos”. Fue en esta época en la que se despertó su pasión por la escritura, comenzando, con valentía, a participar en pequeños concursos organizados por la escuela a la que asistía.

A los 17 años recibió su primer premio literario en el Concurso de Jóvenes Escritores e Ilustradores de Reading Rainbow, certificado por Levar Burton, mientras asistía al instituto Grisson.

Gyasi cuenta cómo una de sus mayores inspiraciones fue el libro de la conocida y venerada escritora Toni Morrison, “La canción de Solomon”, el cual la estimularía para imaginarse un futuro consagrado a la escritura. También nombra a otros autores, como James Baldwin, Gabriel García Márquez, Jhumpa Lahiri o Edward P. Jones.

Una vez graduada en Inglés por la Universidad de Standford, comenzó a escribir su primera novela mientras compaginaba un trabajo en una empresa emergente en San Francisco, del cual desistió cuando fue aceptada en el Master de escritura creativa de la Universidad de Iowa, en el año 2012.

Su novela “Volver a casa” se inspiró en un viaje a su tierra natal, Ghana, en 2009, y se completó en el año 2015 cuando, entre numerosas ofertas, aceptó un adelanto de siete cifras de la editoral Knopf.

Galardonada con el premio a la diversidad en la literatura estadounidense, el American Book Award, Yaa Gyasi ha aparecido en publicaciones como African American Review, Callaloo, Guernica, The Guardian y Granta. Motivada por su éxito, en 2020 publicó su segunda novela “Más allá de mi reino” (Salamandra).

Espoleada por el asesinato de George Floyd, suceso notorio que no es más que una gota en un océano de agresiones que la comunidad afroamericana lleva sufriendo desde el inicio de la esclavización y trata transatlántica (que, a su vez, repercute en el resto de afrodescendientes del planeta), además de por las consecuencias del colonialismo en África, Gyasi se decidió a escribir un ensayo en marzo de 2021 sobre “La lucha de los negros para encontrar un lugar para sí mismos en los países occidentales”. En él, escribió sobre “la cuestión de ‘el negocio de la lectura’, de cómo leemos, por qué leemos y qué hace la lectura por y para nosotros”.

“Es desgarrador saber que la ocasión para el renovado interés en tu trabajo son los asesinatos de personas negras”.

La trama de esta historia comienza en lo que sería la actual Ghana, narrando las disputas entre dos etnias diferentes, los Asante y los Fante, que pertenecen al mismo supra grupo Akan. Al parecer, estas etnias, se ven obligadas a comerciar con los británicos para su supervivencia, capturando a miembros de las etnias vecinas.

Así, descubrimos desde las primeras páginas del libro a las principales protagonistas de esta historia: Effia y Esi. Son dos medias hermanas que no se conocen y que pertenecen a estas dos etnias diferentes y cuya descendencia va protagonizando los capítulos siguientes del libro, que van siendo ambientados en los diferentes episodios históricos reales que han marcado las vidas de los miembros de ambos linajes: desde la Trata de esclavos en el siglo XVII en la Costa de Oro, la esclavitud en Norteamérica, la Guerra civil americana, la abolición de la esclavitud, la Gran Migración Negra, la lucha por los derechos civiles, y el renacimiento de Harlem hasta nuestros días.

Las dos medio-hermanas son esclavizadas, aunque parten desde posiciones diferentes. Effia, es la más bonita del poblado y pretenden proclamarla como la futura esposa del jefe Abeeku. Es una niña introvertida, muy querida por su padre Cobbe pero odiada por su madre Baaba, la cual le obliga a mantener un secreto que le condicionará su futuro.

Effia es obligada a contraer matrimonio con el marchante de esclavos blanco James Collins, que ya tiene una esposa y dos hijos. A pesar de estar en una posición “privilegiada” en comparación con el resto de los esclavos que se encuentran hacinados en las mazmorras del castillo, el día a día de Effia consistirá en satisfacer las necesidades de James como esposa, un título que según los británicos no le pertenecía.

“‘Esposa’ era la palabra que reservaban para las mujeres blancas del otro lado del Atlántico. Y “moza” era una palabra que los soldados empleaban para mantener las manos limpias y no meterse en problemas con su Dios, un ser que en sí mismo estaba hecho de tres, pero que sólo permitía que los hombres se casaran con una”.

A pesar de creer estar maldita, por culpa de las historias recurrentes de su madre, ambos consiguen tener un hijo, Quey, que es la salvación de Effia en ese castillo lleno de gritos y soledad. La relación entre Effia y James era satisfactoria y no discutían en exceso, mientras que ella no criticase el trato a los esclavos y él la dejase visitar su poblado de vez en cuando. El motivo de una de esas visitas fue la muerte de su padre. En ese momento, Effia descubre algo tan alentador como sorprendente: Su hermano Fiifi le comunica que Baaba no es su verdadera madre y esta, después, se lo confirma no sólo por su satisfacción personal sino también por tratar de hundirla más en esa nube de desespero y tristeza.

Effia no sólo descubre que la persona a la que llamaba “madre” y la que hacía de su vida un infierno no tenía nada que ver con ella, sino que era la hija de una esclava, Maame, y que el colgante que poseía desde pequeña procedía de un linaje diferente.

Por otro lado, Esi, también hermosa, era una niña cuidada y querida por sus progenitores. Era la hija de Maame y del Gran hombre Asare, un reconocido, exitoso y respetado guerrero. Pronto, este guerrero será testigo de que la bondad y la curiosidad de su hija acabará con su aldea. Esi acaba por descubrir que su madre fue esclavizada y que tuvo una hija antes de ella, pretende saber más a la vez que intenta borrar de su mente este tormento que está ocurriendo a su pueblo, pero no puede hacer nada y acaba por ser capturada y llevada como esclava a las mazmorras del castillo portando el colgante de su madre.

Esi acabó por ser hacinada junto con otros secuestrados, atrapada mental y físicamente. La cantidad de personas capturadas era tan numerosa que a veces se tenía que poner boca abajo para que todos cupiesen en el mismo lugar. Las mujeres sólo lloraban cuando se abrían las puertas porque sabían a lo que estaban expuestas, pero Esi intentaba pasar desapercibida para no ser la elección de la lujuria de algún británico que sólo bajaba para propinar palizas o para satisfacción personal.

“Esi soñaba que, si todas lloraban a un tiempo, el lodo se convertía en un río que las arrastraría hasta el Atlántico”.

Esi fue violada por un comerciante borracho antes de ser enviada a América del Norte.

A partir de aquí, el lector será testigo de cómo la descendencia de Effia y Esi se va engarzando en la historia, tomando el relevo, hasta el final, generación tras generación. Puede decirse que lo más inquietante de la novela se observa cuando en cada linaje, cada miembro da la familia intenta mejorar su posición en una sociedad que ya de por sí la rechaza. Lo único que consiguen es encontrarse con barreras constantes que les impiden no sólo la realización personal sino también económica, social, política, etc. Esos obstáculos vienen enmascarados por la colonización que aún hoy en día es difícil de escapar o de superar plenamente.

La novela marca esa obsesión del hombre blanco de conseguir poder a través del sacrificio, humillación y violencia que recae sobre la raza negra y que puede verse tanto en los descendientes de Effia, como en los de Esi. Así, después de la Guerra Civil, aún encuentran una “excusa” para continuar degradando al hombre negro, pero esta vez esclavizándole en las minas en vez de en la plantación, hecho que le sucede a uno de los descendientes de Esi, H, que, a pesar de lo vivido y de conseguir proporcionar estabilidad a su familia, su hijo Sonny, se convierte en un toxicómano. Esto es un ejemplo del racismo sistémico producido en los Estados Unidos. Ese prejuicio generalizado que les impide proliferar en la sociedad y que se utiliza como una manera de criminalizar al hombre negro para, así, seguir teniendo mano de obra barata en las cárceles. Suceso que continúa hoy en día.

De todas maneras, el libro no termina sin dar un rayo de esperanza al lector que, tras lágrimas, injusticias, angustias y mucha impotencia surgida durante toda la lectura, crea la posibilidad, que muchos podrían considerar como “utopía”, en la que los dos linajes se reencuentran en África, la tierra que los vio partir. Una tierra arraigada dentro de cada uno, “sueño de retorno”, que muchas veces es inalcanzable para algunos, pero que aviva la esperanza de todos los descendientes que un día fueron arrancados de ella.

A pesar de ser una novela de ficción, la historia se desarrolla sobre acontecimientos que sucedieron en la realidad, como es la esclavización y otros episodios que han marcado la existencia de millones de africanos y afrodescendientes desde el siglo XVII hasta ahora. La lucha, a la que la autora hace referencia, entre los diferentes grupos étnicos surge como una obligación para satisfacer a los ambiciosos esclavistas europeos para que estos no tomen represalias contra las propias etnias ‘coaccionadas’: o me proporcionas esclavos o tú eres el esclavo. No se puede negar la existencia de enfrentamientos y enemistades locales, pues la convivencia idílica siempre ha sido una utopía en el mundo entero, debemos decir que estas estrategias de enemistar etnias o pueblos han sido una constante por parte de los europeos/occidentales desde que arribaran a las costas africanas con la intención de satisfacer una demanda generada por sus propias ambiciones. A día de hoy, esas estrategias de “dividir para reinar” siguen siendo utilizadas en África. Por eso hubiese resultado conveniente, más allá de señalar el enfrentamiento entre dos etnias o pueblos, presentar una contextualización histórica, sobre todo en un mundo regido por la ambición de los recursos naturales, la mayoría de los cuales se encuentran bajo el suelo que pisan esas etnias enfrentadas.

La novela de Yaa Gyasi no sólo relata uno de los acontecimientos más devastadores (para los africanos y afrodescendientes) de la historia de la humanidad, y que aún tiene repercusiones en la actualidad, sino que también narra la historia de las mujeres, por siempre maltratadas, sumisas, sometidas y confinadas a la mano fría e impulsiva del hombre, que se cree con el derecho de tratar a la mujer como un ser inferior y siempre a su disposición.

ENTREVISTA EN  WEB EL TIEMPO


'La segregación racial no ha terminado'

Entrevista a Yaa Gyasi, autora ghanesa-estadounidense, sobre su novela debut: 'Volver a casa'.

'Volver a casa' es una historia que narra la vida de varias generaciones de afrodescendientes y reflexiona sobre la importancia que tiene el lugar de donde venimos.

'Volver a casa' es una historia que narra la vida de varias generaciones de afrodescendientes y reflexiona sobre la importancia que tiene el lugar de donde venimos. Foto: Michael Lionstar.

María Paulina Ortiz

20.01.2018 14:00

Cuando tenía dos años, en un avión que partió de Ghana hacia Estados Unidos, Yaa Gyasi (1989) recibió la tercera de las etiquetas que la seguirían siempre: mujer, negra, inmigrante. Su padre, un profesor de literatura africana francófona, había decidido que Estados Unidos era el lugar para continuar su carrera y se llevó a su familia a un viaje que empezó en Ohio y pasó por Illinois y Tennessee antes de llegar a Alabama. Las cosas que acompañaron a Gyasi en este recorrido fueron los libros de la biblioteca de su familia y cientos de preguntas que después surgirían sobre su identidad. ¿Dónde estaba exactamente su hogar? Todavía no lo sabe del todo.

Buscando resolver esas preguntas y tal vez siguiendo la premisa de Toni Morrison, que un día dijo: “Si hay un libro que quieres leer y no ha sido escrito aún, debes escribirlo”, Yaa Gyasi publicó Volver a casa. Una novela que tiene lugar entre la actual República de Ghana, en el suroccidente de África, y Estados Unidos, y cuenta la historia de dos hermanas y su descendencia, desde el siglo XVIII hasta el presente. Un libro que muestra la cotidianidad, el amor filial y el peso de la historia, en medio de problemáticas como la trata de esclavos, la segregación, la lucha por los derechos civiles e incluso la vida en el Harlem de principios del siglo XX. Una genealogía tras la cual los lectores llegan a una idea: lo que somos hoy, lo somos por lo que hicieron y fueron nuestros antepasados.

Gyasi forma parte de ese grupo de escritoras afrodescendientes como Morrison, Zadie Smith, Taiye Selasi y Chimamanda Ngozi Adichie que están tomando la literatura como herramienta de memoria para trazar las líneas históricas y los viajes de sus antepasados.

¿Por qué es tan importante en su carrera el libro Song of Solomon, de Toni Morrison?

Es un libro que amo. Lo leí cuando tenía 17 años y fue una revelación. Era la primera vez, además, que leía a una mujer negra. Es un libro de una belleza única, y el hecho de haber sido escrito por alguien que lucía como yo me influyó mucho. Solidificó mi deseo de ser escritora al hacerme entender que nosotras podíamos serlo.

Usted llegó de dos años a Estados Unidos y vivió en Ohio, Illinois y Tennessee antes de asentarse en Alabama. ¿Cree que tantos cambios de ciudad marcaron su escritura?

Haber vivido en tantas ciudades me ha hecho entender que, sin importar el lugar, las personas van a luchar por las mismas cosas: el bienestar de ellos y de sus familias. Mi libro, Volver a casa, está muy influenciado por cada espacio, pero sobre todo por la premisa de que el lugar de donde somos informa sobre cómo somos y por qué pensamos lo que pensamos.

¿Cuál es su relación con el concepto de hogar?

Me siento muy americana, no tengo memoria real de mis dos primeros años vividos en Ghana, pero al mismo tiempo entiendo que mi condición americana no es total, que siempre seré de dos lugares. Haciendo este libro me di cuenta de que quiero ser parte de las dos identidades: soy ghanesa y americana.

Dice que sus papás eran grandes contadores de historias, ¿eso fue importante al decidir ser escritora?

Primero, ambos son muy buenos contando anécdotas. Segundo, siempre tuvimos libros en casa. Estos dos hechos hicieron que, consciente o inconscientemente, tuviera la vida de escritora como algo posible. Para mí, escribir tiene que ver mucho con leer; siempre amé los libros y, como nos mudábamos tanto, fue la forma que encontré para habitar la consciencia de otras personas y entender cómo piensan los seres humanos. Esas son lecciones que todavía me ayudan hoy.

Haciendo este libro me di cuenta de que quiero ser parte de las dos identidades: soy ghanesa y americana

¿Cómo decidió lo que quería contar en su primera novela?

La historia llegó en un paseo que tomé en el Cape Coast Castle, en Ghana. El castillo es muy lindo en la parte superior, grande, blanco y con vistas al mar. Luego nos hablaron de cómo los soldados que vivían allí se casaban con las mujeres de las comunidades cercanas y esa información era nueva para mí. Me dio muchas ideas. Pero cuando realmente supe cuál era la historia que quería contar fue al ver los calabozos –que todavía conservan el olor– donde guardaban a los esclavos antes de embarcarlos. Ahí me detuve a pensar en cómo mujeres libres negras ahora caminan por donde alguna vez estuvieron mujeres prisioneras, y supe de inmediato que quería escribir sobre eso.

¿Cómo fue la sensación de estar en Ghana investigando para el libro?

Estaba muy abrumada y poco preparada. Fue la primera vez que hacía investigación para ficción y no sabía bien dónde pararme. El viaje fue muy exploratorio para mí, un poco resolviendo cosas mientras las vivía. No sé si lo haría de la misma manera ahora, pero en su momento fue una experiencia increíble y muy fructífera.

¿En este viaje sintió que estaba volviendo a casa, o que estaba dejando su casa?

Sentía que estaba yendo a casa en muchas formas. Solo había estado ahí una vez antes, con mi familia, cuando tenía 11 años, y había compartido mucho tiempo con mi familia extendida. En el viaje de investigación sentía que estaba volviendo a ellos y a un lugar que ya conocía.

¿Recurrió a la historia de su familia para el libro?

No hice ninguna investigación al respecto y tampoco sé si mis padres saben mucho. Realmente nadie habla sobre mi pasado familiar. No quise indagar demasiado porque quería que el libro fuera ficción y, si encaminaba la investigación hacia mi propia historia, hubiese resultado una novela muy distinta.

¿Qué autores fueron importantes como referentes para Volver a casa?

El que más influyó fue Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez. Lo leí justo antes de empezar a escribir y creo que, al ser un libro tan ambicioso y multigeneracional, se convirtió en una referencia vital. Es una novela en la que se ve a un autor divertido e inteligente que se permite tomar decisiones que pueden poner incómodos a los lectores. También recurrí mucho a James Baldwin porque me recuerda que el trabajo siempre puede ser intelectualmente riguroso y al mismo tiempo interesante y tranquilo de leer.

¿El carácter universal de Cien años de soledad ayudó con la decisión de su ambiciosa línea de tiempo?

Creo que el hecho de ver una línea de tiempo desordenada y amplia como en Cien años de soledad me hizo entender que estaba bien usar tantos años como creyera necesarios.

¿Por qué era importante contar la historia en varias generaciones?

Una de las razones es porque, especialmente en Estados Unidos, cuando hablamos de esclavitud se piensa siempre como algo que pasó hace mucho tiempo y no tiene incidencia hoy. Pero si rastreamos la esclavitud y el colonialismo, y se cuenta su influencia en un gran periodo, es más fácil ver cómo tiene un impacto duradero. Al abarcar muchas generaciones es más fácil entender que la esclavitud no fue un hecho que sucedió y terminó y todo volvió a la normalidad, sino que nos dejó residuos.

El que más influyó fue Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez. Lo leí justo antes de empezar a escribir.

Precisamente, algo que usted quería lograr con el libro era que se entendiera que la esclavitud aún tiene incidencia.

Si miras los colegios de hoy, encuentras que son más segregados que en los años 70. ¿Cómo puede pasar esto? Creo que la gente pierde la noción de que cuando la esclavitud acabó, el racismo no terminó con ella y que siguen existiendo comportamientos de discriminación. El hecho de haber tenido leyes de segregación residencial, educativa, incluso de transporte, nos marcaron mucho. Y nada de eso ha terminado. Simplemente hay más discreción. Las tensiones raciales son las que hacen estos libros necesarios. Estoy feliz de sumar mi voz y afirmar que estas problemáticas no son nuevas.

Ha dicho que Volver a casa es el libro que siempre quiso leer, ¿por qué?

Cuando era joven tenía muchas preguntas sobre mi lugar en Estados Unidos, sobre la identidad y lo que significaba ser ghanesa o americana. Una de las razones para escribir este libro fue tratar de reconciliar estas dos partes de mí y entender cómo estaban conectadas. Cuando niña no tuve la posibilidad de leer una historia así, y hubiera sido muy útil.

*Yaa Gyasi hablará en el Hay Festival el 27 de enero, a las 5:30 p.m. Hotel Sofitel.


ENTREVISTA EN THE GUARDIAN

Yaa Gyasi: «La esclavitud está presente en la mente de la gente. Todavía nos afecta».

Kate Kellaway

La autora de Homegoing habla sobre sus raíces ghanesas, su condición de inmigrante en Estados Unidos y si el trauma puede quedar impreso en nuestro ADN.

Domingo 8 de enero de 2017, 10:00 CET

La novela debut de Yaa Gyasi , Homegoing , es una epopeya asombrosa ambientada en Ghana y Estados Unidos, sobre el legado de la esclavitud a lo largo de generaciones. Recibió un anticipo de siete cifras y ha sido descrita como "hipnótica" y "brillante", y su autora de 26 años como "de un talento conmovedor".

¿Por qué trazar tu historia a través de las generaciones?

Empecé Homegoing en 2009 tras un viaje al Castillo de Cape Coast, en Ghana [donde se encarcelaba a los esclavos]. El guía turístico nos contó que los soldados británicos que vivían y trabajaban en el castillo solían casarse con mujeres locales, algo que yo desconocía. Quería yuxtaponer dos mujeres: la esposa de un soldado y una esclava. Pensé que la novela tendría una estructura tradicional, ambientada en el presente, con flashbacks al siglo XVIII. Pero cuanto más trabajaba, más me interesaba observar el paso del tiempo, la esclavitud, el colonialismo y sus efectos; quería ver la línea argumental.

¿Cómo te hicieron sentir las mazmorras?

Estaba devastado. Sentí una rabia inmensa. Las mazmorras aún huelen después de siglos. Había mugre en las paredes y un pequeño respiradero en la parte superior. Cuando cerraban la puerta, no había luz. Cientos de personas fueron retenidas allí durante tres meses seguidos antes de ser enviadas quién sabe adónde. El terror que debieron sentir, sin saber qué sería de ellos. Puedes imaginarlo y no puedes imaginarlo.

El tema de la esclavitud ha generado obras destacadas, desde la novela "Beloved " de Toni Morrison hasta la película " 12 Years a Slave" de Steve McQueen ... Y solo este año, en Estados Unidos, se han publicado "The Underground Railroad" de Colson Whitehead y "Grace" de Natashia Deón. La esclavitud es algo que no hemos superado, está presente en la mente de la gente y aún nos afecta.

En este espacio postelectoral, mientras Donald Trump asume el poder, nos preguntamos qué nuevo infierno puede estar a punto de desatarse.

Su novela plantea preguntas interesantes sobre la identidad: ¿cómo ha afectado el lugar, las circunstancias y los genes a su identidad?

El lugar me ha influenciado enormemente. Nací en Ghana, crecí en Estados Unidos y he vivido en Ohio, Illinois, Tennessee y Alabama. Estudié inglés y escritura creativa en Stanford e Iowa. Mucha gente en Estados Unidos crece en un mismo lugar y se establece. Ha sido interesante, durante estas elecciones, constatar que los lugares en Estados Unidos son muy diferentes e influyen en las ideologías de las personas. Darme cuenta de eso, habiendo vivido muchas experiencias, ha sido una experiencia impactante.

¿Y las circunstancias?

Mi padre es profesor de literatura africana francófona. Mi madre es enfermera. Si mis padres no hubieran decidido emigrar a Estados Unidos, mi vida habría sido completamente distinta. De niño, me topé con frecuencia con que decir "negro" o "afroamericano" implicaba una identidad cultural distinta a la mía como inmigrante. Me costaba sentir que era negro de la forma correcta. A medida que crecía, más me daba cuenta de que no hay una forma correcta de serlo, de que todo lo que hago y soy también puede ser negro. Me llevó mucho tiempo darme cuenta de que... la palabra "negro" parece generalizarlo todo.

¿Y los genes?

Nuestros genes nos moldean más de lo que creemos. ¿Puede el trauma quedar impreso en nuestro ADN? Creo que el trauma es hereditario.

¿Cambia el sufrimiento de las personas negras con cada generación?

El sufrimiento cambia y permanece igual. En Estados Unidos, lo peor nunca terminó, simplemente se renovó. Eso era algo que intentaba rastrear en la novela: la huella del trauma reinventada. La historia de Estados Unidos ha implicado la búsqueda de nuevas formas de subyugar a las personas negras desde sus inicios. En este periodo intermedio postelectoral, con la llegada de Donald Trump al poder, nos preguntamos qué nuevo infierno podría estar a punto de desatarse.

¿Eres religiosa?

No me consideraría religioso, aunque crecí como cristiano pentecostal evangélico en el sur, una situación única y complicada. Pero mi padre susurraba: «Si los británicos no hubieran venido a Ghana, quién sabe si hoy estaríamos aquí sentados en la iglesia». Así que, para mí, la religión, durante mi infancia, siempre estuvo atenuada por el colonialismo.

¿Sientes culpa del superviviente?

Ava DuVernay , la directora afroamericana, lleva una camiseta con la inscripción: "Soy los sueños más salvajes de mis antepasados". Así que también existe ese sentimiento. ¿Cuántos cientos de miles de personas negras en este país tuvieron que morir para que Ava DuVernay pudiera ocupar el puesto de directora?

¿Hay grandes narradores en tu familia?

Tantos, empezando por mis padres, que contaban historias grandiosas en fiestas, una forma de comunicación común entre los africanos occidentales amantes de las narrativas extensas y proverbiales. Soy tímido en persona. Prefiero escribirlo que contarlo. Cuanto más me acerco a mí mismo y a la verdad, más incómodo me siento.

Un profesor de historia en tu libro aconseja escuchar las voces silenciosas. ¿Es esto lo que estás haciendo?

El regreso a casa se trata, en gran medida, de amplificar las voces.

Al regresar a Ghana, ¿sentiste que pertenecías?

Es una dualidad: perteneces y no perteneces. Recuerdo que el funcionario ghanés encargado del pasaporte leyó mi nombre correctamente y me sentí como en casa, con una cálida bienvenida. Al mismo tiempo, entiendo mi lengua materna, pero no la hablo. Así que estoy necesariamente a esta distancia; el país nunca podrá ser completamente mío.

¿Y cómo te hace sentir eso?

De joven, me angustiaba la idea de que muchas de estas cosas terminaran conmigo. Si tuviera hijos, probablemente no podría enseñarles el idioma ni a cocinar. Pero a medida que he crecido, he empezado a comprender que tengo derecho a forjar esta nueva identidad, más compleja y dualista.

¿Dónde está tu hogar?

Es una pregunta compleja. Mi hogar ahora mismo es Oakland, California. Pero, repito, creo que he sabido durante muchos años que, para mí, el hogar nunca puede ser realmente un lugar. Es algo que llevas dentro, similar a estos personajes, en particular los afroamericanos que han sido arrancados de sus hogares originales y, sin embargo, mantienen esta conexión con la tierra. El hogar es esa pequeña luz que llevas dentro dondequiera que vayas.

Después de una novela tan ambiciosa como la tuya, imagino que te mereces un descanso. ¿Estás trabajando ya en una segunda novela?

Espero escribir una segunda, pero estoy completamente absorbido por la publicidad. Es la primera vez en mi vida que he tenido que hacer algo así. He tenido que reaprender a quedarme quieto, a estar en silencio y a responder preguntas.

Este es el archivo de The Observer hasta el 21/04/2025. The Observer ahora es propiedad de Tortoise Media y está operado por ella.

 






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